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Un cadáver en la Sede de Pedro

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«Si no hacemos de la verdad un punto importante en la proclamación de nuestra fe, y si esta verdad ya no es esencial para la salvación del hombre, entonces las misiones pierden su significado. En efecto, se elaboró la conclusión, y lo sigue siendo hoy, que en el futuro, sólo debemos buscar que los cristianos sean buenos cristianos, los musulmanes buenos musulmanes, los hindúes buenos hindúes, y así sucesivamente. Y si llegamos a estos resultados, ¿cómo sabemos cuándo alguien es un «buen» cristiano, o «buen» musulmán? La idea de que todas las religiones son – o pretenden serlo – sólo símbolos de lo que finalmente es incomprensible, está ganando terreno rápidamente en la teología, y ya ha penetrado la práctica litúrgica. Cuando las cosas llegan a este punto, la fe es dejada a un lado, porque la fe realmente consiste en creer la verdad por cuanto es conocida» (El Concilio y la dignidad de lo sagrado – Joseph Raztinger, 13 julio 1988).

La fe consiste en la creencia de la verdad por cuanto es conocida por la mente humana.

Dios habla y enseña una verdad al hombre. El hombre la conoce con su mente. Pero el hombre que no cree la verdad que Dios le revela, que no acepta esa verdad, no tiene fe. Sólo se queda en sus pensamientos o sentimientos humanos. Sólo está en la experiencia subjetiva de su vida. Sólo vive dentro de sí, pero no quiere conocer la verdad, no quiere salir de su razón y aceptar, someterse a la verdad que Dios le enseña, no quiere obedecer a Dios cuando le habla.

Así viven muchos hombres en el mundo y dentro de la Iglesia Católica.

Viven para ver al budista, al judío, al musulmán, al hereje, al cismático, como una “buena” persona: buenos hombres, justos en lo que hacen, en lo que viven, hijos de Dios porque -de alguna manera- creen en Dios.

Así ven muchos católicos “buenistas” a Jorge Mario Bergoglio: una buena persona. No importa que diga herejías; no importa que no confirme en la verdad de la fe católica. Es un buen hombre. Lo único que desea es que todos vivamos en paz y seamos hermanos entre sí, que no nos matemos unos a otros.

Muchos, ante el video de Bergoglio, dicen cosas como ésta: gracias por aclarar a todo el mundo que si Dios existe es uno solo y es para todos, no para unos sí y otros no. Y si Dios es uno, entonces todos los que creen en Dios, e incluso los que no creen, son hijos de Dios.

Así está el patio de la Iglesia: los comentarios de muchos pseudo-católicos dan auténtica nauseas. Si uno va recorriendo los distintos sitios webs católicos se va haciendo cada vez más evidente quiénes van apoyando la herejía y la blasfemia de Jorge Mario Bergoglio y se van convirtiendo, así, en la cizaña que debe ser quemada, destruida: aciprensa, rome reports, religión digital, aleteia, vox fides, el observador de la actualidad, catholic-link… Algunos de esos sitios ya rayan en el paroxismo del lameculismo papal.

A la gran apostasía que estamos viviendo no se llega de otro modo que con el estropicio y el daño que hace este tipo de videos. La gente capta la idea a través de la imagen, del sentimiento que genera poner a Cristo a la misma altura de un ídolo de buda, de un candelabro de siete brazos, de unas cuentas de madera musulmana.

Esta imagen es una blasfemia, compartida y aceptada por muchos que se llaman católicos. Todo el que promueva los escritos, las homilías, los videos, las obras de Jorge Mario Bergoglio se hace parte de la gran apostasía, pierde la fe católica y construye, junto a la falsa Jerarquía, la nueva iglesia ecuménica.

Cuando la fe se concibe como un símbolo, pero no como algo objetivo, no como una certeza, una verdad, entonces los hombres ya no van en busca de la religión verdadera, sino que se quedan en su propia religión, en la que ellos se han inventado con sus cabezas humanas.

El simbolismo es toda doctrina según la cual el hombre no conoce más que símbolos, mitos, sueños, es incapaz de conocer la verdad objetiva con su razón. Todo está relacionado con el juego de la emotividad humana. Y se va creando un lenguaje simbólico distinto del lenguaje conceptual.

Todos los habitantes del planeta están obligados a inquirir, a investigar acerca de la religión que ha sido revelada y prescrita por Dios. Y todo hombre tiene que hacer esto porque es siervo de Dios, es criatura contingente, dependiente absolutamente de Dios.

Esto es lo que enseña la Iglesia en su magisterio autentico e infalible:

«Dependiendo el hombre totalmente de Dios, como de su Creador y Señor, y estando la razón humana enteramente sujeta a la Verdad increada, cuando Dios revela, estamos obligados a prestarle por la fe, plena obediencia de entendimiento y de voluntad» (D. 1789).

El hombre tiene que investigar, tiene que discernir sus pensamientos humanos para descartar aquellos que no están de acuerdo a la verdad que Dios ha revelado, porque Dios le impera la fe.

Al depender el hombre totalmente de Dios, está obligado a creer, a prestar a Dios la obediencia de la fe, que se obra humillando su entendimiento humano a la Mente de Dios, y sometiendo su voluntad humana a la Voluntad Divina.

La razón de todo hombre está sujeta a la Verdad increada: luego, cuando Dios habla al hombre, cuando Dios le descubre Su Mente Divina, el hombre tiene que dejar de pensar, de filosofar, y darle a Dios la obediencia de la fe.

Por eso, la Iglesia ha condenado a los que digan que

«la razón humana es de tal modo independiente que no puede serle imperada la fe por Dios» (D. 1810).

Esto es lo que se oye por todos lados: nadie quiere sujetarse a la verdad revelada, al magisterio de la Iglesia, al dogma.

Dios impera la fe al hombre: obliga al hombre a sujetarse a la Verdad revelada. La razón del hombre no depende de sí misma para buscar y encontrar la verdad. Depende de Dios, del conocimiento de Dios, de lo que Dios habla y obre.

«… la fe cristiana no se basa en la poesía ni en la política, esas dos grandes fuentes de la religión; se basa en el conocimiento. Venera a ese Ser que es el fundamento de todo lo que existe, el «Dios verdadero». En el cristianismo, el racionalismo se ha hecho religión y no es ya su adversario» (Raztinger, ¿Dios existe? – La pretensión de la verdad puesta en duda, pag 13)

El hombre moderno vive independiente de la verdad que Dios revela. Es la independencia de su razón. La razón se ha vuelto enemiga de la religión. Ya la fe no es conocimiento, sino sentimiento. Y, por eso, a través de los simbolismos, de los mitos, se quiere explicar el misterio de Dios.

Es el pensamiento pagano de muchos.

«Todos veneran lo mismo, todos pensamos lo mismo, contemplamos las mismas estrellas, el cielo sobre nuestras cabezas es uno, el mismo mundo nos acoge; ¿qué más da a través de qué forma de sabiduría busque cada uno la verdad? No se puede llegar por un único camino a un misterio tan grande» (Discurso del Senador Quinto Aurelio Símaco a Valentiniano II, año 384).

¿Qué más da la forma de pensar, de adquirir pensamientos, de sentir, de obrar, de vivir, de creer, si todos vemos salir el sol cada mañana?

Precisamente esto mismo dice hoy Bergoglio en su video:

«Muchos piensan distinto, sienten distinto. Buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera».

Bergoglio está proclamando que no conocemos la verdad como tal, como es; que sólo conocemos la diversidad de pensamientos humanos, los cuales son todos distintos, contrapuestos, absurdos unos, inútiles otros; que los hombres opinan lo mismo, creen lo mismo, se dicen creyentes, pero en formas diferentes:

«La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes».

Esto es promover el indiferentismo religioso, en el cual todas las religiones son igualmente buenas y legítimas, y son consideradas como vías de salvación.

Creyentes, para la mente de un modernista, son aquellos que van en busca de algo que viene del interior del hombre, que el hombre busca apelando a su subjetivismo inmanentista y a su relativismo. La verdad está en el interior de cada hombre; está en ese simbolismo o sentimiento que se relaciona con su vida, que se acomoda a su plan de vida existencial.

Creyente, para un católico, es aquel que presta a Dios la obediencia de la fe, que somete su entendimiento humano a la verdad que Dios revela. La Verdad sólo es posesión de Dios, no del hombre. El hombre la descubre en Dios, pero no la posee. El hombre la vive en Dios, pero no la puede crear.

Lo que es inmanente o subjetivista deforma el concepto y el conocimiento, anula la realidad de la vida, de la existencia del hombre. El hombre comienza a inventarse, a crearse, su propia vida. Va en busca de sus propios intereses personales egoístas. Sólo vive para sí mismo, para su gloria, para su honor.

Como no se puede llegar por un único camino a un misterio tan grande, como todos somos creyentes, entonces

«Esto debería provocar un diálogo entre las religiones».

Multitud de caminos: una mesa de diálogo, la vida es una ruleta rusa, un experimento de los grandes, de los poderosos, que quieren dominarlo todo y a todos. Es el falso ecumenismo.

Sólo hay un camino: la obediencia de la fe, la vida sujeta a la obra de la verdad increada.

Y, por lo tanto,

«… no hay salvación en ningún otro. Pues debajo del cielo no hay otro Nombre dado a los hombres por medio del cual nosotros podamos salvarnos» (Act 4, 12).

Hay una solo Salvador; hay una sola Iglesia verdadera; hay una sola Vida, la de la gracia divina. Sólo hay una clase de hijos de Dios: no los que nacen de la carne y sangre, sino los que vienen por la gracia, adoptados por Dios en el Bautismo.

La salvación sólo viene de la fe en Jesucristo.

El problema del hombre moderno es que se ha apartado de la verdad revelada y sólo ve la religión no como algo verdadero o falso, sino como un sentimiento válido que aporta algo a su propia existencia. La fe se convierte en un ungüento y bálsamo del alma: cada uno se procura su maquillaje religioso, que lo puede reemplazar según la moda o la necesidad del momento de su vida.

Como cualquiera puede definir a Dios con sus ideas; cualquiera puede sentirlo; cualquiera puede construir una filosofía, una forma de pensar; cualquiera puede edificar una iglesia, entonces lo que funciona es la fe de masas, y se urge a los hombres que se pongan de acuerdo, hablen entre ellos, para establecer una ética de la tolerancia:

«No debemos dejar de orar por él (por el diálogo) y colaborar con quienes piensan distinto».

En esta falsa ética se reconoce en todo un poco de verdad, pero no la verdad como es. Se quiere ir a Dios mediante multitud de símbolos: un buda, un candelabro, una cruz, una guerra santa… Pero a nadie le interesa la verdad como verdad, como conocimiento de lo divino.

Todos van buscando una religión, una iglesia que les funcione en su vida, prescindiendo de la verdad.

Sólo interesa el diálogo entre los hombres. Y se pide orar por ese diálogo. No se pide orar por los hombres, por sus vidas, por sus errores, por sus obras, por sus problemas. Porque ya no importa la verdad del hombre. Lo que tiene valor es el diálogo, un conjunto de ideas que se ponen sobre una mesa, las cuales no son personales, no se dirigen, no se relacionan con la dignidad de la persona humana, con los problemas y anhelos de cada persona, con las exigencias de la naturaleza y de la vida humana, sino que van buscando un bien común impersonal, en donde la propia identidad personal y religiosa se anule, desaparezca.

No interesa si buda es verdadero o falso; no interesa la verdadera interpretación de la Cruz; no interesa si el judío cree no cree en Jesús como Mesías; no interesa que los musulmanes liquiden a los cristianos como rebeldes a su causa. Todo esto no interesa en el dialogo. No interesa la verdad de cada persona, la verdad de cada hombre.

Lo que interesa es que seamos fraternos, que colaboremos con los que nos matan, con los que blasfeman contra la divinidad de Jesucristo, que apoyemos, que colaboremos con el pecado de los demás.

Y esto es caer en un nihilismo, una ilusión, en el opio del pueblo, de los individuos, en exaltar la religión como oscuridad, como algo subsconsciente, en donde sólo se ofrece un relativismo moral.

Y muchas personas ya están aceptando esta ilusión, este mito, este símbolo de nueva iglesia, sabiendo que es una auténtica patraña.

El hombre modernista no cree que Dios habla. Tiene que rechazar la Palabra de Dios, los mandamientos divinos y la Iglesia que Dios ha fundado. Tiene que interpretar todo esto de acuerdo a su subjetivismo, a su inmanentismo, a su relativismo.

Bergoglio cuando habla de las creencias de la mayor parte de la humanidad se está refiriendo sólo a que gran cantidad de personas sólo creen en lo que adquieren con su razón, en lo que tienen en su mente, en lo que sienten en la experiencia de sus vidas, y a eso lo llama fe, o creencia, o religión, o espiritualidad.

Si el hombre no se dedica a investigar si la religión que profesa es o no es la que Dios ha revelado, si se tapona las orejas, si dice que todas las religiones son igualmente buenas y legítimas o que la religión no es tanto fruto de una inquisición intelectual como una manifestación del sentimiento, el cual se puede encontrar sustancialmente igual en todas las religiones, entonces el hombre hace un agravio a Dios, a su ciencia divina, a la verdad que ha revelado. Y dice cosas como éstas del video:

«Confío en Buda. Creo en Dios. Creo en Jesucristo. Creo en Dios, Alá».

Confío en el dios que mi inteligencia o mi sentimiento o mis verguenzas han creado. Confío en mi misma mente, en lo que yo entiendo por verdad.

Esto es un insulto a la Verdad revelada por Dios. Esto es quedarse en la propia inteligencia y sentimiento humanos sobre lo que es Dios.

Es la idea de la falsa fraternidad que quiere conseguir una falsa armonía pacífica:

«… que el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones conlleve frutos de paz y justicia»

Todos los paganos viven así: no importa la multitud de pensamientos. No les interesa si las ideas judías o musulmanas o budistas son verdaderas o falsas. Sólo les interesa si éstas les sirven para su vida, para sus proyectos, para sus obras. Usan a las personas para llegar a sus objetivos en su vida. Usan sus emociones, sus sentimientos, sus deseos, sus vidas para conseguir sus fines, una paz que nunca va a llegar, una felicidad que es sólo una ilusión que no captan, que no pueden ver. Se abrazan, se besan, se consuelan si el otro les da lo que ellos quieren.

Muchos católicos se han vuelto así, como los paganos: ya no les interesa la verdad, el magisterio auténtico e infalible. No viven su fe católica mirando al dogma. Se han vuelto inmanentes, subjetivistas, relativistas, sentimentales, burdos, estúpidos, idiotas. Ya no saben pensar su fe católica. Ya no saben obedecer la verdad. Sólo siguen a los hombres por lo exterior que ven, no por las ideas que proclaman los hombres. Por eso, les encanta Bergoglio como su papa. Ven reflejado en él su estilo propio de vida pagana.

Y, por eso, van buscando ese amor subjetivista, inmanente, sentimentaloide:

«Creo en el amor. Creo en el amor. Creo en el amor. Creo en el amor».

No es de extrañarse que algunos de los falsos católicos se hayan masturbado mientras han visto este video. La masturbación es el amor inmanente, es el amor que a muchos les sirve para estar bien en su vida, para agradarse a sí mismos, para decirse a sí mismos que son buenas personas. Y este video idólatra conduce a esta clase de amor.

Para el católico, la verdad está fuera del hombre, viene de Dios.

Para el modernista, la verdad se encuentra dentro del hombre, es inmanente a él, a su vida, a sus obras, a sus pensamientos, a sus sentimientos.

Es decir, la religión, la fe, la Iglesia, la espiritualidad, el concepto de Dios mismo, el magisterio, es un fenómeno vital que sólo se puede explicar por la misma vida del hombre, que proviene de un cierto sentimiento íntimo, que emana de una necesidad subsconsciente de creer en Dios o de tener una religión, o de pertenecer a una iglesia o a una comunidad religiosa.

Pluralidad de caminos hacia el misterio de Dios: es lo que predica Jorge Mario Bergoglio.

La unidad en la diversidad de pensamientos humanos. Una unidad subjetiva, inmanente, que no se puede realizar en la vida cotidiana, porque sólo existe aquello que piensa o siente cada hombre. No existe la verdad fuera del pensamiento del hombre.

En la nueva iglesia de Bergoglio, sólo existe una mentira, una blasfemia, puesta como certeza, como dogma:

«En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios».

