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«Amoris Laetitia»: la nueva fábula de Bergoglio

Sobre las herejías del usurpador Bergoglio

Sobre las herejías del usurpador Bergoglio

«Recordando que el tiempo es superior al espacio…» (AL, 3):

Así comienza Bergoglio su falsa exhortación, llena de errores y de un lenguaje ambiguo propio de su modernismo.

Comienza con algo que nadie comprende, sólo los que lo siguen ciegamente: su tesis kantiana del tiempo y del espacio.

Para Bergoglio, el tiempo del pasado, el del presente y el del futuro deben unirse en un mismo espacio, en una misma situación de vida, en una comunidad eclesial. Y, por eso, hay que recoger todos los datos, todas las vivencias de los hombres, todas sus culturas, todas las maneras de ver la vida, y formar una doctrina que se pueda vivir por todos los hombres en este espacio de vida eclesial.

Y, por eso, lo primero que hace este hereje es dar un repaso a la Sagrada Escritura en donde se habla del matrimonio, de las familias, para sacar una conclusión que se ajuste a su tesis kantiana:

«En este breve recorrido podemos comprobar que la Palabra de Dios no se muestra como una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje…» (AL, 22).

Es aquí donde quiere llegar: nada de teologías, nada de ideas abstractas, todo es la praxis.

La Palabra de Dios no enseña ni guía al hombre: «no es una secuencia de tesis abstractas»,

sino que es una praxis: «una compañera de viaje».

Dios que camina con el hombre. Es el hombre el que hace el camino. Ya no es Cristo el Camino de la Iglesia, un Camino en la Verdad Única y Absoluta.

Para Bergoglio, se viaja en el tiempo, no en el espacio. La fe es un recordar el tiempo pasado, coger esas ideas y actualizarlas al tiempo presente, para que se obren en el espacio concreto (matrimonio, familia, comunidad, parroquia, asociación, sociedad…) en que vive el hombre.

Bergoglio sólo está exponiendo su fe fundante que ya desarrolló en su otra fábula “lumen fidei”.

Y, por lo tanto, si en el tiempo pasado, los hombres entendieron la Palabra de Dios de una manera acorde a su vida humana o eclesial (a su espacio cultural, social, eclesial), ahora, en este tiempo hay que entenderla de otra manera, ya que el tiempo es superior al espacio. El tiempo es el que va cambiando, el que impone una reforma del espacio; el espacio, las familias, la Iglesia, las sociedades, son siempre las mismas, estructuras que no cambian pero sí que admiten reformas en cada tiempo.

De esta manera, Bergoglio enfrenta la Palabra de Dios, el Magisterio de la Iglesia, la teología católica con la pastoral, diciendo que el matrimonio nadie lo ha sabido explicar hasta que Él ha llegado a la Iglesia para exponer su inmoralismo universal:

«… hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario» (AL, 36).

El matrimonio de la Sagrada Familia es demasiado abstracto: la pureza, cumplir con los mandamientos divinos, usar la gracia del Sacramento, son construcciones artificiosas que no resuelven las situaciones concretas de las familias.

Todos los matrimonios santos, a lo largo de toda la historia eclesial, no son ejemplo para la Iglesia, porque se han construido en algo abstracto, en una doctrina inmutable que no sirve, en este tiempo actual, para los demás.

En otras palabras, para Bergoglio el matrimonio ideal es el de los cónyuges que se pelean, que son infieles a la gracia, que usan los anticonceptivos, que se divorcian, que no comulgan con una doctrina inmutable, sino cambiante…. Lo demás, es teología abstracta.

Y hay que resolverles la vida, hay que dar un espacio eclesial, social, cultural, a este “matrimonio ideal”.

El matrimonio ideal, el católico, es aquel en que los dos cónyuges están unidos a Cristo: viven y se esfuerzan por realizar la gracia del Sacramento, que han recibido en su matrimonio.

Pero esto es abstracto para la mente del usurpador. El matrimonio como lo instituyó Cristo es un insulto para la mente de Bergoglio.

Él está en su tesis kantiana: «no hemos despertado la confianza en la gracia».

La gracia, para Bergoglio, es algo inmerecido, gratis, a la cual todos pueden acceder sin ningún obstáculo. Por eso,

«Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia inmerecida, incondicional y gratuita. Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio» (AL, 297).

«Id malditos de mi Padre al fuego eterno…»: Jesús, para Bergoglio, no era consecuente con su lógica. Jesús dijo eso en un tiempo concreto, pero que ya no sirve para este tiempo actual.

No se puede hablar, ahora, de condenación para siempre, ni de infierno, ni de pecados que sacan de la comunión de la Iglesia.

No se puede seguir a San Pablo que enseña inspirado

«… que no os mezcléis con ninguno que, llevando el nombre de hermano, sea fornicario, avaro, idólatra, maldiciente, borracho o ladrón; con éstos, ni comer» (1 Cor 5, 11).

Bergoglio dice: «hay que integrar a todos… No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación que se encuentren» (AL, 297).

De estas palabras, se deduce que los Obispos no se van a reunir en un Concilio para excomulgar a Bergoglio como hereje, porque ya no existe el pecado de herejía, ni de apostasía de la fe, ni el de cisma, que saca automáticamente de la Iglesia al que lo comete.

Ahora, se trata de hacer una iglesia para todos los herejes, ateos, homosexuales, divorciados, cismáticos, etc…

Dice Bergoglio: «hay que integrar a todos».

Dice San Pablo: «no os mezcléis… Dios juzgará a los de fuera; vosotros extirpad el mal de entre vosotros mismos».

Los Obispos deben extirpar el mal de Bergoglio, pero no lo van a hacer, porque ya no creen ni en Cristo ni en la Iglesia. Ya nadie defiende la doctrina inmutable de Cristo. Ahora, todos defienden su parcela, sus intereses privados en la Iglesia.

¿Quién tiene razón? ¿Quién acierta? ¿Quién está haciendo la Iglesia de Cristo? ¿San Pablo o Bergoglio?

¿Hay obligación en conciencia de seguir la verdad revelada, la que enseña Dios a través de San Pablo, o hay que seguir el invento de un hombre que se ha creído Dios en la Iglesia?

Es claro que no se debe nada a Bergoglio: ni respeto ni obediencia. Y que, para ser de Cristo y pertenecer a la Iglesia de Cristo, hay que atacar a Bergoglio y estar en comunión con el Papa Benedicto XVI, dos cosas que muchos católicos, entre ellos los tradicionalistas, no acaban de entender.

¿Por qué hay que integrar a todos?

Es sencillo: Bergoglio nos recuerda su propia herejía.

«A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio» (AL, 303).

Gran error doctrinal, moral y pastoral: la conciencia de las personas integrada en la praxis. En otras palabras, la moral autónoma kantiana.

La práctica de la Iglesia, la norma de moralidad, no está en la conciencia de ninguna persona, sino sólo en la Ley de Dios y en el magisterio de la Iglesia. Toda persona tiene obligación de aceptar esta ley divina y de someterse a la enseñanza de la Iglesia en cuestiones morales.

Cuando la conciencia de cada uno decide la moralidad, entonces el bien y el mal sólo está en la propia persona. No hay que buscarlo ni en Dios ni en el magisterio auténtico e infalible de la Iglesia. Esa conciencia personal es el camino para todo, ya no es la fe la guía de la persona.

Y, por eso, este hombre continúa en su tesis kantiana:

«Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral. Existe el caso de una segunda unión consolidada en el tiempo, con nuevos hijos, con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas» (AL, 298).

«Situaciones muy diferentes… consolidada por el tiempo»: el tiempo está por encima del espacio familiar. Hay nuevos hijos, hay un nuevo amor mutuo entre los cónyuges… no se puede estar pensando en la culpa del pecado. No hay que encerrar esa vida en afirmaciones rígidas, en una doctrina inmutable, en el pecado de fornicación o de adulterio….Sino que hay que dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral.

En otras palabras:

Si la gente quiere fornicar, adulterar, y ser un homosexual, que lo haga con la bendición de los pastores. Y como los pastores ya lo hacen, pues ellos también apoyados en este documento.

Los pecadores públicos se convierten en católicos que pueden participar en todo lo que hasta ahora han sido excluidos por la Iglesia. Se hace a los Obispos jueces, los cuales en animada charla con esos pecadores, disciernen la manera de que participen en todos los Sacramentos.

La unión civil estable hay que aceptarla como camino para poder recibir el Sacramento de la Eucaristía. Los homosexuales ya pueden seguir en sus vidas y pronto tendrán su matrimonio aprobado por la Iglesia. Al cura violador de niños hay que acogerlo e integrarlo en la comunidad también. Y a aquellos sacerdotes que se quieran casar, que lo hagan sin problemas.

Esta idea Bergoglio la fundamenta en su pecado de apostasía:

«… ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada « irregular » viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante» (AL, 301).

En este párrafo, Bergoglio va a falsear la doctrina de Santo Tomás de Aquino y a decir lo contrario de lo que dice.

Santo Tomás enseña que el que tiene la gracia puede experimentar dificultad en el obrar con las virtudes, ya adquiridas ya infusas. Y quien pierde la gracia por el pecado mortal, pierde también las virtudes morales infusas.

Bergoglio dice que los que viven en situación de pecado mortal, irregular, están en gracia y, por lo tanto, hay que aplicar a su situación irregular lo que dice Santo Tomás. Y, por eso,

«… un juicio negativo sobre una situación objetiva no implica un juicio sobre la imputabilidad o la culpabilidad de la persona involucrada» (AL, 302).

Es decir, no se puede juzgar a los divorciados vueltos a casar sobre su situación concreta porque cometan personalmente el pecado de adulterio o de fornicación. Ellos, según Bergoglio, están en la gracia santificante, tienen las virtudes morales infusas, y, por lo tanto,

«Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano» (AL, 304).

Es mezquino.

Toda la apostasía de Bergoglio está en negar el pecado mortal actual y pretender resolver una situación particular sin la gracia de Dios, apoyado sólo en el mismo pecado de la persona, como si ese pecado fuera un bien, un valor, un camino que debe seguir recorriendo esa persona, pese a que la ley de Dios o el magisterio le obligue a lo contrario.

Y, por eso,

«… un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones « irregulares », como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas» (AL, 305).

Es repetir, con otras palabras, lo que ya dijo al principio:

La Palabra de Dios no es una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje.

El pastor debe acompañar, no juzgar a la persona porque incumpla una ley moral. La norma de la moralidad sólo está en la conciencia de la persona, en su mente. Y es ella, junto al pastor, la que va a decidir su vida.

«Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios» (AL, 305).

El adulterio da gloria a Dios, así como la fornicación, la homosexualidad, etc… Esta es la idea de Bergoglio, apoyándose en Santo Tomás de Aquino.

El pobre majadero flipa en colores. Bergoglio ha quedado “colocado” bajo los efectos de su propia droga kantiana. Y ha sacado un documento que es su alucinación, que revela su estado de locura permanente. Una locura diabólica.

Bergoglio, en este panfleto, se pone por encima de Dios y crucifica a Cristo y a Su Iglesia.

Pero, muchos católicos lo van a seguir y van a continuar llamando papa a un auténtico majadero.

Muy pocos tradicionalistas reconocen lo que es Bergoglio: un falso papa. Lo tienen como su papa, aunque vean sus herejías, y las resistan. Pero siguen comulgando con él, lo siguen teniendo como su papa. Y esto es monstruoso en un católico tradicionalista.

O se está con el verdadero Papa, Benedicto XVI, o se está con el falso. O se obra el magisterio de la Iglesia en lo concerniente a los herejes o se obra el nuevo magisterio que enseña Bergoglio. Pero no se pueden estar en los dos bandos. O con Cristo o contra Cristo.

Muy pocos católicos reconocen esto: la nueva iglesia que es ya visible en Roma y en las parroquias de todo el mundo. Y se rasgan las vestiduras por este panfleto, pero seguirán esperando en Bergoglio como su papa.

Seguirán esperando que Bergoglio renuncie para que venga otro y resuelva esta situación.

Ya no ven lo que significa este documento para la Iglesia. No ven lo que hay detrás de todo esto. No disciernen los Signos de los Tiempos. Y seguirán en lo de siempre, sin salir de esa falsa iglesia que hay en Roma.

No entienden que la Iglesia verdadera ya está en el desierto. Y que hay que ir al desierto, llevando la Iglesia en el corazón, sin hacer caso a lo que diga Bergoglio porque no es el Papa que guía la Iglesia Católica.

Bergoglio es un usurpador. Todo cuanto dice y obra a cabo carece de validez divina. Bergoglio no tiene el Primado de Jurisdicción, el Poder de Dios, en la Iglesia. Y, por eso, todo lo obra con un poder humano, el propio de la masonería.

Desde hace tres años, todo es inválido: sus nombramientos, sus homilías, sus escritos, sus reformas, sus proclamaciones, su falso año de la falsa misericordia, etc… No vale para nada, ni para los fieles, ni para la Jerarquía.

Ningún Obispo tiene que obedecer a Bergoglio; ningún sacerdote tiene que obedecer a Su Obispo; y los fieles no tienen que dejarse manejar, engañar, por la Jerarquía.

A Bergoglio le queda poco tiempo. Lo van a hacer renunciar. Y morirá muy pronto. Pero lo que él ha levantado, la nueva iglesia, va a seguir hasta la perfección de la maldad en el anticristo, que ya emerge.

Salgan de la nueva iglesia comandada por un loco, Bergoglio. Y estén en comunión con el único Papa de la Iglesia Católica, Benedicto XVI.

Y ya que conocen cuál es el pensamiento de Bergoglio, no estén detrás de él: no les importe lo que diga u obre ese infeliz. Porque la Iglesia ya no está en Roma, sino en cada corazón que permanece fiel a la Palabra de Dios y al magisterio auténtico e infalible de la Iglesia.

El gran fracaso de Bergoglio en el Sínodo

xxxxxxto

«Se llama… cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (Canon 751).

En la historia de la Iglesia, se han dado cismas: personas que se han apartado de la unidad de la Iglesia, que es la unidad principal.

Esa unidad de la Iglesia radica en dos cosas: en la comunión de todos los miembros de la Iglesia entre sí y en la obediencia de todos ellos al Sumo Pontífice, que es la Cabeza de la Iglesia.

Sólo hay una Cabeza en la Iglesia: Pedro y sus Sucesores.

Actualmente, esa Cabeza es el Papa Benedicto XVI.

Son muchos los que tienen a Bergoglio como Papa y, por lo tanto, no están en comunión con el Papa legítimo y verdadero. Están fuera de la Iglesia en Pedro. Están siguiendo una falsa iglesia.

«Cuánta tiniebla en los hombres, cuánta obscuridad en sus corazones y en sus mentes, que no pueden reconocer al enemigo que está sentado en la Silla de Pedro, y se hace llamar santo padre, obispo de Roma, pero en verdad es un impostor, el lobo vestido con piel de oveja que engaña, con su poder seductor, y hace que los hombres lo bendigan como pastor universal; cuando, en verdad, al rebaño que él guía es el de los hombres necios, que viven sin estar en gracia, y son engañados fácilmente por el enemigo, porque si viviesen en Mi Gracia, y con sus corazones limpios, no caerían fácilmente en las trampas del que se hace llamar santo padre» (Jesús a un alma escogida)

En estos días, estamos contemplando el gran cisma dentro de la Iglesia Católica, que es el descalabro de muchas almas que siguen a un falso papa y están en una falsa iglesia.

Una obra cismática hizo Jorge Mario Bergoglio el 28 de septiembre del año 2013: puso un gobierno horizontal, creando un «Consejo de Cardenales» para gobernar la Iglesia.

Muy pocos han llamado por su nombre, como cisma, a este Consejo de Cardenales: todos han aceptado, de alguna manera, por conveniencia, este gobierno horizontal, el cual hace trizas el fundamento de la Iglesia, que es el Papado. El Papado, en la Iglesia, es un gobierno vertical en Pedro.

Jorge Mario Bergoglio puso el fundamento para levantar su nueva iglesia, precisamente, sentado en la Silla de Pedro, usurpando el gobierno de Pedro en la Iglesia, no su poder divino.

Es un cisma que proviene de un hombre que está gobernando la Iglesia con una autoridad que no tiene, que no le ha sido dada por Dios, sino que es dada por los hombres, por aquellas personas que lo han colocado, que han conspirado durante muchos años, para que este hombre se siente en el Trono de Pedro.

Se gobierna la Iglesia con la Autoridad Divina, en un gobierno vertical.

Bergoglio gobierna la Iglesia con una autoridad humana: y esto es ponerse por encima de la Autoridad Divina, que representa y tiene el Sumo Pontífice. Esto es rechazar la sujeción al Sumo Pontífice, al Espíritu de Pedro en la Iglesia. Jorge Mario Bergoglio no se sujeta a ese Espíritu y, por eso, no es el Sucesor de Pedro; y gobierna la Iglesia con un poder humano, que es el propio de un usurpador.

Jorge Mario Bergoglio no es el Sumo Pontífice, no es el Vicario de Cristo, no es el Papa de la Iglesia Católica. Si lo fuera, no hubiera obrado en contra de sí mismo colocando un gobierno horizontal. No hubiera tocado la verticalidad del Papado. Hubiera seguido a todos los Papas en la Iglesia en el gobierno vertical. Él se ha separado de la Sucesión de Pedro: y eso es el cisma.

Jorge Mario Bergoglio al no ser Papa, al ser sólo el Obispo de Roma, está ejerciendo un ministerio episcopal, pero sin el ministerio petrino. Por lo tanto,  puede hacer lo que hizo. Y puede hablar de una descentralización del Papado y de la Iglesia.

Además, su ministerio episcopal es falso. Por su clara herejía, Jorge Mario Bergoglio no es Obispo verdadero, que conduce y guía a las almas hacia la verdad. Es un Obispo falso que no puede ejercer el Espíritu de Cristo, no puede tener la Mente de Cristo ni hacer las obras de Cristo en la Iglesia, porque lo ha rechazado, le pone un óbice con su herejía.

Benedicto XVI renunció al ministerio episcopal, pero no al ministerio petrino. Ya no puede gobernar la Iglesia, pero todavía posee, hasta su muerte, el Primado de Jurisdicción, el ministerio petrino. Por ese ministerio petrino, los fieles y toda la Jerarquía están obligados a permanecer en comunión espiritual con él si quieren estar en la Iglesia de Cristo, si quieren ser Iglesia, si no quieren perderse en la gran apostasía que se contempla en Roma y en todas las diócesis del mundo.

Ya los fieles no están obligados a prestarle obediencia porque no gobierna la Iglesia, no realiza actos de gobierno ni de magisterio, que es lo propio del Papado. Su gobierno ha quedado inútil, no sirve, no cuenta. De esta manera, se cumple lo que la Virgen dijo a Conchita sobre un papa que Ella no contaba. No cuenta su ministerio episcopal, pero sigue contando su ministerio petrino. Por lo tanto, queda la comunión espiritual con el Espíritu de Pedro, que posee el Papa Benedicto XVI. Ese Espíritu de Pedro es el Espíritu de la Iglesia, que une a todos los miembros con Su Cabeza.

Sigue siendo Pedro el que guía a la Iglesia en estos momentos. Pero sólo guía a aquellos en comunión con el Papa Benedicto XVI. A los demás, ellos mismos se pierden en la gran confusión que hay en todas partes por seguir a un falso papa, que no tiene el Espíritu de Pedro, y por estar colaborando en el levantamiento de una nueva iglesia, contraria a la Iglesia de Cristo.

Un hereje, como es Jorge Mario Bergoglio, no tiene jurisdicción en la Iglesia.

Fueron muy pocos los que no quisieron aceptar esta mentira del gobierno horizontal y se apartaron de Roma, en ese momento, por haber caído en el cisma. Un cisma que iniciaba y sólo se mostraba encubierto.

Los demás, han seguido mirando a Roma y tienen como papa a un hereje, a un cismático y a un apóstata de la fe. Están dentro de una falsa iglesia, siguiendo como corderos llevados al matadero, a una cabeza falsa.

El Papa de la Iglesia Católica es Benedicto XVI, que es el último Papa antes del fin de los tiempos, antes de que se concluyan los tiempos del mal y aparezcan los nuevos tiempos, en donde el Papado continuará, pero con Papas puestos por el Cielo, no en una reunión de Cardenales.

El católico verdadero es el que comulga con el Papa Benedicto XVI: en Él está la Iglesia, la verdadera, la que ha fundado Cristo en Pedro. Todo aquel que comulgue con el Papa Benedicto XVI no puede caer en el cisma que Jorge Mario Bergoglio está obrando desde la Silla de Pedro.

«Las puertas del infierno» no pueden prevalecer sobre la Iglesia en Pedro, sobre los fieles que comulgan con el Papa Benedicto XVI. Sin embargo, las puertas del infierno están por encima de esa iglesia, que está levantando Jorge Mario Bergoglio, para engullirla una vez haya sido levantada en la perfección de todo mal.

«Entre el cisma y la herejía creo que hay esta diferencia: la herejía crea dogmas alterados, mientras que el cisma separa de la Iglesia» (San Jerónimo – In Tit. Super 3, 10; ML 26, 633).

Jorge Mario Bergoglio ha estado creando, desde el Consistorio de febrero del 2014, el dogma alterado de los divorciados vueltos a casar que pueden comulgar y de las parejas gays en la Iglesia.

Ha ido en contra de dos documentos claves en la Iglesia Católica: la Familiaris Consortio y la Humanae Vitae. Señal de que él no puede seguir ni a los Papas ni al Magisterio auténtico e infalible de la Iglesia, que es irreformable. Señal de que no es Papa.

Jorge Mario Bergoglio puso a su anticristo, Kasper, que fue el único relator de ese Consistorio, para comenzar la reforma del magisterio de la Iglesia. Kasper fracasó, pero el mal continuó.

En el Sínodo del 2014, Jorge Mario Bergoglio, de acuerdo a su agenda programada, intentó imponer su doctrina con un documento infame. Y tuvo que cambiarla por la gran oposición de toda la Iglesia. De nuevo, fracasó. Pero el mal continúo.

En su orgullo, como un dictador, reinsertó su dogma alterado en el Instrumentum Laboris para el Sínodo del 2015. Y puso a todos sus hombres al frente de ese Sínodo, amordazando a los Padres Sinodales. Nombró a una comisión especial para escribir su relatio final. Y su dogma alterado, de nuevo, fracasó.

El gran fracaso de Bergoglio ha sido este último Sínodo. Pero, sin embargo, el mal continúa.

Bergoglio ha montado en cólera por este fracaso, diciendo que no debemos sentarnos en el trono de Moisés y juzgar a la gente, que debemos supuestamente ser caritativos y misericordiosos, negando claramente la realidad del pecado, y dando el mensaje protestante de que Jesús ama a todo el mundo y se hace cargo de todo. En su ira, ofreció su falsa misericordia en la que se anula toda justicia y en la que se ataca a toda la Iglesia Católica. Ni una palabra sobre el pecado ni sobre el arrepentimiento. Sólo se ha desahogado con su baboso modernismo, sólo le ha interesado poner en claro su herético pensamiento:

«…hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado». (24 de octubre 2015)

Lo que parece normal para un Obispo, no es tan normal para otro; lo que una sociedad o cultura entiende por violación de derecho, no es para otra…

Jorge Mario Bergoglio sigue su idealismo: todo principio general tiene que ser inculturalizado. Es decir, que no existe la ley divina, la verdad absoluta, no existen los dogmas, no existe la ley natural, no existe la ley de la gracia. Sino que todo es del cristal como los hombres, las culturas, las sociedades, las conciencias de cada uno lo miren. Esto no es nuevo en él. Siempre ha pensado así y no hay manera de que este hombre piense lo contrario. Él está en la descentralización del Papado y de la Iglesia. Pero, no sabe cómo hacerla.

Ahora, para toda la Iglesia, hay un momento de compás de espera.

El Sínodo ha fracasado porque no alcanzó los objetivos que el mal planeaba. No se dijo que los divorciados podían comulgar. No se dijo que los homosexuales se podían casar. Y esta es la ira de Jorge Mario Bergoglio y su gran fracaso. Por eso, él no puede ser el Falso Profeta. Sólo es un pobre payaso que entretiene a todo el mundo con una palabra que fracasa.

