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Aborto: la obra del demonio

ABORTO: OBRA del DEMONIO

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«Así pues, el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia. Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legítimamente constituidas (cf. Rm 13, 1-7, 1 P 2, 13-14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que « hay que obedecer a Dios antes que a los hombres » (Hch 5, 29)» (Juan Pablo II – Evangelium vitae -n.73).

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El aborto es un pecado contra el ser de la mujer. Una mujer que aborta va en contra de su propio ser.

La mujer es para ser madre. Ésa es la vocación de toda mujer. Eso lo lleva escrito, en su ser, en lo más interior de su alma, de su corazón y de su espíritu, toda mujer.

La Virgen María es para ser Madre. La Virgen no se quedó en Su Virginidad, sino que la transformó en Maternidad.

Si la mujer no imita a la Virgen María, si no valora su maternidad, tampoco se valora a sí misma.

Toda mujer es madre; no hay ninguna mujer que no sea madre. Es el sello en la mujer. Es la vocación divina, en toda mujer.

El aborto rompe la vocación de la mujer; y se necesita una vida de reparación para expiar ese pecado. El pecado de aborto exige, en la mujer, mucha penitencia. ¡Y no cualquiera!. Exige mucho exorcismo, porque, en la mujer, cuando comete su pecado, los demonios toman posesión de su ser.

El hijo que se aborta, sólo Dios conoce su destino. Pero el pecado de la muer contra el hijo es gravísimo: es un pecado contra el amor de Dios; un pecado contra el amor al hijo; un pecado contra el ser de la mujer. Son tres pecados, que hacen de la mujer una vida para el odio, la envidia y la ira.

Toda mujer que aborta destroza su existencia humana. Da a su vida humana un camino de maldad y de sin sentido.

Toda mujer que aborta hace de su corazón una esclavitud al mal, al demonio y la vida sin sentido. La mujer, que aborta, no encuentra rumbo en su existencia. Vive sin norte; vive sin amor de Dios; vive entregada a su demonio.

Ninguna mujer, que aborta, sabe medir su pecado; y por eso, tampoco sabe expiarlo convenientemente. Y nadie le enseña a expiar su pecado, porque se ve el aborto como un crimen social, como un mal social, pero no como lo que es: un engendro del demonio en la mujer.

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