El mensaje de Bergoglio se descalifica en sí mismo.

Buda nunca habló de un Dios personal o de Jesús. En el budismo no se da el concepto de Dios o de hijo de Dios, no se vive para ser hijo de Dios. No tienen la certeza de ser hijos de Dios. El buda se considera un hijo de hombre que señala el camino para otros, ese camino irreal de la inmanencia, de lo subjetivo, de lo oculto.

Esta mentira de Bergoglio es puesta porque es una idea que hay que venderla: todos somos hijos de Dios. Todos somos muy buenas personas, buenos hombres, gente con capacidad para hacer el bien.

El ser hijo de Dios es por gracia, no por creación ni por sentimentalismo. Hay muchos hombres que, descaradamente, mienten. Y estos son hijos del diablo, son del padre de la mentira.

Es claro que no se puede rezar por las intenciones de Jorge Mario Bergoglio. No son católicas. Y él no es el Papa de la Iglesia Católica. Es un usurpador del Trono de Pedro. Sólo gobierna la Iglesia con un poder humano, pero no puede decidir los destinos de la Iglesia Católica. Sólo está levantando su nueva iglesia.

No difundan nunca más las estampillas-inventos de las intenciones del Papa. No les den donativo alguno.

La fe no es cuestión de gustos. No es que guste o no guste el video de este traidor. Es que estamos en la gran apostasía, que han anunciado todos los Profetas. Es que la abominación de la desolación está presentada en la misma cabeza que gobierna la Iglesia.

Ahí tienen a un muerto gobernando la Iglesia: un cadáver en lo espiritual. Un viejo que, junto a sus falsos cardenales y obispos, chochea y es el adalid, el caudillo de la herejía, del cisma y de la apostasía de la fe.

Todos ellos son especialistas en manipulación de masas: esto está a la orden del día en el falso pontificado de Bergoglio. Todo está orquestado, usando el sentimentalismo al estilo hollywood, propio de guionistas y escritores sionistas, para llevar a las masas a donde quieren.

El enemigo está dentro de la Iglesia y la está violando desde sus entrañas, la está profanando. La Jerarquía -y muchos fieles- están trabajando para el gobierno mundial. Cuando llegue el momento, van a renegar públicamente de Cristo y aparecerá claramente la falsa iglesia, que ahora empieza a asomarse con timidez a los ojos de todos.

El gran fracaso de Bergoglio en el Sínodo

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«Se llama… cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (Canon 751).

En la historia de la Iglesia, se han dado cismas: personas que se han apartado de la unidad de la Iglesia, que es la unidad principal.

Esa unidad de la Iglesia radica en dos cosas: en la comunión de todos los miembros de la Iglesia entre sí y en la obediencia de todos ellos al Sumo Pontífice, que es la Cabeza de la Iglesia.

Sólo hay una Cabeza en la Iglesia: Pedro y sus Sucesores.

Actualmente, esa Cabeza es el Papa Benedicto XVI.

Son muchos los que tienen a Bergoglio como Papa y, por lo tanto, no están en comunión con el Papa legítimo y verdadero. Están fuera de la Iglesia en Pedro. Están siguiendo una falsa iglesia.

«Cuánta tiniebla en los hombres, cuánta obscuridad en sus corazones y en sus mentes, que no pueden reconocer al enemigo que está sentado en la Silla de Pedro, y se hace llamar santo padre, obispo de Roma, pero en verdad es un impostor, el lobo vestido con piel de oveja que engaña, con su poder seductor, y hace que los hombres lo bendigan como pastor universal; cuando, en verdad, al rebaño que él guía es el de los hombres necios, que viven sin estar en gracia, y son engañados fácilmente por el enemigo, porque si viviesen en Mi Gracia, y con sus corazones limpios, no caerían fácilmente en las trampas del que se hace llamar santo padre» (Jesús a un alma escogida)

En estos días, estamos contemplando el gran cisma dentro de la Iglesia Católica, que es el descalabro de muchas almas que siguen a un falso papa y están en una falsa iglesia.

Una obra cismática hizo Jorge Mario Bergoglio el 28 de septiembre del año 2013: puso un gobierno horizontal, creando un «Consejo de Cardenales» para gobernar la Iglesia.

Muy pocos han llamado por su nombre, como cisma, a este Consejo de Cardenales: todos han aceptado, de alguna manera, por conveniencia, este gobierno horizontal, el cual hace trizas el fundamento de la Iglesia, que es el Papado. El Papado, en la Iglesia, es un gobierno vertical en Pedro.

Jorge Mario Bergoglio puso el fundamento para levantar su nueva iglesia, precisamente, sentado en la Silla de Pedro, usurpando el gobierno de Pedro en la Iglesia, no su poder divino.

Es un cisma que proviene de un hombre que está gobernando la Iglesia con una autoridad que no tiene, que no le ha sido dada por Dios, sino que es dada por los hombres, por aquellas personas que lo han colocado, que han conspirado durante muchos años, para que este hombre se siente en el Trono de Pedro.

Se gobierna la Iglesia con la Autoridad Divina, en un gobierno vertical.

Bergoglio gobierna la Iglesia con una autoridad humana: y esto es ponerse por encima de la Autoridad Divina, que representa y tiene el Sumo Pontífice. Esto es rechazar la sujeción al Sumo Pontífice, al Espíritu de Pedro en la Iglesia. Jorge Mario Bergoglio no se sujeta a ese Espíritu y, por eso, no es el Sucesor de Pedro; y gobierna la Iglesia con un poder humano, que es el propio de un usurpador.

Jorge Mario Bergoglio no es el Sumo Pontífice, no es el Vicario de Cristo, no es el Papa de la Iglesia Católica. Si lo fuera, no hubiera obrado en contra de sí mismo colocando un gobierno horizontal. No hubiera tocado la verticalidad del Papado. Hubiera seguido a todos los Papas en la Iglesia en el gobierno vertical. Él se ha separado de la Sucesión de Pedro: y eso es el cisma.

Jorge Mario Bergoglio al no ser Papa, al ser sólo el Obispo de Roma, está ejerciendo un ministerio episcopal, pero sin el ministerio petrino. Por lo tanto,  puede hacer lo que hizo. Y puede hablar de una descentralización del Papado y de la Iglesia.

Además, su ministerio episcopal es falso. Por su clara herejía, Jorge Mario Bergoglio no es Obispo verdadero, que conduce y guía a las almas hacia la verdad. Es un Obispo falso que no puede ejercer el Espíritu de Cristo, no puede tener la Mente de Cristo ni hacer las obras de Cristo en la Iglesia, porque lo ha rechazado, le pone un óbice con su herejía.

Benedicto XVI renunció al ministerio episcopal, pero no al ministerio petrino. Ya no puede gobernar la Iglesia, pero todavía posee, hasta su muerte, el Primado de Jurisdicción, el ministerio petrino. Por ese ministerio petrino, los fieles y toda la Jerarquía están obligados a permanecer en comunión espiritual con él si quieren estar en la Iglesia de Cristo, si quieren ser Iglesia, si no quieren perderse en la gran apostasía que se contempla en Roma y en todas las diócesis del mundo.

Ya los fieles no están obligados a prestarle obediencia porque no gobierna la Iglesia, no realiza actos de gobierno ni de magisterio, que es lo propio del Papado. Su gobierno ha quedado inútil, no sirve, no cuenta. De esta manera, se cumple lo que la Virgen dijo a Conchita sobre un papa que Ella no contaba. No cuenta su ministerio episcopal, pero sigue contando su ministerio petrino. Por lo tanto, queda la comunión espiritual con el Espíritu de Pedro, que posee el Papa Benedicto XVI. Ese Espíritu de Pedro es el Espíritu de la Iglesia, que une a todos los miembros con Su Cabeza.

Sigue siendo Pedro el que guía a la Iglesia en estos momentos. Pero sólo guía a aquellos en comunión con el Papa Benedicto XVI. A los demás, ellos mismos se pierden en la gran confusión que hay en todas partes por seguir a un falso papa, que no tiene el Espíritu de Pedro, y por estar colaborando en el levantamiento de una nueva iglesia, contraria a la Iglesia de Cristo.

Un hereje, como es Jorge Mario Bergoglio, no tiene jurisdicción en la Iglesia.

Fueron muy pocos los que no quisieron aceptar esta mentira del gobierno horizontal y se apartaron de Roma, en ese momento, por haber caído en el cisma. Un cisma que iniciaba y sólo se mostraba encubierto.

Los demás, han seguido mirando a Roma y tienen como papa a un hereje, a un cismático y a un apóstata de la fe. Están dentro de una falsa iglesia, siguiendo como corderos llevados al matadero, a una cabeza falsa.

El Papa de la Iglesia Católica es Benedicto XVI, que es el último Papa antes del fin de los tiempos, antes de que se concluyan los tiempos del mal y aparezcan los nuevos tiempos, en donde el Papado continuará, pero con Papas puestos por el Cielo, no en una reunión de Cardenales.

El católico verdadero es el que comulga con el Papa Benedicto XVI: en Él está la Iglesia, la verdadera, la que ha fundado Cristo en Pedro. Todo aquel que comulgue con el Papa Benedicto XVI no puede caer en el cisma que Jorge Mario Bergoglio está obrando desde la Silla de Pedro.

«Las puertas del infierno» no pueden prevalecer sobre la Iglesia en Pedro, sobre los fieles que comulgan con el Papa Benedicto XVI. Sin embargo, las puertas del infierno están por encima de esa iglesia, que está levantando Jorge Mario Bergoglio, para engullirla una vez haya sido levantada en la perfección de todo mal.

«Entre el cisma y la herejía creo que hay esta diferencia: la herejía crea dogmas alterados, mientras que el cisma separa de la Iglesia» (San Jerónimo – In Tit. Super 3, 10; ML 26, 633).

Jorge Mario Bergoglio ha estado creando, desde el Consistorio de febrero del 2014, el dogma alterado de los divorciados vueltos a casar que pueden comulgar y de las parejas gays en la Iglesia.

Ha ido en contra de dos documentos claves en la Iglesia Católica: la Familiaris Consortio y la Humanae Vitae. Señal de que él no puede seguir ni a los Papas ni al Magisterio auténtico e infalible de la Iglesia, que es irreformable. Señal de que no es Papa.

Jorge Mario Bergoglio puso a su anticristo, Kasper, que fue el único relator de ese Consistorio, para comenzar la reforma del magisterio de la Iglesia. Kasper fracasó, pero el mal continuó.

En el Sínodo del 2014, Jorge Mario Bergoglio, de acuerdo a su agenda programada, intentó imponer su doctrina con un documento infame. Y tuvo que cambiarla por la gran oposición de toda la Iglesia. De nuevo, fracasó. Pero el mal continúo.

En su orgullo, como un dictador, reinsertó su dogma alterado en el Instrumentum Laboris para el Sínodo del 2015. Y puso a todos sus hombres al frente de ese Sínodo, amordazando a los Padres Sinodales. Nombró a una comisión especial para escribir su relatio final. Y su dogma alterado, de nuevo, fracasó.

El gran fracaso de Bergoglio ha sido este último Sínodo. Pero, sin embargo, el mal continúa.

Bergoglio ha montado en cólera por este fracaso, diciendo que no debemos sentarnos en el trono de Moisés y juzgar a la gente, que debemos supuestamente ser caritativos y misericordiosos, negando claramente la realidad del pecado, y dando el mensaje protestante de que Jesús ama a todo el mundo y se hace cargo de todo. En su ira, ofreció su falsa misericordia en la que se anula toda justicia y en la que se ataca a toda la Iglesia Católica. Ni una palabra sobre el pecado ni sobre el arrepentimiento. Sólo se ha desahogado con su baboso modernismo, sólo le ha interesado poner en claro su herético pensamiento:

«…hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado». (24 de octubre 2015)

Lo que parece normal para un Obispo, no es tan normal para otro; lo que una sociedad o cultura entiende por violación de derecho, no es para otra…

Jorge Mario Bergoglio sigue su idealismo: todo principio general tiene que ser inculturalizado. Es decir, que no existe la ley divina, la verdad absoluta, no existen los dogmas, no existe la ley natural, no existe la ley de la gracia. Sino que todo es del cristal como los hombres, las culturas, las sociedades, las conciencias de cada uno lo miren. Esto no es nuevo en él. Siempre ha pensado así y no hay manera de que este hombre piense lo contrario. Él está en la descentralización del Papado y de la Iglesia. Pero, no sabe cómo hacerla.

Ahora, para toda la Iglesia, hay un momento de compás de espera.

El Sínodo ha fracasado porque no alcanzó los objetivos que el mal planeaba. No se dijo que los divorciados podían comulgar. No se dijo que los homosexuales se podían casar. Y esta es la ira de Jorge Mario Bergoglio y su gran fracaso. Por eso, él no puede ser el Falso Profeta. Sólo es un pobre payaso que entretiene a todo el mundo con una palabra que fracasa.

No son con palabras cómo se cambian a los hombres: es lo que lleva intentando este hombre desde que usurpó el Trono de Pedro. Se ha dedicado a hablar, a contar fábulas a todo el mundo. Y eso cansa después de dos largos años. Cansa escuchar a un hombre obsesionado con los mismos asuntos de siempre. Un hombre sin verdad, sin vida espiritual y sin vida eclesial.

Por eso, son muchos los intelectuales que también fracasan al querer estudiar lo que es Bergoglio como papa, como miembro de la Iglesia.

Este hombre no puede enseñar nada a la Iglesia: está creando sus dogmas alterados. Para eso, tiene que ir en contra de toda la fe católica. Tiene que hacer, como hacen todos los herejes, conocedores del dogma, pero que lo interpretan a su manera, que ocultan la verdad que ellos no quieren que se diga, para que sólo se manifieste su mentira.

Esto es la relatio final: un documento ambiguo. Hace aguas por todas partes, porque se oculta la verdad. Sólo se manifiestan aquellas palabras, aquel lenguaje que dice muchas cosas y no dice absolutamente nada. Todos los pueden interpretar a su gusto.

A pesar del fracaso del Sínodo, Bergoglio sigue adelante con su mal. El Sínodo sólo fue un montaje para intentar poner un rótulo de doctrina en la cual todos puedan participar, todos puedan aportar algo, menos la verdad. De esta manera, se coge a los falsos conservadores, a los que creen que la doctrina no ha cambiado, que todo sigue igual, para atrerlos a su juego. Ellos no buscaban un consenso, sino la manera de introducir su lenguaje bajo la carpa de la doctrina de siempre. No se toca la doctrina, sino que se abre la puerta para múltiples interpretaciones. Es buscar el fin democrático, el fin del pueblo, el sentido que el pueblo quiere en la vida. Es darle al hombre lo que en su pensamiento quiere encontrar.

Para toda esta gente, es lo pastoral lo que cuenta. No es la doctrina. A ellos les interesa muy poco la doctrina. Ellos quieren que la gente viva sin doctrinas absolutas, sin leyes divinas, sin normas de moralidad.

Por eso, ahora, tiene que dedicarse a descentralizar la Iglesia, a poner en cada diócesis la fuerza del cambio, que es el levantamiento de la nueva iglesia.

Ellos tienen que reformar los Sacramentos de alguna manera para que entren todos en la Iglesia. Ellos van a ir a la práctica, no a la doctrina. Con la práctica, es más fácil reformar la doctrina.

«El cisma, en un principio y en parte, puede entender como distinto a la herejía; mas no hay cisma en que no se forje la herejía, para convencerse de que se ha obrado rectamente apartándose de la Iglesia» (Ib. San Jerónimo)

No hay cisma en que no se forje, en que no se consolide la herejía.

Bergoglio no se va a dar por vencido en este fracaso del Sínodo. Bergoglio sigue forjando su herejía, sigue trabajando con su mente cerrada a la verdad: ahí están sus escritos heréticos y sus falsos motus propios que abren la puerta al divorcio en la iglesia, es decir, a la herejía. Son con los motus propios, con la pastoral, cómo cambian la Iglesia, cómo lo alteran todo.

¡Cuántas almas se van a separar de la Iglesia por esos motus propios! Van a tener una nulidad que es falsa. A los ojos de Dios, seguirán casados. Y ellos vivirán en sus pecados sin posibilidad de arrepentimiento. Esto es un claro cisma que pocos han contemplado.

Bergoglio, con sus escritos, con sus homilías, con sus enseñanzas heréticas, va apartando a las almas de la Iglesia: de la verdad, de lo que significa un Papa en la Iglesia, de lo que es la obediencia a un Papa en la Iglesia, de lo que es el magisterio infalible de la Iglesia.