No son con palabras cómo se cambian a los hombres: es lo que lleva intentando este hombre desde que usurpó el Trono de Pedro. Se ha dedicado a hablar, a contar fábulas a todo el mundo. Y eso cansa después de dos largos años. Cansa escuchar a un hombre obsesionado con los mismos asuntos de siempre. Un hombre sin verdad, sin vida espiritual y sin vida eclesial.

Por eso, son muchos los intelectuales que también fracasan al querer estudiar lo que es Bergoglio como papa, como miembro de la Iglesia.

Este hombre no puede enseñar nada a la Iglesia: está creando sus dogmas alterados. Para eso, tiene que ir en contra de toda la fe católica. Tiene que hacer, como hacen todos los herejes, conocedores del dogma, pero que lo interpretan a su manera, que ocultan la verdad que ellos no quieren que se diga, para que sólo se manifieste su mentira.

Esto es la relatio final: un documento ambiguo. Hace aguas por todas partes, porque se oculta la verdad. Sólo se manifiestan aquellas palabras, aquel lenguaje que dice muchas cosas y no dice absolutamente nada. Todos los pueden interpretar a su gusto.

A pesar del fracaso del Sínodo, Bergoglio sigue adelante con su mal. El Sínodo sólo fue un montaje para intentar poner un rótulo de doctrina en la cual todos puedan participar, todos puedan aportar algo, menos la verdad. De esta manera, se coge a los falsos conservadores, a los que creen que la doctrina no ha cambiado, que todo sigue igual, para atrerlos a su juego. Ellos no buscaban un consenso, sino la manera de introducir su lenguaje bajo la carpa de la doctrina de siempre. No se toca la doctrina, sino que se abre la puerta para múltiples interpretaciones. Es buscar el fin democrático, el fin del pueblo, el sentido que el pueblo quiere en la vida. Es darle al hombre lo que en su pensamiento quiere encontrar.

Para toda esta gente, es lo pastoral lo que cuenta. No es la doctrina. A ellos les interesa muy poco la doctrina. Ellos quieren que la gente viva sin doctrinas absolutas, sin leyes divinas, sin normas de moralidad.

Por eso, ahora, tiene que dedicarse a descentralizar la Iglesia, a poner en cada diócesis la fuerza del cambio, que es el levantamiento de la nueva iglesia.

Ellos tienen que reformar los Sacramentos de alguna manera para que entren todos en la Iglesia. Ellos van a ir a la práctica, no a la doctrina. Con la práctica, es más fácil reformar la doctrina.

«El cisma, en un principio y en parte, puede entender como distinto a la herejía; mas no hay cisma en que no se forje la herejía, para convencerse de que se ha obrado rectamente apartándose de la Iglesia» (Ib. San Jerónimo)

No hay cisma en que no se forje, en que no se consolide la herejía.

Bergoglio no se va a dar por vencido en este fracaso del Sínodo. Bergoglio sigue forjando su herejía, sigue trabajando con su mente cerrada a la verdad: ahí están sus escritos heréticos y sus falsos motus propios que abren la puerta al divorcio en la iglesia, es decir, a la herejía. Son con los motus propios, con la pastoral, cómo cambian la Iglesia, cómo lo alteran todo.

¡Cuántas almas se van a separar de la Iglesia por esos motus propios! Van a tener una nulidad que es falsa. A los ojos de Dios, seguirán casados. Y ellos vivirán en sus pecados sin posibilidad de arrepentimiento. Esto es un claro cisma que pocos han contemplado.

Bergoglio, con sus escritos, con sus homilías, con sus enseñanzas heréticas, va apartando a las almas de la Iglesia: de la verdad, de lo que significa un Papa en la Iglesia, de lo que es la obediencia a un Papa en la Iglesia, de lo que es el magisterio infalible de la Iglesia.

Muchos, que siguen a Bergoglio, lo critican y lo juzgan. Han caído en su juego. Porque a un Papa no se le puede criticar ni juzgar. Y, por eso, muchas almas ya no saben obedecer a la verdad porque están obedeciendo la mentira que un hombre les da en la Iglesia. Ese hombre los está separando de la Iglesia, y no se dan cuenta. Y esto es el cisma.

Se forja la herejía, la obediencia a la mentira, que las almas piensen el error y lo obren. De esta manera, se va haciendo el cisma. Y, poco a poco, se van quitando las caretas, van saliendo del armario curas homosexuales que ya quieren ser de esa iglesia que está levantando Bergoglio.

Bergoglio está convencido de su herejía. Y está convencido de que debe apartarse del magisterio infalible de la Iglesia, de todos los Papas, sólo por estar forjando su herejía, sólo porque cree en su herejía. Muchos, no ven esto en Bergoglio, este convencimiento, este trabajo en forjar sus dogmas alterados. Y quedan ciegos con ese hombre.

Ahora, ellos se van dar a la tarea de la descentralización de la Iglesia. Porque, para que el Anticristo se siente en la Silla de Pedro, necesita que en todas las diócesis, en todas las parroquias, en todas las capillas católicas, se viva el pecado, se obre el pecado, y que la gente tenga el pecado como un camino en su vida.

Esto sólo puede hacerse de manera pastoral. Y el contenido de la relatio final del Sínodo es apropiado para comenzar las reformas de las liturgias de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía.

Si doctrinalmente no ha quedado escrito que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar, lo van a hacer pastoralmente. Y el cisma se irá viendo más claro, día a día. Van a dar sacramentos en los que se va a invitar a todo el mundo a participar. Y, muchos, si quieren salvarse tienen que apartarse de todo esto.

«…la Iglesia no fue pensada y hecha por hombres, sino que fue creada por medio del Espíritu; es y sigue siendo criatura del Espíritu Santo» (Eclesiología de la Lumen Gentium – Conferencia del Cardenal Ratzinger, febrero 2000).

La Iglesia de Cristo existe realmente, porque Él mismo la fundó y el Espíritu Santo la va recreando continuamente.

No es la obra de los hombres, sino del Espíritu. Y, en un mundo, en una Iglesia, en que el hombre ha perdido el sentido espiritual, lo que es la realidad y el mundo del Espíritu, sólo contemplamos una Iglesia llena de hombres, que piensan como los hombres, que obran como ellos, pero que no siguen al Espíritu de la Iglesia, que no son movidos por este Espíritu, que sólo les interesa un reino material, humano, natural, carnal. Una vida mirando sólo lo de acá. Conquistando sólo proyectos humanos.

Por eso, no contemplamos la Iglesia de Cristo ni en Roma ni en muchas parroquias. Sólo contemplamos a hombres que quiere edificar una nueva iglesia, siguiendo las enseñanzas de un hombre que sólo habla para fracasar en su palabra.

Contemplamos un cisma en la Iglesia. Y que ya se está manifestando con claridad, porque se sigue forjando la herejía. Nadie lucha en contra de ella. Todos se acomodan al lenguaje herético que de Roma viene.

Graves momentos para la Iglesia. No se ha vencido en el Sínodo porque ninguno de los Cardenales ha excomulgado a Jorge Mario Bergoglio. Se ha contenido, por un tiempo, la obra de herejía de ese usurpador.

Pero, si los hombres no se ponen en la Verdad, entonces perderán toda fuerza de contención y caerán en la abominación que ya se está levantando por todas partes.

La división está entre los miembros de la Iglesia. Ya no hay comunión en la verdad entre ellos. Y esta es la obra cismática de un hombre, que ha puesto esta guerra, esta división, este odio hacia los católicos verdaderos, que siguen el dogma y cumplen con la ley de Dios. Jorge Mario Bergoglio ha dividido la comunión de los fieles en la Iglesia. Ha dividido la verdad, la unión en la verdad. Y esto es el cisma.

La crisis de la Iglesia

PChTV – Polonia Christiana
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En este video se recogen las diferentes opiniones de la Jerarquía y de los laicos sobre la crisis de la Iglesia. Pero, en ninguna de ellas, se da la clave de esta crisis. Toda la Jerarquía ha perdido el Espíritu de la Verdad para discernir los Signos dentro de la Iglesia. Signos que se ven en el propio gobierno de la Iglesia. Muchos de entre la Jerarquía no ven esos Signos, porque no son espirituales. Ven los problemas, las situaciones, las analizan, las meditan, pero son incapaces, después, de llamar a cada cosa por su nombre. Por eso, todos hablan de la crisis, pero nadie dice dónde está el culpable actual de esta crisis. El culpable tiene un nombre: aquel que usurpa la Silla de Pedro. Y, no sólo es él el culpable, sino todos los que lo han puesto ahí, que es la Jerarquía masónica. Y, además, todos aquellos que acaban obedeciéndole como su papa. ¿Hacia dónde va la Iglesia? Al desastre más total. Y ¿por qué? Porque están obedeciendo la mente de un hereje, al tenerlo como papa. Esa comunión espiritual con Bergoglio les produce tal ceguera en su intelecto, que no son capaces de vislumbrar lo que viene, no sólo para la Iglesia sino para todo el mundo. Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia de Cristo, pero sí podrán destruir la Iglesia que el usurpador está levantando en Roma, con el aplauso general de toda la Iglesia, un aplauso filial, que connota la gran ceguera espiritual de todos los miembros de la Iglesia. Lo que se ve en el Vaticano ya no es más la Iglesia de Cristo, por más que la Jerarquía se canse de dar argumentos para seguir apostando y apoyando el gobierno de Bergoglio. Un gobierno masón que ha producido un auténtico caos en todas partes de la Iglesia. Por las obras se conoce quien gobierna en la Iglesia: un dictador de mentiras, incapaz de hablar una sola verdad a derechas, que ha sido capaz de engañar, con su palabra babosa y blasfema, a toda la Jerarquía y a medio mundo. Y esto muchos sacerdotes y Obispos se niegan reconocerlo.

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00: 05 – «No son necesarios más argumentos de prueba que estamos viviendo, realmente, en una verdadera crisis profunda, crisis interna de la Iglesia, de la fe.» (Obispo Athanasius Schneider).

00: 24 – «…estamos en un tiempo de crisis en la Iglesia, un momento crítico, en el cual tenemos que darlo todo para salvaguardar y promover la Verdad de la Fe, no sólo por nuestra propia salvación sino también por la salvación de nuestro mundo y por la generación que viene…» (Cardenal Burke).

00: 44 – Crisis.

¿Hacia dónde el Sínodo nos conduce?

00: 51 – La Iglesia Católica ha experimentado muchas veces grandes crisis en su historia. Desde hace 2000 años ha sido azotada por numerosos vendavales, pero siempre ha superado las dificultades, las conspiraciones y las traiciones.

01: 07 – Esta vez, ¿será lo mismo?

01: 25 – «Sin lugar a dudas, estamos viviendo en un tiempo de una de la más grande – si no la más grande – crisis en la historia de la Iglesia.   Una crisis que se ha hecho manifiesta en el hecho de que los Pastores de la Iglesia, de entre ellos muchos sacerdotes, prefieren obedecer al mundo en vez de a las enseñanza de Jesucristo» (Slawomir Skiba – Redactor de ´Polonia Cristiana´).

01: 46 – «Actualmente, estamos presenciando, con referencia a la confusión que rodea al Sínodo de la Familia y a las sesiones sinodales posteriores, otra emanación de la crisis, la cual prácticamente ha afligido a la Iglesia durante 50 años, la tan llamada reforma conciliar, también conocida como la obra del espíritu del concilio» (Grzegorz Kucharczyk – Historiador).

02: 17 – «Las personas de la Iglesia, que son responsables de la predicación del Evangelio, tal como lo enseñó Cristo, a tiempo y a destiempo, deberían enseñar lo que es y no es moral, en una forma clara y directa. No creo que el Espíritu del Evangelio reine en la Iglesia hoy día. Esto es porque todas esas predicaciones de la Alta Jerarquía no son fuertes. No son palabras que tengan poder. Son hermosas palabras, pero no contienen la Verdad» (Obispo Jan Pawel Lenga).

03: 03 – «Es una muy extendida siembra de doctrina relativista, que está cayendo en muchas facultades teológicas, seminarios…, en todo el mundo» (Athanasius Schneider).

03: 14 – «En las iglesias, Cristo ya no es más predicado , ya no se habla más como Cristo, ´Si, sí; no, no´. Y esto causa un silencio que se cierne alrededor del pecado, un calmante tonificante…. El pecado es lo que usted quiere que sea… Dios es misericordioso, bueno… En algunos países, Cristo no es ya más representado colgado de la Cruz, sino sólo resucitado, para no tener problemas uno mismo con el sufrimiento… Esto no es la Verdad sobre Cristo. La Verdad sobre Cristo no puede ser de una parte, sino total. Si no tenemos la totalidad de la Verdad, entonces se levantan complicaciones, las cuales estamos viendo en todos los niveles» (Jan Pawel Lenga).

04: 08 – «E, incluso, en nuestros años pasados han habido manifestaciones de algunos Obispos, que se han pronunciado públicamente contradiciendo algunos aspectos de la doctrina católica, especialmente en las cuestiones morales» (Athanasius Schneider).

04: 32 – «Actualmente, durante las Asambleas más importantes de la Iglesia, no hace mucho tiempo, por ejemplo, se discute el ´lenguaje de la liturgia´, pero incluso los Diez Mandamientos son objeto de debate» (Grzegorz Kucharczyk).

04: 49 – La experiencia histórica muestra que a lo largo de los siglos, los Cristianos fueron amenazados no sólo por los declarados enemigos de la Iglesia, sino también por muchos hombres pusilánimes en el servicio de Cristo.

05: 02 – En el Siglo XXI hemos llegado a experimentar el escándalo de su deserción de la batalla contra la palabra moderna, la cual ataca, de una manera enloquecida, todas las cosas relativas a Dios y a la moralidad católica.

05: 23 – «Esto está manifestándose a sí mismo, esta crisis, en el sentido de una situación de confusión. Desde fuera, ellos tienen las inmutables y claras enseñanzas del magisterio de la Iglesia, de los 20 siglos de Magisterio, muy claro; pero, por otra parte, hay ´fenómenos´ que contradicen estas claras enseñanzas, e incluso válidas enseñanzas de la Iglesia. El renacimiento de estos escritos en donde, de estas disputas, el Papa aceptó, en alguna manera, el espíritu de este mundo. Esto significa un nuevo renacimiento del estilo pagano, que se alcanza no de una manera doctrinal, sino en el estilo de la vida, en la cultura, en la Iglesia de Roma…, este espíritu, en alguna forma, neo pagano, en la forma de cultura» (Athanasius Schneider).

06: 50 – «Así ocurre, que nos estamos aproximando al 500 aniversario de la Reforma de Lutero, en el 2017, y parece que como parte de estas preparaciones, los Obispos germánicos nos han recordado, por sus actos, que ya llegó semejante tiempo en la historia de la Iglesia, cuando un amplio segmento de la Iglesia germana inició una revolución que, verdaderamente, sacudió el cristianismo occidental, y casi conduce a una permanente destrucción. Después de todo, en el comienzo del siglo XVII, el monje agustiniano Martín Lutero no estuvo solo. No fue solamente el influyente príncipe germano quien le respaldó, sino también muchos de los Obispos germanos. Su movimiento hubiera muerto por una muerte natural si no hubiera sido por este apoyo. En cierta manera, guardando, por supuesto, todas las proporciones adecuadas relativas a este contexto histórico en el cual nos encontramos, aquí también afrontamos con una repetición; es decir, esos hombres de la Iglesia, por la cual deberíamos luchar en este instante, se han puesto ellos mismos por encima de lo que consultamos con Roma, la Eterna Roma, que es la enseñanza inmemorial de la Iglesia, que está inmersa en la Tradición y en la Escritura» (Grzegorz Kucharczyk).

08: 21 – «Cristo es el mismo ahora como Él fue en el pasado. Él no es diferente. Pero esos, que actúan en Su Nombre, no son de Él, no son de Su Rebaño. Ellos han sido, por mucho tiempo, lobos vestidos de ovejas. Pero, algunas veces, la gente normal no ve esto. Gracias a Dios, no obstante, que los laicos hoy día son fuertes» (Jan Pawel Lenga).

08: 52 – «Relativismo doctrinal, moral y también litúrgico son hoy un gigante» (Athanasius Schneider).

08: 58 – «La Curia Romana asignó tales Obispos, que no eran Obispos según el Corazón de Cristo. La Curia había ya anteriormente reconocido a aquellos Obispos que discretamente aceptaron todas las cosas de sí mismos, o como yo refería de ellos en mi carta, ´los corderos silenciosos´ o ´perros que no ladran´. Ellos cuidaban de sí mismos. Ellos no advertían a las naciones y a las sociedades sobre lo que estaba ocurriendo y cómo confrontarlo, así como no someterse a todo» (Jan Pawel Lenga).

09: 50 – En Octubre del 2014, en el Vaticano, hubo el Sínodo de los Obispos, en el cual la materia tratada fueron cuestiones católicas. Ante el asombro de los observadores, durante las reuniones de las más Alta Jerarquía, se discutió la cuestión de la homosexualidad, y se cuestionó las enseñanzas de la Iglesia en la indisolubilidad del matrimonio.

10: 15 – « ¿No estamos tratando aquí con algo singular? Aquí estamos, viviendo en los tiempos de una casi universal y dominante crisis de la Iglesia. Pero no sólo de la Iglesia, sino también de la familia como una institución, del matrimonio. La familia y el matrimonio, la cual hace frente contra muchas amenazas. Y durante este mismo tiempo, cuando un Sínodo se ha convocado para tratar con estas cuestiones, no hablamos sobre la familia misma, sobre los peligros que la amenazan y el matrimonio, sino, por ejemplo, hablamos sobre el alejamiento de la homosexualidad» (Slawomir Skiba).

10: 45 – «Si alguien vio cuidadosamente lo que estaba sucediendo en el último Sínodo del 2014, podría observar que en una reunión de Obispos de la Iglesia Católica en Roma, se dijeron declaraciones y afirmaciones contrarias a la verdad divina. Por ejemplo, algunos de los miembros del Sínodo dijeron que tenían que evaluar positivamente las relaciones o uniones homosexuales» (Athanasius Schneider).

11: 36 – «La cuestión de la condición homosexual, de las personas que tienen estas tendencias, no pertenece al Sínodo de la familia y del matrimonio, porque no es matrimonio. Si queremos tener un Sínodo en el cual se haga revista de los sufrimientos de la gente, que tiene un desorden en la atracción hacia el mismo sexo, podemos hacerlo, pero no pertenece a un Sínodo del matrimonio y de la familia… Fue un shock para mí, y creo que para muchos de los padres sinodales también, que, de repente, el informe presentado después de la primera semana de trabajo, presentó la alegación relativa a la búsqueda de los aspectos positivos de la homosexualidad y de las relaciones sexuales fuera del matrimonio. En otras palabras: en el adulterio, la fornicación y los actos homosexuales. Nos quedamos muy sorprendidos» (Cardenal Burke).

12: 43 – «No es el caso que, de repente, alguien dijera algo como esto. Todo esto maduró con el tiempo. Así que cuando ellos declararon estas cosas en el Vaticano, esto no fue una sorpresa para mí. Porque ahora fue solamente el caso del Vaticano teniendo que aceptar amablemente esto. Este proceso estaba lentamente ´agarrando a uno por la garganta´, por así decirlo, con el fin de mostrar la depravación incluso en el Vaticano» (Jan Pawel Lenga).

13: 09 – «He sido sacerdote durante cuarenta años. En el curso de mi ministerio he tenido el cuidado pastoral con las personas que tienen la atracción sexual hacia su mismo sexo, gente con atracción homosexual. La Iglesia, en mi experiencia, nunca ha sido cruel con estos individuos. Y no creo que si mira a la historia de la Iglesia, no encontrará ejemplos de persecución o de crueldad hacia las personas con tales tendencias. Pero, la Iglesia ha sido respetuosa, especialmente propicia a personas que sufren de estas tendencias, por lo que hay que decir la verdad» (Cardenal Burke).

13: 49 – «De cualquier modo, si uno cree que los homosexuales han aportado algo a la Iglesia, que no tenemos nada sino libertinaje y desenfreno, las Sagradas Escrituras establecen, de una manera muy sucinta, que esas personas no entrarán en el Cielo. Estas no son nuestras palabras, no han sido inventadas entonces, pero deberían repetirse a todos los niveles de la Jerarquía y de nuestro servicio, de que esto no se puede hacer. El paciente siempre puede recurrir al doctor para recibir tratamiento, y el doctor debe y debería ayudar incluso a aquellos que son sus enemigos. Pero esto no significa que al hombre enfermo se le permita contagiar a otros, sólo porque él mismo no desea ser curado» (Jan Pawel Lenga).

14: 44 – «Esto, ciertamente, es el rostro de un proceso el cual hemos sido testigos en los dos últimos años. Un proceso que tiene como objetivo – según lo indicado por el cardenal Kasper- para lograr un cambio de paradigma en la Iglesia, es decir, cambios radicales en relación a la familia y, especialmente, como lo indicó el Cardenal Kasper, en relación a la propia comprensión del Sexto Mandamiento de Dios. En adicción, está la cuestión de una mayor atención pastoral hacia las personas que tienen, la así llamada, tendencias homosexuales» (Grzegorz Kucharczyk).

15: 25 – «Lo que ocurrió en octubre del 2014, durante el Sínodo de los Obispos, fue el propósito de remitir cambios de la disciplina de la iglesia en cuanto al matrimonio, específicamente la disciplina con respecto a la exclusión de los sacramentos de las personas que viven en una unión irregular. Se afirmó que la Iglesia puede cambiar la disciplina, manteniendo la doctrina de que el matrimonio es irresoluble. Pero esto no es cierto. Esta herejía es la enseñanza de que los actos homosexuales no son desordenados o tiene elementos positivos» (Cardenal Burke).

16: 12 – «La posición de los Obispos polacos que fue presentada en la sesión, en el 2014, junto con el Arzobispo Stanislaw Gadecki o, en términos más generales, de la Jerarquía de la Europa Central y del Este, u Obispos africanos, nos permite esperar que no habrá una desviación efectiva realizada en el Sínodo del 2015. La desviación significa un intento de apartarse radicalmente de la Tradición, del Magisterio y Palabras de Jesucristo mismo. Sin duda, estos informes, que comenzaron a llegar desde el Vaticano, a partir de febrero del 2014, atrajeron la atención mediática porque los cardenales discutían entre sí» (Grzegorz Kucharczyk).

17: 10 – «Porque si una persona que vive con otra persona, que es una persona casada, que no es su esposo o esposa, y que está realmente unida en matrimonio con otra persona, esa persona es culpable de adulterio y no puede ser admitida a los Sacramentos. Ciertamente, la Iglesia ama a esta persona, ella es parte de la iglesia. La iglesia trata por todos los medios de ayudar a la persona, pero hasta que no sea capaz de solucionar su situación en casa no se puede admitir a los sacramentos. La iglesia siempre ha practicado esto; y cualquier intento de determinar lo contrario, es una falsedad. Y la introducción de la práctica contraria simplemente significa la negación de la enseñanza sobre la indisolubilidad del matrimonio. Así que no podría hacer otra cosa que oponerme muy fuertemente a esta propuesta» (Cardenal Burke).

19: 19 – «La nueva pastoral es tan difícil de describir como el espíritu del concilio. Todo el mundo está hablando de ello, pero nadie sabe realmente lo que es» (Grzegorz Kucharczyk).

19: 37 – «Este nuevo enfoque pastoral es sólo una cubierta, bajo la cual se esconde el verdadero problema. Y, definitivamente, creo que no se recoge, que no es la honestidad del Cardenal Kasper y sus partidarios, escondiéndose él mismo detrás de esta cubierta» (Athanasius Schneider).

20: 00 – «Mirando a la práctica de la Iglesia en Alemania, la cual ha sido guiada por esta nueva pastoral, desde hace 30 años, conocemos que está fundamentada en la admisión de los adúlteros al Altar del Señor, sin ninguna restricción en la forma de un camino particular de penitencia, como ha sido mencionada por el Cardenal Kasper» (Grzegorz Kucharczyk).

20: 35 – «Cristo dijo: Vuestro hablar sea: Sí, sí; no, no. Ellos quieren que se reconozca, en estos días, el reconocimiento de estas relaciones sexuales y, por supuesto, que se reconozca que ellos pueden usar la sexualidad humana fuera de la validez del sacramento del matrimonio. Y esto está en contra del mandamiento divino. Pero, hoy día, se esconden ellos mismos con las expresiones de misericordia, de nuevas puertas abiertas… Esto es falso, falsedad. Y estas palabras falsas ellos la quieren divulgar. Cristo dijo: ´Pues no hay nada oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz´. Y toda esta estrategia del Cardenal Kasper y su grupo que es divulgada, es una mentira, una estrategia, la cual va en contra del Espíritu de Cristo y de Sus Apóstoles» (Athanasius Schneider).