Muchos, que siguen a Bergoglio, lo critican y lo juzgan. Han caído en su juego. Porque a un Papa no se le puede criticar ni juzgar. Y, por eso, muchas almas ya no saben obedecer a la verdad porque están obedeciendo la mentira que un hombre les da en la Iglesia. Ese hombre los está separando de la Iglesia, y no se dan cuenta. Y esto es el cisma.

Se forja la herejía, la obediencia a la mentira, que las almas piensen el error y lo obren. De esta manera, se va haciendo el cisma. Y, poco a poco, se van quitando las caretas, van saliendo del armario curas homosexuales que ya quieren ser de esa iglesia que está levantando Bergoglio.

Bergoglio está convencido de su herejía. Y está convencido de que debe apartarse del magisterio infalible de la Iglesia, de todos los Papas, sólo por estar forjando su herejía, sólo porque cree en su herejía. Muchos, no ven esto en Bergoglio, este convencimiento, este trabajo en forjar sus dogmas alterados. Y quedan ciegos con ese hombre.

Ahora, ellos se van dar a la tarea de la descentralización de la Iglesia. Porque, para que el Anticristo se siente en la Silla de Pedro, necesita que en todas las diócesis, en todas las parroquias, en todas las capillas católicas, se viva el pecado, se obre el pecado, y que la gente tenga el pecado como un camino en su vida.

Esto sólo puede hacerse de manera pastoral. Y el contenido de la relatio final del Sínodo es apropiado para comenzar las reformas de las liturgias de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía.

Si doctrinalmente no ha quedado escrito que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar, lo van a hacer pastoralmente. Y el cisma se irá viendo más claro, día a día. Van a dar sacramentos en los que se va a invitar a todo el mundo a participar. Y, muchos, si quieren salvarse tienen que apartarse de todo esto.

«…la Iglesia no fue pensada y hecha por hombres, sino que fue creada por medio del Espíritu; es y sigue siendo criatura del Espíritu Santo» (Eclesiología de la Lumen Gentium – Conferencia del Cardenal Ratzinger, febrero 2000).

La Iglesia de Cristo existe realmente, porque Él mismo la fundó y el Espíritu Santo la va recreando continuamente.

No es la obra de los hombres, sino del Espíritu. Y, en un mundo, en una Iglesia, en que el hombre ha perdido el sentido espiritual, lo que es la realidad y el mundo del Espíritu, sólo contemplamos una Iglesia llena de hombres, que piensan como los hombres, que obran como ellos, pero que no siguen al Espíritu de la Iglesia, que no son movidos por este Espíritu, que sólo les interesa un reino material, humano, natural, carnal. Una vida mirando sólo lo de acá. Conquistando sólo proyectos humanos.

Por eso, no contemplamos la Iglesia de Cristo ni en Roma ni en muchas parroquias. Sólo contemplamos a hombres que quiere edificar una nueva iglesia, siguiendo las enseñanzas de un hombre que sólo habla para fracasar en su palabra.

Contemplamos un cisma en la Iglesia. Y que ya se está manifestando con claridad, porque se sigue forjando la herejía. Nadie lucha en contra de ella. Todos se acomodan al lenguaje herético que de Roma viene.

Graves momentos para la Iglesia. No se ha vencido en el Sínodo porque ninguno de los Cardenales ha excomulgado a Jorge Mario Bergoglio. Se ha contenido, por un tiempo, la obra de herejía de ese usurpador.

Pero, si los hombres no se ponen en la Verdad, entonces perderán toda fuerza de contención y caerán en la abominación que ya se está levantando por todas partes.

La división está entre los miembros de la Iglesia. Ya no hay comunión en la verdad entre ellos. Y esta es la obra cismática de un hombre, que ha puesto esta guerra, esta división, este odio hacia los católicos verdaderos, que siguen el dogma y cumplen con la ley de Dios. Jorge Mario Bergoglio ha dividido la comunión de los fieles en la Iglesia. Ha dividido la verdad, la unión en la verdad. Y esto es el cisma.

Objetivo del Sínodo: destruir la Iglesia por completo

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Todos han perdido el tiempo estando atentos al viaje del usurpador a Cuba y EE.UU, y todos perderán su tiempo esperando algo bueno en el falso Sínodo que comienza ahora.

«Mis enemigos se reúnen, y se levantarán contra Mí y Mi Iglesia Fiel» (Jesús a un alma escogida): esto es ese falso Sínodo. Ahí se van a reunir los enemigos de Cristo para levantarse, con orgullo, con soberbia, contra Cristo y Su Iglesia.

«Mis enemigos se reúnen»

Jorge Mario Bergoglio es enemigo de Cristo y de la Iglesia Católica. El líder, la pieza clave para que todo el aparato masónico pueda moverse libremente en las Alturas de la Iglesia.

Pero, también son enemigos de Cristo, todos los demás que tienen a Bergoglio como papa.

Enemigo de Cristo es aquel que obedece a un hereje en la Iglesia.

Enemigo de Cristo es aquel que, versado en la tradición y en el magisterio de la Iglesia, los tuerce sólo para complacer la mente del hereje.

Enemigo de Cristo es aquel que conociendo la herejía de Jorge Mario Bergoglio lo declara papa de la Iglesia Católica.

«Mis enemigos se reúnen»

Cristo no estará en el centro del Sínodo. La Verdad ha desaparecido de la Iglesia. Sólo queda la mentira promulgada por la mente del usurpador.

El Espíritu Santo no puede soplar en aquellas almas sacerdotales que no saben discernir a un hereje en la Iglesia. Los Obispos tienen el poder de excomulgar a Bergoglio y no lo hacen. No esperen que el Espíritu de la Verdad esté en las bocas de esos Obispos.

El centro del Sínodo: la mente de Jorge Mario Bergoglio. Y todos dando vuelta al contenido de esa mente llena de errores, de oscuridades y de ambigüedades.

Todos han caído en el hechizo del espíritu del Falso Profeta. Están aprisionados en su mente humana, y sólo pueden abrir sus bocas para bendecir a un hereje en la Iglesia. Sólo saben aplaudir la maldad que ese hombre obra públicamente.

«Mis enemigos se reúnen»

Van a destrozar a Cristo y a Su Iglesia en el Sínodo.

Y, al final, se verán los aplausos de toda la Jerarquía hacia el impío, hacia su maniobra, aceptando la maldad que trae esta obra demoniaca.

En el Sínodo está todo amañado. Lo que va a suceder es sólo una pantalla exterior para dar publicidad a la doctrina impía en la Iglesia, que ya está siendo preparada.

Una treintena de personas están elaborando el documento final del Sínodo en la que se legisla el pecado en la Iglesia.

Todos los Cardenales, Obispos, se reúnen bajo la mente de un hereje, bajo su dictadura, su autocracia.

Por lo tanto, no van a poder ejercer el Magisterio de la Iglesia porque estarán unidos bajo un hombre que no es el Romano Pontífice. Un hombre que sólo busca, en la Iglesia, la gloria para sí mismo. Un hombre que los ha engañado en todo y que sólo vive para engañar a la Iglesia.

Lo que saldrá, por tanto, de esa reunión será siempre el error, la mentira, la duda y la clara herejía.

A ese falso Sínodo no se va a deliberar y a decidir sobre temas eclesiásticos, sino sobre asuntos que son inaceptables para la Iglesia Católica.

Se reúnen para tratar lo que es ya herejía, lo que no tiene vuelta de hoja, lo que no se puede obrar sin violentar claramente los mandamientos divinos.

«.. abrirá las puertas de la Iglesia a todo pecador, a todo soberbio que contradice Mis Leyes y  Decretos Divinos,  acomodando sus leyes a su propia conveniencia, pisoteando así Mi Ley Divina y Mi Autoridad» (Jesús a un alma escogida).

El resultado carecerá, como todo lo que hace Bergoglio en la Iglesia, de valor divino, porque será sólo ratificado por una potestad humana, que es el gobierno horizontal impuesto por Bergoglio en la Iglesia, un organismo externo que, por sí mismo, produce el cisma en la Iglesia.

Comienza el cisma oficial en la Iglesia:

«El 4 de octubre 2015, en memoria a este Santo y Mártir de Mi Pasión [San Francisco de Asís]… se abrirá un sello dentro de Mi Iglesia… a fin de que se manifieste, abiertamente, el espíritu de Impiedad, que hasta ahora se ha ocultado a muchos: el espíritu de la Mentira, el espíritu de la Gran  Apostasía, que dará abiertamente el inicio en la preparación de la destrucción de Mis Leyes, por el espíritu de Impiedad y del Mal, que obra ya en todos Mis enemigos, que buscan -y se han propuesto- destruir a Mi Iglesia, desde la más Alta Jerarquía, el obispo de Roma y sus seguidores».

En esa reunión se va a manifestar abiertamente el espíritu de la Impiedad, que es el espíritu propio del Impío, del Falso Profeta y del Anticristo.

El hombre impío es el que desprecia a Dios y a su Ley, combatiendo con un poder humano la Autoridad Divina.

El hombre impío es hostil a Dios, persigue la Verdad, la ataca de muchas maneras, hace propaganda del error y de la mentira, con el sólo fin de aniquilar toda verdad.

Ese espíritu de impiedad «hasta ahora se ha ocultado a muchos», porque se necesitaba tiempo para ir haciendo la nueva doctrina, las nuevas leyes, el nuevo credo. Mientras tanto, se entretenía a las masas con la oratoria magistral de Jorge Mario Bergoglio.

Una oratoria que es propia de la sabiduría diabólica, aprendida en el mundo y ejercida, durante años, en la Iglesia, arrastrando consigo a muchas almas hacia la perdición eterna.

Ahora, ha llegado el tiempo de quitarse la careta, de que todos contemplen las verdaderas intenciones de aquel que se hace llamar papa sin serlo. Todos verán su traición.

Y son ellos mismos los que lo van a hacer. Tienen que hablar claro porque ya no pueden ocultar más el desastre que se vive en toda la Iglesia. Desastre que ellos mismos ha obrado y que ya ha dado su fruto perfecto en el mal.

Ese espíritu de impiedad «dará abiertamente el inicio en la preparación de la destrucción de Mis Leyes»: después del Sínodo comenzarán a sacar leyes que destruirán las leyes de la gracia, las leyes divinas y las leyes naturales.

Los Sacramentos experimentarán una involución: se introducirán elementos nuevos y extraños, que romperán la esencia del Sacramento y lo acabarán por anular en la misma Iglesia. Lo último que desaparecerá será la Eucaristía con la aparición de la nueva jerarquía, en donde la mujer tendrá parte esencial en ella.

Los Mandamientos de Dios serán anulados completamente, dándose una nueva interpretación más conforme a las necesidades de la gente. Del pecado se dirá que ya no existe, y que lo único que hay que valorar en la Iglesia es la persona humana, con sus ideas, sus vidas, sus obras.

Todos los pecadores podrán acceder a todos los Sacramentos sin necesidad de quitar el óbice del pecado. La confesión sólo será un tribunal psiquiátrico, en donde se enseñará a la persona a ser más humana y a buscar en su vida la felicidad natural.

Se impondrán leyes contra natura, inventándose el matrimonio de los homosexuales, y dando valor a los pecados de impureza más comunes, como la masturbación y el onanismo. Se enseñará que el sexo es sólo una función orgánica del hombre. Y se educará a los niños en toda impureza carnal.

¿Qué cree la gente que buscan en el Sínodo la Jerarquía?

«… buscan -y se han propuesto- destruir a Mi Iglesia, desde la más Alta Jerarquía, el obispo de Roma y sus seguidores».

¡Déjense de falsas esperanzas!

Se han propuesto destruir la Iglesia. Y no hay otro camino. No hay otra solución. No hay punto de retorno.

«Caminamos como Iglesia hacia una renovación profunda y global… Los misioneros, los evangelizadores… son los primeros en darse cuenta de los insuficientes que son las formas de acción tradicionales… El papa [Francisco] quiere llevar la renovación de la Iglesia a un punto de no retorno» (Cardenal Oscar Madariaga).

Destruir el magisterio auténtico de la Iglesia: los dogmas, los Sacramentos, la liturgia.

Ya ha sido anunciada la venida del hombre impío, «que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el Templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo» (2 Ts 2, 4).

Estas Palabras Divinas han quedado en el olvido de muchos católicos que se han vuelto paganos dentro de la Iglesia, y que no son capaces de discernir los Signos de los Tiempos: no ven la apostasía que hay dentro de la Iglesia.

Están aplaudiendo las obras de pecado de un hombre que sólo habla lo que encuentra en su mente humana.

Lo están llamando papa sabiendo que ni habla ni obra como un papa.

Lo están defendiendo conociendo que es el primer culpable de la situación actual de la Iglesia.

«El misterio de iniquidad ya está en acción» desde el principio de la historia, cuando Adán despreció, como un hombre impío, el mandamiento de Dios.

Adán quiso ser dios:

«… es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal» (Gn 3, 5).

Y Dios lo expulsó del Paraíso:

«He aquí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él, viva para siempre. Y le arrojó Yavé Dios del jardín de Edén» (Gn 3, 22.23).

Esta impiedad de Adán se repite constantemente en toda la historia del hombre, obrando Dios con el hombre Su Justicia.

Esta impiedad se ve en Jorge Mario Bergoglio: quiere ser como dios. Quiere decidir por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo. Quiere sus leyes de la gradualidad en la Iglesia.

Y se reúnen con él, en el falso Sínodo, para asestar el golpe definitivo a la Iglesia Católica.

«… se abrirá un sello dentro de Mi Iglesia…»: la apertura de un sello significa la obra de la justicia divina.

«El primer sello es la apostasía, vista no solo entre los no creyentes, sino entre aquellos que profesan conocerme y aquellos que públicamente proclaman su amor por Mí. Este es el momento cuando la verdadera fe será torcida, cuando ustedes Mis hijos, son presentados con una doctrina diluida, la cual es un insulto a Mis enseñanzas. Les digo, hijos, que cuando vean creencias falsas nuevas y doctrinas religiosas surgir, sabrán que este es el tiempo para que primer sello sea revelado» (MDM, 7 marzo 2012).

La apostasía está en la Iglesia desde hace 50 años, obrada por la Jerarquía masónica en contra de todos los Papas.

Pero, ahora, lo que se abre en la Iglesia es la Gran Apostasía que la misma cabeza que gobierna la Iglesia obra oficialmente, sin la careta de buena persona que no ha roto un plato, como ha sido presentada hasta ahora. Una cabeza que es masónica y que ha puesto a su gente en todas las diócesis, con el único propósito de destruir la Iglesia Católica.

En este falso Sínodo, la doctrina de la fe será totalmente torcida con la aparición de una nueva doctrina que será impuesta a todos. Una doctrina que contiene todas las herejías de todos los tiempos, presentadas con una palabra ambigua, hermosa para la mente, pero errada en la inteligencia.

Y esta falsa doctrina revela que una nueva iglesia se está levantando a los ojos de todos, oficialmente, en el Vaticano.

La nueva iglesia necesaria para mostrar el nuevo orden mundial, que tiene que ser, ante todo, de carácter religioso, no político.

Los hombres viven según una idea religiosa, no según una idea política. Hay que unirlos a todos en un mismo lenguaje religioso que contenga todas las ideas religiosas.

Es el comienzo de las profecías:

«En el momento de esta tribulación un hombre, elegido no canónicamente, se elevará al Pontificado, y con su astucia se esforzará por llevar a muchos al error y a la muerte» (Opúsculo del Seráfico Patriarca Francesco D´Assisi).

Esta profecía es para estos Últimos Tiempos, para nuestros días.

El Falso Profeta estuvo detrás en la elección de Jorge Mario Bergoglio. Es tiempo de que aparezca, de que dé la cara. Es tiempo de un hombre inteligente, que no necesita a un grupo de herejes para poner una doctrina, sino que comande ese mismo grupo con su inteligencia.

Bergoglio se ayuda de intelectuales herejes para gobernar. Y, por eso, produce escándalo cuando habla. Predica lo que otros le dicen, pero no sabe argumentar lo que predica. Todos ven su ambigüedad en sus palabras. No ven inteligencia, lógica. Siempre se necesita a otro que interprete sus palabras.

Tiene que aparecer el verdadero Falso Profeta, el que lo mueve todo. Porque ya no hay que entretener a las masas, que ha sido la misión de Bergoglio. Ya las masas han sido arrastradas al error. Ahora, es necesario sellarlas en el error: darles una doctrina que puedan poner en práctica con leyes específicas.

Bergoglio sólo ha dado su discurso y, sólo al final, ha sabido romper la ley canónica del matrimonio con leyes abominables: un motu proprio que otros han hecho por él.

«Mis enemigos se reúnen, y se levantarán contra Mí y Mi Iglesia Fiel. Con grandes engaños y seducciones abrirán las puertas de Mi Iglesia, contradiciendo Mis Leyes, e imponiendo su palabra mentirosa y de engaño sobre Mi Palabra Santa y Verdadera, sus  decretos humanos contra Mi Ley y Decretos Divinos, que son inmutables.  Llevarán, a  muchos, a la confusión, habiendo logrado seducir los corazones de muchos, y confundiendo sus entendimientos, para que no reconozcan más la Verdad y Mi Ley».

Es el tiempo del traidor, que entrega la Iglesia al Falso Profeta, para que lo destruya todo y levante la Iglesia que necesita el Anticristo para aparecer.

Con esta iglesia que se ve es imposible que aparezca el hombre impío. Hay que llevar a esta iglesia al punto de no retorno. Por eso, es necesario un cambio en el gobierno de la Iglesia. Hay que hacer que ese gobierno horizontal actúe más claramente en toda la Iglesia. Que no sólo sea un grupo de ayuda, exterior al gobierno, sino que gobierne realmente en la Iglesia.

Hay que poner una cabeza que no hable con ambigüedad, que no entretenga, sino que instruya con su inteligencia a todos. Inteligencia pervertida en el mal. Bergoglio es sólo el vividor de esa vida pervertida, pero no sirve para gobernar, para ser cabeza inteligente. Sólo ha servido para crear confusión, división, que es lo único que se quería.

Todo lo que ha hecho Bergoglio no es por su autoridad, sino por imposición de otros. Él es sólo un juguete de la masonería: el pelele de turno que tiene que dar la cara al público, mientras otros hacen y deshacen en lo oculto. Así siempre trabaja la masonería: ponen al que todos miran para distraer de lo que verdaderamente ocurre.

Ahora, es el tiempo de romper oficialmente la Iglesia. Ya no es el tiempo de entretener a la masa. Por eso, es el tiempo de la verdadera persecución: quien no acepte esa nueva doctrina, ese nuevo credo, será excomulgado oficialmente. Ellos caerán en su misma trampa: hablan de misericordia con todos, pero no tienen ninguna misericordia con los que siguen la verdad absoluta.

Toda la Iglesia que ha contemplado a Bergoglio como papa, que lo tiene como tal, caerá en la trampa del Sínodo:

«Los necios caerán en el engaño, y serán parte de ese rebaño, que no es guiado por el Espíritu Santo, sino por el espíritu del Engañador, del Precursor del Anticristo, de la primera Bestia que prepara el camino a la segunda Bestia, el Anticristo» (Jesús a un alma escogida).

Esa Jerarquía necia, esos fieles estúpidos, incapaces de discernir la verdad de la mentira, son los que van a levantar la nueva iglesia, serán parte de ese rebaño, siguiendo al Falso Profeta que señala al Anticristo.

Por eso, como dice San Francisco de Asís:

«Habrá tal diversidad de opiniones y cismas entre la gente, entre los religiosos y entre el clero, que, si esos días no se acortaren, según las palabras del Evangelio, aun los escogidos serían inducidos a error, si no fuere que serán especialmente guiados, en medio de tan grande confusión, por la inmensa misericordia de Dios».

Cristo no está en la discusión que se va a observar en el Sínodo.

Cristo no está en la diversidad de opiniones y cismas que vendrán después del Sínodo.

No tomen partido por nadie en la Iglesia. Ninguno de ellos es de Cristo.

Cristo está en la Verdad, y sólo en la Verdad.

Y la única Verdad que hay que exigir a la Jerarquía es que excomulgue al hereje. Si no hacen esto, que se queden con sus opiniones, con su fe en la tradición y en el magisterio de la Iglesia. Se convierten en unos fariseos: tenéis la tradición y el magisterio y seguís a un hereje. No sois Iglesia por más que os vistáis de traje talar y celebréis una misa en latín.

No hay que estar ni con Burke ni con Bergoglio.

Hay que estar con Cristo. Hay que mirar sólo a Cristo. Los demás, que caigan en el engaño.

« ¡Ay de vosotros, pastores tibios, que no os esforzasteis por vivir en la Verdad,  pues, fácilmente, seréis engañados!»: fácilmente engañados.

Cuando no se lucha por la verdad, entonces la vida es sólo aparentar que se sigue la verdad, pero obrando lo contrario a lo que se cree.

¡Gran tibieza es lo que se observa en toda la Jerarquía! Su mucha teología no les podrá salvar del engaño. Serán engañados en su teología.

No pierdan el tiempo con el Sínodo. Ya se sabe cómo va a acabar.

El Anticristo maneja los hilos de la Iglesia y de los gobiernos del mundo

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«antes de instaurar el Nuevo Orden Mundial, que es político, se deberá instaurar la Única Religión Mundial» (Conchiglia)

Hay muchas personas a quienes no les gusta Bergoglio. Esto es, cada día, más evidente. No se puede esconder. No se puede disimular ya. Ni siquiera los que lo siguen se encuentran a gusto con él, porque no les da lo que ellos quieren: una iglesia sin cruz, sin doctrina, sin sacramentos, sin Cristo.

Es necesario ir a la única Religión mundial. Pero no se puede ir si no se acaba con la Iglesia Católica. Hay que meter en la Iglesia Católica la división en la doctrina. Esto es lo que Bergoglio no ha podido hacer todavía. No le han dejado porque él sólo es un hombre que habla su vida de pecado, pero que no sabe poner en una ley, en una norma, esa vida.

Bergoglio es el falso profeta, pero no es la persona del Falso Profeta: no está en la iglesia del anticristo. Está, a penas, levantando su nueva estructura de iglesia. Ya ha puesto su primera división: el gobierno horizontal; pero le falta lo más importante: la doctrina.

Bergoglio es un hombre que no convierte a nadie, porque es un hombre que busca el ecumenismo sin la cruz.

«los creyentes en Cristo no pueden permanecer divididos. Si quieren combatir verdadera y eficazmente la tendencia del mundo a anular el Misterio de la Redención, deben profesar juntos la misma verdad sobre la Cruz. ¡La Cruz! La corriente anticristiana pretende anular su valor, vaciarla de su significado, negando que el hombre encuentre en ella las raíces de su nueva vida; pensando que la Cruz no pueda abrir ni perspectivas ni esperanzas: el hombre, se dice, es sólo un ser terrenal que debe vivir como si Dios no existiese» (Juan Pablo II – Ut unum sint, n.1).

No hay división si hay fe en la verdad sobre la Cruz. Si los hombres no creen en la Cruz, no sólo como un hecho histórico, sino también real, eterno, que permanece y se realiza en cada Altar, entonces los hombres nunca podrán unirse en Cristo.

Cristo une en Su Cruz: ahí está toda la Vida de la Iglesia. La Cruz es el Camino hacia la Verdad de la Vida Divina. A los pies de la Cruz permaneció la Virgen y el discípulo amado. Los demás huyeron en la gran división de sus mentes humanas. El hombre no tiene otro camino, otra esperanza: el mundo hay que llevarlo a la Cruz. Hay que crucificar al hombre viejo para que renazca el nuevo.

No se puede ir al mundo sin la Cruz de Cristo, sin el mensaje que ésta representa: oración y penitencia. ¡Conversión!

«la unidad dada por el Espíritu Santo no consiste simplemente en el encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica». (Juan Pablo II – Ut unum sint, n.9).

Fe católica, sacramentos y jerarquía: esta es la unidad que pide el Espíritu a Su Iglesia.

Y esto es, precisamente, lo que no se ve por ninguna parte.

Hombres que se pasan la vida repensando la antropología y la moral: «Hace años que tendría  que ser posible que se ordenen tanto hombres como mujeres, tanto célibes como casados» (Juan Masía, sj).

Cardenales que han perdido el juicio: «leer con respeto los textos de Lutero y sacar provecho de sus ideas» (Cardenal Marx).

Obispos que han perdido el temor de Dios y la verdad de la Iglesia: «No podemos vivir en una Iglesia con doscientos años de retraso» (Obispo Nicolás Castellanos).

La Jerarquía va buscando una religión mundial. Por eso, es necesario presentar al mundo un nuevo Cristo, un nuevo concepto del cristianismo, una nueva doctrina basada -en todo- en el lenguaje humano, en sus formas, no en la verdad.

Hay que llevar a Cristo al pueblo, a encontrarse con los hombres:

«Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo» (2 de febrero del 2015).

Esta es toda la espiritualidad de Bergoglio: los hombres, el pueblo, la humanidad, sus problemas, sus vidas.

Bergoglio nunca puede predicar la verdad del Evangelio: hay que sumergir al hombre en la muerte de Cristo.

«Con Él hemos sido sepultados por el Bautismo para participar en su muerte, para que como Él resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rom 6, 4).

La Virgen María no lleva a Su Hijo para encontrarse con su pueblo. Lo lleva para presentarlo al Señor: Ella debía cumplir los deberes que como primogénito le imponía la Ley (Ex 13, 2s: “todo varón primogénito sea consagrado al Señor”) y la purificación de la Madre, prescrita en el Levítico (12, 1 s: “un par de tórtolas o dos pichones”). Pero más allá de estas ceremonias legales, la Virgen lleva a Su Hijo al Templo para que se revele la Verdad a los hombres.

La Presentación del Niño en el Templo es la segunda manifestación de Jesús. La primera a los pastores, humildes y sencillos. Jesús viene por estas almas, que son dóciles al Espíritu de la Verdad en sus corazones. Pero Jesús también se manifiesta a las almas que vivían de la esperanza del Mesías; el anciano Simeón. Y el testimonio de este hombre -testimonio de la Verdad, que se manifiesta a su alma, en los brazos de Su Madre- es la manifestación del Niño: Jesús es el Salvador y la luz de las Naciones. Un hombre que da testimonio de la verdad que contempla: eso es Simeón. Y eso es lo que no es ninguna Jerarquía actual en la Iglesia.

Es lo que enseña un verdadero Papa:

«¿Quién es, en realidad, este recién nacido? La respuesta a esta pregunta, fundamental para la historia del mundo y de la humanidad, la da proféticamente el anciano Simeón, quien, estrechando al Niño entre los brazos, ve e intuye en El «la salvación» de Dios, la «luz para alumbrar a las naciones», la «gloria» del pueblo de Israel, la «ruina y la resurrección de muchos en Israel», el «signo de contradicción». Todo esto es ese Niño, que, aun siendo «Rey de la gloria», «Señor del templo», entra allí por vez primera, en silencio, en ocultamiento y en fragilidad de naturaleza humana» (2 de febrero de 1981).

Un Papa legítimo y verdadero, como Juan Pablo II, enseña la misma Palabra de Dios: no la cambia, no la interpreta a su manera humana, no habla para el pueblo, para quedar bien con los hombres; sino que transmite el mismo pensamiento que está contenido en la Palabra de Dios, que es la Mente de Cristo.

Un falso Papa enseña su impostura:

«Guiemos el pueblo a Jesús dejándonos a su vez guiar por Él. Eso es lo que debemos ser: guías guiados». Esto es lo que deben ser los consagrados para este hombre. Una frase muy bonita, pero sin ninguna verdad: ser guías guiados. Es la mayor estupidez de este hombre.

El consagrado tiene que imitar a Jesús:

«estáis llamados a una particular imitación de Jesús y a un testimonio vivido de las exigencias espirituales del Evangelio en la sociedad contemporánea. Y si el cirio, que tenéis en la mano, es también símbolo de vuestra vida ofrecida a Dios, ésta debe consumarse toda entera para su gloria» (2 de febrero de 1981).

Imitar a Cristo, -es lo que enseña un verdadero Papa-, dar testimonio de la Verdad del Evangelio en un mundo que no quiere la verdad. Y es un testimonio que es radical:

«Pero precisamente por esta opción tan radical, os convertís, como Cristo y como María, en un «signo de contradicción», es decir, es un signo de división, de ruptura y de choque en relación con el espíritu del mundo, que pone la finalidad y la felicidad del hombre en la riqueza, en el placer y en la autoafirmación de la propia individualidad» (Ib).

Esto es lo que no se encuentra en ningún discurso de Bergoglio: hay que romper con el espíritu del mundo, hay que ser signo de división con el mundo.

Bergoglio no da la doctrina de Cristo, sino su cristo, la doctrina que tiene en su mente sobre Cristo. Por eso, dice esa frase hermosa, pero sin la doctrina de Cristo. ¿Qué significa ser guiados por Cristo? Imitarlo. ¿Y cómo se imita a Cristo? Expiando los pecados del pueblo. ¿Y cómo se guía al pueblo hacia Cristo? Hay que meterlo en la muerte de Cristo: en la cruz, en la penitencia, en el despojo de todas las cosas por amor a Cristo.

¿Enseña esto, Bergoglio, en este discurso? No; Bergoglio predica un cristo sin doctrina, sin verdad. Sólo enseña sus frases bonitas, que sólo demuestran una cosa: este hombre sólo habla por hablar, para que los demás den publicidad a sus discursos. Pero, mientras tanto, obra otra cosa a lo que habla, a la propaganda que dan los demás de sus palabras. Así se hace la nueva iglesia: a base de impostura religiosa, de fariseísmo, el más perfecto de todos.

Bergoglio enseña como un falso papa, que sólo habla para la masa de los ignorantes, y de los tibios y pervertidos:

1. Una obediencia falsa: «quien sigue a Jesús se pone en el camino de la obediencia, imitando de alguna manera la «condescendencia» del Señor, abajándose y haciendo suya la voluntad del Padre, incluso hasta la negación y la humillación de sí mismo (cf. Flp 2,7-8). Para un religioso, caminar significa abajarse en el servicio, es decir, recorrer el mismo camino de Jesús, que «no retuvo ávidamente el ser igual a Dios» (Flp 2,6). Rebajarse haciéndose siervo para servir».

a. El camino de la obediencia no es imitar la condescendencia del Señor, no es abajarse, no es la negación y la humillación de sí mismo: es obrar la Voluntad de Dios. Se obedece a Dios para hacer lo que Él quiere. Son dos cosas diferentes: que Cristo no muestre Su Gloria a los hombres y su obediencia al Padre, hasta la muerte. Bergoglio mete ambas cosas en el mismo saco para un fin: sé obediente a los hombres, a los mayores, a la mente del hombre: «El fortalecimiento y la renovación de la Vida Consagrada pasan por un gran amor a la regla, y también por la capacidad de contemplar y escuchar a los mayores de la Congregación». Escuchar a los mayores: escucha a tantos superiores falsos como hay en la Iglesia. Escucha a tantos herejes y apóstatas de la fe en Cristo como hay en las congregaciones, asociaciones, seminarios, etc… ¡Aquella Jerarquía que no dé la verdad no se la puede escuchar, no se la puede obedecer aunque estén como Superiores! Pero a Bergoglio lo que le interesa es:

b. Su conclusión: «caminar significa abajarse en el servicio». Es su impostura religiosa: bájate de tus ideas, de tus dogmas, de tus liturgias, de la verdad absoluta, con el fin de servir a todos los hombres, al pueblo. Es siempre su humanismo: rebájate en la mentira para servir a los demás.