21: 44 – «Esto es por lo que se habla de los divorciados, que ellos quieren admitir a la Sagrada Comunión, porque sienten lástima por ellos, ya que son miserables. Pero cuando la humanidad pecó, vino el diluvio. Dios tuvo misericordia de la pobre gente, pero Él sólo salvó a los que creían en Él» (Jan Pawel Lenga).

22: 27 – La Iglesia nunca cambiará la enseñanza de Cristo. Desde siglos la ha enseñado, e incluso, aunque la verdad sobre la indisolubilidad del matrimonio es difícil para mucha gente, ninguna persona tiene el derecho de cambiarla.

En efecto, su doctrina está claramente contenida en las Palabras del Señor Jesús: ¨Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre¨.

22: 47 – «El matrimonio es el fundamento básico de la sociedad y, por supuesto, el fundamento básico de la vida de la Iglesia. Desde el principio, Dios quiso que el hombre y la mujer se unieran, orientaran su vida a la procreación. Eso sería una participación en la divinidad, en en el amor que está en la Santísima Trinidad. El libro del Génesis es muy claro sobre esto. Dios dice: ¨Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, varón y hembra¨. Y así entendemos que en el matrimonio y su fruto, la familia, es el primer lugar en el que Dios es conocido, Dios es adorado y reconocido. Y donde se vive en Dios, donde se practica la vida divina de amor» (Cardenal Burke).

23: 48 – «No es verdad que el matrimonio sea sólo una cuestión sociológica. El matrimonio es, en primer lugar, una institución religiosa y teológica» (Athanasius Schneider).

24: 05 – «Tenemos un ejemplo de esto que nos llega con San Juan Bautista, que debido al testimonio sobre la verdad del matrimonio, como Dios lo creó desde el principio, fue asesinado por Herodes, que estaba viviendo en una relación adúltera con la esposa de su hermano. Si no defendemos de nuevo el matrimonio, no vamos a defender a la iglesia misma. Tenemos que estar, también, preparados, en una cultura completamente secularizada, para dar la vida en defensa de la verdad sobre el matrimonio» (Cardenal Burke).

25: 16 – «Fue Martín Lutero el primero que declaró esta afirmación: que el matrimonio es un asunto mundano («ding weltlich» – en alemán). Cosa secular. Esta es una apostasía… porque Dios creó el matrimonio… La Biblia… se puede leer en las primeras páginas de la Biblia: Dios lo creó. Es una creación de Dios. Y, por eso, incluso los gobernantes no tienen verdadera competencia sobre el matrimonio, el Estado, sólo una secundaria competencia en algunos aspectos, como lo económico, los bienes materiales o herencia, pero no la principal competencia. La primera competencia es Dios, es decir, Jesucristo y la Iglesia, la Jerarquía. Y, por supuesto, el matrimonio Cristo lo elevó a la dignidad del Sacramento» (Athanasius Schneider).

26: 34 – «Si esto significa que los Cardenales se tuvieran que oponer a los Cardenales, tendríamos que aceptar la situación con la cual nos encontramos. Ciertamente, por mi parte, no busco esta clase de conflicto. Pero, si en la defensa de la verdad de fe se da lugar a un desacuerdo con otro Cardenal, es de suma importancia para mí es la verdad de la fe, como maestro de la fe, un Pastor de las almas para defender la Verdad» (Cardenal Burke).

27: 13 – Las enseñanzas de Cristo sobre el matrimonio y la verdad cristiana sobre la homosexualidad son hechos que no son bien recibidos por mucha gente, hoy día. Desafortunadamente, de entre ellos también hay Obispos. Algunos de la Jerarquía se han atrevido a anunciar que ellos decidirán lo que han de enseñar – ellos, no Roma. Estas son las tremendas palabras que fueron dichas: “no somos una rama de Roma”.

27: 39 – «La frase que pronunció uno de los Cardenales, el Cardenal alemán Marx, que no somos una rama de Roma, preocupa a muchos católicos y nos ha puesto contra la verdadera amenaza del cisma» (Slawomir Skiba).

27: 57 – «Fue Marx, Karl Marx. Y si el actual Marx dice cosas semejantes, entonces no hay verdadera diferencia» (Jan Pawel Lenga).

28: 07 – «El Cardenal Marx, recientemente, atrajo la atención de los medios con su declaración, durante una conferencia de prensa, diciendo que nosotros no somos una rama del Vaticano. Esto fue comprendido como un atentado a ponerse por encima de cualquier posible decisión de la futura Asamblea del Sínodo de la familia, en octubre del 2015, que podría enfrentarse – como temido por el Cardenal Marx- a un rumbo desfavorable, y en donde podrían ser tomadas decisiones negativas. Supuestamente demuestra que, cualquiera que sea la decisión de Roma o del Sínodo, nosotros, la Iglesia germana seguiremos nuestro propio camino» (Grzegorz Kucharczyk).

28: 54 – «Ellos creen que Alemania, como una parte de la Iglesia Universal, es así de importante. Pero no significa eso. Es lo que ellos creen. Es una especie de fantasma, que deberíamos ahuyentarlo con el signo de la Cruz. Recomiendo, fuertemente, la conversión en lugar de tratar de dominar la Iglesia» (Jan Pawel Lenga).

29: 18 – «Fijándose en las palabras exactas alemanas, en las cuales se dice: no somos una rama de Roma, pero somos todos sarmientos de Cristo, sus ramas visibles Todos estamos injertados en Cristo. Hay un único Cristo, un único Vicario de Cristo, que es el Romano Pontífice, y hay una única Iglesia. No sé lo que estos Obispos alemanes están tratando de decir con su declaración, pero si ellos quieren decir que son independientes de la Iglesia universal, entonces ya no son más católicos. Esto no puede ser» (Cardenal Burke).

30: 22 – «Durante los dos últimos años hemos visto aún otra emanación de lo que se ha llamado el “síndrome anti-Roma” de la Iglesia germana, cuyos representantes se ponen a sí mismos como en una oposición real a Roma, comprendida como la Tradición de la Iglesia, como el Magisterio de la Iglesia, que no cambia a través de los siglos. Así que somos la Iglesia, somos la Iglesia abierta, somos la Iglesia que comprende al hombre moderno. No somos la Iglesia rigorista que rechaza las necesidades la Iglesia moderna. En pocas palabras, esto es el “síndrome anti-Roma” de la Iglesia germana. Las Iglesia en la Europa Occidental o pasivamente han visto los vigorosos esfuerzos de los Obispos alemanes, o los han ayudado» (Grzegorz Kucharczyk).

31: 12 – «Estamos viviendo ya en el tiempo del cisma, porque cuando hay sacerdotes y obispos que se oponen claramente a la verdad de Dios, y por sus declaraciones, por sus acciones, están en contra, de alguna manera ellos mismos se separan de la verdad de la Iglesia. Es decir, cuando uno se separa de la verdad de la iglesia, se encuentra en una especie de cisma» (Athanasius Schneider).

31: 51 – Los católicos de todo el mundo se están preguntando: ¿hacia dónde va nuestra Iglesia? En la situación de tan avanzada crisis de la Iglesia, ansiosamente esperamos la próxima Asamblea del Sínodo prevista para Octubre del 2015.

32: 12 – «Temo que será un compromiso carcomido, basado en el hecho de que todas las cosas serán adornadas con palabras vacías, tal como la mencionada “nueva pastoral” (Grzegorz Kucharczyk).

32: 28 – «Desafortunadamente, la futura Asamblea del Sínodo de la Familia ha creado una muy peligrosa situación. Por supuesto, la polarización se profundiza entre aquellos que defienden fuertemente la enseñanza de Jesús en el matrimonio y en la familia, y aquellos que fuertemente buscan cambiar la actual enseñanza de la Iglesia basada en el Evangelio» (Slawomir Skiba).

32: 57 – «El Papa, durante el Sínodo, mostrará de qué lado él está. Si acepta la declaración de aquellos que quieren distribuir la Sagrada Comunión a los divorciados, habría la herejía en la Iglesia; pero si no la acepta, puede haber un cisma en la Iglesia, un cisma alemán, belga y holandés» (Jan Pawel Lenga).

33: 21 – «Una situación de tal pluralismo pastoral, que depende de las Iglesia locales individuales, fundamentalmente podría asestar un golpe al Magisterio de la Iglesia y al gobierno de la Iglesia» (Slawomir Skiba).

33: 41 – «Vivimos en tiempos de crisis, en los tiempos en los que los Miembros de su Cuerpo, incluyendo el Clero, la Alta Jerarquía, se convierten en indignos, infieles, incluso en traidores. Y estas son heridas del Cuerpo Místico de Cristo: Cristo está en un continuo sufrimiento» (Athanasius Schneider).

34: 10 – «No quieras ser más sabio que Dios. Si no hablamos al mundo lo que deberíamos hablar, el mundo se atreverá a decirnos lo que ellos piensan que es lo verdadero. Hoy hay una lucha espiritual, ya sea en el lado de Cristo -no en la izquierda ni en la derecha del Vaticano-, o estamos en el lado de Cristo, o en el lado del demonio. No hay una tercera opción… La gente común está muchas veces más cerca de Cristo que los sacerdotes» (Jan Pawel Lenga).

34: 52 – «La Iglesia no es la Iglesia de los Obispos, o del Papa. La Iglesia es de Cristo. Es muy importante hacer hincapié en esto: la Iglesia es la Iglesia de Cristo. Y Cristo es la Cabeza de la Iglesia. Él es el Jefe. Y Él permanece como Jefe, incluso cuando hay tanta confusión y tal indignidad en sus representantes. Él gobierna la Iglesia porque Él es Dios. Cristo nos dijo, el Apóstol Pablo lo demostró: cuando nos damos cuenta de que algo es evidentemente falso, como estas manipulaciones, tenemos que hablar de ello: esto no es correcto en la Iglesia» (Athanasius Schneider).

35: 59 – Aunque en las actitudes de muchos Obispos es difícil ver, hoy día, el deseo de lucha por la Verdad de Cristo, otra parte de la Jerarquía, quizás un número menor, pero fuerte, todavía nos recuerda sin descanso las Palabras del Señor. También, los fieles emprenden numerosas iniciativas que nos recuerdan la imposibilidad de cambiar la enseñanza del Señor Jesús.

36: 19 – «Consciente de la apelación del Santo Padre, al comienzo de su pontificado, para hacer que los laicos sean activos en la vida de la Iglesia, les habló con estas palabras: lío, hagan lío. En este contexto del Sínodo, que comenzó el pasado otoño, hemos decidido organizar una petición, una solicitud filial al Santo Padre, por la que recabamos firmas, que se oponen, clara y definitivamente, a los intentos de alguna Jerarquía que quiere cambiar la enseñanza de la Iglesia. De esta manera, defendemos la enseñanza de Jesucristo» (Slawomir Skiba).

37: 05 – «El Papa nunca me dijo que no enseñe lo que enseña la Iglesia. Y si me lo dijera así, me hubiera opuesto» (Cardenal Burke).

37: 12 – «Junto a muchos católicos con una completa humildad filial, espero una clara posición de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, en este caso que preocupa a mucha gente» (Grzegorz Kucharczyk).

37: 30 – «Es nuestro deber, primera obligación ser fieles a las Palabras de Dios, a la Revelación. Y cuando observamos que la Verdad de Dios, -no es nuestra opinión-, sino que si la Verdad de Dios está amenazada por el cambio, debemos reaccionar. Tenemos que elevar la voz. De otra parte, Jesucristo nos juzgará: ¿Por qué te callaste? ¿Por qué no me confesaste enfrente de los hombres?» (Athanasius Schneider).

38: 17 – «Las diferentes ideologías nos hablan que mientras permanezcamos sentados y seamos políticamente correctos, todas las cosas estarán bien y, simplemente, todo desaparecerá. Nada pasará porque sea motivado ideológicamente» (Jan Pawel Lenga).

38: 31 – «El Concilio Vaticano II enseña que los fieles, no sólo tienen el derecho, sino el deber de presentar sus deseos a la Jerarquía de la Iglesia, especialmente en las cuestiones que pertenecen a la fe, que es importante para la Iglesia, para el beneficio de la Iglesia. Y así esta solicitud filial pide que se dé cuenta de las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Es, por eso, que me uní a la gran cantidad de obispos que firmaron una petición de los fieles. Debemos ser una sola Iglesia, una sola familia: los fieles, sacerdotes, obispos, el Papa, una sola familia. Esta solicitud filial fue firmada no sólo por los laicos, sino también por los sacerdotes, obispos y cardenales. Es un bello ejemplo de manifestación de nuestro espíritu de familia en la iglesia» (Athanasius Schneider).

39: 49 – «De acuerdo a las Palabras de Cristo que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, la Iglesia superará esta crisis bien. Con la ayuda de Dios, con la ayuda del Fundador de la Iglesia. Aunque, ciertamente, el Calvario de la Iglesia y su Forma de la Cruz, todavía está al final de este camino la Resurrección. Conocemos eso con seguridad» (Slawomir Skiba).

40: 15 – «Así que tenemos que creer siempre en las Palabras de Cristo: las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia. Y Cristo habló a Pedro: Tú eres Pedro, tú eres la Roca, y sobre esta piedra Yo levantaré Mi Iglesia. No tú Iglesia, Pedro. Mi Iglesia» (Athanasius Schneider).

Un Sínodo falible para levantar una iglesia llena de herejías

«He manifestado tu Nombre a los que me has dado sacándolos del mundo… Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de Ti; porque Yo les he comunicado lo que Tú me comunicaste; ellos han aceptado verdaderamente que vengo de Ti, y han creído que Tú me has enviado… Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como Yo no soy del mundo… Conságralos en la verdad: Tu Palabra es verdad. Como Tú me has enviado al mundo, Yo también los he enviado al mundo...» (San Juan 17,6ss.14.17s; véase San Juan 10,36).

El magisterio de la Iglesia fue instituido por Jesucristo, enviado por el Padre como Maestro auténtico de la verdad, en los Apóstoles.

Jesús eligió a Doce para enseñarles su doctrina: «ahora saben que todo lo que me has dado viene de Ti».

Jesús comunicó a los Doce una doctrina divina, celestial, espiritual y sagrada.

Y los Doce aceptaron esa doctrina: creyeron en las Palabras de Jesús. Dieron asentimiento, obedecieron con su mente, hicieron un acto de fe a la Palabra de Jesús: «han creído que Tú me has enviado».

Y los Doce fueron consagrados en la verdad: se les dio la virtud del Espíritu Santo para ser enseñados continuamente por el Espíritu de la Verdad, como lo fueron por el Maestro, y así aprendieron toda la plenitud de la doctrina de Jesucristo, para propagarla perpetuamente y con fidelidad hasta los confines de la tierra.

Muchos han combatido este Magisterio infalible de la Iglesia, que está por encima de toda razón humana, de toda ciencia y progreso del hombre, que va más allá de la conciencia del individuo, que proclama una autoridad divina en la Jerarquía de la Iglesia Católica.

El Magisterio infalible de la Iglesia es lo que la Iglesia enseña como revelado por Dios. No es, por tanto, la opinión de una escuela teológica, ni el magisterio privado de un teólogo o de un Obispo, ni los magisterios falibles que se dan en las Encíclicas o en los decretos que no están conexionados con las verdades reveladas, ya jurídicos, ya litúrgicos, ya magistrales.

Hay mucho magisterio del Romano Pontífice en el cual él habla con una autoridad que no alcanza la infalibilidad, es decir, no está expresando, no está enseñando algo revelado por Dios.

Hay muchos decretos que son publicados en virtud de la autoridad legítimamente comunicada por el Sumo Pontífice, es decir, tienen la firma del Papa, pero la doctrina, en ellos, no es segura.

Por ejemplo, el “Directorio para la aplicación de los principio y normas sobre el Ecumenismo”, publicado el 25 de marzo de 1993. Contiene este directorio instrucciones que van en contra de la doctrina de la Iglesia. Cualquiera que lo lea se da cuenta que la doctrina contenida en tal decreto no es segura. Y, por lo tanto, no se puede aceptar con el asentimiento de la mente. Se ha usado el nombre del Papa, su firma, para crear un directorio de normas, de leyes, que van en contra de la misma verdad revelada.

Desde el Concilio Vaticano II se dan en la Iglesia esta clase de documentos, que no pertenecen  a los decretos que están conexionados con las verdades reveladas y a los cuales se exige el asentimiento interno y religioso de la mente, sino que exponen unas reglas y unas leyes prácticas que anulan la doctrina de Cristo.

Y esto la Jerarquía lo sabe. Y es tal la perversidad de mucha Jerarquía que imponen estos decretos como verdaderos, como seguros, a sus fieles en las parroquias. Así sucedió con todos los decretos litúrgicos que se introdujeron en la Iglesia, después del Concilio, que tienen la firma del Papa, pero que no son doctrina segura, sino que imponen leyes, como la comunión en la mano, que van en contra del magisterio infalible de la Iglesia.

A estos decretos no se les puede obedecer porque no provienen de una autoridad sagrada. Tienen la firma del Papa legítimo, que es siempre una autoridad sagrada en la Iglesia, el cual tiene la función de velar por la salud y la seguridad en la doctrina. Pero han sido dados en contra de esa misma autoridad sagrada, por motivos que los hombres no pueden explicar.

¿Cómo un Papa legítimo permite en la Iglesia este tipo de documentos que enseñan doctrinas que van en contra de lo que Jesús ha revelado?

Es el Misterio del Mal: existe una jerarquía en la Iglesia Católica que combate la autoridad sagrada del Papa y que impone su doctrina a toda la Iglesia.

Muchos católicos se equivocan al decir que los Papas fueron los culpables. Y acaban llamando a esos Papas herejes. Y quedan ciegos para siempre porque no son humildes, no piden luz al Espíritu para discernir este problema en la Iglesia.

El ecumenismo no está en la Revelación. Sin embargo, la Jerarquía ha querido meter a toda la Iglesia en el objetivo de la búsqueda de la unidad de los cristianos. Un objetivo que no pertenece a la fe, a los artículos de la fe.

Y mucha Jerarquía ha publicado cantidad de documentos para fortalecer este objetivo.

Ellos son maestros de la ley: promulgaron un nuevo Código de Derecho Canónico, en la cual se introdujo una nueva situación disciplinar para todos los fieles en materia ecuménica. Esa situación disciplinar no existía en el antiguo Código, porque el ecumenismo no pertenece al depósito de la fe. Es doctrina de demonios. Son fábulas de la mente del hombre que se dan para engañar al mismo hombre.

Y la Jerarquía ha trabajado durante 50 años en el Ecumenismo, llegando al absurdo que vemos hoy día: ya nadie cree en la doctrina que salva. Todos están buscando un lenguaje nuevo que haga cambiar el mismo magisterio infalible de la Iglesia. Un nuevo lenguaje para una nueva teología.

Lo que vemos con estos documentos es claramente el Misterio del Mal dentro de la Iglesia. Y los Papas legítimos han estado prisioneros, de una forma o de  otra, de la Jerarquía movida por este Misterio del Mal.

Hoy se niega el Magisterio infalible de la Iglesia por la misma Jerarquía.

Por supuesto, esa Jerarquía ha dejado de ser católica y sólo hace la función de destruir la Iglesia, usurpando la verdad para poder introducir las innovaciones en la doctrina, para hacer una nueva teología, para levantar una nueva iglesia con un nuevo magisterio, no instituido por Cristo, sino por los hombres.

Esa Jerarquía, infiltrada en la Iglesia Católica, tiene un grupo numerable de aficionados a novedades, que desprecian toda teología escolástica para menospreciar el Magisterio infalible de la Iglesia.

Son muchos los falsos católicos que ven el Magisterio infalible de la Iglesia como impedimento al progreso, y como óbice de la ciencia humana. Muchos lo consideran como un freno injusto a sus pensamientos, a sus filosofías, a sus obras en la vida.

Y esto es señal de la falta de fe: ya no se cree que Jesús ha dado un Magisterio a sus Apóstoles que permanece siempre lo mismo, que nunca cambia, que es inmutable, que no tiene ningún error.

Por eso, ahora todos tienen a un hereje como su papa, como su maestro en el ministerio sacerdotal, como el que enseña y une a la Iglesia en la mentira de su palabra.

Y ahora todos enseñan una doctrina que no es segura, que va en contra de todas las verdades reveladas, y que son la base de la  nueva teología que se quiere imponer a todos en la Iglesia.

Las encíclicas de Bergoglio no son cartas de un Papa a los fieles exponiendo una doctrina segura, un magisterio ordinario, infalible. Son escritos de un  hereje que llevan a las almas a la apostasía de la fe y a la clara herejía. Son los escritos de un cismático que gobierna la Iglesia con un gobierno de hombres, de muchas cabezas, propio de un líder político

Ya los Jerarcas de la Iglesia no creen en el Magisterio de la Iglesia que enseña a excomulgar a un hereje. Ya no creen en el Evangelio que proclama que todo aquel que enseñe un evangelio distinto al de Jesucristo, sea tomado por anatema, sea apartado de la vida de la Iglesia.

Han dejado de creer, los hombres han perdido la fe en la Palabra de Dios.

El Magisterio de la Iglesia es infalible cuando se centra en los artículos de la fe, que son las verdades formalmente reveladas, y en aquellas verdades que están necesariamente conexionadas con los artículos de la fe.

Es decir, «per se pertenecen a la fe aquellas verdades, que nos ordenan directamente a la vida eterna» (Sto. Tomás).

«Esto es lo que has de predicar y enseñar» (1 Tim 4, 11): todo aquello que conduce al alma hacia su salvación y su santificación.

No se puede enseñar ni el ecumenismo, ni la ecología, ni tantas doctrinas que no llevan al alma hacia su salvación. Y los fieles están obligados, en la Iglesia, a combatir esas doctrinas si quieren salvarse.

Los Obispos han recibido de los Apóstoles esta doctrina de la fe que deben custodiar en santidad y ser expuesta con fidelidad por la Iglesia.

«¡Oh, Timoteo!, guarda el depósito a ti confiado, evitando las vanidades impías y las contradicciones de la falsa ciencia que algunos profesan, extraviándose de la fe» (1 Tim 6, 20).

Es claro que en las actuales circunstancias de la Iglesia, la mayoría de los Obispos no guarda el depósito de la fe porque se han extraviado con la falsa sabiduría humana de la ciencia y de la técnica, llenándose de errores, de mentiras, de dudas, que infestan a toda la Iglesia.

Los Apóstoles eran infalibles: hablaban en nombre de Dios, eran ayudados y fortalecidos por la asistencia divina, y su predicación estaba confirmada por milagros y profecías.

Y eran infalibles porque aceptaron «verdaderamente que vengo de Ti, y han creído que Tú me has enviado». Aceptaron y creyeron: pusieron su cabeza en el suelo y obedecieron la Palabra de Dios que Jesús les enseñaba.

Los Apóstoles, en lo concerniente a la fe y a las costumbres, eran cada uno de ellos personalmente infalibles.

«Yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte mal, porque Yo tengo en esta ciudad un pueblo numeroso» (Act 18, 10).

Yo estoy contigo: significa la asistencia eficaz de Dios para realizar la misión que Dios le confió a San Pablo.

Muchos Obispos, hoy día, ya no son infalibles como lo fueron los Apóstoles. Y la razón sólo es una: ya no aceptan ni creen en Jesús. No aceptan ni creen en la doctrina de Jesús.

Creer en Jesús es creer en su doctrina.

Muchos han disociado a Jesús de su doctrina. Se quedan con un Jesús acomodado a sus intereses y pensamientos humanos. Pero no quieren saber nada de la doctrina de Jesús.

Jesús es la Palabra de Dios: es el Pensamiento vivo del Padre. Jesús es una doctrina viva. Una doctrina que no es de este mundo, que no puede caber en la mente de ningún hombre. Es la Mente de Dios lo que enseñó Jesús a Sus Apóstoles. Una mente infalible, incapaz de errar. Una mente inmutable, incapaz de ser alcanzada por ninguna novedad humana. La Mente de Dios no puede variar según los tiempos ni las culturas de los hombres. Es siempre la misma. Son los hombres los que no creen en la mente de Dios y acaban colocando su mente humana por encima de Dios.

Ser infalible no significa ser impecable. Se puede pecar y ser infalible al mismo tiempo.

La infalibilidad es la vigilancia de Dios, que dirige por sí mismo al hombre, para que éste predique sin error la Palabra de Dios. Dios preserva del error la inteligencia del hombre.

El que Dios preserve del error no significa hacer que la mente del hombre sea siempre infalible. La mente del hombre sigue estando sujeta a muchos errores, nieblas, dudas, oscuridades. Pero, cuando el hombre humilde trabaja para Dios, su mente queda preservada del error para que se obre lo que Dios quiere entre los hombres.

Dios es el que custodia su misma Palabra. Y lo hace asistiendo al hombre, desde fuera, para que propague esa misma Palabra sin error. El hombre puede perder esta asistencia del Espíritu sólo por el pecado de herejía y de apostasía de la fe.

Predicar de forma infalible lo tuvieron los Apóstoles y sus Sucesores, los Obispos.

Los Obispos son infalibles cuando, obedeciendo al Romano Pontífice, imponen a sus fieles la misma doctrina que Jesús enseñó a Sus Apóstoles.

Imponen la misma doctrina: hoy, nadie en la Iglesia quiere escuchar la verdad; nadie quiere obedecer la verdad; nadie quiere cumplir con las leyes divina y de la gracia.

La gente ya no quiere la doctrina de siempre, sino que va en busca de las fábulas. Y estas son las que quieren imponer a los demás. Las fábulas del ecumenismo, las fábulas de la ecología, las fábulas de tener unos ritos litúrgicos en donde se pueda pecar libremente.

Los Obispos, para ser infalibles, tienen que imponer la doctrina de Jesús. Como los Obispos hablan a los hombres las palabras que éstos quieren escuchar, entonces pierden la infalibilidad, la asistencia de Dios en sus ministerios.

Si los Obispos dan a sus fieles otra doctrina distinta a la de Cristo pierden la infalibilidad, es decir, predican y enseñan con error y con la herejía. Y esto conduce a la apostasía de la fe y a la herejía.

Es lo que comenzó después del Concilio Vaticano II: todo el mundo metió en la Iglesia doctrinas extrañas, un magisterio contrario al magisterio de la Iglesia. Y ese falso magisterio ha alcanzado la cabeza de la Iglesia.

El Magisterio de la Iglesia es auténtico e infalible, es vivo y tradicional, es inmutable.

«La doctrina de la Fe ha sido entregada a la Esposa de Jesucristo, para custodiarla fielmente y para que la enseñe infaliblemente» (D 1800).

No se puede enseñar infaliblemente (sin error) la verdad si no se cree en la verdad revelada. Es el acto de fe el que produce la infalibilidad, es decir, el que trae consigo la asistencia de Dios para que el hombre, cuando hable, cuando piense, no se equivoque.

Todo el problema de la crisis actual de la Iglesia es el objeto de la fe.

Los Apóstoles creyeron en la doctrina de Jesús. Y creyeron en la doctrina que el Espíritu de la Verdad les enseñó. Éste es el objeto de la fe. Es la doctrina que viene de la fe, que surge en la fe. No es la doctrina que viene de la mente de un hombre, de la palabra y del lenguaje de los hombres. Se cree en la Palabra de Dios. Se conoce la Palabra de Dios. Se interpreta correctamente esa Palabra de Dios. Y se enseña con la autoridad divina la Palabra de Dios.

Esto es lo que hicieron los Apóstoles: porque creyeron en la Palabra de Dios fueron infalibles. En la fe no hay error. En el ateísmo, en la falta de fe, en la infidelidad al don de la fe están todos los errores.

Porque creyeron en la Palabra siempre enseñaron lo mismo al rebaño. Nunca introdujeron extrañas doctrinas, leyes en contra del magisterio que Jesús y el Espíritu les enseñaron.

Ellos, con la infalibilidad, pudieron levantar la Iglesia que Cristo quería. La infalibilidad es para construir la Iglesia en la Verdad: que la inteligencia de los hombres tenga la luz de la verdad, que ellos sepan dónde está la verdad, dónde encontrarla, cómo obrarla en sus vidas.

Esta infalibilidad en la inteligencia es distinta a la impecabilidad en la voluntad.

La mente no tiene el error en ella misma: eso es ser infalible;

Y la voluntad no puede elegir el pecado: eso es ser impecable.

Ser infalibles en la inteligencia no supone ser impecables en la voluntad. Y eso es sólo debido al pecado original, en el cual el hombre quedó dividido en su misma naturaleza humana.

El hombre entiende, con su mente, el bien; pero obra, con su voluntad, el mal.

Jesús construye Su Iglesia en la infalibilidad de la inteligencia humana: preserva del error la mente del hombre para que pueda obrar, sin error, con su voluntad humana. Pero, por el pecado original, la voluntad se desvía de lo que la mente ha conocido y el hombre acaba obrando el mal con su voluntad.

Para combatir esta voluntad desviada por la concupiscencia del pecado, son necesarios los Sacramentos de la Iglesia.

Jesús da a Su Iglesia, no sólo la infalibilidad, sino la gracia, la vida divina.

Es la gracia lo que sostiene la voluntad del hombre para que pueda obrar el bien que la mente entiende. Es la gracia lo que impide pecar. Pero es necesario que el alma sea fiel a la gracia que ha recibido.

La inteligencia del hombre ya conoce la verdad sin ningún error. Pero necesita la vida divina para obrar la verdad conocida. Necesita que el hombre permanezca en la gracia, persevere en la gracia, viva en la gracia.

Muchos conocen la verdad, pero no la obran. Todos los herejes conocen la verdad, pero se dedican a obrar la mentira. No obra en la gracia, sino que obran en el pecado.

No es el conocimiento de la verdad el camino para obrar el bien. Es la gracia, la vida de Dios, no sólo el camino sino la fuerza para realizar la Voluntad de Dios.

Y la gracia da al hombre una vida moral, una norma de moralidad, una voluntad arraigada en la ley de Dios.

La infalibilidad da al hombre una inteligencia sin error.

Muchas almas caen en el pecado porque en sus mentes hay muchos errores: no se asientan en la verdad, en la doctrina de la fe, que es infalible, y necesariamente deben caer, deben obrar con sus voluntades el error, el mal. No pueden ser sostenidos por la gracia: caen en el pecado, se apartan de la vida moral.

Los errores en la mente llevan a los pecados más comunes entre los hombres: gula, lujuria, desobediencias, iras, críticas, mentiras, etc…

Pero las herejías en la mente conducen a la perversidad de la mente y a la perfección en la obra del pecado. La herejía lleva a obrar sin norma de moralidad. Hace que el hombre tenga una voluntad para obrar siempre el mal.

La Iglesia, cuando custodia la verdad y mantiene los Sacramentos en la fidelidad a la verdad, en la norma de moralidad, entonces puede crecer en la vida espiritual y alcanzar la perfección que ya posee en sí misma.

Pero si los hombres de la Iglesia, si los Obispos y los fieles, se alejan de la verdad y hacen que los Sacramentos se desvirtúen al introducir leyes o reglas que conducen al pecado, entonces vemos lo que sucede actualmente en la Iglesia: la Iglesia es destruida por los mismos que deberían custodiar lo que Jesús dio a Sus Apóstoles.

La Iglesia está podrida y corrompida porque en sus miembros está el pecado de herejía, que conlleva ser falibles en la predicación y en la enseñanza; y está la anulación de la vida divina al echar en saco roto la gracia (al no cumplir la vida moral)  que dan los sacramentos.

Sin la verdad revelada y sin la gracia divina en el alma se construye una nueva iglesia con una nueva doctrina, que da culto a un falso cristo.

Ya no sólo observamos una Iglesia que peca; sino que vemos una Iglesia que no quiere la verdad, que no cree en la verdad, que no puede escuchar la verdad, y que sólo quiere vivir para lo humano, para las grandezas de la tierra, buscando una felicidad que no existe en la tierra.

Una iglesia que prefiere unos sacramentos en donde se enseñe a la gente a pecar.

Una iglesia que se ha embarcado en un Sínodo maldito, en el que se busca legislar el pecado.

Una Iglesia falible que se prepara para un Sínodo falible, en donde se da una enseñanza llena de errores y de herejías, un Sínodo construido en la herejía. Y no va haber un Papa que contenga la herejía, como lo hizo Pablo VI en el Concilio Vaticano II.

La Jerarquía de la Iglesia ha tenido tiempo de liquidar a Bergoglio, de anatematizarlo. Pero han callado. Y quien calla, otorga la herejía del que habla. Está de acuerdo con la doctrina del rufián que gobierna la Iglesia.

Y es el Sínodo el inicio del desmantelamiento del magisterio infalible de la Iglesia. Es, por lo tanto, el inicio del levantamiento de una nueva iglesia en una nueva doctrina.

Ya esa iglesia fue levantada en una cabeza de usurpación, que puso el gobierno horizontal, el cual anula de raíz toda la Iglesia. Pero los hombres no saben ver que el fundamento de la Iglesia, que es la verticalidad de Pedro, ha sido acabado, ha sido destruido. Y donde no está Pedro, no está la Iglesia.

Y están todos pendientes de lo que no tienen que estar: de un Sínodo maldito.

Y siguen pendientes de las palabras de un hereje, que cuando habla sólo quiere dar  publicidad a su mentira. Y este es el error de muchos católicos: no han sabido combatir al hereje y sólo le dan publicidad.

El verdadero católico cuando lucha contra un hereje, lo deja un lado, una vez que lo ha combatido, y sigue su vida ignorando al hereje, despreciándole. Porque la vida eclesial es estar en comunión espiritual con el Papa verdadero, Benedicto XVI. Lo demás, que pase en la Iglesia, ya no interesa al verdadero católico.

Una vez que se conocen las verdaderas intenciones del hereje, entonces el alma tiene que prepararse para lo peor, sin estar pendiente de lo que dice o no dice ese hereje.

Muchos católicos no comprenden esto. Y continúan pendientes de nada en la Iglesia.

Es el momento de formar la Iglesia remanente, la Iglesia que calla y espera a que venga Su Señor para que repare todo el mal que existe en la Iglesia.

Ya no es tiempo de atacar al hereje: ya nadie busca la verdad en la Iglesia.  Nadie se va a convertir por más razones que se les den. Hay que sacudirse el polvo de las sandalias y seguir predicando la verdad a aquellas almas que quieren escuchar la verdad. A los demás, hay que dejarlos que hagan su obra: «Lo que has de hacer, hazlo pronto» (Jn 13, 27).

Lo que la Jerarquía, reunida con un maldito, obedeciendo la mente del usurpador, tenga que hacer, que lo haga pronto después del Sínodo.

La Jerarquía lleva años buscando la evolución del dogma, que supone inventarse una nueva teología. Que construya esta nueva teología pronto. Esto ya no importa a los verdaderos católicos. No hay quien pare este Misterio del Mal.

Al Cuerpo Místico de Cristo le espera la Cruz del Calvario: tiene que sufrir y morir como Su Cabeza. Sólo de esa manera, la Iglesia de Cristo resucita gloriosa. Sólo así comienza el nuevo milenio, en donde se alcanzará la gloria que Adán perdió para todo el linaje humano.

«Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que Tú me diste; porque son tuyos» (Jn 17, 9).

La Iglesia no es de todos, sino de los que son del Padre. Y sólo el Padre conoce a sus hijos. Y sólo el rebaño de Cristo conoce a Cristo.

Tienen que conocer quién son de Cristo y del Padre. Aquellos que no aceptan ni creen en la Palabra de la Verdad, son del demonio y hay que tratarlos como merecen.

No recen por el Sínodo, no recen por Bergoglio, no recen por la Jerarquía que ha claudicado en la doctrina de Cristo y que sólo le interesa en la Iglesia su gran negocio: dinero, sexo y poder.

Del gobierno de Bergoglio saldrá la monstruosidad del cisma

serdespreciable

«No hay paz sin justicia y no hay justicia sin verdad. Y la verdad es que el hombre inicuo, el vicario del anticristo está sentado en el Trono de Pedro. El Innominado no tiene ninguna autoridad ni para decir ni para hacer porque no es vicario de Jesucristo» (10 de mayo de 2015).

La verdad es que… el vicario del anticristo está sentado en el Trono de Pedro: esta verdad sólo se puede comprender en otra verdad.

«Ahora se han levantado en el mundo muchos seductores, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el seductor y el Anticristo. Guardaos, no vayáis a perder lo que habéis trabajado, sino haced por recibir un galardón cumplido» (2 Jn 7-8).

Bergoglio está sentado en el Trono de Pedro con la misión de seducir, de llevar al abismo a toda la Iglesia.

¿Qué hay que hacer? Guardarse de él. Resistidlo, atacadlo, huid de su doctrina.

«Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios» (Ib, 9a)

Bergoglio no tiene a Dios en su corazón porque sigue una doctrina contraria a la verdad. Bergoglio no es de Dios, sino del demonio.

«El que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo» (Ib, 9b).

¡Cuánta Jerarquía en la Iglesia que no permanece en la doctrina de Cristo, sino que está extraviada en doctrina de demonios! ¡No son de la Iglesia! ¡No son de Cristo!

¿Por qué Dios ha permitido que un seductor se sentara en el Trono de Pedro?

«Tocó el séptimo ángel… Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que decían: “Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos”» (Ap 11, 15).

La Segunda Venida de Cristo está ya a las puertas. Son pocos los que creen en esto.

Bergoglio está usurpando el Trono de Pedro porque Cristo viene en gloria para reinar por mil años en un cielo nuevo y en una tierra nueva.

«…vivieron y reinaron con Cristo mil años» (Ap 20, 4): nadie cree en el milenio. Luego, nadie cree que un usurpador esté en el Trono de Pedro. Nadie atiende al peligro que viene del gobierno humano de Bergoglio.

Todos tienen ante sus narices ese peligro y nadie lo quiere ver.

Bergoglio no es papa, luego hay que echarlo de la Iglesia por su herejía y por su atrevimiento en sentarse en la Silla que no le corresponde.

Esto es lo que se debe hacer, pero esto es lo que nadie va a hacer.

Esta es la única verdad que a nadie le interesa conocer y cumplir.

El tiempo de atacar a ese hombre ya pasó. Ahora, es el tiempo de echarlo, de hacerlo renunciar. Si no se hace esto, todos -fieles y Jerarquía- van a quedar atrapados en las leyes inicuas que van a salir del Sínodo, que es la obra del Anticristo en la Iglesia.

¡Qué pocos saben lo que es Bergoglio! ¡Qué pocos han sabido atacar a Bergoglio! ¡Qué pocos ven que las almas van camino de condenación eterna!

Bergoglio está llevando a las almas hacia el infierno. Pero, a nadie le interesa esta verdad.

Y eso quiere decir que todos viven caminando hacia el infierno. Todos se creen salvos y justos, pendientes de un hombre sin verdad, que está destruyendo la Iglesia, más interesados en limpiarle las babas a ese hombre cuando habla, que en poner distancias con él, con toda la jerarquía que lo obedece y con todos los fieles tibios en su vida espiritual, que no les interesa -para nada- la verdad de lo que está sucediendo en la Iglesia.

La verdad es que el hombre sin ley –el hombre inicuo- está sentado en la Silla de Pedro. Y cuando falta la ley eterna, se hace ley el pecado. Se obliga a pecar a todo el mundo.

Cuando no se juzga ni al pecador ni al pecado, entonces se condena a todo el mundo por su pensamiento.

El que no juzga impone a los demás su idea humana. Es un tirano, un dictador de mentiras. Saca de su propia mente humana el concepto del bien y del mal. Y, con ese concepto, se hace juez de todo el mundo: se pone por encima de toda verdad, tanto divina como humana.

Jesús no fue juzgado, sino condenado en un falso juicio. Hicieron un juicio no para resolver una situación, sino para buscar una razón que condenara a un hombre.

Esto es lo que ha hecho Bergoglio con el Sínodo: allí no se van a resolver los problemas de la familia. Allí se va a buscar una razón para condenar a toda la Iglesia Católica, a todos los católicos que siguen la verdad del magisterio auténtico e infalible de la Iglesia, a todas las familias que cumplen con la ley de Dios.

Quien no juzga, condena por imposición de su mismo pensamiento humano. Es el imperativo categórico-moral que está en toda la Jerarquía que gobierna en la Iglesia. Es lo que tienen en sus mentes y que, aunque sea una herejía, un error, lo tienen que poner en ley, en práctica, en una obra. Es una necesidad absoluta para ellos. No pueden escapar de esta necesidad porque son incapaces de cumplir con la ley eterna de Dios. Sólo cumplen con sus leyes, con sus pensamientos humanos hechos ley en ellos mismos. Son esclavos de sus mentes humanas.

«Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé» (Web vaticana)

Me viene a la mente: imperativo moral. Esclavitud al pecado de soberbia.

No juzgo –antes de hablar- si ese pensamiento es bueno o malo. No sé si lo que voy a decir es una insensatez o una herejía. Y, a pesar de que tengo duda, lo digo. Y no importa que sea una insensatez o una herejía. Eso no interesa. No me interesa si lo que voy a decir es una verdad o una mentira; una locura o un error.

Lo que me importa, lo que me interesa es lo que voy a decir: atiendan a mis palabras. Céntrense en mis palabras, en mi lenguaje, en mi pensamiento. Y sigan lo que yo digo porque yo lo digo.

Me viene a la mente: es un imperativo categórico-moral. No lo puedo callar. No puedo pararme a pensar si lo que voy a decir está bien o está mal. Tengo que decir lo que me viene a la mente, aunque sea una locura, aunque sea una herejía. Es una necesidad; es una esclavitud en mi mente. Tengo que decirlo y a todo el mundo. Que todo el mundo lo oiga: lo digo yo, y eso basta para agachar la cabeza y aceptar mi palabra porque es mi palabra.

¡Esta es la audacia, la osadía, el atrevimiento de un hombre que habla sin fundamento: no sabe lo que habla! Habla con la duda. Habla sin certeza. Habla una locura. ¡Habla una herejía! ¡Y la quiere hablar! ¡Quiere escandalizar a todos! ¡Quiere enseñar la herejía a todos!

Bergoglio se declara –él mismo- hereje: «…algo que puede ser… una herejía».

«Aborrece mi alma tres suertes de gentes, cuya vida me da en rostro: pobre soberbio, rico embustero y anciano adúltero y necio» (Ecle 25, 3-4).

Bergoglio: anciano adúltero de la Palabra de Dios y necio en el conocimiento de Dios. Ha llegado a su vejez y no ha acumulado sabiduría divina en su alma. No sabe lo que es al amor de Dios. No sabe amar a los hombres. Sólo sabe perseguir su necedad de vida.

¡Bergoglio es un hombre excesivamente imprudente en el hablar, temerario, que arrastra al peligro, que conduce a las almas hacia la perdición eterna con su diaria verborrea barata y blasfema! ¡Y no le pesa en su conciencia hacer esto! ¡Duerme a pierna suelta después de mostrar a las almas -cada día- el camino para irse al infierno!

¡La desfachatez con que habla, la burla que Bergoglio hace de todos los católicos por medio de sus nefastas palabras!

El gobierno de este loco es para los católicos idiotizados. Esos católicos –falsos en su fe, tibios en su vida espiritual, caducos en la vida de la gracia- que no saben llamar a un hereje por su nombre. No saben enfrentarse a los hombres, a sus mentes, a sus obras dentro de la Iglesia.

Hay que ser idiota para tener a Bergoglio como papa.

Hay que ser idiota para obedecer la mente de Bergoglio, que es la mente de un orgulloso, de uno que habla sin autoridad. Él mismo se pone por encima de la Autoridad divina para decir su mente a los hombres. Decir una locura y una herejía, y que todo el mundo aplauda ese dicho, esté atento a esa idiotez.

Bergoglio, no sólo es un hereje manifiesto: sus herejías son claras, patentes, todos las pueden leer. Sino que es un hereje pertinaz: este hombre está anclado en su forma de pensar, en su manera de ver la vida, y la impone a los demás. Vive constantemente para comunicar a todos, para publicar -por todos los medios- su falso y perverso pensamiento.

Este hombre se desvive dando entrevistas a todo el mundo. Le gusta salir en la televisión para expresar su maldito pensamiento. Le gusta echarse flores, constantemente, para que lo tengan como humilde, como pobre, como santo, como justo en sus palabras y en sus obras.

¡Qué vergüenza es -para toda la Iglesia- este sujeto!

¡No sabemos cómo a los Cardenales, a los Obispos, a los sacerdotes, no se les cae la cara de vergüenza cuando habla este personaje!

¡No entendemos cómo no saltan de indignación, cómo no les hierve la sangre viendo cómo este personaje está destruyendo la Iglesia, y cómo lleva almas al infierno!

¡Han dejado de creer en su sacerdocio!

El sacerdocio es para salvar almas de las garras del demonio. Y ellos están dando almas a Satanás en la persona de Bergoglio.

La Jerarquía que obedece a un hereje como su papa es enemiga de Cristo y de la Iglesia. Son enemigos, a los cuales no se les puede obedecer, seguir, escuchar en la Iglesia. Ningún fiel puede obedecer a la Jerarquía que se somete a un hereje como su papa.

Bergoglio no tiene autoridad ni para decir ni para hacer porque no es vicario de Jesucristo. No es Papa. No tiene Autoridad Divina en la Iglesia. El Espíritu Santo no puede elegir a un hereje como Papa de la Iglesia.

Si Bergoglio está sentado en la Silla de Pedro, no es por el Espíritu Santo, sino por los hombres, que lo han elegido para una obra satánica en la Iglesia.

¡Qué pocos se atreven a decir esto! ¡Obra de Satanás es el gobierno de Bergoglio!

¡Cuántos están en lo políticamente correcto! Y, por eso, no han atacado a Bergoglio y no son capaces de hacerle renunciar.

Para obrar el derecho canónico es necesario primero atacar al hereje, enfrentarse cara  a cara con el hereje. Y ningún Obispo ha dicho esta boca es mía. Todos sometidos a la mente de ese hereje. Todos culpables de herejía, como Bergoglio. Porque quien obedece a un hereje, sigue necesariamente su pensamiento herético: acaba perdiendo la fe.

Es lo que se ve en todas las parroquias: sacerdotes y fieles dando culto a los hombres. Abajándose a la doctrina protestante, comunista y masónica de ese hereje. Todos han perdido el norte de la verdad. Están dejando a Cristo por un plato de lentejas. Prefieren seguir comiendo y teniendo un trabajo que hablar con la verdad en la boca.

No hay justicia sin verdad: las obras de todos los sacerdotes y fieles que tienen a Bergoglio como su papa son injustas, son una clara rebeldía a la Voluntad de Dios.

Sólo en la verdad se hace una obra justa. En la mentira, todo es una injusticia.

«Quien declara la verdad, descubre la justicia; el testigo mentiroso, la falsedad» (Prov 12, 17).

Bergoglio siempre está hablando la duda, el error, la mentira, la oscuridad. Habla y no sabe lo que habla: «Quien habla sin tino hiere como espada» (Prov 12, 18a). Las palabras de Bergoglio hacen daño a toda la Iglesia, a todas las almas. Enferman más a las almas, porque sólo «la lengua de los sabios, cura» (ib, 18b).

Todo lo que se está levantando en la Iglesia con Bergoglio es una injusticia. Todas las parroquias están llenas de obras injustas, obras sin verdad, obras sin fe. Es el inicio de la gran apostasía de la fe. Todos se alejan de la justicia de Dios porque se creen justos en sus mentiras, en sus falsedades, en sus errores. Justos porque tienen a Bergoglio como su papa.

Todos viven en el camino de la condenación eterna porque se han justificado a sí mismos con sus pensamientos humanos.

Condenarse es llamar a Bergoglio como papa, es tenerlo como papa, es obedecerlo como papa.

Muchos dicen: como los Obispos lo mantienen en el Papado, a pesar de sus herejías, como no han aplicado el derecho canónico, entonces hay que tener a Bergoglio como papa. Esto es pecar, hacer pecar y vivir en el pecado. Mantenerse en este pecado. No arrepentirse de este pecado porque no se ve como pecado.

El silencio culpable de los Obispos hace que los fieles obren un imperativo moral: hay que tener a Bergoglio como papa de la Iglesia Católica. Cuando la ley de Dios dice lo contrario: Bergoglio no es papa porque es hereje.