No tiene nada que ver con lo que un Papa verdadero enseña a los religiosos: «También vosotros, hermanos y hermanas queridísimos, debéis conservar siempre intacta esa «voluntad de oblación», con la que habéis respondido generosamente a la invitación de Jesús para seguirle más de cerca, en el camino hacia el Calvario, mediante los sagrados vínculos que os unen a El de manera singular en la castidad, en la pobreza y en la obediencia: estos votos constituyen una síntesis, en la que Cristo desea manifestarse a Sí mismo, entablando —a través de vuestra respuesta—, una lucha decisiva contra el espíritu de este mundo» (2 de febrero de 1981): caminar significa tener una voluntad de oblación para llegar a la Cruz, a la muerte con Cristo en la Cruz. Y se llega con los votos de castidad, de pobreza y de obediencia. Esto no lo enseña Bergoglio porque ni los tiene ni sabe cómo vivirlos. La obediencia es una voluntad de oblación en la que se muestra la lucha contra el espíritu del mundo. No es una obediencia para servir al mundo, que es lo que enseña Bergoglio. Todo al revés con este hombre. Todo. La casa se construye por el techo, según Bergoglio. Una vez que el hombre está arraigado en esta obediencia, es cuando sirve a los demás en la verdad de su vida. Y el servicio a los demás da frutos de vida eterna. Pero este servicio es lo último que se hace, lo de menos. Lo que importa es esa voluntad de oblación, por amor a Cristo, para imitar en todo a Cristo. Bergoglio sólo está en su camino humano de servicio a los intereses del hombre. Y, por lo tanto, tiene que predicar una:

2. Falsa sabiduría: «En el relato de la Presentación de Jesús, la sabiduría está representada por los dos ancianos, Simeón y Ana (…) El Señor les concedió la sabiduría tras un largo camino de obediencia a su ley. Obediencia que, por una parte, humilla y aniquila, pero que por otra parte levanta y custodia la esperanza, haciéndolos creativos, porque estaban llenos de Espíritu Santo».

a. La sabiduría siempre es Cristo, nunca los hombres. Los hombres participan de la sabiduría divina por la gracia y el Espíritu. En Simeón y en Ana está representada las almas fieles a la gracia y a al Espíritu. Son dos cosas totalmente diferentes.

b. Una sabiduría creativa: los hace creativos: el alma obediente no es creativa, sino imitativa de la Mente de Dios, de la vida de Cristo: pone por obra lo que Dios piensa: no crea una idea nueva ni una obra nueva. Es el lenguaje de los modernistas, que les lleva a proclamar esta gran herejía: «Perseverando en el camino de la obediencia, madura la sabiduría personal y comunitaria, y así es posible también adaptar las reglas a los tiempos: de hecho, la verdadera «actualización» es obra de la sabiduría, forjada en la docilidad y la obediencia». Vamos a cambiar el dogma, las enseñanzas de siempre en la Iglesia. Hay que adaptar la ley de Dios a los tiempos. Hay que actualizar la norma de moralidad. El magisterio de la Iglesia ya se quedó anticuado y, entonces, hay que buscar otro, más acorde con los tiempos, con la mente de los hombres, con sus culturas. ¡Y eso es sabiduría divina! ¡Esta es la gran blasfemia de este hombre, que sólo vive para su humanismo! Hay que obedecer a una mentira para ser actuales, para actualizar la sabiduría, para madurar en la sabiduría. Bergoglio lo rompe todo.

Para Bergoglio todo es un relato del hombre, todo es una fiesta para los hombres:

«Es curioso advertir que, en esta ocasión, los creativos no son los jóvenes sino los ancianos. Los jóvenes, como María y José, siguen la ley del Señor a través de la obediencia; los ancianos, como Simeón y Ana, ven en el Niño el cumplimiento de la Ley y las promesas de Dios. Y son capaces de hacer fiesta: son creativos en la alegría, en la sabiduría».

María y José son jóvenes, inexpertos, que cumplen con la ley; Simeón y Ana son los maduros, los que tienen la experiencia del conocimiento de Dios, los que saben ser creativos, los que transforman la obediencia en cumplimiento de la ley, y así hacen fiesta. Este es todo el mensaje de este hombre perverso.

Son los ancianos, como él, los que están destruyendo la Iglesia con su sabiduría creativa. En el camino de la obediencia se madura la sabiduría. Este hombre no sabe lo que está diciendo. No tiene ni idea, ni de lo que es la obediencia ni lo que es la sabiduría.

Pone la obediencia a la mente del hombre, pero no a la Mente de Dios. Y, por lo tanto, como la mente del hombre cambia, entonces se madura la sabiduría.

Cuando el hombre obedece a Dios no madura en su sabiduría, sino que crece en sabiduría. En la medida que el hombre vaya aceptando la Mente de Dios, por la obediencia, por el sometimiento de su mente a la verdad revelada, inmutable, eterna, en esa medida, el hombre crece en las virtudes: «El que guarda la Ley es hijo prudente» (Prov 28, 7). Y el virtuoso está lleno de la sabiduría divina: «en alma maliciosa no entrará la sabiduría» (Sab 1, 4).

María y José estaban anclados a una obediencia. Simeón es el más listo, por ser el más creativo, por cambiar en su mente y contemplar –en su ancianidad- lo que no ven María y José por ser jóvenes. Es todo un relato humano. Cuando Bergoglio predica el evangelio, es esto lo que hace: da su cuento, su fábula, su interpretación humana, su chiste. Y le queda algo que no tiene nada que ver con la Palabra de Dios.

Como se madura la sabiduría, entonces es posible también adaptar las reglas a los tiempos. ¿Por qué los homosexuales no pueden casarse? Hay que estar con los tiempos. ¿Por qué no dar la comunión a los malcasados? Hay que madurar en estas reglas que son fruto de una obediencia a lo antiguo. Hay que obedecer a los modernos, a las mentes de todos los soberbios, porque en ellas está la sabiduría creativa, que es – para este hombre sin nombre- una obra divina: «Y el Señor transforma la obediencia en sabiduría con la acción de su Espíritu Santo». ¡Mayor sin sentido no puede haber en la mente de Bergoglio!

¿Quién es María para este personaje?

«Los brazos de su Madre son como la «escalera» por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la escalera de la condescendencia de Dios (…) María que entra en el templo con el Niño en brazos. La Virgen es la que va caminando, pero su Hijo va delante de Ella. Ella lo lleva, pero es Él quien la lleva a Ella por ese camino de Dios, que viene a nosotros para que nosotros podamos ir a Él (…) También nosotros, como María y Simeón, queremos llevar hoy en brazos a Jesús para que se encuentre con su pueblo».

María es la que lleva en brazos a Jesús. Y no más: una madre joven, inexperta en el misterio de Cristo. Es la escalera de la condescendencia de Dios: una frase muy hermosa, pero herética:

«Cristo «tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel» (Hb 2,17). Es el doble camino de Jesús: bajó, se hizo uno de nosotros, para subirnos con Él al Padre, haciéndonos semejantes a Él».

Si se va a la Palabra de Dios, se ve lo que oculta Bergoglio:

«Por esto hubo de asemejarse en todo a sus hermanos, a fin de hacerse Pontífice misericordioso y fiel, en las cosas que tocan a Dios, para expiar los pecados del pueblo»: Cristo se hace hombre, vive como los hombres, en una naturaleza humana, con un fin: expiar los pecados. Se hace sacerdote para expiar los pecados del pueblo, no para hacer fiesta con los hombres, con el pueblo.

Bergoglio calla la expiación del pecado porque no puede entrar en su discurso bello, pero sin verdad alguna. Es el discurso que gusta a la mente de los hombres. Esas mentes que ya no saben pensar la verdad, sino que sólo quieren escuchar lo que tienen en sus propias mentes. Y si hay un viejo, como Bergoglio, inexperto en la verdad, entonces se tragan cualquier cosa que sale de su inmunda boca. Y la tienen como verdad, como voluntad de Dios, como una bendición. Así siempre trabaja un falso profeta: con las formas del lenguaje humano. Formas externas: palabras bellas, frases puestas en una bandeja de plata, con un colorido que agrada a los hombres, para mostrar su mentira siempre.

Los brazos de la Virgen María no son como una escalera, sino que son el resguardo de la Madre. María protege a su Niño del mundo y de los hombres. María conserva en su corazón la Verdad y es lo que transmite al mundo cuando lleva en sus brazos a Su Hijo. María no va caminando con su Hijo para mostrarlo al pueblo. María camina con Su Hijo, en brazos, para realizar la Voluntad de Dios en Su Templo, porque María es la que está asociada en todo a Su Hijo:

«Por asociación con su Hijo, esta mujer se hace también signo de contradicción para el mundo y, a un tiempo, signo de esperanza, a quien todas las generaciones llamarán bienaventurada. La mujer que concibió espiritualmente antes de concebir físicamente, la mujer que acogió la Palabra de Dios, la mujer que se insertó íntima e irrevocablemente en el misterio de la Iglesia ejerciendo la maternidad espiritual con todos los pueblos. La mujer que es venerada como Reina de los Apóstoles sin quedar encuadrada en la constitución jerárquica de la Iglesia, y que sin embargo hizo posible toda jerarquía porque dio al mundo al Pastor y Obispo de nuestras almas. Esta mujer, esta María de los Evangelios, a quien no se menciona entre los presentes en la última Cena, acude de nuevo al pie de la cruz para consumar su aportación a la historia de la salvación. Por su actuación valiente prefigura y anticipa la valentía a lo largo de los siglos de todas las mujeres que contribuyen a dar a luz a Cristo en cada generación». (Octubre del 1979)

Leer a Juan Pablo II y leer a Bergoglio es como el día a la noche. La diferencia es abismal, porque Juan Pablo II es Papa verdadero, elegido por el Espíritu del Señor para guiar a Su Iglesia por el camino de Cristo. Pero Bergoglio no es el Papa, ni puede serlo por más que los hombres griten que Bergoglio es el Papa.

Bergoglio es sólo un falso profeta, que anuncia al anticristo de la nueva iglesia. Es ese anticristo el que va a romper la Iglesia. El anticristo es un ser inteligente que sabe romper la doctrina de Cristo con su inteligencia, con su idea, con su mente. Bergoglio sólo sabe hablar, pero no romper. Quiere romper, pero no puede. No es su tiempo.

Tiene que venir, después de él, el temido, que no es el Anticristo, sino el falso Papa que continúa la obra que ha iniciado Bergoglio. Porque hasta que no se levante la nueva iglesia, la ecuménica, la que engloba a todo el mundo, a todas las religiones, no se levanta el nuevo  orden mundial, y no puede aparecer ni el Falso Profeta ni el Anticristo.

El Anticristo necesita de un anticristo en la Iglesia: uno que lleve a la Iglesia hacia la religión mundial. Y el Anticristo necesita de un anticristo en el mundo: uno que lleve a todo el mundo hacia un gobierno mundial. Y estos dos anticristos todavía no han aparecido. Están sus voceros: Bergoglio y Obama, pero no son los indicados para el gran juego del Anticristo.

La Iglesia Católica, por las profecías, tiene que pasar dos años de sede Vacante antes de que se levante la nueva iglesia, que será la Iglesia del Anticristo. Y hasta que no muera el Papa legítimo, Benedicto XVI, Bergoglio sólo seguirá hablando de sus muchas cosas. Y, mientras entretiene  a todo el mundo con sus majaderías, se va obrando en lo oculto todo lo demás. Así, cuando llegue el tiempo requerido, se cambia todo a base de palos, de imposiciones, de sangre, de persecución.

El Anticristo está guiando a toda esta Jerarquía que apoya a Bergoglio: uno de ellos se hará con el poder en la Iglesia para hacer lo que no hace Bergoglio: dividir la doctrina, destruir el dogma. Por eso, ni entre ellos se tienen confianza: todos están en ese gobierno horizontal con el deseo, no declarado, de ser papas y así imponer la doctrina que ellos quieren en la Iglesia. A Bergoglio lo echan fuera, como a todos los demás, porque ya no sirve: sirve para la fiesta, pero no para la Iglesia que el Anticristo quiere. El Anticristo necesita una cabeza pensante, que no tenga miedo a romper el dogma. Necesita un Kasper. No necesita de un hombre que viva su pecado, como Bergoglio, porque eso ya lo tiene en el mundo y en la Iglesia. Hay que cambiar la doctrina, el dogma, para crear la nueva iglesia. Y esto hay que hacerlo a las bravas, no con sonrisitas.

Mientras Bergoglio vive su estúpida vida en la Iglesia, la doctrina no se cambia: sólo hay confusión. Sólo hay lío, división, enfrentamientos dentro de la Jerarquía y de los fieles. Y esto es sólo el fruto del gobierno de este hombre: nada claro, sin claridad, sin camino. Habla muchas cosas y nada se hace. Todo el mundo hace y deshace, pero la doctrina sigue igual. Con Bergoglio, todo sigue igual. Y esto es lo que no le gusta al Anticristo. Bergoglio fue débil en el Sínodo pasado. Y eso el Anticristo lo va a remediar en el próximo Sínodo: debe cortar la cabeza de Bergoglio para eso. Tiene que poner su anticristo, que levante su nueva iglesia mundial.

Es la última hora

obisposcondenado

«Hijitos, ésta es la última hora» (1 Jn 2, 18).

Es la «novissima hora»: la hora de los combates contra el demonio. Y no hay otra: detrás de un hombre de poder, están las oscuras artes del demonio.

Es la hora en que el demonio se manifiesta a través de los hombres. No hay que pararse en los hombres, sino discernir el espíritu con que cada hombre habla y obra. Los hombres son movidos por el espíritu del demonio. No sólo son tentados. No sólo se percibe una obsesión demoníaca en ellos. Hay muchos hombres poseídos por el demonio (= el demonio posee sus mentes humanas, no sólo sus cuerpos), y que ostentan un poder: político, económico, social, religioso.

Es la «novissima hora»: es la última de este tiempo: es la lucha contra el Anticristo de este tiempo. Porque todavía falta otro Anticristo; pero ése será al final, en el fin de los fines.

¡Estamos en el fin de los tiempos!

Ahora es el Anticristo del fin de los tiempos.

Ahora es cuando se implanta el gobierno mundial y la Iglesia universal.

Los hebreos que odiaron a Cristo: que lo mataron, que lo vieron muerto en la Cruz, que fueron testigos de Su Resurrección, pero que dieron falso testimonio…:

«Decir que, viniendo los discípulos de noche, le robaron mientras nosotros dormíamos… Esta noticia se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy» (Mt 28, 13. 15b).

… esos hebreos, esos judíos son los que gobiernan, en la actualidad, la Iglesia.

«Se está consumando la más perversa conspiración contra la Santa Iglesia. Sus enemigos traman destruir sus más sagradas tradiciones y realizar reformas tan audaces y malévolas como las de Calvino, Zwinglio y otros grandes heresiarcas, con el fingido celo de modernizar a la iglesia y ponerla a la altura de la época, pero en realidad con el oculto propósito de abrir las puertas al comunismo, acelerar el derrumbe del mundo libre y preparar la futura destrucción del cristianismo» (Prólogo a la edición italiana – Conspiración contra la Iglesia – Maurice Pinay, 1962).

Desde hace mucho tiempo entraron en el interior del Vaticano y siempre se han movido en la oscuridad, nunca a la luz.

«(…) esas fuerzas anticristianas cuentan dentro de las jerarquías de la Iglesia con una verdadera quinta columna de agentes incondicionales a la masonería, al comunismo y al poder oculto que los gobierna, pues indican que esos cardenales, arzobispos y obispos serán quienes formando una especie de ala progresista dentro del Concilio, tratarán de llevar a cabo las perversas reformas, sorprendiendo la buena fe y afán de progreso de muchos piadosos padres» (Ib).

Esos judíos, por medio de otros, han matado a Papas, los han chantajeados, los han sustituidos con sosías, han manipulado sus mentes, porque es necesario poner al Anticristo, al rey terrenal, que es también mundial, el cual tiene que oponerse al Rey del Universo, que es Cristo Jesús, y a Su Iglesia en Pedro.

Por eso, ante un Papa legítimo no hay que alabar ni juzgar ni condenar su persona. Sólo hay que discernir a los que tiene a su alrededor. Es la única manera de saber qué está pasando en la Iglesia.

El poder masónico es maestro en dar a conocer lo que los hombres quieren creer. Esconde muchas cosas y sólo muestra lo que conviene en ese momento.

Todos aquellos que juzgan a todos los Papas, desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI, sólo siguen el juego de este poder masónico. Ellos son más inteligentes que todos los católicos juntos. Siempre van un paso adelante. Y, por eso, saben jugar con todo el mundo, saben poner el entretenimiento de masas.

Bergoglio es sólo eso: puro entretenimiento. Por debajo, está la jugada maestra que no enseñan.

Bergoglio está sometido, en todo, a ese poder masónico, a esos judíos que sólo quieren el poder en el Vaticano. Bergoglio es un rey que no gobierna, pero que tiene su orgullo propio, con el cual se opone a ese poder masónico.

Los judíos son el poder; los musulmanes, los que hacen el trabajo sucio. Son los romanos del tiempo de Cristo.

Los judíos usaron a los romanos para matar a Cristo.