La Iglesia: ¿es el cumplimiento de una ley canónica o el de una ley divina? Si nadie cumple con la ley canónica eso no quiere decir que no estén sujetos a la ley divina, que no haya que cumplir con la ley divina. Todos pecan por ponerse por encima de la ley divina al no cumplir con la ley canónica. Todos pecan por cumplir con la palabra oficial en la Iglesia, palabra de hombre que no puede salvar ni santificar; que no puede justificar el mal en el gobierno de la Iglesia.

Ese silencio culpable condena a muchas almas al infierno. Un silencio culpable que obra el pecado en muchas almas, que hace pecar, que justifica a un hereje en la Iglesia.

¿Para qué son Obispos de la Iglesia? Para hacer pecar a los demás.

¡Han dejado de creer en su sacerdocio!

Mayor pecado que el de Adán es lo que se ve en toda la Jerarquía actual de la Iglesia.

La misión de Adán era sembrar su semilla para formar la humanidad que Dios quería.

La misión de todo sacerdote es sembrar la Palabra de Dios en las almas para que se puedan salvar y santificar.

Adán rehusó a esa misión y engendró una humanidad para el demonio. Pero esa humanidad todavía podía salvarse por la gracia.

Los sacerdotes y Obispos rehúsan a su misión y hacen que las almas ya no puedan salvarse por la gracia. Hacen hombres sin capacidad de salvar su alma. Porque les presentan, siembran en sus almas la palabra de la condenación. Les dan falsos sacramentos. Levantan para esas almas una iglesia maldita en sus orígenes.

Toda esa Jerarquía que obedece a un hereje está creando el cisma dentro de la Iglesia Católica. Y van a perseguir y excomulgar a todos los verdaderos católicos que no pueden obedecer a un hereje como papa.

Del gobierno de Bergoglio va a salir una monstruosidad: una iglesia modernista dirigida por un falso papa, que es el falso profeta que combatirá a la iglesia remanente, que defiende la tradición y el magisterio. Iglesia que será clandestina y perseguida.

El fruto del gobierno de Bergoglio: el gran cisma en el interior de la Iglesia.

«Yo os traje a la tierra fértil…»: a la Iglesia Católica;

«…para que comierais sus ricos frutos. Y en cuanto en Ella entrasteis contaminasteis Mi Tierra e hicisteis abominable Mi Heredad»: pocos entienden que ha sido la misma Jerarquía la que ha obrado esta abominación que vemos en el Vaticano. Ellos han hecho abominable la Iglesia en Pedro. Lo han contaminado todo. La han destrozado. La Iglesia Católica está en ruinas.

«Tampoco los sacerdotes se preguntaron: ¿Dónde está el Señor?»: ¿está Cristo en Bergoglio? ¿Tiene Bergoglio el Espíritu de Pedro? ¿El Espíritu Santo puede poner a un hereje como Papa?

La Jerarquía de la Iglesia vive sin Dios dentro de Ella: vive sin buscar la Voluntad de Dios. No les interesa ser Santos en la Iglesia. Sólo quieren que los demás los alaben y los tomen por santos y por justos en sus decisiones.

«Siendo ellos los maestros de la Ley, Me desconocieron, y los que eran pastores Me fueron infieles» (Jer 2, 7-8).

Dios les ha dado la vocación a muchos sacerdotes y Obispos, los ha traído a la Iglesia Católica, y ellos están levantando una nueva iglesia porque desconocen la riqueza espiritual de su sacerdocio. Son infieles a la gracia que han recibido en sus sacerdocios. Son sólo fieles a las mentes de los hombres, al lenguaje que todos ellos emplean para mostrar al mundo su gran soberbia y su orgullo demoledor.

Es tiempo de persecución. Cuando no se hace caso al clamor de la verdad, se persigue al que la clama para que no moleste en la obra de abominación que se ha levantado en Roma. Necesitan una iglesia en la que todos estén de acuerdo en la maldad. Los que no quieran esa maldad, tienen que desaparecer del mapa. Ya lo están haciendo a escondidas, ocultamente, sin que nadie se entere. Pero viene el tiempo de hacerlo público, porque esa maldita iglesia de los modernistas tiene que ser visible para todos, universal, mundial, tiene que apoyar el nuevo orden mundial.

No hay paz sin justicia: sólo la guerra, las persecuciones se suceden por la obra de la injusticia de la falsa iglesia en Roma. La infidelidad a la gracia trae consigo la pérdida de la paz, tanto en el mundo como en la Iglesia.

Bergoglio es sólo tiniebla para toda la Iglesia

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«Cuánto quisiera esto, que se tocara la carne de Cristo presente en los necesitados…» (Mensaje a Cáritas en Roma)

Tocar la carne de Cristo, que está presente en los necesitados: ésta es la principal herejía de Bergoglio.

«Es el misterio de la carne de Cristo: no se comprende el amor al prójimo, no se comprende el amor al hermano, si no se comprende este misterio de la Encarnación. Yo amo al hermano porque también él es Cristo, es como Cristo, es la carne de Cristo. Yo amo al pobre, a la viuda, al esclavo, a quien está en la cárcel… Pensemos en el «protocolo» a partir del cual seremos juzgados: Mateo 25. Amo a todos ellos porque estas personas que sufren son la carne de Cristo, y a nosotros que vamos por esta senda de la unidad nos hará bien tocar la carne de Cristo. Ir a las periferias, precisamente donde hay tantas necesidades, o hay —digámoslo mejor— tantos necesitados, tantos necesitados…» (Caserta, lunes 28 de julio 2014).

Bergoglio anula el culto a Dios en Jesús, para poner el culto al hombre: «yo amo al hermano porque…es la carne de Cristo»…«Amo a todos ellos… que sufren… porque… son la carne de Cristo»… «(los) que vamos por esta senda de la unidad nos hará bien tocar la carne de Cristo».

La carne de Cristo es la naturaleza humana de Cristo. Es la propia del Verbo Encarnado. Todo hombre, engendrado de mujer, tiene una carne, que es suya propia. Carne que pertenece a la naturaleza humana, pero es de cada hombre.

En el Misterio de la Encarnación, el Verbo asume una naturaleza humana, pero no asume a todo hombre.

Ésta es la herejía de Bergoglio: en ese misterio se asume a todo hombre. El hombre queda divinizado en la carne. Por eso, Bergoglio puede decir, según su herejía, la idolatría:

«Cuánto quisiera que las comunidades parroquiales en oración, al entrar un pobre en la iglesia, se arrodillaran en veneración del mismo modo que cuando entra el Señor».(Mensaje a Cáritas en Roma)

Su herejía le lleva a la idolatría. La idolatría es el culto al hombre. Es decir, es anular el culto a Dios. Es interpretarlo de una manera humana, con un lenguaje apropiado, lleno de errores, de oscuridades, en donde sólo el amor al hombre está presente.

Es habitual en Bergoglio hablar de muchas cosas, tratar muchos temas y no centrarse en el culto a Dios, en la adoración a Dios. Su hablar siempre hace referencia a su principal herejía: tocar la carne de Cristo en los hombres.

Todo hombre, para Bergoglio, es dios, es santo, es justo, es bueno. Al igual que todo lo creado. Todo participa de Dios, pero no por la gracia, no por la Presencia Omnipotente de Dios en todo lo creado, sino porque realmente las cosas son divinas.

Es su herejía del panenteísmo, que se ve en la fraternidad:

«Como hermanos y hermanas, todas las personas están por naturaleza relacionadas con las demás, de las que se diferencian pero con las que comparten el mismo origen, naturaleza y dignidad. Gracias a ello la fraternidad crea la red de relaciones fundamentales para la construcción de la familia humana creada por Dios» (Mensaje para la Jornada mundial de la paz del 2015, 8 de diciembre del 2014).

Es la fraternidad, es esa relación entre los hombres por tener una misma naturaleza humana, por compartir el mismo origen, por tener la dignidad de persona humana, la que crea una red de comunicación, de relaciones entre los hombres.

Para Bergoglio, Dios  «creó los seres humanos y los dejó desarrollarse según las leyes internas que Él dio a cada uno, para que se desarrollase, para que llegase a la propia plenitud» (Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias, 27 de octubre de 2014).

Bergoglio anula la Omnipotencia de Dios en el acto creador y el atributo de su Perfección, poniendo en todo lo creado un evolucionismo, que va desarrollando todas las cosas hacia su perfección, hacia su plenitud, de acuerdo a unas leyes internas. Dios no crea las cosas perfectas, sino de un modo imperfecto. No tiene ese poder para crearlo todo en su plenitud: «Cuando leemos en el Génesis el relato de la creación corremos el riesgo de imaginar que Dios haya sido un mago, con una varita mágica capaz de hacer todas las cosas. Pero no es así» (Ib).

Por eso, cuando habla de la fraternidad, está hablando de una ley interna que Dios ha puesto en el hombre cuando lo ha creado. Y esa ley interna de la fraternidad lleva al hombre hacia su plenitud.

La familia humana nace de la fraternidad original. Este es su panenteísmo: la imagen y semejanza de Dios, en la creación del hombre, la tiene todo hombre, gracias a la fraternidad.

Adán y Eva crearon la primera fraternidad: «Hizo que Adán y Eva fueran padres, los cuales, cumpliendo la bendición de Dios de ser fecundos y multiplicarse, concibieron la primera fraternidad, la de Caín y Abel. Caín y Abel eran hermanos, porque vienen del mismo vientre, y por lo tanto tienen el mismo origen, naturaleza y dignidad de sus padres, creados a imagen y semejanza de Dios» (Mensaje para la Jornada mundial de la paz del 2015, 8 de diciembre del 2014).

Adán y Eva no concibieron la primera fraternidad: no pudieron concebir hijos como Dios lo quería. Los concibieron en el pecado de Adán, por la astucia de Eva, engañada por el demonio. Luego, los hijos que tienen no pueden ser fraternales. No son hermanos y hermanas como Dios los quería. Vienen de la misma carne y sangre, pero no del Espíritu.

Y «lo que nace de la carne, carne es» (Jn 3, 14). Caín y Abel son carne. No tienen el Espíritu de Dios. Luego, no pueden amarse en Dios, según el amor de Dios. Consecuencia, es necesario que uno mate al otro, porque si no hay amor de Dios, tampoco hay amor al hermano, es imposible obrar este amor.

Esta verdad es la que niega constantemente Bergoglio. Porque él se centra en su idea de la fraternidad, como ley interna que lleva a la plenitud a todo hombre. Por esa ley interna, Adán y Eva conciben hijos fraternales, hijos que son hermanos.

Y el pecado de Caín es un error al pensamiento de la fraternidad: «El asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos» (Ib). Su pecado no es una ofensa a Dios, sino un rechazo a la vocación de ser hermanos, un rechazo a la ley interna de la fraternidad, que rige en todo hombre, la cual le lleva a su plenitud.

Esta vocación la renueva Cristo en el misterio de la Encarnación. Quien cree en Cristo, entra de nuevo en la fraternidad: «Todos los que respondieron con la fe y la vida a esta predicación de Pedro entraron en la fraternidad de la primera comunidad cristiana» (Ib). La obra de Cristo es, para Bergoglio, volver al origen de la primera fraternidad. Y, además, se hace eso por medio de un imperativo: «El ser hijo de Dios responde al imperativo de la conversión» (Ib).

Ya el ser hijo de Dios no es un don de la gracia, sino un imperativo: o te conviertes, o cambias de mentalidad, o no entras en la fraternidad.

Es un imperativo al modo de pensar humano: hay que convertirse, hay que predicar el Evangelio según los tiempos, según las culturas, según la perfección de la mente humana. De esta manera, se encuentra la perfección de la ley de la fraternidad, que Caín rechazó. No tenía alguien que le predicara, que le mostrara el evangelio de la fraternidad. Cristo viene a trae de nuevo la palabra mágica -fraternidad- que el olvidó en el Paraíso. Y la pone en su misma carne, la obra con su misma carne.

Adán y Eva concibieron el amor al prójimo, pero Caín rechazó esta vocación. Tuvo un error en la mente. Su mente no era perfecta en la ley de la fraternidad. Dios creó a Adán, pero no es un mago. No lo crea en perfección, sino con unas leyes internas que van llevando al hombre hacia su plenitud. De esa manera, Bergoglio explica el pecado de Adán y el todos los demás hombres. Hasta llegar a Cristo, que pone en el hombre el amor que ya no pasa, que es para siempre. Lo pone en la carne del hombre.

Lo tienen en cualquier homilía:

«El mandamiento de Cristo es nuevo porque Él primero lo ha realizado, le ha dado carne, y así la ley del amor está escrita una vez para siempre en el corazón del hombre…Jesús ha demostrado que el amor de Dios se obra en el amor al prójimo…Es un amor redentor, liberado del egoísmo. Un amor que dona a nuestro corazón la alegría…» (Regina Coeli, 10 de mayo del 2015

Cristo ha dado carne a su amor: lo ha materializado, lo ha puesto en el corazón del hombre. Y para siempre.

Este es el desvarío de este hombre.

«Yo pondré Mi Ley en ellos, y la escribiré en su corazón, y seré su Dios y ellos serán Mi Pueblo» (Jer 31, 33).

Jesús no da carne a su amor, sino que obra en su naturaleza humana el amor de Su Padre, el amor divino. Su mente humana tiene la idea divina, piensa lo divino. No puede apoyarse en ninguna idea humana. Su voluntad humana obra aquella idea divina, aquello que es Voluntad de Dios. La pone en acto. Y su carne humana es el instrumento para que se pueda obrar la idea divina, el Pensamiento de Su Padre.

Jesús nunca da carne a su amor. Jesús usa su carne humana para una obra divina.

En el panenteísmo de Bergoglio, la carne es algo divino. La carne misma obra lo divino, no es instrumento de lo divino. Por eso, Bergoglio tiene que caer en su idolatría, de manera necesaria.

Dios pone la Ley Eterna en la naturaleza humana: todo hombre tiene que regirse por esta Ley para ser de Dios, para adorar a Dios, para obrar el amor de Dios en su vida.

Dios pone en el corazón la gracia divina, la vida de Dios, para que el alma participe de la divinidad: sea Dios por participación, sea hijo de Dios por gracia, no por naturaleza.

El hombre ya ha perdido la imagen y semejanza de Dios, por el pecado de Adán: ya no es Dios por creación. Sólo es Dios por participación de la gracia divina.

Pero la gracia se puede perder por el pecado personal de cada hombre. Por eso, no está escrita para siempre en el corazón del hombre. Bergoglio siempre anula el pecado. Y, por tanto, pone al hombre como si fuera un dios, como si fuera un ser que nunca ha perdido la semejanza con Dios.

Dios crea al hombre a imagen y semejanza. Pero el hombre perdió las dos cosas: la imagen y la semejanza en su pecado.

Bergoglio, al poner la ley del amor escrita para siempre en el corazón, tiene que hablar de un amor redentor, liberado del egoísmo. Y, por eso, tiene que decir: el amor de Dios se obra en el amor al prójimo.

¡Gran disparate!

El amor de Dios se obra por sí mismo, en sí mismo, desde sí mismo. Nunca Dios obra en el otro, en el prójimo, desde el hombre, con el hombre.

Dios obra su Amor sin necesidad de nada ni de nadie.

Como Dios ha obrado todo por Su Amor, Dios da su Amor a todo lo creado. Pero, este dar Su Amor no es sacar lo creado de sí mismo, de lo divino. Dios lo crea todo de la nada, es decir, no existe el ser de nada.

El hombre es nada para Dios. La Creación es nada para Dios. No es algo. No pertenece a Dios. Es nada. Y de la nada, Dios saca todo lo creado.

Dios sólo se ama a Sí mismo. No ama nada fuera de Sí Mismo. Y cuando decide crear al hombre, pone en el hombre creado la capacidad para amar. Y esa capacidad es el Poder del Amor Divino, que sólo se puede obrar en la gracia y en el Espíritu.

Por eso, el amor de Dios se obra con la gracia, y así se realiza un amor al prójimo. El amor de Dios no se obra en el amor al prójimo. Se obra en la gracia, en la vida divina. La ley del amor necesita la ley de la gracia, en el corazón del hombre. Quien viva en el pecado, no puede ni amar a Dios ni amar al prójimo como a sí mismo. Hará un bien natural, un bien humano, un bien carnal, que no tiene la capacidad para salvar su alma, para poner la Voluntad de Dios en el otro. El que peca no puede amar a Dios. Sólo se ama a sí mismo en su obra de pecado.

Para Bergoglio, amor de Dios y amor al prójimo son dos cosas iguales: se confunden, se mezclan, se anulan. Es la ley de la fraternidad, que ha llegado a su plenitud con Cristo. En Cristo, amar a Dios es amar al prójimo. Es el lenguaje que él constantemente emplea para confundir a las almas que no conocen su fe. Es un imperativo moral: si amas a Dios tienes que amar al prójimo.

Nunca Bergoglio enseña el camino para amar al prójimo: que es usar la gracia divina, que es en la vida divina, en la Mente de Cristo, en los mandamientos de Dios.

Por eso, Bergoglio enseña su nueva y falsa espiritualidad:

«¡Jamás hay que negar el Bautismo a quien lo pide!» (Homilía del 26 de abril del 2015)

Una espiritualidad sin discernimiento espiritual, porque «el amor de Dios se obra en el amor al prójimo». El amor de Dios no es una Ley Eterna en la naturaleza humana. Todos los hombres son hermanos, han sido concebidos en la fraternidad. Es la ley interna de la fraternidad. Por lo tanto, en todos los hombres está la carne de Cristo. No niegues la carne de Cristo negando el bautismo a tu hermano de carne y sangre.

«En el confesonario estaréis para perdonar, no para condenar» (Ib). Es una espiritualidad amorfa, sin justicia, sin rectitud. Es un perdón que no sirve para nada porque no juzga nada, no condena nada.

El perdón al prójimo viene del amor que juzga, del amor que castiga, del amor que es recto, del que ama en la verdad de la vida.

En la espiritualidad de Bergoglio, el amor de Dios es en el amor al prójimo: está condicionado por el amor al prójimo; depende del amor al prójimo; está limitado por el amor al prójimo. Y como el prójimo es tu hermano, entonces no puedes condenarlo. Tienes que ir a la plenitud de la fraternidad, para que no seas como Caín, que rechazó la vocación – la ley interna de su naturaleza humana- que tenía escrita  en su interior.

Así, los nuevos sacerdotes, que son falsamente ordenados por Bergoglio, se hacen voz del pueblo:

«Al celebrar los sagrados ritos y elevando en los diversas horas del día la oración de alabanza y de súplica, os haréis voz del pueblo de Dios y de toda la humanidad» (Ib).

Ya no son la voz de Dios al pueblo, a toda la humanidad. Ya no enseñan la verdad divina al pueblo, sino que hablan lo que el pueblo quiere escuchar. Son los servidores del pueblo, los instrumentos del pueblo, los veletas del pensamiento de los hombres.

Es así como se va formando el cuerpo místico del Anticristo.

Primero, haciendo de la gracia un saco roto. Ya no se vive en muchas almas la gracia de cada sacramento. Sólo se viven palabras humanas, lenguaje humano, imperativos morales: jamás niegues el bautismo, no juzgues cuando confieses, conviértete…

Una vez que los hombres hacen de los Sacramentos algo –un lenguaje- que no sirve para nada, viene el cambio en la liturgia de los sacramentos. Y aparecerán los nuevos sacramentos, que son sólo burdas imitaciones de la verdad. Pronto se van a ver estos nuevos sacramentos.

Ya, de hecho, hay sacerdotes que empiezan a confesar a través del teléfono, de las redes sociales. Ya se hace una caricatura del Sacramento de la Penitencia. Ya no hay que ir en busca del sacerdote, lo que supone una penitencia, en muchos casos, sino que con un dedo, con un botón, lo encuentras al momento, y te da una falsa absolución.

Es la revolución de la estupidez.

Mucha es la Jerarquía que calla ante las palabras de Bergoglio. Y se hacen estúpidos, como lo es Bergoglio.

Y muchos son los fieles auténticamente estúpidos, que se creen todas las palabras bellas de ese bastardo de la Sagrada Escritura, que es Bergoglio.

Bergoglio es tiniebla:

«Queridos hijos, rezad con el corazón y no os apartéis de la verdad. Llegará un día en que habrá desprecio en la Casa de Dios y lo sagrado será lanzado fuera. Un Xino estará en el Trono, contrariando a muchos, pero Dios es el Señor de la Verdad. Lo que os digo ahora, no lo podéis comprender, pero un día os será revelado y todo estará claro para vosotros. El espejo: éste es el misterio. Como criaturas, confiad. Como siervos, sed fieles. Dios está controlándolo todo…» (04.04.2005 – Mensagem de Nossa Senhora, n° 2.505)

Bergoglio es el Xino. La palabra Xino hay que leerla en el espejo, delante de un espejo: Onix.

La palabra Onix viene del griego o-νυξ, que significa la noche, la tiniebla, la oscuridad, la calamidad, la desgracia.

Esto es Bergoglio: una desgracia para toda la Iglesia. Una luz que no ilumina. Una tiniebla que combate, que persigue la luz. Una piedra negra, como el ónix, que brilla por lo exterior que da, en la superficialidad de la vida, para aparentar una riqueza que no se tiene.

Bergoglio está en el trono para contrariar a muchos, para producir confusión y división en todas partes. Pero Dios es el Dueño de la Verdad. Por eso, Bergoglio sólo puede hablar sus estupideces todos los días, pero no las puede poner en ley. No puede obligar a los demás a seguir sus idioteces. Quien lo sigue es porque es idiota, como él; porque vive lo mismo que ese sujeto, piensa lo mismo, porque tiene su negocio en la Iglesia –y no quiere soltarlo- como Bergoglio.

Bergoglio es la tuerca necesaria que el demonio necesitaba para poner su camino de destrucción de la Iglesia. Ahora, vendrá el que, de verdad, rompa la autoridad papal y deje a la Iglesia en el abandono más total ante el mundo.

Salgan de lo que se cuece en el Vaticano. Queda poco tiempo para entender los signos de los tiempos. Ya son muy claros. Y hay que vivir la vida de acuerdo a esos signos, que sólo se pueden discernir en el Espíritu.

No quieran conocer el futuro viendo lo que pasa en el Vaticano, porque donde reina el demonio, allí no hay conocimiento de la verdad. Sólo está el error y la mentira, que son la base para inventarse las fábulas que todo el mundo se las traga como verdaderas, como divinas. Bergoglio es un cuenta fábulas. Y no es otra cosa. Cuenta lo que el otro quiere escuchar. Y habla a cada uno en su lenguaje. Por eso, es tan popular. Usa el lenguaje de los necios, el propio que rige en el mundo actual.

En Roma suceden muchas cosas. Pero sólo se da a conocer lo que interesa, lo que vale para la propaganda del nuevo gobierno mundial. Lo demás, lo que no interesa revelarlo, se esconde para así tener un as debajo de la manga.

Como Bergoglio no sirve, hay que cambiarlo. Pero esto no se dice al público. Sino que se da la orden de sostener las palabras heréticas de ese hombre hasta que llegue el tiempo de su renuncia. Se le hace propaganda a ese hereje porque conviene a los planes de todos. Y así como ha sido puesto en el gobierno, por el imperativo de unos pocos, así será quitado, por el imperativo de esa gentuza, que es la jerarquía masónica en Roma.

La bula del jubileo de la misericordia es una burla para toda la Iglesia

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«He escogido la fecha del 8 de diciembre por su gran significado en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II» ( ver texto, n.4)

Sólo un masón, como lo es Bergoglio, realiza un año sobre su falsa misericordia fundamentado en un Concilio. Oculta a la Inmaculada para poner su idea masónica. Profana la Pureza de la Virgen María con un acto blasfemo.

El Concilio Vaticano II ha traído tanta división a la Iglesia que es una burla decir: «La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento» (Ib). ¿La Iglesia tiene necesidad de recordar tanta división, tanta apostasía de la fe, tanto cisma que ha producido este Concilio?

La ideología masónica entró dentro de la Iglesia bajo el Concilio Vaticano II. Y ese Concilio, por la mala vida de muchos sacerdotes y Obispos –por culpa de tanta Jerarquía que ha olvidado la oración y la penitencia-, por no saber discernir e interpretar su doctrina a la luz de la fe, a la luz de la Tradición y bajo el magisterio auténtico e infalible de la Iglesia, ha sido la inspiración para que tantos sacerdotes y Obispos se rebelaran contra el Papa y el Papado, y abandonaran la Tradición católica, constituyéndose en guías ciegos de muchas almas que han arrastrado –y continúan arrastrando- a la condenación eterna.

¡Cómo se burla de todos los católicos el bufón del Anticristo, Bergoglio!

Los masones predican los mismos escritos del Concilio Vaticano II. ¿Es un año para recordar esto? ¿Hay necesidad de mantener vivo este evento? ¡Qué gran burla!

El Concilio Vaticano II no es magisterio infalible ni auténtico de la Iglesia. Y esto lo sabe muy bien Bergoglio. Y, muchos, como lo hace este falsario, dogmatizan el Concilio para su conveniencia personal, para su negocio privado en la Iglesia.

«Para ella iniciaba un nuevo periodo de su historia» (Ib): los masones pusieron falsos papas desde 1972 hasta el 2013, en que consiguieron poner al falsario Bergoglio, al que hoy llaman papa –y no lo es-, porque es sólo un juguete de la masonería.

Sí, se iniciaba un  nuevo período, pero no el de la Iglesia Católica, sino del demonio dentro de la Iglesia. Dios ha llevado a Su Iglesia por otros caminos fuera de la idea masónica imperante en el Concilio. Y, por eso, durante cincuenta años se ha visto la gran división en toda la Iglesia, pero Dios no ha roto nada, no ha separado el trigo de la cizaña, porque había una Cabeza legítima y verdadera que sostenía la Iglesia en la Verdad.

Pero, una vez que los masones, trabajando dentro de la Iglesia, con su Jerarquía infiltrada, la cual son muchos –y por sus obras se los conoce-, han quitado la Cabeza visible de la Iglesia y han puesto a un loco, vestido de papa, entonces ha comenzado el cisma dentro de la Iglesia: el gran cisma.

Y un cisma querido por Dios, para separar el trigo de la cizaña.

Dos Papas en Roma, como está profetizado: uno verdadero y otro falso.

Uno que ha mantenido la fe católica hasta el final. Pero no le dejaron seguir. Le obligaron a renunciar. Con bonitas palabras, pero obligado.

Y otro que está destruyendo lo poco que queda en pie en la Iglesia. Y al que muchos, al ser tibios y pervertidos en su vida espiritual, lo llaman santo. Y Bergoglio no tiene un pelo de santidad. Sino que  está lleno de abominación, tanto en su mente, como en su palabra y en sus obras malditas.

El Concilio Vaticano II no es un punto de partida para alejarse de la verdad del dogma, de la tradición, de la doctrina de Cristo. Muchos lo ven así: como punto de partida.

Bergoglio lo anuncia: «Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo» (Ib). Derrumbadas las murallas: punto de partida. La Iglesia ya no es una ciudadela privilegiada: punto de partida. Tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo: punto de partida.

El Concilio es continuidad. No es algo nuevo, no es el Evangelio narrado según la novedad de la mente del hombre. No hay que contar fábulas a la gente con un lenguaje bello, atractivo, con garra. No hay una Iglesia antes del Concilio ni hay una Iglesia después del Concilio. No hay un antes ni un después. Está la misma Iglesia de siempre: Santa, Inmaculada, Intocable, Inmortal. Lo que varía son los hombres, sus miembros, que no son ni santos, ni inmaculados, ni intocables, ni inmortales. Son lo que son.

Y ese Concilio fue para toda la Iglesia, no para el mundo, no para los hombres. Pero, cada uno lo tomó para su gran negocio: unos lo negaron, otros lo dogmatizaron. Y muy pocos lo pusieron en su sitio. El Papa Pablo VI lo salvó de la herejía.

El Concilio no se hizo para introducir división alguna en el tiempo histórico de la Iglesia. Fue la misma Jerarquía la que produjo esa división dentro de la Iglesia. Fueron los mismos fieles de la Iglesia lo que llevaron a esa división. Es decir, fue el pecado de unos y de otros.

Errores –pero no herejías- tiene ese Concilio por ser un magisterio abierto y espiritual. Y esto no tiene que causar asombro, porque en este magisterio abierto siempre está el error. En un magisterio dogmático no hay error. Pero no es dogmático, no define nada nuevo, sino que es espiritual, es decir, trata muchas cosas con un lenguaje espiritual.

Y, por eso, hay que tener vida espiritual para saber interpretar ese magisterio. Y este ha sido el gravísimo problema de mucha jerarquía y de muchos fieles: no tienen vida espiritual. Muchos católicos, en estos años, se han abierto sin filtros ni freno al mundo. ¡Han caído! Y la culpa no es del Concilio. Sino de esos católicos que no han sabido sostener la base de su identidad católica, la cual no se puede poner en discusión, con la apertura, con el diálogo con el mundo.

Quien tiene las ideas claras sobre su fe, no teme dialogar con nadie en el mundo. Pero no dialoga para quedar atrapado en las ideas de los hombres; no se abre al mundo para hacer las obras del mundo. Se habla para convertir al otro a la Verdad. Se come con pecadores para convertir sus almas. Pero, muchos interpretaron mal ese magisterio espiritual por no tener vida espiritual. Ahora, por supuesto, no pueden creer que Bergoglio no es papa. No les entra en la cabeza. ¡Han perdido su fe católica!

Cuando la persona se abre al mundo y a su cultura y se interroga sobre las bases mismas del depósito de la fe, es que ha comenzado en ella la apostasía de la fe.

El verdadero católico no se opone al mundo, sino que vive en el mundo pero sin el espíritu del mundo. Vivir en el mundo no es amar el mundo, no es comulgar con el mundo. Es poner en el mundo lo que éste no tiene: la verdad revelada.

Es el mundo el que se opone a la Verdad, a la Iglesia Católica, a los verdaderos católicos. Porque los que son del mundo no quieren vivir en la Iglesia, sino que la combaten totalmente.

El mundo se rebela siempre que se le dice la verdad. Cuando se habla del pecado, el mundo se tapa los oídos y alza su rebelión. Cuando a las cosas se les llama por su nombre, entonces el mundo ataca a la Iglesia por los cuatro frentes.

¿Qué es lo que predica Bergoglio?

Su gran negocio: Dios lo perdona todo, Dios te ama, Dios es muy tierno con todos. Todos los hombres son santos y justos.

¡Este es el resumen de esta burla, que es su falso jubileo de su falsa misericordia!

Bergoglio anula la Justicia de Dios y sólo pone como el fundamento de la vida espiritual, su falsa misericordia.

Este hombre se llena la boca de un sentimentalismo podrido. Todo es dar vueltas a la palabra misericordia. No es capaz de definir la Justicia de Dios, el pecado, el decreto del pecado, el decreto de la Encarnación y la Obra Redentora de Cristo en la Iglesia. Cuando habla del perdón habla de una blasfemia contra el Espíritu Santo.

«No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo» (Ib, n 14): aquí tienen la locura de esta mente diabólica.

Si no juzgas entonces percibes lo bueno en la otra persona.

Si juzgas, entonces eres presuntuoso. Ya ha sido juzgado por Bergoglio.

Este hombre no sabe discernir entre juicio espiritual y juicio moral.

Todo hombre juzga de manera necesaria, porque su razón sólo sabe hacer juicios. Esto es el abc de la filosofía. Es el juicio humano o natural.

No hay hombre que no haga juicios. No hay hombre que no juzgue.

Es necesario y conveniente juzgar.

Y ante las palabras y los pensamientos y las obras del otro, sea quien sea, hay que juzgar.

Lo que prohíbe Jesús, en Su Evangelio, es hacer un juicio moral de la persona. Es decir, juzgar su intención. Nadie conoce la intención del otro. Se ven sus obras, se ve su vida, pero no el motor, no la razón oculta por la cual se vive o se obra todo eso.

Pero lo que nunca prohíbe Jesús es hacer el juicio espiritual, tanto de las palabras, como de la mente, como de la vida y obras del otro.

Y como Bergoglio no sabe distinguir estos dos juicios, por eso, no sabe decir lo que es pecado y lo que no es pecado. Lo que hay que perdonar y lo que no hay que perdonar.

Este el punto de su falsa espiritualidad. Bergoglio tiene una fe humana. Es decir, creer significa, para él, negarse a sí mismo.

La fe divina significa obedecer a un mandamiento de Dios. Quien cree obedece.

Para Bergoglio, no es así: «creer quiere decir renunciar a uno mismo, salir de la comodidad y rigidez del propio yo para centrar nuestra vida en Jesucristo» (ver texto).

Para Bergoglio, creer es salir del propio yo, pero nunca es una obediencia a un plan de Dios. Es negarte a ti mismo: niega, renuncia a tus juicios humanos para poder percibir lo bueno que tiene el otro.

El hombre no tiene que renunciar a nada. Sólo tiene que obedecer a Dios. Esa obediencia significa negar el propio pensamiento humano, que vive en  la soberbia por nacer el hombre en el pecado original. Si el hombre sigue su juicio, ya no obedece el juicio de Dios. Y peca. Para no seguir su juicio, el hombre no tiene que salir de su yo, ni de su vida cómoda. Sólo tiene que someter su inteligencia humana al mandamiento de Dios. Y esto es sólo la fe verdadera. Después, como el hombre peca, necesita la penitencia: ayunos, mortificaciones, desprendimientos, sacrificios. Que le ayudan a vencer el principal pecado que tiene todo hombre: su soberbia.

Bergoglio está en su falsa espiritualidad, que es un falso misticismo: «la vocación cristiana es sobre todo una llamada de amor que atrae y que se refiere a algo más allá de uno mismo, descentra a la persona, inicia un »camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios”» (Ib)

La vocación cristiana no descentra a la persona. ¡Qué absurdo! La vocación divina transforma a la persona humana.

La persona no está encerrada en su yo, no vive existencialmente encerrada en ella misma: esta forma de hablar es propia del idealismo. El hombre está metido en sus ideas, construye la vida con sus ideas. Hay que sacarlo de sus ideas, tiene que salir de su yo cerrado en sí mismo. Tiene que salir de su humanidad. Y quien habla así tiene que imponer su visión de ser hombre a los demás: esto es lo que hacen todos los dictadores. Atacan al hombre, niegan al hombre, para imponer su hombre, su estilo de vida humana a los demás. Así Hitler buscó su pueblo perfecto, quitando de en medio a la escoria, a lo que él consideraba miseria humana. Es el idealismo, que da culto a la mente del hombre.

Hablan de esta forma porque han negado el pecado de soberbia y de orgullo, que es el que cierra a los hombres en el juicio propio, en su yo orgulloso. Pero la persona no vive encerrada en ella: es la soberbia la que obra esta cerrazón. Pero es una cerrazón espiritual; no es moral, ni psicológica, ni humana, ni existencial.

Entonces, Bergoglio batalla constantemente contra todo el mundo. Cada hombre vive encerrado en sus ideas, en su yo encerrado. ¿Cómo se sale? ¡No juzgues al otro! Dale un camino para sus ideas. Si juzgas al otro entonces no vas a percibir sus ideas, su mundo interior y lo vas a hacer sufrir. Y encima eres presuntuoso.

Esto es todo en la falsa espiritualidad que enseña este hombre.

Si no juzgas, entonces vas saber perdonar y dar: «Jesús pide también perdonar y dar» (Bula, n. 14).

Y, entonces, es cuando pone su programa comunista:

«En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos» (Bula, n 15).

Los de la periferia existencial: la culpa de vivir así: el mundo moderno. ¡Lucha de clases!

Gente pobre, que sufre, que no tienen voz: la culpa de todo esto: los pueblos ricos. ¡Lucha de clases!

¿Para qué hace este falso jubileo? Para atacar a las clases ricas, pudientes, altas.

Bergoglio es la voz de los pobres, no de los ricos. ¡Voz comunista!

Y vean la charlatanería de este bufón, de este loco:

«En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención» (Ib): consuela a los pobres, a los de la periferia existencial, dales un poco de solidaridad humana, atiéndeles en sus necesidades humanas, materiales, carnales. Para eso va a hacer este falso jubileo. No para quitar pecados. No para expiar los pecados ni de los pobres ni de los ricos. Lo va a hacer para hablar mal de los ricos – para juzgarlos (él que no juzga a nadie)- y para llenar estómagos de los pobres. Eso es todo.

Y, ahora, muestra su vena llorona:

«No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo» (Ib).

¿Ven su sentimentalismo podrido?

La indiferencia humilla; lo habitual anestesia. Tienes que vivir concentrado en los problemas del otro, pero no en su conversión. No puedes juzgar  su vida de pecado. Tienes que aceptarla, pero debes preocuparte por su vida de pecado para no humillar al otro. No seas juez del otro diciéndole que su homosexualidad es pecado. Acepta su homosexualidad, preocúpate de ella para no lastimar al otro. Sé tierno con el otro. Sé compasivo con el otro. Sé misericordioso, como Dios es misericordioso.

¿Ven qué podrido está Bergoglio?

¿Ven cómo todo es llorar por los hombres, que viven en sus malditos pecados, y justificarlos de muchas maneras?

No guardes el depósito de la fe, que es lo habitual que todo católico tiene que hacer si vive en el mundo, porque eso es impedimento para poder descubrir la novedad en tu hermano que vive en su herejía.

¡Es todo justificar al pecador y su pecado!

Tienes que abrir tus ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tanta gente que no tiene dignidad: ya no abras tus ojos para mirar que la gente está viviendo en su pecado, y que es necesario la oración y la penitencia para sacarlos de su pecado.

¡Hay mucha gente sin dignidad humana! ¡Dales dignidad! ¡Dales solidaridad! ¡Dales dinero! Dales un poco de fama mundial! ¡Hagamos un mundo con personas con dignidad! ¡Comunismo y masonismo!

¡Qué pena de tantos católicos que se van a condenar por seguir a Bergoglio!

Las prostitutas tienen más claro el camino de salvación que muchos católicos que tienen a Bergoglio como su papa.

¡Es más fácil que se salve una prostituta que un católico que obedezca a Bergoglio!

Bergoglio te predica el beso y el abrazo: «Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad» (Ib). Pura idea masónica. Abraza al prójimo aunque sea el mayor hereje de la historia, aunque sea un ateo que blasfema contra Dios, aunque sea un musulmán que corta cabezas por cortarlas. Dales un abrazo. Se lo merecen. Dales un signo de fraternidad natural.

¡Qué locura de bula!

¡Qué burla esta bula de la falsa misericordia!

Ni una palabra sobre el pecado, que es el mal de este mundo. Ni una palabra. Todo es dar vueltas a lo mismo:

«Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (Ib): no tienes una conciencia despierta ante la pobreza; no miras a los pobres que son los privilegiados de esta falsa misericordia.

Es siempre lo mismo: los pobres, los pobres, los pobres. Bergoglio ha puesto a los pobres por encima de Dios. Su claro comunismo. ¡Cómo apesta este hombre a humanismo! ¡Es su herejía favorita!

Y, por supuesto, dice su gran blasfemia:

«Ser confesores no se improvisa. Se llega a serlo cuando, ante todo, nos hacemos nosotros penitentes en busca de perdón. Nunca olvidemos que ser confesores significa participar de la misma misión de Jesús y ser signo concreto de la continuidad de un amor divino que perdona y que salva. Cada uno de nosotros ha recibido el don del Espíritu Santo para el perdón de los pecados, de esto somos responsables» (Ib): como no tienes que juzgar al otro, entonces a perdonar sin límites. Y la gran blasfemia es que el Sacramento se ha dado tanto para atar como para desatar. No se nos ha dado el Espíritu Santo para perdonar pecados, sino para hacer un juicio tanto al pecador como a su pecado.

¡Pobres sacerdotes, lo que les espera en ese año de maldad como se atrevan a negar el Sacramento a un pecador!

Bergoglio sólo coge la palabra misericordia y la repite sin cesar en toda esta bula. Es una palabra vacía, acomodada a la mala interpretación que hace de todos los textos de la Sagrada Escritura y de los Papas.

Le sale un documento que es una burla de la Justica y de la Misericordia Divinas. ¡Una auténtica burla!

¡Qué pocos saben ya enfrentar a Bergoglio como lo que es en la realidad!

¡Ahora, todos temen ya lo que va a suceder después de Octubre! Todos lo palpan.

Pero todos son culpables porque tiempo han tenido de llamar a las cosas por su nombre. Y sólo por agradar a un hombre, a este falsario, todos entran en el castigo que viene para toda la Iglesia, que se manifestará en el mundo entero.

Castigo divino: todos encerrados en una gran oscuridad, de la cual nadie puede ver. Es la oscuridad del demonio: su tiniebla. Y, en esa tiniebla espiritual, la condenación de muchos, fieles y Jerarquía, que a pesar de su gran inteligencia, se merecen el infierno.

No salvan las teologías. Sólo salva poner la cabeza en el suelo y pedir a Dios misericordia. Pero el gran pecado de muchos en la Iglesia es que se creen salvados y santificados por su teología, porque han sabido interpretar a su manera el Concilio.

Y para no apartarse de la enseñanza espiritual del Concilio, el alma no tiene que apartarse de la Voluntad de Dios en la Iglesia, que es en lo que muchos han caído. Por querer sus tradiciones, sus liturgias, sus magisterios, se han alejado de la Voluntad de Dios en una Cabeza Visible. Y vemos la gran división que todo eso ha traído.

Ahora, todos siguen a un ignorante de la Verdad. Y a pesar de ver sus grandes herejías, sus claras obras de apostasía y su obra cismática en su gobierno, se someten a su mente humana. No tienen las agallas de levantarse contra ese hombre. En sus teologías no lo ven claro.

No salvan las teologías, sino la fe de los sencillos.

¡Cuánta gente sin inteligencia sabe lo que es Bergoglio!

¡Cuánta Jerarquía con años de teología y todavía no creen que Bergoglio no es papa! Se van a condenar.

En este tiempo de Justicia, sólo las almas sencillas se salvarán. Los demás, les espera una gran condenación. Y sólo porque ellos la han buscado en sus grandes teologías.

Esta bula del jubileo de la misericordia es una burla a la Misericordia de Dios. No es un año de bendición divina, sino de maldición. Y esa maldición la obra el demonio dentro de la Iglesia.

La iglesia del mundo visible en Roma

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«Hay quien considera que puede tener una relación personal, directa, mediata con Jesucristo fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia… ser cristiano significa pertenencia a la Iglesia. El nombre es «cristiano», el apellido es «pertenencia a la Iglesia» (25 de junio del 2015).

Muchos católicos no son capaces de ver la herejía en estas palabras del falsario, porque ya no conocen su fe católica.

«…ser cristiano significa pertenencia a la Iglesia»: esta es la gravísima herejía. Si tienes el nombre de cristiano, entonces perteneces a la Iglesia.

En otras palabras: si no estás bautizado, pero te llamas cristiano, perteneces a la Iglesia.

Si crees en tu idea de Cristo, si para ti Cristo es lo que se profesa en el budismo o en el judaísmo, o en cualquiera otra religión, entonces perteneces a la Iglesia.

Si no vives en gracia, sino en tu grandioso pecado, si no tienes los Sacramentos o una vez los recibiste, pero ya no los practicas o lo haces mal, si no obedeces al Romano Pontífice, sino que haces lo que te da la gana en tu vida, entonces eres de la Iglesia, perteneces a la Iglesia.

¿Ven o no ven la gravísima herejía?

Bergoglio está enseñando su iglesia mundial: la que es para todo el mundo. Con tal de que te llames cristiano, con tal de que te pongas el nombre de cristiano, un nombre vacío, un lenguaje humano, una palabra que todo el mundo usa para no decir nada, entonces perteneces a la iglesia que está levantando ese hombre, al cual muchos le ponen el nombre de papa.

Ahora, resulta que eres de la Iglesia porque tienes que seguir a Bergoglio. Si no sigues a Bergoglio como el gran papa del mundo, de los herejes, de los pervertidos, de los homosexuales, entonces no perteneces a la Iglesia. Tienes que tener el nombre de Bergoglio. Tienes que decirlo.

Si dices: Bergoglio no es papa. Entonces, no perteneces a la Iglesia.

Todo el mundo se apunta, ahora, al juego del lenguaje humano.

Para ser de la Iglesia hay que colocarse el nombre de cristiano.

Para estar en comunión con la Iglesia hay que colocarse el nombre de Bergoglio: hay que llamar a Bergoglio como papa. Y no importan sus claras herejías. Eso no interesa. Es el nombre el que interesa. Si no tienes el nombre de ese tipejo, si no dices el nombre de ese tipejo, si no lo llamas papa, estás condenado, has cometido el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo.

Así piensan muchísimos católicos.

Para ser miembro de la Iglesia, es necesario poseer una perfecta unión con el Cuerpo de la Iglesia. Esto significa que la persona debe ser bautizada, y vivir su bautismo dentro de la comunión visible de hombres que profesan la misma fe divina, que comparten los mismos siete sacramentos y que están en obediencia al Romano Pontífice.

Estos son los tres requisitos externos de unión: si la Iglesia es visible, entonces sus miembros se conocen por estas tres cosas:

«Pero entre los miembros de la Iglesia sólo se han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del Bautismo, y, profesando la verdadera fe, no se hayan separado, miserablemente, ellos mismos, de la contextura del Cuerpo, ni hayan sido apartados de él por la legítima autoridad a causa de gravísimas culpas… Por lo cual, los que están separados entre sí por la fe o por la autoridad, no pueden vivir en este único Cuerpo, ni tampoco, por lo tanto, de este su único Espíritu» (Mystici Corporis, n. 10).

«Porque cuantos somos creyentes, teniendo… el mismo espíritu de fe, nos alumbramos con la misma luz de Cristo, nos alimentamos con el mismo manjar de Cristo y somos gobernados por la misma autoridad y magisterio de Cristo» (Mystici Corporis, n. 32).

Es claro lo que dice el Papa Pío XII: hay que estar bautizados.

Pero, además, hay que profesar la fe verdadera: la fe católica. Hay que obedecer el magisterio auténtico e infalible de la Iglesia. Si no se obedece este magisterio, ya no tienes la fe verdadera.

Hay muchos católicos que no saben lo que es este magisterio. No lo conocen. Para ellos, no existe el pecado, ni el infierno, ni el purgatorio, ni la penitencia, ni la cruz, ni la gracia, ni los sacramentos, etc…

Hay que tener la misma Luz de Cristo: su doctrina. Esa doctrina son dos autoridades en la Iglesia Católica: la Palabra de Dios y el magisterio auténtico e infalible.

Estas dos autoridades están por encima del Papa, de los Obispos, de los Concilios, de los Cónclaves, de cualquier miembro de la Iglesia.

Estas dos autoridades son la Luz de Cristo, que se da a todo el mundo para que pueda creer.

Pero, además, hay que vivir los Sacramentos: hay que alimentarse de la Eucaristía. Si vives en tu pecado, sin confesarlo en el Sacramento de la Penitencia, entonces no puedes recibir al Sacramento de la Eucaristía y, en consecuencia, el Bautismo y la Confirmación los metes en un saco roto: no te sirven de nada. Y, mucho menos, el Sacramento del Matrimonio o el del Orden.

Si no usas bien los Sacramentos, NO ERES IGLESIA visiblemente.

¡Cuánta gente pervertida que no discierne lo que comulga y se come su propia condenación!

Pero, además, hay que someterse a la Jerarquía: gobierno vertical en Pedro. Si no obedeces al Papa, NO ERES IGLESIA visiblemente.

Los sedevacantistas, los lefebrvistas, y tantos católicos de nombre, no se someten a un Papa. NO SON IGLESIA visiblemente.

¡Y, ahora resulta, que todos quieren ser iglesia obedeciendo a un falso papa!

¡No comprendemos cuál es la fe de muchos católicos!

¿Para qué se dicen católicos?

¿Para qué están en la Iglesia?

Para pertenecer a la Iglesia, externamente, son necesarias estas tres cosas. Pero para pertenecer a la Iglesia, internamente, sólo se necesita las tres virtudes teologales:

«Puesto que no todos los pecados, aunque graves, separan por su misma naturaleza al hombre del Cuerpo de la Iglesia, como lo hacen el cisma, la herejía o la apostasía. Ni la vida se aleja completamente de aquellos que, aun cuando hayan perdido la caridad y la gracia divina pecando, y, por lo tanto, se hayan hecho incapaces de mérito sobrenatural, retienen, sin embargo, la fe y esperanza cristianas, e iluminados por una luz celestial son movidos por las internas inspiraciones e impulsos del Espíritu Santo a concebir en sí un saludable temor, y excitados por Dios a orar y a arrepentirse de su caída» (Mystici Corporis, n. 10).