El holocausto judío fue obra de los mismos judíos, del poder masónico, que usaron a otros para hacer la obra. Y no dudaron en suprimir una parte del pueblo judío para hacer recaer la culpa sobre otros. Y sólo con un fin: que el mundo entero y que la Iglesia, respete, reverencie, haga honor a los judíos

La culpa de la muerte de Jesús: los romanos. Sobre ellos vino el castigo de Dios. ¿Quién movió a los romanos? Los judíos.

¿Quién mueve las matanzas en el mundo entero? Los judíos, que usan a los terroristas, a los musulmanes, a los integristas, para ese trabajo sucio.

Es la «novissima hora»: no es la hora para dormirse en los laureles, creyendo que por pertenecer a la Iglesia, ya estamos salvados.

La Iglesia que vemos en el Vaticano –y, por lo tanto, en todo el mundo- no es la Iglesia de Cristo. ¡No es la verdadera Iglesia!

¡Bergoglio está tergiversando todo –TODO- lo que Cristo ha enseñado! TODO.

¡Bergoglio precede al Anticristo!

¡Es un falso Profeta, que ama ser glorificado por el pueblo!

¡Sediento de gloria humana!

Su vanidad y su orgullo preceden al Anticristo.

¡Labran el camino!

¡Señalan el camino!

¡Abren puertas para que se instale, en la cúpula vaticana, la gran abominación!

¡Su gobierno horizontal es el cisma declarado! ¡Es la primera división!

Se divide la Verdad del Papado: muchas cabezas gobiernan. Muchas cabezas piensan. Muchos hombres hablan la confusión, la torre de babel. Se parte el pastel del gobierno.

Se descentra el gobierno de Roma: cada cual decide, en su diócesis, lo que es la Iglesia.

Son cabecillas de un hereje.

Son los nuevos dictadores, que obran el poder de la masonería: son instrumentos de ellos, de esos judíos que nunca tuvieron intención de creer en Jesús, pero sí de seguirlo para atacarlo en todo.

¡Cuántos católicos hay así! Escuchan a Cristo, Su Evangelio, siguen las enseñanzas que la Iglesia da, pero es para espiar, es para meterse en lo más íntimo de la Iglesia para desbaratarla, romperla desde dentro.

Son como el demonio: la mona de Dios. El demonio ve todo lo que hace Dios, pero para imitarlo en el mal.

¡Cuántos Obispos y sacerdotes han hecho lo mismo!

Están en la Iglesia imitando lo que los buenos y santos sacerdotes hacen, pero para el mal.

Mucha Jerarquía da la impresión de ser santa: han asumido una falsa humildad. Han aprendido los gestos, las palabras, las obras que los santos hacían en su humildad y en su pobreza.

Un claro ejemplo: Bergoglio. Este hombre se maquilla de humildad y de pobreza para conseguir un amor de los hombres. Pero no tiene ni idea de lo que es vivir ni en pobreza ni en humildad.

¡Cuántos muestran al exterior una vida aparentemente irreprensible: inmaculados, puros, honestos! ¡Qué fácil es engañar con lo exterior de la vida! ¡Cuántos católicos caen en este engaño! Porque sus vidas son lo mismo: vidas para lo social, lo exterior, ligeras, superficiales, mundanas, llenas de nada.

¡Cuántos hacen, ante los demás, grandes obras – y muy buenas obras humanas – para que la gente vea que son buenos católicos, buenos sacerdotes, que deben confiar en ellos, que saben lo que hacen en la Iglesia!

Imitan exteriormente a los grandes santos sólo con un objetivo: alcanzar la cúpula, los puestos claves en el Vaticano, en cada diócesis. Buscan el mando, la autoridad, el gobierno de la Iglesia.

Desde siempre el ansia de poder, el orgullo de mandar, de tener un cargo en la Iglesia, ha hecho que muchas almas sacerdotales hayan destruido, ladrillo por ladrillo, la Iglesia. ¡Destruido! Para eso están en la Iglesia. Para eso son sacerdotes y Obispos y Cardenales: para destruirlo todo.

La destrucción que vemos en toda la Iglesia no es de ahora: viene de muy lejos. Ha sido tan oculta que nadie se ha dado cuenta.

Sólo, en estos cincuenta años, se ha ido descubriendo la maldad oculta en muchos sacerdotes y Obispos. ¡Y sigue la destrucción! Pero ahora se suman muchos más.

Ahora, toda la masa de los tibios y de los pervertidos, que con los Papas legítimos han estado atacando a la Iglesia, pero desde fuera; tienen con Bergoglio las puertas totalmente abiertas, para entrar y saquearlo todo. Y lo hacen en nombre de los mismos católicos, de la misma iglesia católica, poniendo como estandarte a su falso papa, Bergoglio. Ellos son lo que dicen, imitando a su demonio, Bergoglio, que la Iglesia está enferma y que Bergoglio es el sano, el justo, el inmaculado, el santo, el que ama a la Iglesia.

Es la «novissima hora»: Bergoglio lleva almas al Anticristo como don: es el regalo de un falso profeta a su mesías, a su dios, a su esclavitud.

Al igual que San Juan Bautista bautizó a las almas para prepararlas a penitencia; así Bergoglio bautiza a las almas en la vanidad y en el orgullo, para condenarlas, para que se pierdan por toda la eternidad.

El problema de Bergoglio es que no señala al Anticristo, como san Juan señaló a Cristo. No puede, porque no lo conoce. Bergoglio es un falso Profeta: es decir, tiene el Espíritu del Falso Profeta, pero no es la persona del Falso Profeta.

Bergoglio hace el trabajo del falso profeta, que es levantar la falsa iglesia para el Anticristo. Hasta que esa iglesia no sea puesta en pie, no sólo en el gobierno sino también en la doctrina, el Anticristo no puede aparecer.

La persona del Falso Profeta señala la persona del Anticristo. El Falso Profeta es el Falso Papa de la falsa iglesia universal, ecuménica. Todavía falta por ver quién es el verdadero Falo Profeta de la falsa iglesia. Hay que levantar, antes, esa falsa iglesia.

Bergoglio es un falsario: un falso Papa; pero todavía la falsa iglesia no aparece, no está levantada, no está consolidada. Bergoglio es la primera piedra de esa falsa iglesia.

Él ya ha puesto la primera división: quitar la verticalidad. Ahora, la Iglesia se construye de abajo arriba: del pueblo al jefe. No de la Jerarquía al pueblo.

Es el pueblo, es la gente, es la opinión de todos lo que levanta esa iglesia. Es una fe común, es una doctrina universal, es un camino en el mundo lo que fundamenta esa falsa iglesia.

Por eso, Bergoglio se dedica a dar entrevistas, a hacer que su doctrina sea conocida por todos, a poner en el gobierno de toda la Iglesia, en cada diócesis, su gente herética y cismática, como él, porque hay que ir a la segunda división.

¡Hay que dividir, no sólo la cabeza, el poder, sino también la doctrina!

El poder masónico presentó a Bergoglio la doctrina que tenía que ser impuesta en el Sínodo extraordinario.

Y Bergoglio se echó para atrás. ¡Fue su orgullo!

Bergoglio ha creado nuevos cardenales, porque se teme lo peor: no ha sido fiel al poder masónico, que lo ha puesto ahí. Y ellos ya no confían en él: ellos no esperan que en el próximo Sínodo, Bergoglio sea fuerte e imponga la doctrina que ellos quieren.

Por eso, es necesario poner a un jefe, a otro falso papa, que divida la iglesia en la doctrina. ¡Segunda división!

Un gobierno horizontal sin una doctrina horizontal no sirve para nada: sólo para crear más confusión en todas partes.

«El falso Profeta – el que se hace pasar como el líder de Mi Iglesia – está preparado para colocarse las ropas, que no fueron hechas para él. Él profanará Mi Sagrada Eucaristía y dividirá Mi Iglesia por la mitad, y luego a la mitad otra vez» (MDM – 8 de marzo 2013).

La Iglesia es Pedro, se levanta en Pedro, en un Papa legítimo, único. Y Pedro es: poder y doctrina. Pedro es un gobierno al que hay que obedecer; y una doctrina que hay que creer.

Estar en la Iglesia, ser Iglesia es obedecer al Papa y someterse a una doctrina, para poder salvarse y santificarse. Son dos cosas. Y quien falla en una de ellas, no puede salvarse ni santificarse. El camino en la Iglesia es el Papa y Cristo; el gobierno del Papa y la doctrina de Cristo.

Nadie se salva sin la Jerarquía: sin la obediencia a una autoridad legítima, divina, puesta por Dios. Pero no se obedece la persona del Papa, sino a Cristo en ella. Es decir, se obedece la doctrina de Cristo que el Papa enseña, que es una verdad Absoluta, inmutable, eterna.

Por eso, todo Papa legítimo es la Voz de Cristo, el mismo Cristo en la tierra.

Todo falso Papa es lo contrario: la voz del demonio, del mismo demonio encarnado en él, que posee su mente humana.

Todo falso profeta, todo falso papa, todo usurpador del Papado, divide a Pedro: divide el poder y la doctrina.

Todo falso profeta, todo falso papa profana a Cristo en la Iglesia: la Eucaristía, la santa Misa, su doctrina.

Bergoglio, falso profeta, el que se hace pasar por lo que no es; se hace pasar por Papa, y no es Papa; se hace llamar Papa, y no tiene el nombre de Papa; gobierna la iglesia como Papa y no gobierna nada, ni siquiera su falsa iglesia, porque su gobierno oficial horizontal carece de una doctrina oficial horizontal.

Bergoglio profana la Eucaristía: nada más vestirse las ropas para aparentar su falso Papado, lavó los pies a los hombres, a las mujeres, a los musulmanes, a los que tienen que hacer el trabajo sucio en la Iglesia.

Bergoglio profana la Palabra de Dios: en sus predicaciones, en sus misas, dice herejías. Predica que Jesús no es Dios, no es un Espíritu, sino sólo un hombre, una persona humana.

Bergoglio, en la Iglesia, profana a Cristo en las almas: se dedica a dar de comer a los pobres, a solucionar problemas sociales, humanos, a darle al hombre el reino de este mundo: la vanidad de la vida humana, el vacío de una vida mirando y enseñando la mentira.

Con su gobierno horizontal, Bergoglio dividió la Iglesia por la mitad.

El poder dividido: partido por la mitad. El poder ya no es para una obediencia, sino para repartirlo. Y así nace la dictadura en la Iglesia: se impone una forma de gobierno, que no es la verdad ni puede dar ni hacer caminar hacia la verdad. ¡Y se impone! Es una obediencia a la mentira. Todos obedecen un gobierno horizontal: eso es la dictadura. Todos esclavos de un mentiroso.

En la Iglesia sólo se obedece a Pedro: a una verticalidad. Es la obediencia a la Verdad que enseña Pedro.

En la falsa iglesia que se levanta en el Vaticano, se obedece a la mentira que enseña el falso papa, que actúa como lo que no es: Pedro. Bergoglio es sólo la figura vacía de Pedro. No tiene el espíritu de Pedro. No es Voz de la Verdad.

El poder de la Iglesia ha sido dividido en el Papado. Lo que vemos en el Vaticano no es el Papado como Cristo lo constituyó: no es un Pedro y, bajo él, toda la Jerarquía. Es un falso Pedro y, junto a él, muchas cabezas gobernando.

Primera división de la Iglesia: se reparte el poder. Se oficializó el gobierno horizontal. Ya no existe, oficialmente, la verticalidad. Ya no hay Iglesia en el Vaticano. No está la Iglesia en Pedro. Hay una iglesia en muchas cabezas: en un falso Pedro, con cantidad de mentes humanas a su alrededor que se reparten el pastel.

Con el Sínodo próximo, la Iglesia se va dividir de nuevo, por la mitad.

Se va a oficializar la nueva doctrina: la del error, la de la herejía, la del cisma.

Hasta el momento, Bergoglio es el único que sigue su propia doctrina, al margen de la doctrina de Cristo. Pero su doctrina no es oficial en la Iglesia: no es algo que todos deban creer, asumir, obedecer, obrar.

Después del Sínodo, será distinto. Es la nueva iglesia, con una nueva doctrina: la que predica el falso Papa, Bergoglio.

Se dividirá la doctrina: la Iglesia, en la doctrina, se partirá por la mitad. Ya no será una doctrina para obedecer, para someterse a ella, sino una doctrina para interpretarla al gusto de cada cual. Una doctrina abierta a todas la mentes de los hombres, menos a los que creen en la Verdad Absoluta.

Es la doctrina del relativismo universal de la verdad: es poner lo que piensa el hombre, lo que opina el pueblo, lo que está abajo, llevarlo arriba, al gobierno, para ser puesto como ley, como norma, como evolución del dogma. Es la ley de la gradualidad que fracasó en el Sínodo extraordinario.

Bergoglio es sólo un hombre que habla para la vida del mundo, la vida que agrada a muchos hombres que son del mundo. Y en el mundo sólo reina uno: el demonio.

Bergoglio, cuando predica, conduce a las almas hacia el demonio, hacia el reino de Satanás. No puede conducirlas hacia Dios, sino hacia su propio dios: su mente humana.

Antes estas dos divisiones, ¿qué hay que hacer en la Iglesia?

Los que todavía creen que Bergoglio es oficialmente Papa, no pueden otra cosa que seguirle y obedecerle.

Porque a «un Papa hereje y que persevera en la herejía no tiene sobre la tierra un poder superior a sí; tan sólo un poder ministerial para su destitución» (Cardenal Cayetano).

No lo pueden juzgar, ni criticar, porque es su papa. Y nadie es superior al papa.

Para los que creen que Bergoglio no es Papa, entonces pueden juzgar a Bergoglio y oponerse a él en todas las cosas.

Un hereje no es oficialmente Papa: esto es lo que enseña la Iglesia en la Bula Cum ex Apostolatus Officio, del Papa Pablo IV.

Es lo que enseña San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia, De Romano Pontifice, II, 30:

«Un papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Este es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción».

Y es lo que enseñan lo Santos.

San Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, «The Catholic Controversy» La Controversia Católica, edición inglesa, pp. 305-306:

«Ahora, cuando él [el Papa] es explícitamente hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia…».

Bergoglio no tiene dignidad; está fuera de la Iglesia.

Pero muchos, ahora, prefieren seguir a Cayetano y esperar que un poder ministerial, es decir, un grupo de Cardenales y de Obispos, hagan renunciar a Bergoglio como Papa. Mientras no se haga esto, los que siguen esta línea teológica, están obligados a unirse a la mente de Bergoglio: tienen que obedecerlo y seguir su doctrina de herejía.

Esto es peligrosísimo para las almas. Y esto no es lo recomendable que haya que hacer, porque esto es ir en contra de la misma doctrina de Cristo.

¿Qué hay que hacer en la Iglesia?

¡Permanecer en Cristo, que es permanecer en la Verdad, en la doctrina que Cristo ha enseñado y que no puede cambiar nunca!

Permanecer: no corran de un lado al otro para encontrar a Cristo en la Jerarquía ni en los falsos profetas. ¡No hagan eso!

La Jerarquía que obedece a un falso Papa no da a Cristo, no enseña la doctrina de Cristo, no hace caminar hacia la salvación ni hacia la santidad.

¡No estén pendientes de lo que diga o haga la Jerarquía! Porque no hay un Papa que aúne, que una en la Verdad Absoluta. Hay un falso papa que dispersa en la mentira: que une en la diversidad de ideologías.

El Clero se ha vuelto traidor a Cristo. Y la razón: quieren preservar su propio prestigio ante los hombres y ante el mundo entero. Teniendo un falso papa aclamado por el mundo entero, ¿quién no quiere participar de esa gloria humana?

El clero no es tonto: sabe lo que es Bergoglio. Y, por eso, reverencia a Bergoglio porque tergiversa la doctrina de Cristo y la echa a la basura, que es lo que toda la Jerarquía traidora, infiel a la gracia, persigue en la Iglesia.

Se obedece a un traidor porque está destruyendo el poder y la doctrina. Esta es la maldad de mucha Jerarquía. Y esta es la verdad que nadie dice.

Es la «novissima hora»: es el tiempo de la Justicia Divina. Comenzó con el Sínodo extraordinario. En el tiempo de la Justicia, sólo se obra lo que el demonio quiere. No lo que quieren los hombres. Los hombres, en la Iglesia, ya no deciden nada. Es el Espíritu el que guía a toda la Iglesia. Quien no esté en la Verdad, entonces es guiado por el demonio; quien permanezca en la Verdad, entonces encontrará a Cristo en su vida.