Bergoglio cae en otra herejía: «Hay quien considera que puede tener una relación personal, directa, mediata con Jesucristo fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia»: está negando que Cristo sea la Cabeza invisible de la Iglesia y, por lo tanto, hay almas que no son Iglesia visiblemente, pero si pertenecen a la Iglesia de manera invisible, por su unión con Cristo. Se puede tener una relación personal con Cristo porque sólo los pecados de herejía, de cisma, de apostasía de la fe, sacan de la comunión y de la mediación de Cristo, que es la Iglesia. El gravísimo problema de Bergoglio es poner la Iglesia en el pueblo, en una comunidad de personas; pero no la pone en Cristo. Y entonces tiene que caer en esta gravísima herejía: para tener comunión con Cristo, para tener una relación personal con Cristo tienes que ser de la Iglesia, tienes que estar en comunión con la Iglesia. Y, en esas palabras, deja de reconocer, está anulando que la Iglesia es Cristo. Pone la Iglesia en los hombres, como dice en su discurso: «Nadie llega a ser cristiano por sí mismo. No se hacen cristianos en el laboratorio. El cristiano es parte de un pueblo que viene de lejos. El cristiano pertenece a un pueblo que se llama Iglesia y esta Iglesia lo hace
cristiano».

¿Ven la maldad de este hombre?

El cristiano es parte de Cristo, no de un pueblo que viene de lejos. Uno se hace cristiano porque cree en Cristo, no porque cree en un pueblo. Al poner la Iglesia en el pueblo, entonces tiene que cargarse a Cristo como Rey y como Cabeza de la Iglesia. Y, por eso, lo que vemos en el Vaticano es la iglesia de un hombre, de un conjunto de hombres que han anulado la verdad, que es Cristo, y la Iglesia, que es Cristo y sus almas. Sólo queda el pueblo, el mundo, la masa.

Sólo la herejía, el cisma y la apostasía de la fe impiden ser de la Iglesia. Los que no han cometido estos tres pecados, pero sí viven en sus pecados no confesados, todavía son de la Iglesia pero no externamente.

Estos son los católicos tibios, que son muchos.

Los pervertidos, a los cuales ya no se les puede llamar católicos, son los que han cometido los tres pecados que sacan de la Iglesia: herejía, cisma y apostasía de la fe. Bergoglio es un pervertido. Todo el gobierno horizontal, ese grupo de cardenales que gobierna en la actualidad la Iglesia, son pervertidos. No son Iglesia.

Cuando el alma pierde la fe, entonces ya no puede pertenecer al Cuerpo de la Iglesia. Mientras mantenga la fe, hay una esperanza de conversión, y de salir del pecado. Todavía están unidos a la Cabeza Invisible de la Iglesia, que es Cristo, aunque no participen ni en los Sacramentos ni obedezcan a la Jerarquía. Externamente, no pertenecen a la Iglesia porque no obran visiblemente ni los Sacramentos ni se ponen en obediencia a la Jerarquía. Internamente, son de la Iglesia porque todavía no han renegado totalmente de Cristo, Su Cabera Invisible.

Ahora mismo, en la actualidad, observamos muchos falsos católicos que siguen a un falso papa.

Para ser de la Iglesia, en lo externo, para que sea vea visiblemente la Iglesia, es necesario el gobierno vertical del Papa: es necesaria una cabeza visible. Como Benedicto XVI no gobierna la Iglesia, y es el Papa verdadero y legítimo, es la legítima autoridad en la Iglesia, entonces la Iglesia ya no es visible. Falta el gobierno del Papa. Falta la cabeza visible. Es gobernada solo por Su Cabeza Invisible, que es Cristo. Por este gobierno invisible, la Iglesia se hace invisible: ya no se puede ver exteriormente, en una Jerarquía, en una Cabeza visble.

Pero resulta que un grupo de cardenales está gobernando exteriormente la Iglesia, con un gobierno horizontal. Eso que se ve, esa iglesia que resulta de ese gobierno horizontal, no es la Iglesia Católica. No es la Iglesia en Pedro, en un gobierno vertical. No es la Iglesia visible de Cristo.

Luego, quien obedece a ese gobierno, quien obedece a ese falso papa, se convierte, visible, externamente, en un falso católico.

El católico verdadero obedece al Papa legítimo. El falso católico obedece a un falso papa, que es ilegítimo, inválido, por su manifiesta herejía.

El católico tiene que ponerse en la Verdad para ser católico. El católico tiene que reconocer la verdadera autoridad en la Iglesia para ser católico.

Si no te pones en la verdad, sino sabes discernir a la Jerarquía de la Iglesia, te conviertes, te transformas en un falso católico.

Es lo que vemos en todas partes desde hace dos años. Está surgiendo una falsa iglesia. Luego, tienen que aparecer, visiblemente, los falsos católicos. Son los siguen a un falso papa y están en una falsa iglesia.

Los católicos verdaderos tienen que desparecer exteriormente. Es necesario que desaparezcan porque visiblemente no hay una cabeza que los gobierne.

Un católico verdadero no puede pertenecer visiblemente a la iglesia de Bergoglio y compañía. No puede. Es un gobierno horizontal. No es el gobierno visible en Pedro.

Luego, la Iglesia de Cristo pasa a ser el Reino de Dios, pero ya no está visiblemente en la Jerarquía.

Está visiblemente en cada corazón que permanece, que es fiel a la Verdad. Pero esos corazones fieles no pueden unirse bajo una cabeza visible, bajo un papa. Entonces, no hay Iglesia visible. Pero sí hay Iglesia invisible en Cristo.

Cada alma sigue unida a Cristo, pero el Cuerpo de Cristo no tiene cabeza visible: no se puede ver exteriormente. Por eso, la Iglesia pasa a ser remanente, tiene que estar escondida. Tiene que ser perseguida. En cada corazón está la verdad que no se muestra exteriormente. Y conviene que no se muestre. Hay, en la actualidad, muchos lobos, muchos falsos profetas que destruyen la fe católica.

Por eso, ahora no es tiempo de convertir a nadie. Y quien se convierta a la Iglesia católica, que no existe visiblemente, es una falsa conversión. Se convierte a la iglesia de Bergoglio y compañía, que visiblemente es una falsa iglesia.

Los católicos verdaderos, si quieren seguir en su fe católica, tienen que salir de todas las estructuras externas de la Iglesia porque han sido tomadas por un gobierno horizontal, que ya visiblemente no hace la Iglesia en Pedro.

¡Cuánto cuesta entender estas cosas a los católicos!

La Iglesia no es un conjunto de hombres, con un pensamiento común, con unas ideas, con unas obras más o menos buenas.

La Iglesia es Cristo y sus almas. Y cada alma tiene que estar unida a Cristo. Es la vid y los sarmientos. Cristo es el tronco de la vid. Las almas se unen a esa vid para poder alimentarse de Cristo.

En la Iglesia ningún hombre se alimenta de la mente del hombre. En la Iglesia, cada alma tiene que estar unida a la Mente de Cristo, unida a la Voluntad de Dios en Cristo, unida al Espíritu de la Verdad que procede del Padre y del Hijo.

Si no hay esta unión, vana es esa iglesia.

Una iglesia de hombres es la que vemos en el Vaticano y en muchas parroquias. Y ya eso es una falsa iglesia. Salgan de ahí porque es el inicio de la gran abominación.

El pensamiento de herejía de Bergoglio

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Bergoglio es un hombre que ha usurpado el Papado; es decir, es un falso papa, rodeado de una falsa jerarquía, con el fin de levantar una nueva estructura de iglesia.

Y esto lo hace «a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos» (EG – n.223), porque es necesario «preocuparse por generar procesos que construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un rédito político, fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana» (EG – n. 224).

Este es el claro pensamiento herético de este hombre, que nace de su principio masónico: el tiempo es superior al espacio.

Su reforma es lanzar al pueblo sus ideas, sembrar su falsa doctrina de la misericordia, para que genere procesos, es decir, ideas, vidas, obras, actitudes, con el fin de construir el pueblo que ellos necesitan para su nueva iglesia. No les preocupa la inmediatez, porque saben cómo es la Iglesia. Ellos van hacia la plenitud humana: alcanzar la cima del pecado de humanismo. El culto al hombre, la idea del hombre, la obra del hombre, la vida del hombre. Todo entorno al hombre. Y necesitan gente para eso.

Con Bergoglio, el concepto de pecado ha desaparecido y sólo se asoma el concepto luterano de misericordia, que el Concilio de Trento ha anatemizado:

  • D-822 Can. 12. Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza de la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos, sea anatema [cf. 798 y 802].

Esto es constante en las homilías de Bergoglio: Dios todo lo perdona, no se cansa de perdonar. Sólo hay que confiar en Dios que perdona.

  • D-831 Can. 21. Si alguno dijere que Cristo Jesús fue por Dios dado a los hombres como redentor en quien confíen, no también como legislador a quien obedezcan, sea anatema.

Jesús es sólo el hombre que salva, no es el Dios al que hay que escuchar. No vienen a poner una ley, una doctrina, un gobierno, sino que viene a estar con los hombres, a caminar con ellos, a vivir su misma vida.

  • D-837 Can. 27. Si alguno dijere que no hay más pecado mortal que el de la infidelidad, o que por ningún otro, por grave y enorme que sea, fuera del pecado de infidelidad, se pierde la gracia una vez recibida, sea anatema [cf. 808].

Si eres infiel a la fe en Cristo, entonces no te puedes salvar. Eso es un grave pecado. Los demás pecados no existen, no quitan la gracia. Por eso, los sodomitas están en gracia. Los malcasados permanecen en la gracia. Sólo los corruptos no están en gracia: son infieles a la fe.

Estas tres cosas son la base de la falsa misericordia de Bergoglio. Constantemente las predica, de una manera o de otra. Pero siempre él enseña estos anatemas como una verdad que hay que seguir en su nueva iglesia.

Ya la homosexualidad no se considera un pecado, ni una tendencia desordenada, no es un acto en contra de la ley natural, sino que se reconoce en ellos una tensión hacia el bien, con derechos jurídicos y con una acción de acogimiento pastoral. Después del Sínodo, se han aplicado aperturas pastorales, que son totalmente contrarias a la doctrina. Y han sido llevadas a cabo por la jerarquía modernista, que apoya en todo a Bergoglio.

Bergoglio desprecia la Tradición, la Roma Eterna de los Papas y toda la Liturgia. Su pensamiento es claro en la entrevista concedida al P. Antonio Spadaro, Director de La Civiltà Cattolica:

«El Vaticano II supuso una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea. Produjo un movimiento de renovación que viene sencillamente del mismo Evangelio. Los frutos son enormes. Basta recordar la liturgia. El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo, releyendo el Evangelio a partir de una situación histórica completa. Sí, hay líneas de continuidad y de discontinuidad, pero una cosa es clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es absolutamente irreversible. Luego están algunas cuestiones concretas, como la liturgia según el Vetus Ordo. Pienso que la decisión del papa Benedicto estuvo dictada por la prudencia, procurando ayudar a algunas personas que tienen esa sensibilidad particular. Lo que considero preocupante es el peligro de ideologización, de instrumentalización del Vetus Ordo».

  • La cultura contemporánea debe ser leída a la luz del Evangelio: con Bergoglio es al revés: el Evangelio se lee a la luz de la sabiduría del mundo, no ya del hombre. De lo que hay en cada cultura en el mundo. Las consecuencias de este pensamiento son claras: demos al mundo lo que pide. ¿Por qué no bendecir las hojas de coca?
  • La crisis de la fe es por la crisis de la liturgia: para Bergoglio, la Iglesia no ha gozado de tanta salud espiritual. Grandes y enormes frutos. Ya la liturgia sirve al pueblo, no a Dios. Es para dar culto al hombre, no a Dios. Las consecuencias son manifiestas: bautizar a los hijos de los homosexuales, casar a los homosexuales, romper el vínculo matrimonial, permitir la comunión a todo hombre por más pecador que sea.
  • El Evangelio es inmutable: para este hombre, la situación histórica ha cambiado el Evangelio. Por tanto, han evolucionado todos los dogmas. Los Misterios de Dios ya no son misterios, sino una forma de inteligencia humana, una función del lenguaje humano. La verdad es gradual, no objetiva.
  • La doctrina auténtica ha desaparecido, de hecho y de derecho: es el peligro de ideologización del Vetus Ordo. En otras palabras, la represión de la Tradición se desarrolla por medios de medidas autoritarias, fuera del derecho establecido. Esos son los casos de los Franciscanos de la Inmaculada; la remoción del Cardenal Burke, y otros.

Con Bergoglio la ruptura es innegable. No hay continuidad en su falso papado. Muchos reconocen esta ruptura, pero siguen llamando a este hombre como Papa.

El daño ya es abismal en toda la Iglesia: hay una clara división en la Jerarquía y en los fieles.

Bergoglio está llevando a toda la Iglesia hacia su autodestrucción: Ella misma se destruye porque no ataca la herejía que vive dentro de Ella, en su propia Jerarquía, en su propia cabeza que la gobierna, de una forma dictatorial.

Es una dictadura lo que vemos en la Iglesia: el dictado de la mente de un hombre. Su imposición como doctrina verdadera. Y, por lo tanto, Bergoglio tiene que enfrentarse a todos los verdaderos católicos. Es lo que hace todos los días en sus homilías desde Santa Marta. No hay una en que no martillee a los defensores de la Tradición, del dogma, que son los que cargan sobre los hombres pesos insoportables.

Bergoglio odia a todos los católicos verdaderos: los pisotea constantemente. Para ellos no hay ninguna misericordia. Y es lo normal en él y en todo su clan: tiene que levantar su iglesia en donde los moralistas, los tradicionalistas, todo lo que huela a doctrina eterna, inmutable, no puede tener cabida.

La doctrina de la Iglesia es inmutable. Y la práctica pastoral no puede contradecir a la doctrina. De hecho, se la está contradiciendo constantemente. Y eso conlleva la instalación, de una manera disfrazada, de una nueva doctrina. Es así como se hace siempre cuando se quiere destruir una verdad. Se le ataca, no frontalmente, sino de manera oculta, disfrazada, velada. Es la obra del masón: el trabajo oculto.

La doctrina de Kasper, que es lo que sigue al pie de la letra Bergoglio, contradice totalmente la doctrina de la Iglesia. Y esa doctrina ya ha sido lanzada por Bergoglio para poner clara división en toda la Jerarquía.

Es una batalla, que ha arrojado el demonio, a través de Bergoglio, para imponer un gran mal a toda la Iglesia. Y la verdadera Jerarquía está callada. No lucha como tiene que hacerlo. No batalla. Se conforma con lo que tiene. Y eso va a ser el triunfo del mal en toda la Iglesia. Tienen miedo de perder el plato de lentejas. Miedo. Y no hay otra razón. Las almas se condenan y ellos callan. Esto es gravísimo para toda la Iglesia. Esta es la tibieza, clara y manifiesta, en toda la Jerarquía verdadera.

Bergoglio no cree en la Divinidad de Jesús (“Jesús no es un Espíritu”) y, por lo tanto, tiene que construir su falsa espiritualidad y misticismo: la divinización del hombre:

«Mi hermano Domenico me decía que aquí se realiza la Adoración. También este pan necesita ser escuchado, porque Jesús está presente y oculto detrás de la sencillez y mansedumbre de un pan. Aquí está Jesús oculto en estos muchachos, en estos niños, en estas personas. En el altar adoramos la Carne de Jesús; en ellos encontramos las llagas de Jesús. Jesús oculto en la Eucaristía y Jesús oculto en estas llagas. ¡Necesitan ser escuchadas! Tal vez no tanto en los periódicos, como noticias; esa es una escucha que dura uno, dos, tres días, luego viene otro, y otro… Deben ser escuchadas por quienes se dicen cristianos. El cristiano adora a Jesús, el cristiano busca a Jesús, el cristiano sabe reconocer las llagas de Jesús. Y hoy, todos nosotros, aquí, necesitamos decir: «Estas llagas deben ser escuchadas». Pero hay otra cosa que nos da esperanza. Jesús está presente en la Eucaristía, aquí es la Carne de Jesús; Jesús está presente entre vosotros, es la Carne de Jesús: son las llagas de Jesús en estas personas» (4 de octubre 2013).

Bergoglio pone en el mismo plano la Eucaristía y la carne de los discapacitados. Esto sacraliza la carne de los hombres que sufren por muchos motivos. Sólo por analogía la carne de los pobres es la de Cristo, pero no de una manera unívoca.

En la Eucaristía, Jesús está presente, vivo, es verdadero; pero en los pobres, en las persona enfermas, Jesús no está presente. Su carne no es la carne de Jesús. Sus llagas no son las llagas de Jesús. Esta forma de hablar tiene el sabor de la herejía y lleva a la herejía.

Todo lo que se hace «al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho» (Mt 25, 40), pero la Iglesia siempre ha enseñado y practicado el sentido de la pobreza evangélica, la de los pobres en espíritu. Quien viva esta espiritualidad, obra en consecuencia: ayudando con sus obras de misericordia a los pobres materiales por un sentido de expiación del pecado, no por un sentido de un bien humanitario.

Quien siga la doctrina de este hombre cae en dos pecados: antropocentrismo y la idolatría del pauperismo. Es decir, se mete de lleno en la doctrina comunista, del bien común, produciendo que la doctrina social de la Iglesia se anule totalmente.

El pobre no es Cristo. El Evangelio enseña la pobreza espiritual y a amar a los pobres. Pero eso no significa que el Evangelio consista en el mismo pobre o en la pobreza. Y, por lo tanto, no significa que el católico tenga que escuchar a los pobres. Se escucha la voz de Cristo. Y por mandato del Padre: «Este es Mi Hijo amado: escuchadlo». Ningún católico escucha a los hombres en la Iglesia. Para ser Iglesia hay que escuchar la Voz de Cristo en el corazón. Lo demás, es la falsa espiritualidad de los pobres materiales, de los machacados, de los discapacitados; y el falso misticismo de construir el cuerpo místico de los hombres, que es la divinización de todo lo humano. Es la iglesia de los pobres y para los pobres: de los hombres y para los hombres.

No se puede equiparar, como lo hace Bergoglio, el amor a los pobres con la adoración a Cristo. Cuidar a los pobres no es adorar a Cristo. Cada uno tiene su lugar en la creación. Los pobres siempre los tendréis, para hacer con ellos una obra de expiación del pecado. Pero no siempre a Cristo se le tiene, se le posee. El alma que no está en gracia no posee a Cristo. Lo tiene en el Altar, en el sagrario, pero no vive imitando a Cristo, siendo otro Cristo por participación de la gracia.

Como Bergoglio anula la Persona Divina de Jesús (“Jesús es sólo un hombre, una persona humana, pero en la gloria”), la encarnación se realiza en todos los hombres: «estas personas y sus llagas son la carne de Jesús». Jesucristo no se ha encarnado en la humanidad. Ha asumido una naturaleza humana, pero ésta no es la de todos los hombres, sino la del hombre Jesús. Su Persona Divina, el Verbo, que Bergoglio niega absolutamente, asume un alma humana y una carne humana, unidas entre sí de manera sustancial. Y producen un ser divino, que no es un hombre solamente: es Dios y Hombre verdadero, sin persona humana. Y se adora al Verbo Encarnado. No se adora a los pobres ni a ningún hombre en la tierra. Porque Jesús sólo está en la Eucaristía, no en los pobres. En los pobres está de manera mística, pero no espiritual. Está por sus pecados. Los pecados de los pobres, como los pecados de los ricos, como los pecados de todo hombre, ofenden al Verbo Encarnado de una manera mística. Y son por estos pecados la causa de la muerte de Cristo. Jesús no murió por los pobres, ni por los ricos, ni por ningún hombre. Murió por los pecados de todos los hombres.

Poniendo a Jesús presente en todos los hombres, se está diciendo que el Verbo se une con la naturaleza pecaminosa de cada hombre. De esa manera, hay que anular el dogma de la Inmaculada Concepción, el dogma del pecado original y el dogma de la Redención.

Si Jesús se encarna en cada hombre, todos los hombres tienen una huella divina perenne en su naturaleza. No se borra por más que pequen, haciendo del bautismo una gracia por naturaleza, no por adopción:

«El hijo de Dios se ha encarnado para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de la fraternidad. Todos hermanos y todos hijos de Dios. Abba, de esta manera él llamaba al Padre. Yo os trazo el camino, decía. Seguidme y encontraréis al Padre y seréis todos hijos suyos y él se complacerá en vosotros. El ágape, el amor de cada uno de nosotros hacia todos los demás, desde los más cercanos hasta los más lejanos, es precisamente el único modo que Dios nos ha indicado para encontrar la vía de la salvación y de las Bienaventuranzas» (1 de octubre 2013).

  • El Verbo se ha encarnado para redimir al hombre de su pecado: no se ha encarnado para dar al hombre un sentimiento de la hermandad. La auténtica hermandad nace de la Cruz, no del amor humano. En el alma del hombre no está la hermandad.
  • El amor de Cristo a los hombres, que es el ágape, es el punto de partida para poder amar a los hombres: no es el amor de cada uno de nosotros para los demás el camino de la salvación.
  • Todos somos criaturas. El Hijo de Dios es uno solo: El Verbo, el cual no ha sido creado sino generado por el Padre y se ha hecho hombre en el seno virginal de María. No se ha hecho hombre en toda la humanidad. Por lo tanto, no todos los hombres son hijos de Dios. Jesús, al encarnarse, cambia la naturaleza humana, la transforma con su gracia, la cual nos hace ser hijos de Dios por participación de la vida divina, que se da en los Sacramentos.
  • El hombre es hijo de Dios por adopción, no por naturaleza: somos hijos en el Hijo, si lo acogemos por fe. El hombre es hijo de Dios por adopción si cree en el Nombre de Jesús (Jn 1, 12). No es por el sacramento del Bautismo, sino por la fe en Cristo. Sin esa fe, el Bautismo y todo sacramento se vuelve inútil porque hay un obstáculo que impide que la vida divina pueda ser obrada por el hombre viador.
  • Dios da la gracia al hombre, pero no sustituye su naturaleza humana: sólo la transforma: «Todos nosotros, a cara descubierta, contemplamos la Gloria del Señor como en un espejo y nos transformamos en la misma Imagen, de gloria en gloria, a medida que obra en nosotros el Espíritu del Señor» (2 Cor 3, 18).
  • La salvación no es automática, sino que hay que acogerla. Y, por eso, el sentido de la Iglesia, del Cuerpo Místico de Cristo: es la que enseña a salvarse. Es la que anuncia y proporciona la salvación que Cristo ha dado a todos los hombres. Es la Iglesia la que salva, no es el amor de los hombres para con los demás.

Constantemente, Bergoglio cae en esta idolatría del hombre. Cojan cualquier discurso, homilía y ahí tienen su clara herejía.

Bergoglio no cree en el Dios católico. Por lo tanto, levanta su falso ecumenismo. Y lo hace de su principio masónico: la realidad es superior a la idea.

«Existe también una tensión bipolar entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine separándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma. De ahí que haya que postular un tercer principio: la realidad es superior a la idea» (EG – n. 231)

El diálogo, para Bergoglio, no tiene que separar idea y realidad. La idea de un Dios católico no es objetiva, sino gradual: hay una tensión bipolar entre la idea y la realidad. En el tiempo histórico, la idea de un Dios católico servía para esa realidad de la vida. En los tiempos modernos, esta idea está desfasada. Ha crecido tanto los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría, que la idea de un Dios católico ha alejado de la realidad de la vida.

La idea tiene que elaborarse, es decir, el dogma tiene que evolucionar, cambiar, buscando el bien común. No hay que buscar la verdad Absoluta. El bien común es superior a cualquier verdad. La vida de los hombres, sea ésta la que sea, vivan en pecado o vivan en santidad, es lo que vale, es lo superior, está por encima de la idea de un Dios católico.

Por lo tanto, Bergoglio tiene que ir a su falso ecumenismo, que es el camino del diálogo entre todas las religiones, para buscar la realidad de una iglesia universal, para todos, en la que la idea esté por debajo del bien común, del bien globalizante:

«el ecumenismo es un aporte a la unidad de la familia humana… No se trata sólo de recibir información sobre los demás para conocerlos mejor, sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros… Una mirada muy especial se dirige al pueblo judío, cuya Alianza con Dios jamás ha sido revocada… Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas… Así aprendemos a aceptar a los otros en su modo diferente de ser, de pensar y de expresarse… Un diálogo en el que se busquen la paz social y la justicia es en sí mismo, más allá de lo meramente pragmático, un compromiso ético que crea nuevas condiciones sociales… La evangelización y el diálogo interreligioso, lejos de oponerse, se sostienen y se alimentan recíprocamente… Para sostener el diálogo con el Islam es indispensable la adecuada formación de los interlocutores, no sólo para que estén sólida y gozosamente radicados en su propia identidad, sino para que sean capaces de reconocer los valores de los demás, de comprender las inquietudes que subyacen a sus reclamos y de sacar a luz las convicciones comunes… el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violenciaLos no cristianos, por la gratuita iniciativa divina, y fieles a su conciencia, pueden vivir justificados mediante la gracia de Dios, y así asociados al misterio pascual de Jesucristo… debido a la dimensión sacramental de la gracia santificante, la acción divina en ellos tiende a producir signos, ritos, expresiones sagradas que a su vez acercan a otros a una experiencia comunitaria de camino hacia Dios…. El mismo Espíritu suscita en todas partes diversas formas de sabiduría práctica que ayudan a sobrellevar las penurias de la existencia y a vivir con más paz y armonía…» (EG – n. 244-254).

  • El verdadero ecumenismo es el que salva a las almas del pecado: no es para producir la unidad de la familia humana. No existe esa unidad. Decir esto es buscar la unión entre las mentes y las obras de los hombres, una unión en la mentira, en el error. Es buscar una filosofía, un lenguaje humano, en la que la realidad de la familia humana está por encima de cualquier idea, de la verdad absoluta, del mismo Dios.
  • El Espíritu Santo no puede sembrar en los corazones que viven en el pecado. Al sembrar, una parte cae junto al camino, otra las aves se la comieron, otra cae en terreno pedregoso, otra entre cardos, otra en tierra buena (cf. Mc 4, 4- 8): no se puede recoger, en el diálogo, lo que no se ha sembrado. Hacer esto es anular la verdad para sólo fijarse en las obras, en las vidas de esos hombres que viven en sus pecados. Es la realidad por encima de la idea.
  • En el verdadero ecumenismo se enseña al otro la verdad absoluta, la verdad sin error, la verdad sin un lenguaje ambiguo. No se va al ecumenismo para aprender del otro, para aceptar al otro en su manera de pensar, de vivir, de obrar. Lo que una vez se condenó como herejía, como error, como maldad, no puede cambiar en el diálogo con los hombres. No se puede leer los escritos de Lutero para aceptar su mente herética. Lutero nunca estuvo en la verdad y nunca lo estará. Hay que leer los escritos de Lutero para criticarlos, juzgarlos, anatematizarlos con el Poder que Dios ha dado a Su Iglesia. No hacer esto es meterse en el juego del demonio, que quiere una iglesia sólo de herejes que se creen santos por lo que piensan, por lo que viven en la realidad de sus vidas. Nadie puede poner la mente de los hombres por encima de la Mente de Dios. La única realidad que existe es la divina. Quien acepta esa realidad, comprende su realidad humana, que siempre es limitada, relativa, condicionada, cambiante.
  • El verdadero ecumenismo es para hacer proselitismo: no es para dejar al otro radicado en su propia identidad. Nadie habla con el otro porque sea una buena persona, por su cara bonita. No se dialoga con los hombres, sino que se escucha a Dios y se da a los hombres lo que se ha escuchado de Dios. Y Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios no quiere que los hombres se queden en sus pecados, en sus vidas llenas de errores, de mentiras, de dudas, mirando sólo su identidad religiosa, humana, natural, carnal. Dios no busca cerdos que sigan mirando lo que comen: su bazofia humana en su mente pervertida. Dios busca almas humildes, que sepan dejar sus ideas maravillosas sobre la creación y sobre Dios y se pongan en la escucha silenciosa de la Palabra de Dios, que es la única que los puede salvar de su negra vida de pecado.
  • El verdadero ecumenismo es para ofrecer la gracia, la vida divina a las almas. Se enseña la Verdad Absoluta para obrarla en la vida, con la fuerza del Espíritu. Los no cristianos no tienen la gracia ni pueden tenerla. Su conciencia no les lleva a la gracia. Sólo el arrepentimiento de sus pecados, les lleva a conocer la verdad. Y una vez que la aceptan, que acogen por fe el Nombre de Dios, comienza la gracia en sus corazones. En el verdadero ecumenismo, se ofrece el perdón de los pecados. Y, por tanto, se enseña el verdadero arrepentimiento y la verdadera penitencia por el pecado.

Desde aquella amarga primavera del 2013, en la que a los fieles se les ha impuesto la visión rosa de la Iglesia, la alegría de ser del mundo, el alejamiento de la Cruz de Cristo, la idea de que todo va viento en popa, cuando la realidad de la vida de la Iglesia es totalmente contraria, sólo se ven en los católicos un conformismo con lo que ese hombre habla y obra. Sólo se capta la tibieza en todas partes. Y Dios vomita a los tibios. Dios tiene que aborrecer lo que en el Vaticano se está levantando y vendiendo como bueno, como verdad.

Para muchos católicos –que ya no son tales-  el signo de estar en comunión con esta falsa iglesia  es hacerse un selfie con Bergoglio, falso papa de los pervertidos. Es el sentimentalismo perdido de muchos católicos. Ya no saben pensar la verdad. No saben ver ni al hereje ni a la herejía. No saben llamar a los hombres por sus nombres, por su vida de pecado, por sus obras de maldad. Todos se suben a la carroza del humanismo que Bergoglio les ofrece cada día.

Bergoglio es el hombre del año, el papa del mundo. Quien está con él, tiene la vida arreglada. Quien no está con él, lo pisotean hasta hacerle callar. Quien se opone a este hombre, lo crucifican como peste dentro de la Iglesia.

Los verdaderos católicos nos quedamos solos, en la Iglesia y en el mundo. Todo apunta hacia una iglesia universal y un orden mundial donde no pueden entrar los verdaderos católicos. Al final, tendrán que aniquilar a los dos testigos del Apocalipsis. Uno de ellos: los verdaderos católicos

La Jerarquía sigue callando miserablemente las herejías de Bergoglio y de todos los matones de este hombre. Lo siguen teniendo como Papa verdadero. El daño va a ser irreversible en toda la Iglesia.

La Iglesia Católica condena para siempre

ISIS

«El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre» (Bergoglio, 15 de febrero del 2015).

La Iglesia está sin pastor, sin cabeza. Una cabeza que no condena para siempre no es cabeza de la Iglesia, no es la voz de Cristo:

«Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt 25, 41).

Esta es la Palabra de Dios que condena para siempre.

Se condena para siempre el pecado, el error, la herejía, el cisma, toda obra en contra de la Voluntad de Dios.

Hay un fuego eterno, hay una condenación para siempre. Decir otra cosa es enmendar la Palabra de Dios. Es llamarle a Jesús: mentiroso.

La Iglesia, que es el Cuerpo Místico de cristo, condena, como lo hace Su Cabeza. Pero ya la Iglesia no cree en sí misma, sino en lo que los hombres dicen.

Hay que condenar a ISIS. Pero eso no lo puede hacer un hombre que habla así en la Iglesia. Un hombre que no juzga a nadie no es un hombre de Iglesia.

La herejía es condenar el error para siempre. Y, por tanto, se condena al que acepta una herejía en su mente, para obrarla en su vida. Se condena a la persona por su herejía.

La herejía es lo contrario a la fe. Quien comete herejía carece de fe divina. Y no pertenece a la Iglesia.

Lo que una vez fue condenable, ya no lo es. Éste es el sentido de las palabras de Bergoglio. Frase que esconde un pensamiento perverso. Lo oculta, porque no se atreve a darlo a conocer abiertamente.

Para Bergoglio no existe ni el infierno ni el purgatorio. Y tampoco existe el alma como ser inmortal.

Si todos se salvan, entonces ¿cómo explicar lo que hizo Hitler, cómo explicar las almas de los que han decapitado a esos católicos coptos? ¿Se salvan o se condenan? En el pensamiento de Bergoglio: se aniquilan.

Estos hombres no pueden entender a un Dios que castiga. Ellos creen que Dios acepta todo lo que es misericordioso. Y, por eso, todo el mundo se salva, se va al cielo, por el solo hecho de su buena voluntad:

«difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero» (Ib).

¿Qué pasa con aquellas almas que no piden la misericordia con corazón sincero? ¿Se condenan para siempre? No; porque la Iglesia no condena para siempre. ¿Entonces, qué ocurre? El alma tiene que aniquilarse: cuando muere su cuerpo, deja de existir el alma. Pero el alma también se va al cielo.

«En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que aunque nuestra especie se acabe no se apagará la luz de Dios, que en ese momento invadirá todas las almas y todo será en todos» (RepubblicaEdición Osservatore).

La luz de Dios invadirá todas las almas y todo será en todos: no puede darse ni el infierno ni el purgatorio. Si acaso se dan es sólo temporal o están vacíos. Como el fuego eterno fue preparado por Dios para el diablo y sus ángeles, entonces está vacío de hombres. Sólo está el demonio, si existe como tal.

También las almas, que se aniquilan, las invadirá la luz de Dios, aunque no hayan alcanzado la buena voluntad en esta vida. Vuelven a la nada, es decir, vuelven a la luz de Dios, de la cual fueron creadas. La luz de Dios no se aniquila.

Para estos hombres pervertidos en su inteligencia humana, la creación de las almas, como la del universo, no es de la nada, sino de la esencia de Dios (es el panteísmo y el panenteísmo). Y, por lo tanto, el alma que se aniquila vuelve a la esencia de la cual fue creada: Dios. Vuelve a ser luz de Dios. Por eso, dice Bergoglio: «la luz de Dios invadirá todas las almas y todo será en todos».

Por eso, este hombre no puede fustigar a toda esa basura islámica que ha hecho esta matanza. No puede juzgar al alma que mata, porque se va a morir y va a volver a Dios, va a ser Dios.

Tengan en cuenta que Bergoglio pone la luz de Dios – la gracia-  en el alma, no en el corazón:

«La gracia no es parte de la conciencia, es la cantidad de luz que tenemos en el alma, no de sabiduría ni de razón»: una vez que muere el alma, esa luz vuelve a Dios.

La gracia es una cantidad de luz: algo medible, algo finito, algo que puede dejar de ser.

El alma es una cantidad de luz: cuando el hombre hace su trabajo de amar a los demás, más que a sí mismo, entonces tiene el cielo. Pero si el hombre no hace ese trabajo, esa luz de Dios va despareciendo hasta que el alma encuentra la muerte. Ya no tiene la cantidad de luz y muere Y muere antes que la muerte del cuerpo. Y esa alma, que se aniquila, no puede condenarse, sino que vuelve a su origen, Dios. Como la misericordia de Dios es infinita, entonces esa luz invade esa alma y se reencuentra en el cielo con las demás almas. La memoria que hizo esa alma no se pierde. Se vuelve a encontrar, pero de otra manera, más sublime.

Por eso, para Bergoglio no existe el dogma, lo absoluto, lo incondicional.

Todo es un relativismo. Él está en el relativismo universal de la verdad. Todo es del color como los hombres se lo inventen con sus pensamientos humanos. Es el culto a la mente del hombre. Es la perversión de la verdad: todo se trastoca, todo se reinterpreta, todo tiene el nombre de humanismo.

No se puede condenar a ISIS porque están haciendo un buen trabajo: el ecumenismo de sangre.

«Recordando a estos hermanos que han sido muertos por el solo hecho de confesar a Cristo, pido que nos animemos mutuamente a seguir adelante con este ecumenismo que nos está alentando, el ecumenismo de la sangre» ( (ver texto) : estamos todos unidos en la sangre. Ecumenismo.

«La sangre de nuestros hermanos cristianos es un testimonio que grita. Sean católicos, ortodoxos, coptos, luteranos, no interesa: son cristianos. Y la sangre es la misma, la sangre confiesa a Cristo».

La sangre que confiesa a Cristo: vean la clarísima herejía.

Es esa nueva iglesia universal, en la que todos se reúnen, es la que confiesa, con su sangre, a Cristo.

¡Que ISIS siga matando!: está obrando el ecumenismo de sangre: la nueva iglesia de los católicos, de los ortodoxos, de los coptos, de los luteranos, de los cristianos…

¡Qué gran obra la de ISIS! Ninguna condena por parte de este hombre. Sólo su llanto:

«Me permito recurrir a mi lengua materna para expresar un hondo y triste sentimiento»: deja ya de llorar, Bergoglio, por tus hombres. Deja tu sentimiento a un lado y vete a un monasterio a llorar tu triste vida. No te necesitamos en la Iglesia Católica. A un hombre que llora por los hombres no hay ninguna necesidad de él. Queremos un Papa, como Benedicto XVI, que fustigue a ISIS.

Los coptos son católicos, no cristianos. ¿No conoces a tu gente, Bergoglio? No eres católico. ¡Es normal que no conozca lo que es la Iglesia Católica! Ya a nadie le sorprende eso. Eres del mundo, y hablas como habla un político del mundo: instrumentalizando esa matanza para tu idea política de una iglesia universal, de un ecumenismo de sangre.

Bergoglio es todo del hombre y todo para el hombre.

Por eso, al explicar Bergoglio la ley de Moisés sobre los leprosos, tiene que caer en su idea humana del pecado:

«la finalidad de esa norma era la de salvar a los sanos, proteger a los justos y, para salvaguardarlos de todo riesgo, marginar el peligro, tratando sin piedad al contagiado» (15 de octubre 2015).

¡Qué poco ha entendido este hombre lo que es el Antiguo Testamento, es decir, la Palabra de Dios revelada!

No ha leído a Santo Tomás:

«Todos estos ritos tenían sus causas racionales, según que se ordenaban al culto de Dios para aquel tiempo; y las tenían figurativas, en cuanto se ordenaban a figurar a Cristo» (Sto. Tomás – Prima secundae q.102 a.5). Causas racionales y causas figurativas.

Y, por lo tanto, «las purificaciones de la ley antigua se ordenaban a remover los impedimentos del culto divino» (Ib resp. 4): esta es la primera causa racional.

Los pecados son los impedimentos para dar culto espiritual de Dios. Hay que apartar del culto exterior a los hombres que tenían ciertas inmundicias corporales, como la lepra, el flujo de semen o el flujo de sangre en las mujeres, etc…

«Todas estas impurezas tenían razón literal y figurativa. La literal, por la revelación de cuanto pertenece al culto divino, ya porque los hombres no suelen tocar las cosas preciosas cuando están manchados, ya porque la dificultad de acercarse a las cosas sagradas hacía a éstas más venerables…Había otra razón literal: que los hombres, por asco de algunos enfermos y temor del contagio, por ejemplo de los leprosos, temiesen acercarse al culto divino» (Ib. resp. 4).

La finalidad de esta norma era dar culto a Dios en Espíritu y en Verdad. Los leprosos, por su enfermedad, no pueden tocar lo sagrado, no pueden estar en un sitio sagrado. Y su enfermedad podía impedir que otros viniesen a dar culto a Dios. No se les marginaba, sino que se les ponía en su lugar.

Bergoglio está en su sentimentalismo perdido:

«Imaginad cuánto sufrimiento y cuánta vergüenza debía de sentir un leproso: físicamente, socialmente, psicológicamente y espiritualmente. No es sólo víctima de una enfermedad, sino que también se siente culpable, castigado por sus pecados» (15 de octubre 2015).

No comprende, Bergoglio, que para llegar a ver a Dios hay que pasar una gran purificación, una gran expiación. Dios exige la purificación del alma y del cuerpo para su culto divino.

Por eso, las Misas que se celebran sin esta purificación del alma y del cuerpo no son agradables a Dios. Hay que ayunar antes de comulgar. El cuerpo tiene que estar dispuesto para tocar a Dios, para estar en la presencia de Dios, para recibir la Hostia Santa. Disposición corporal y espiritual.

Bergoglio pone el grito en el cielo con esta marginación de los leprosos. No ha entendido, ni el sentido racional, literal, ni el sentido figurativo de la ley mosaica1:

«La razón figurativa de estas impurezas es ésta: que por ellas se significaban diversos pecados… La impureza de la lepra es la impureza de la doctrina heretical, ya porque la herejía es contagiosa como la lepra, ya porque ninguna falsa doctrina hay que no lleve alguna verdad mezclada, como también en el cuerpo del leproso aparecen manchas de lepra en medio de la carne sana…».

En la lepra, Moisés figuraba la herejía. Cada enfermedad es de acuerdo a su pecado. La lepra en el cuerpo señala la lepra en la mente: el pecado de herejía, que aparta al alma del pueblo, de la Iglesia. La excomulga, hasta que no haya curado de su lepra, de su herejía. El apartamiento era la expiación de su pecado: era un bien para su alma. Encontraba en ese castigo la paz para su corazón.

La impureza que se originaba de la corrupción, ya sea de la mente, ya del cuerpo, tenía que ser expiada. Había que hacer sacrificios por el pecado. Por eso, el leproso tenía que irse fuera del poblado: no era por marginación social, no era por abandono de sus propios familiares, no era por exclusión de los sanos…Era para expiar el pecado.

Esto es lo que, hoy día, nadie entiende. Nos parecen las leyes del AT muy fuertes, muy exigentes, muy radicales. Pero ellos se ponían en la verdad: en el pecado como ofensa a Dios.

Bergoglio se pone en la mentira: en el pecado como ofensa a la sociedad. Entonces, tiene que predicar su vómito comunista, su bien común social. Estamos en una iglesia con una mentalidad llena de prejuicios. Hay que revolucionar las conciencias sociales. Hay que mirar la Iglesia de otra manera.

A la no condenación para siempre de Bergoglio, se opone el Papa Gelasio I2:

«¿Acaso Nos es a nosotros lícito desatar lo que fue condenado por los venerables Padres y volver a tratar los criminales dogmas por ellos arrancados? ¿Qué sentido tiene, pues, que tomemos toda precaución porque ninguna perniciosa herejía, una vez que fue rechazada, pretenda venir nuevamente a examen, si lo que de antiguo fue por nuestros mayores conocido, discutido, refutado, nosotros nos empeñamos en restablecerlo?»

Lo que una vez fue condenado no es lícito desatarlo. Se condenó para siempre.

Lo que una vez fue rechazado como herejía no hay que examinarlo de nuevo como si no fuera herejía. Se rechazó para siempre.

Bergoglio se empeña en restablecer a todos los herejes, los cismáticos y apóstatas de la fe. Ponerlos dentro de la Iglesia, cuando tenían que estar fuera de ella. Es su nueva iglesia mundial.

«¿Acaso somos más sabios que ellos o podremos mantenernos en sólida estabilidad, si echamos por tierra lo que por ellos fue constituido?…»: ¿la Iglesia del siglo XXI es más sabia que la de los primeros siglos Jerusalén para echar por tierra todos los anatemas que se hicieron?

No; no es más sabia. Es más pecadora.

La Iglesia ha compuesto, durante siglos, la regla de la fe católica contra todas las herejías. Los Papas y los Concilios comenzaron a explicitar las verdades de la fe para refutar, condenar y corregir las herejías.

¡La Iglesia condena para siempre!

Hay una regla de fe que todo católico tiene que saber. Son los principios del catolicismo.

Todas las condenas de la Iglesia, para Bergoglio, no son condenas. Son sólo formas de hablar que en el tiempo de la condena se hacía. Ahora, en estos tiempos nuevos, hay que hablar de otra manera, restableciendo al que una vez se le condenó.

Es su mente pervertida: «la búsqueda del lenguaje adecuado para comunicar con aquellos que son considerados incurables» (15 de octubre 2015). Lo que es incurable en el pensamiento de Dios, es curable en el lenguaje de los hombres. El hombre ha anulado a Dios.

El camino que Dios ha puesto para curar el pecado en los hombres, que es la purificación, la penitencia, la expiación del pecado, ya no sirve para la nueva y falsa Jerarquía.

Si el hombre no sigue ese camino divino, es incurable en su pecado. Está en su vida de pecado. Y quien no quiere salir de esa vida de pecado, no puede ser curado con fórmulas humanas. Porque todo pecado tiene una raíz espiritual. Y hay que quitarla para ser curado.

Pero el problema de toda esta Jerarquía es que ha puesto el pecado en la raíz humana o social. Ha hecho del pecado una cuestión filosófica o social.

Por eso, Bergoglio no es quién para juzgar: no puede condenar a nadie para siempre. No ha condenado a Isis. No puede. Todo vuelve a Dios. Incluso aquella alma que ha hecho un gran mal en su vida. Es la aberración que lleva su pensamiento. Por eso, Bergoglio es un vómito cuando habla.

Las herejías antiguas –según Bergoglio- son verdaderas ahora, en este tiempo histórico, para el hombre. No son condenables. Porque todo el problema está en el pensamiento del hombre, en su filosofía de la vida, en su visión del mundo y del hombre.

San Pablo le enseña a Bergoglio:

«Al hombre herético, después de una y segunda corrección, evítalo, sabiendo que el tal se ha pervertido y peca, condenándose por su propia sentencia» (Tit 3, 10).

La Iglesia condena para siempre porque ellos se condenan para siempre por su propia sentencia.

Norma sabia para todo aquel que quiera discernir la Jerarquía de la Iglesia. Son los sordos lo que no quieren oír la Verdad y enseñan su mentira, su corrupción de doctrina, su perversión en su mente y su lenguaje ambiguo en su boca.

Lo que sale de la boca de este hombre no es ni sano ni intachable, sino todo lo contrario. La palabra de Bergoglio mata a las almas: es enfermedad para la mente y el corazón del hombre. Y, además, está provista de una espada de doble filo: mete el puñal de la mentira con el puñal de la palabra melosa, agradable, sentimental, cargada sólo de humanismo.

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1 «La razón figurativa de estas impurezas es ésta: que por ellas se significaban diversos pecados. En efecto, la impureza de los cadáveres significa la del pecado, que es muerte del alma. La impureza de la lepra es la impureza de la doctrina heretical, ya porque la herejía es contagiosa como la lepra, ya porque ninguna falsa doctrina hay que no lleve alguna verdad mezclada, como también en el cuerpo del leproso aparecen manchas de lepra en medio de la carne sana. Por la impureza de la mujer que padece flujo de sangre, se significa la impureza de la idolatría, a causa de la sangre de las víctimas. La impureza del varón por el derrame del semen designa la impureza de la vana parlería, porque semilla es la palabra de Dios (Lc 8,11). La impureza del coito y de la mujer parturienta significa la impureza del pecado original. La impureza de la menstruación es la impureza de la mente muelle por los placeres. En general, la impureza que proviene del contacto con una cosa impura significa la impureza del consentimiento en el pecado ajeno, según 2 Cor 5,17: Salid de en medio de ellas y apartaos y no toquéis cosa inmunda» (Sto. Tomás – Prima secundae q.102 a.5 resp.4).

2 « ¿Acaso Nos es a nosotros lícito desatar lo que fue condenado por los venerables Padres y volver a tratar los criminales dogmas por ellos arrancados? ¿Qué sentido tiene, pues, que tomemos toda precaución porque ninguna perniciosa herejía, una vez que fue rechazada, pretenda venir nuevamente a examen, si lo que de antiguo fue por nuestros mayores conocido, discutido, refutado, nosotros nos empeñamos en restablecerlo? ¿No es así como nosotros mismos – lo que Dios no quiera y lo que jamás sufrirá la Iglesia – proponemos a todos los enemigos de la verdad el ejemplo para que se levanten contra nosotros? ¿Dónde está lo que está escrito: No traspases los términos de tus padres [Prov. 22, 28] y: pregunta a tus padres y te lo anunciarán, a tus ancianos y te lo contarán [Deut. 32, 7]? ¿Por qué, pues, vamos más allá de lo definido por los mayores o por qué no nos bastan? Si, por ignorarlo, deseamos saber sobre algún punto, cómo fue mandada cada cosa por los padres ortodoxos y por los antiguos, ora para evitarla, ora para adaptarla a la verdad católica; ¿por qué no se aprueba haberse decretado para esos fines? ¿Acaso somos más sabios que ellos o podremos mantenernos en sólida estabilidad, si echamos por tierra lo que por ellos fue constituido?…» (PL 59, 31 A – De la Carta Licet inter varias, a Honorio, obispo de Dalmacia, de 28 de julio de 493).