Las blasfemias de Bergoglio en su herético mensaje para la jornada de la paz

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«del deseo de una vida plena… forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer» (1 de enero del 2014).

Aquí, Bergoglio, está desarrollando la idea herética de la ecología, que nace de la concepción errada que tiene de la fe en Dios creador; una concepción desde la “horizontalidad”, no desde la verticalidad: como todos somos hijos de Dios, entonces todos somos hermanos entre sí; todos habitamos en la misma casa del Padre, en la creación, en el universo. Consecuencia: se da una gran intimidad, una gran cercanía con todas las cosas.

Es decir, que el hombre es un ser en el mundo con todas las cosas. Y, por lo tanto, el hombre se une, se casa, hace un matrimonio con todo el universo, está en relación, interactúa, dialoga con todos los seres vivientes, con todo lo que existe, aunque no sea un ser viviente. Todos se convierten en hermanos, no sólo de sangre, sino de alma, de mente, de espíritu.

Adán y Eva «concibieron la primera fraternidad, la de Caín y Abel. Caín y Abel eran hermanos, porque vienen del mismo vientre, y por lo tanto tienen el mismo origen, naturaleza y dignidad de sus padres, creados a imagen y semejanza de Dios» (8 de diciembre del 2014).

Bergoglio no puede entender el pecado de Adán y, por lo tanto, concibe lo que sucedió en el Paraíso desde la fraternidad, no desde el pecado, no desde el mal, no desde la verdad revelada: concibieron la primera fraternidad. No puede hablar de que Adán y Eva concibieron el primer hijo en pecado. Anula esta verdad para poner su mentira, su fraternidad.

El mal, para Bergoglio, va a estar en el hombre, no en la acción del demonio en el hombre. El mal no tiene una raíz espiritual en Bergoglio y, por eso, dice: «el pecado no es una mancha en el alma que tengo que quitar». No es algo que el demonio ha puesto en mí; sino algo que ha hecho el hombre y que se resuelve sólo por caminos humanos, por su falso misticismo: la fraternidad.

«El asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros» (1 de enero del 2014). El mal de Caín es un problema humano, fraternal, no espiritual. Bergoglio ha puesto la vocación a ser hermanos como la misión de todo hombre cuando nace. Ése es su mayúsculo error en su enseñanza.

Dios crea al hombre para ser hijo de Dios: le da una vocación divina. No le ofrece una fraternidad, sino la participación en el ser divino: el hombre es Dios por participación. Esta es la vocación sublime de todo hombre, que Bergoglio se carga de manera absoluta.

Y porque el hombre es hijo de Dios, por eso, el demonio le acecha para poner en la naturaleza humana su obra demoníaca, que es lo que hizo con Adán. Y, por tanto, Adán engendró a un demonio: Caín. Y el pecado de Caín es la obra del demonio en Caín: es una obra espiritual. Caín mata a Abel porque éste tiene el sello de Dios, del cual carecía Caín. No lo mata porque rechaza la vocación de hermano. Caín carecía de esta vocación.

Pero Bergoglio está a lo suyo: en su clara herejía, en su nefasta apostasía de la fe.

Por eso, dice: Caín y Abel creados a imagen y semejanza de Dios. Bergoglio no comprende que al pecar Adán, la gracia, la vida sobrenatural, la semejanza con Dios se pierde. No lo comprende porque ha anulado el concepto de pecado, como dogma, como verdad revelada.  Ni Caín ni Abel fueron engendrados en la semejanza de Dios, porque no hay gracia. Caín y Abel fueron engendrados en el pecado original. Tienen un mismo padre, pero diferente madre. Esto Bergoglio no lo puede enseñar porque no cree en el Paraíso, en las palabras reveladas, sino que las interpreta a su manera. Para él, el génesis es un cuento de hadas, no la realidad de la vida sobrenatural.

Bergoglio sólo está en su idea ecológica: la fraternidad.

El hombre existe en un universo y, por tanto, coexiste con todo lo demás, se une a todo lo demás, se relaciona con todo lo demás, con una necesidad absoluta, como algo inscrito en su ser, que está por encima, incluso de su libertad como hombre: es como un imperativo de ser del universo, de encajar en el universo, de relacionarse con todo el universo, de ser hermano de todos. Es el falso misticismo propio de Bergoglio: quiere abarcar en su mente la totalidad de las cosas, unidas entre sí de una manera mágica, cósmica, universal, fraternal.

Por eso, habla de que la vida plena necesita de un anhelo indeleble de fraternidad: es el amor al hombre puesto por encima del amor a Dios.

La plenitud de la vida sólo es posible en el anhelo infinito de Dios: si el alma no desea lo divino, de una manera indeleble, no puede amar al hombre, al prójimo, a la creación.

Pero Bergoglio dice: «Así, la conversión a Cristo, el comienzo de una vida de discipulado en Cristo, constituye un nuevo nacimiento que regenera la fraternidad como vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social» (8 de diciembre del 2014). Lo que funda la vida familiar y social es el amor fraterno, no el amor de Dios, no la ley eterna, no la ley natural. Por eso, habla de una conversión totalmente contraria a la que enseña san Pablo en su carta a los Corintios. Habla de que la persona se convierte para una fraternidad: regenera la fraternidad. Es su idea herética de la ecología: como todos somos hijos de Dios, entonces todos somos hermanos. Anula la conversión para ser hijo de Dios. Quien se convierte a Cristo, recibe la gracia que le regenera en un hombre nuevo: el ser hijo de Dios. Bergoglio se carga la gracia, anula el amor de Dios, y se pone por encima de toda ley natural, divina y de la gracia.

Bergoglio tuerce el concepto de hermano que san Francisco utiliza en sus obras. Para San Francisco de Asís todo hombre es hermano porque tiene una naturaleza humana. Somos hermanos porque poseemos una naturaleza humana: ése es el sentido del amor al prójimo, que enseña Jesús en Su Evangelio: ama al prójimo como a ti mismo. Se ama al otro porque cada hombre ama su naturaleza humana. Es la ley natural. Amo al otro porque amo su naturaleza humana, que es también la mía, aunque en otro cuerpo, con otra alma, guiada por otra persona.

Por ley natural, los hombres se aman a sí mismos y, por tanto, aman a todo hombre que tenga una naturaleza humana como se tiene en sí mismo. Esto, tan sencillo, lo tuerce Bergoglio.

Hay que amar al otro porque no encontramos enemigos, contrincantes: «en los que encontramos no enemigos o contrincantes». Y esto es una gran mentira. Hay que amar al otro porque es hombre, porque tiene una naturaleza humana. Pero en el otro, no se puede amar lo que nos hace enemigos: su pecado. Se ama al pecador, pero se odia su pecado, se aleja uno de su pecado, se pone un muro entre su pecado y la vida de uno.

El hombre, para amar en la verdad a sus semejantes, tiene que juzgar el pecado del otro y darle al otro lo que se merece, lo que el otro busca en su misma vida de hombre: una justicia para su pecado. Esto es lo que anula Bergoglio, por estar en su idea ecológica, que es un falso misticismo, es un panenteísmo y es la concepción masónica de la vida del hombre: la falsa tolerancia.

No se puede acoger el pecado, el error del prójimo, que es lo que quiere Bergoglio: «hermanos a los que acoger y querer». No se puede querer la herejía, el pecado, la mentira, el error de una persona. No se puede tolerar que las personas vivan sus vidas engañando con sus mentes a los demás, como hace Bergoglio. No es digno de un Obispo ser mentiroso. No hay respeto a un Obispo que miente cada día en la Iglesia. No hay obediencia a la mente de un Obispo que se ha pervertido por estar fornicando con la mente de todos los hombres, que viven en el error de sus vidas.

Esto es lo que muchos católicos todavía no han comprendido de Bergoglio: le siguen obedeciendo. Pero, ¿a qué le obedecen? ¿A su sonrisa? ¿A su cara bonita?

La obediencia en la Iglesia es a la Jerarquía que da, que enseña, que guía, en la Verdad. Bergoglio no da, ni enseña ni guía en la verdad. Entonces, ¿por qué los católicos viven un disparate en la Iglesia al someterse a un hombre que no vale para nada en la vida eclesial, que no es camino para salvar el alma ni para santificarla? ¿Por qué?

Porque los católicos, que obedecen a Bergoglio y a toda la Jerarquía que se somete a ese charlatán, son como Bergoglio: no tienen fe católica, no son de la Iglesia Católica, no sirven para ser Iglesia, para obrar en la Iglesia la verdad de la doctrina de Cristo.

«En la historia de los orígenes de la familia humana, el pecado de la separación de Dios, de la figura del padre y del hermano, se convierte en una expresión del rechazo de la comunión traduciéndose en la cultura de la esclavitud (cf. Gn 9, 25-27), con las consecuencias que ello conlleva y que se perpetúan de generación en generación: rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales, la institucionalización de la desigualdad» (8 de diciembre del 2014).

Fíjense el disparate que dice este hombre, este necio que cuando habla da la verdad de lo que es: un demonio.

Bergoglio no comprende la maldición de Noé y llama a todo eso: cultura de la esclavitud. Ha anulado la obra de expiación del pecado que esa maldición conlleva, pero que Bergoglio no puede verla, como no ve la maldición que hace Dios de la creación cuando Adán peca.

El problema del hombre actual, lo que se ha transmitido de generación en generación es esa cultura de la esclavitud. Anula el pecado en la generación del hombre. Todo hombre –para Bergoglio-  nace santo; es la vida, las circunstancias, esa tara de esa cultura de la esclavitud que arrastra la sociedad, el mal en el hombre y en el mundo.

¿Han captado el disparate? El pecado no es un dogma, no es una verdad revelada en el Paraíso, que tiene una raíz espiritual y, por lo tanto, unas consecuencia espirituales para todo hombre, que se transmite de generación en generación, sino que es un asunto humano, de culturas: es la cultura de la esclavitud. Y sobre esta base herética, totalmente contraria a la verdad que Dios ha revelado, construye su mensaje de la paz diciendo que todos somos hermanos y que nadie es esclavo.

¿Ven la estupidez de este hombre? ¿Todavía no la ven?

Así está la Iglesia: llena de estúpidos como Bergoglio.

Un hombre estúpido es el que dice esto: «El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús «hermano y hermana, y madre» (Mt 12, 50)» (Ib.).

¡Pero qué estúpido que es Bergoglio que pone la cita y da una idiotez de interpretación! ¡No seas estúpido! ¡No cites el Evangelio para después dar tu mentira! ¡Bergoglio mismo se condena en sus mismas palabras!

¿Qué dice Mt 12, 50? «He aquí mi madre y mis hermanos. Pues todo aquel que hiciere la Voluntad de mi Padre, que está en los Cielos, ése es mi hermano, y mi hermana y mi madre». Hay que hacer la Voluntad del Padre para ser hermano de Cristo. No hay que escuchar el Evangelio. Hay tantos hombres que escuchan la Palabra de Dios y después hacen sus propias voluntades humanas, que no pueden ser hermanos de Cristo, aunque crean en Cristo.

Hay que cumplir con la Voluntad de Dios, no hay que responder a la llamada de la conversión. Dios llama a las almas a convertirse, a salir de su vida de pecado.  Pero una vez que el hombre sale, se convierte, tiene que aprender a hacer la Voluntad de Dios. Y si no aprende eso, vuelve a su pecado.

Bergoglio nunca habla de la Voluntad de Dios. Ya lo ven cuando cita este pasaje. No declara el pasaje como es, no puede hablar de la Voluntad del Padre, porque no cree en Dios Padre. Bergoglio cree en su concepto de Dios, en su concepto de Dios creador, en su concepto de Dios Padre. Pero Bergoglio no cree en el Padre como el que engendra a Su Hijo en Su Voluntad. Esto no le entra en cabeza; él no puede entrar en el Misterio de la Santísima Trinidad porque no cree en ese dogma: «No creo en un Dios Católico». Entonces, ¿qué haces en la Iglesia Católica? ¿Para qué estás sentado en la Silla de Pedro? Para destruir la Iglesia Católica, la fe católica en las almas con su palabra barata, rastrera y blasfema, que es lo que hace cada día. Y muchos católicos, muchos teólogos ni se han enterado –todavía- de esta destrucción.

Al torcer el Evangelio de Mateo, le sale otra herejía, que es una clara blasfemia contra el Espíritu Santo:

«No se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una disposición divina autoritativa, sin el concurso de la libertad personal, es decir, sin convertirse libremente a Cristo. El ser hijo de Dios responde al imperativo de la conversión: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch 2, 38)» (Ib.).

El imperativo de la conversión: esto es Hegel.

Eres hijo de Dios por el imperativo de la conversión. No eres hijo de Dios por gracia y por libertad. Este Misterio, el de la gracia y la libertad, queda anulado en Bergoglio.

Bergoglio no comprende la conversión del hombre: El hombre se convierte por una gracia divina, que le toca en su corazón y que le abre para responder a esa gracia. El hombre, en su libertad, responde o no responde a esa gracia. Esa gracia es un don de Dios, que el hombre no se merece. Esa gracia no es una exigencia de Dios, no es una disposición autoritativa de Dios, porque Dios no impone nada. Dios lo regala todo.

El hombre, en su libertad, responde o no a Dios, a ese regalo divino. Y responde libremente, no por imperativo. En la libertad, el hombre no está coaccionado: es libre. Nada ni nadie le impera. La conversión no le impera para convertirse, para elegir. El hombre elige sin imperativo, sin coacción. Si hay imperativo, si la conversión es un imperativo, entonces el hombre no es libre.

Es lo que está diciendo Bergoglio: se es hijo de Dios por imperativo de la conversión. Es decir, no eres libre en tu conversión. Esto es el imperativo de la razón de Hegel: el hombre hace las cosas por imperativo de su razón, con la coacción de su razón. No puede quitarse la razón para ejercer su libertad. Es una libertad impuesta por la razón, que no es libertad. Esto es una gran blasfemia contra el Espíritu Santo, porque Dios ha creado a todos los hombres libres. Y en su conversión, los hombres siguen siendo libres. No existe el imperativo de la conversión.

En este planteamiento de su falso misticismo, de su falsa fraternidad, de cargarse todo el dogma, tiene que decir otra herejía:

«Todo esto demuestra cómo la Buena Nueva de Jesucristo… también es capaz de redimir las relaciones entre los hombres, incluida aquella entre un esclavo y su amo, destacando lo que ambos tienen en común: la filiación adoptiva y el vínculo de fraternidad en Cristo. El mismo Jesús dijo a sus discípulos: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 15)».

Jesús ha redimido la esclavitud, la cultura de la esclavitud, las relaciones entre un esclavo y su amo. ¡Tamaña barbaridad! ¡Necio discurso de un hombre sediento de la gloria humana! ¡Estúpida cabeza de un loco que se cree superior a todos porque se sienta, en su orgullo, en la Silla de Pedro!

El evangelio, la Buena Nueva, no redime las relaciones entre los hombres. La Palabra de Dios redime las almas de los hombres: las salva del pecado, purifica sus corazones y transforma al alma en otro Cristo. Si el alma imita a Cristo en su vida, si el alma se asimila a Cristo en su vida, si el alma se niega a sí misma en su vida, entonces salva y santifica a los demás hombres, irradia la verdad, el amor de Cristo: obra la santidad en la familia, en el matrimonio, en lo social, en el estado, en la Iglesia.

Los hombres no tienen en común ni la filiación adoptiva ni el vínculo de la fraternidad. Esta es la idea ecológica. Esto es lo principal en la ecología: como somos hijos de Dios, entonces todos somos hermanos. Este es el eje central de toda la herejía de Bergoglio. Y esta idea está en todas sus homilías y escritos. Y esta idea la va a reflejar en ese documento blasfemo que va a sacar, próximamente, sobre la ecología.

Bergoglio, en su blasfemia contra el Espíritu Santo, está construyendo una nueva iglesia, con una nueva doctrina, con un falso cristo, con un falso evangelio, con un falso magisterio. Y los católicos como imbéciles, detrás de este blasfemo. ¡No tienen vergüenza!

El grave problema de la ecología es torcer la Palabra de Dios para expresar el negocio de los hombres. Se apoyan en todos los santos, en el magisterio de la Iglesia, en la Sagrada Escritura, para poner de relieve una grave blasfemia: el hombre, el culto al hombre en la creación.

Para el ecologista no se puede hablar de esclavitud, del dominio de la naturaleza humana, que Dios revela en Su Palabra: «Procread y multiplicaos; y henchid la tierra; sometedla y dominad…» (Gn 1, 28). Este domino, esta esclavitud va en contra de la fraternidad para el que sigue la herejía del ecologismo.

Para el ecologista, el hombre no está por encima de la naturaleza, no la domina, sino que está dentro de la naturaleza: es el panenteísmo: el ser humano está en el mundo y con todas las cosas: la libertad del hombres se realiza en el interior del mundo, no sobre el mundo, no dominando al mundo, sino siendo uno con todas las cosas del mundo.  El mundo, la creación le impera al hombre para obrar con libertad.

Lo que tiene valor es la creación, no el hombre. Es el panenteísmo: Dios crea la creación de sí mismo, no de la nada. Por tanto, toda la creación es divina, sagrada. El hombre es parte de esa creación sagrada, divina, y no puede dominarla, esclavizarla. El hombre es sagrado y, por eso, Bergoglio, predica que la persona humana es sagrada. El hombre, al ser sagrado, se une a la creación, que también es sagrada. No tiene que dominarla, sino establecer relaciones para no dañarla, para no esclavizarla. En esta herejía, que es una blasfemia, del panenteísmo, cabalga toda la ecología.

Y Bergoglio pone, en su blasfemo discurso, una sarta de ejemplos que no tienen nada que ver con la esclavitud, con ninguna cultura de la esclavitud, sino con el pecado de los hombres, en los diferentes países. Para Bergoglio todo es esclavitud: las prostitutas, los emigrantes, los que trabajan de manera ilegal, etc… Pone una serie de ejemplos que sólo muestran una cosa: su comunismo:

«Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos».

La raíz de la esclavitud está en el concepto de la persona humana: Hegel.Todo el problema de los hombres está en la idea, en la mente, dentro de la racionalidad. El culto a la razón del hombre, al lenguaje humano, a la palabra barata y blasfema.

Y, además, es un concepto de la persona en el que se admite el ser tratada como objeto: no existe ese concepto de la persona humana. Ni en teología ni en la filosofía ni en la metafísica. Es un invento de la mente de Bergoglio para destacar una cosa: el bien común.

La raíz de la esclavitud está en el pecado de la persona humana: no está en no ver al otro como hombre, en su dignidad humana. No; está en pecar contra el otro al tratarlo como objeto y, a pesar de que se vea su dignidad humana. No se pierde la visión de la dignidad humana al pecar. Se peca por una maldad, no porque se tenga presente o no el concepto de dignidad humana.

Bergoglio apela a su comunismo: «hermanos y hermanas en la humanidad»: el bien común. Como no buscas el bien común de ser hombre, de tener una naturaleza humana, de respetar al otro porque es una persona humana, porque tiene dignidad, entonces caes en la esclavitud.

Bergoglio niega la propiedad privada, el bien privado de la libertad de cada hombre. El hombre, en su bien privado, en su libertad, elige hacer daño al otro, tratarlo como un objeto, aunque sepa que sea hombre. Siempre la persona comunista ve el bien privado, la propiedad privada, la libertad del hombre como una función social: si quieres ser hombre tienes que hacer un bien común a todos los hombres en la sociedad, en el estado, en la iglesia. Es el comunismo que está fundamentado en el panenteísmo: hay que hacer el bien común porque el hombre, para ser hombre, para ejercer su libertad humana, tiene que estar en el mundo, dialogar con el mundo, ser del mundo, unirse a todo hombre, porque es su hermano, su sagrado hermano.

Y se podría seguir diciendo las herejías que Bergoglio expone en este mensaje para la próxima jornada de la paz, que escribió el día de la Inmaculada. Pero no merece la pena. A nadie le interesa mostrarse ante Bergoglio como enemigo. Todos están tan contentos con este subnormal, que se les cae la baba. Y Bergoglio no es nada en la Iglesia Católica. Nada. Y quien lo tenga por algo, sencillamente escribe, con letras de oro, su misma condenación.

Dejen a Bergoglio en su gran blasfemia, y dedíquense a discernir el camino de la Iglesia, que no está en Roma ni en las Parroquias. No lo tiene la Jerarquía de la Iglesia. Ellos van a salir escaldados de esa falsa iglesia en busca de los católicos verdaderos, que se han dedicado a permanecer en la Verdad, batallando contra todos los hombres, contra todos sus pensamientos y obras en la Iglesia, para seguir siendo Iglesia.

El que es de Cristo no necesita a Bergoglio como Papa. Lo que necesita es dar testimonio de la Verdad a todo aquel que se atreva a dar publicidad a las herejías de un charlatán, que sólo vive para alimentarse de la gloria, del dinero y del poder de los hombres.

Escupan la mente de Bergoglio, porque dentro de ella está toda la blasfemia del demonio para la Iglesia.

¡Ay de aquel que no se atreva a dar una patada a Bergoglio por el falso respeto y la falsa obediencia a un hombre que no se merece ni los buenos días!

¡Es una vergüenza lo que hacen muchos católicos que ven la herejía de Bergoglio y que por un falso amor al hombre lo siguen sosteniendo porque así creen que no hacen mal a la Iglesia! ¡Son ellos los que destruyen la Iglesia sosteniendo, obedeciendo a un hereje como Papa! ¡Ningún Papa es hereje ni puede serlo! ¡Cuántos católicos, y renombrados católicos, desconocen esta verdad! ¡Qué infierno van a tener por estar dando buena y mala publicidad a un hereje!

Bergoglio enseña, como un falso papa, su falsa y herética doctrina

vividor

1. «El Concilio Vaticano II, al presentar la Iglesia a los hombres de nuestro tiempo, tenía bien presente una verdad fundamental, que jamás hay que olvidar: la Iglesia no es una realidad estática, inmóvil, con un fin en sí misma, sino que está continuamente en camino en la historia, hacia la meta última y maravillosa que es el Reino de los cielos, del cual la Iglesia en la tierra es el germen y el inicio» [cf. Conc. ecum. Vat. II, const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 5] (L´Osservatore Romano, n. 48, pág 20 – Audiencia general del miércoles, 26 de noviembre).

Si van a la Lumen Gentium comprobarán que no se dice nada de lo que Bergoglio habla. Allí, el Papa enseña que la Iglesia: «constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino. Y, mientras ella paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el reino consumado y con todas sus fuerzas espera y ansia unirse con su Rey en la gloria». La Iglesia va hacia su fin: la Gloria, que es la unión con Su Cabeza Invisible en la gloria; va creciendo en la gracia y en el Espíritu. No crece en lo humano, en lo material, en lo natural. La Iglesia es una realidad divina, espiritual y, por tanto, siempre la Iglesia está en acto, pero es una obra divina en Ella, no humana.

Bergoglio pone el acento en su herejía: la Iglesia está «continuamente en camino en la historia». Ve la Iglesia como una realidad histórica, pero no divina, no espiritual. La hacen los hombres durante el tiempo en que viven. Y, por eso, este hombre pone la Iglesia, no en Jesús, sino en Abraham, en el pueblo de Dios del AT. Por eso, habla así y enseña su estilo de iglesia, que no es la Iglesia Católica.

Nombra, además, un documento de la Iglesia para predicar su mentira. Es lo que hacen muchos ahora en la Iglesia: nombran a un Papa o al magisterio o a un santo para decir su gran mentira a todos con una sonrisa.

El fin de la Iglesia es salvar y santificar las almas. Es un fin en sí mismo. Se quita ese fin, se anula la Iglesia.

• Lc 19,10:  «Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». Jesús viene a salvar el alma. Éste es el fin. Confirman lo mismo las parábolas de la oveja perdida, del hallazgo de la dracma y del hijo pródigo (cfr. Lc 15,1-32).

• El Nombre de Jesús indica la finalidad de la Misión de Jesucristo: la salvación de los hombres: «Dará a luz un hijo, a quién pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21).

• Y esta salvación del alma sólo se puede realizar mediante la perfección moral: «Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre Celestial» (Mt 5, 48);

«Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo» (Mt 16, 24); «cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo» (Lc 14, 33). La Iglesia no se hace en la historia, en el tiempo de los hombres, sino en la lucha, en la batalla de los hombres contra los enemigos de su alma. La Iglesia no es una realidad histórica, no se lucha por un motivo humano, por un ideal social, para que no haya pobres. Se lucha para ganar el cielo:

«Seréis aborrecidos de todos por mi nombre; el que persevere hasta el fin, ése será salvo» (Mt 10, 22). No todos son amigos de Dios en la Iglesia. Hay enemigos, hay extraños, hay traidores. Y hay que perseverar hasta el final.

¿Qué dice Bergoglio? «Es muy necesario que esto se verifique en la comunidad cristiana, en la que nadie es extranjero y, por consiguiente, todos merecen acogida y apoyo». (L´Osservatore Romano, n. 48, pág 9 – Audiencia del viernes, 21 de noviembre). Nadie es extraño en la Iglesia, sino que todos son amigos, conocidos. Nadie es peligroso. Y pone la razón: «La Iglesia, además de ser una comunidad de fieles que reconoce a Jesucristo en el rostro del prójimo, es madre sin confines y sin fronteras. Es madre de todos y se esfuerza por alimentar la cultura de la acogida y de la solidaridad, en la que nadie es inútil, está fuera de lugar o hay que descartar» (Ib). En este párrafo hay tantas herejías que sería largo de desarrollar aquí. Pero tienen el pensamiento de un hombre sin fe, sin verdad, sin brújula alguna. Es el hombre que quiere la Iglesia en estos momentos. Y, por eso, con él, se pierde toda la Iglesia.

La Iglesia no es para todos, porque la misión de Jesús estaba restringida a la Casa de Israel: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la Casa de Israel» (Mt 15, 24). Y la misión de los Apóstoles estaba también restringida a Israel: «No vayáis a los gentiles… id más bien a las ovejas perdidas de la Casa de Israel» (Mt 10, 5). Eso no impide que se predique el Evangelio a todos: «Antes habrá de ser predicado el Evangelio a todas las naciones» (Mc 13, 10); «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15). Pero se va a predicar al mundo entero impulsado por el Espíritu, como lo hizo San Pedro con Cornelio: «Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro». San Pedro, al dar cuenta de su comportamiento hace referencia no a un mandato de Jesucristo, sino a la revelación del Espíritu, a la visión que él tuvo y a la revelación que el mismo Cornelio recibió del ángel (cf. Act. 10, 17- 29). La Iglesia es la obra del Espíritu, no del hombre. Y, por tanto, entran en la Iglesia aquellas almas que quiere el Espíritu, no las que desea el hombre. «En verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre» (Mt 10, 23). El mandato del Señor de evangelizar a Israel no contradice la evangelización del mundo entero por el Espíritu. Es el Espíritu el que sabe a quién hay que evangelizar, quién tiene que entrar en la Iglesia. Los hombres, con cumplir el mandato del Señor es suficiente para hacer la Iglesia. No tienen que meter en la Iglesia a los que Dios no ha purificado.

Al no interpretar correctamente la Sagrada Escritura, se cae en el falso ecumenismo, que hoy hace gala todo el mundo en la Iglesia. Hay que ir sólo a los infieles por mandato de Dios en su Espíritu, no porque uno lo vea. Son las misiones que antes se tenían en la Iglesia: se mandaba a misionar a los infieles. Ya eso se ha perdido. Hoy se va a los infieles, no para convertirlos, sino para ser sus amigos y vivir con ellos en sus pecados.

Al anular Bergoglio el fin de la Iglesia, y al decir que es para todo el mundo, que no hay extranjeros, que es madre de todos, que alimenta las culturas de los hombres,  entonces tiene que concluir –necesariamente- que todos van al cielo.

2. «Más que de un lugar, se trata de un «estado» del alma donde nuestras expectativas más profundas se realizarán de modo superabundante y nuestro ser, como criaturas y como hijos de Dios, llegará a la plena maduración. Al final seremos revestidos por la alegría, la paz y el amor de Dios de modo completo, sin límite alguno, y estaremos cara a cara con Él (cf. 1 Cor 13, 12). Es hermoso pensar esto, pensar en el cielo. Todos nosotros nos encontraremos allá arriba, todos. Es hermoso, da fuerza al alma».

a. «Todos nosotros nos encontraremos allá arriba, todos»

¿Qué enseña la Iglesia?

«Por esta constitución que ha de valer para siempre por autoridad apostólica definimos que, según la común ordenación de Dios, las almas de todos los santos…, en los que no había nada que purgar al salir de este mundo, ni habrá cuando salgan igualmente en lo futuro, o si entonces lo hubo habrá luego algo purgable en ellos, cuando después de su muerte se hubieron purgado…, inmediatamente después de su muerte o de la dicha purgación… aún antes… del juicio universal, después de la ascensión del Salvador Señor Nuestro Jesucristo…, estuvieron, están y estarán en el cielo… y vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y también cara a cara… definimos además, que según la común ordenación de Dios, las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno donde son atormentados con penas infernales…» (Benedicto XII (D530).

Se enseña explícitamente que las almas reciben, una vez que mueren, un premio o un castigo. Y lo reciben inmediatamente: «definimos que (…) las almas de todos los santos (…) inmediatamente después de su muerte(…) están y estarán en el cielo(…)definimos además, que (…)  las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno ».

Es la definición de la Iglesia que significa que hay que creer que cuando se muere, unos van al cielo y otros al infierno. Es de fe divina y católica definida. Es un dogma definido por la Iglesia, que está en la Sagrada Escritura y en toda la Tradición.

Bergoglio, por tanto, enseña su propio magisterio, que no pertenece a la Iglesia Católica. Con su doctrina, Bergoglio enseña el camino de condenación a las almas en la Iglesia.

Y esto significa una cosa: que Bergoglio no es Papa de la Iglesia Católica.

b. «Más que de un lugar, se trata de un «estado» del alma»

El cielo es un lugar concreto.

Según la sentencia común de los teólogos, las almas quedan constituidas no sólo en un cierto estado de bienaventuranza o de condenación o de purificación, sino en un lugar determinado:

• Lc 16, 22: «Sucedió, pues, que murió el pobre, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham». El alma del pobre es llevada a un lugar, no se transforma en un estado, no vive en un estado: murió en estado de gracia y fue llevada al seno de Abraham, a un lugar concreto.

• Hech, 1, 25: «para ocupar el lugar de este ministerio y el apostolado de que prevaricó Judas para irse a su lugar»: Judas pecó, murió y se fue a su lugar en el infierno.

• Jn 14,2s: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas… y luego que os haya preparado el lugar, volverá otra vez y os tomaré conmigo, a fin de que donde yo estoy, también estéis vosotros»: Jesús prepara un lugar concreto para sus almas elegidas, que son las que se salvan y se santifican. Jesús, siendo Dios, también tiene su lugar en el Cielo, porque posee un Cuerpo Glorioso.

• Lc 23, 43: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso»: el buen ladrón, cuando muera, va a estar con Jesús en el lugar del Paraíso; su alma no cambiará de estado, sino que estará junto a Jesús en un lugar concreto.

• Ap 21, 2: «Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del Cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa»: la Nueva Jerusalén baja del cielo, baja de un lugar concreto. Y en el Cielo se encuentra al lado de Dios, está en un lugar concreto del cielo.

• El Concilio Florentino (D 693): «Y que las almas de aquellos que después de recibir el bautismo, no incurrieron absolutamente en mancha alguna de pecado, y también aquellas que, después de contraer mancha de pecado, la han purgado, o mientras vivían en sus cuerpos o después que salieron de ellos, según arriba se ha dicho, son inmediatamente recibidas en el cielo y ven claramente a Dios mismo, trino y uno, tal como es, unos sin embargo con más perfección que otros, conforme a la diversidad de los merecimientos. Pero las almas de aquellos que mueren en pecado mortal actual o con solo el original, bajan inmediatamente al infierno, para ser castigadas, si bien con penas diferentes». En esta definición se enseña que las almas que mueren sin pecado o que han purificado sus pecados son «inmediatamente recibidas en el cielo»: son recibidas en el lugar concreto del cielo. Y las que muere en pecado mortal  «bajan inmediatamente al infierno»: bajan al lugar concreto del infierno.

• San Cirilo de Jerusalén: «Los ángeles ven continuamente en los cielos el rostro de Dios; ahora bien cada uno ve según la medida de su propio orden y lugar. Sin embargo la pura intuición del esplendor de la gloria del Padre está reservada propia y sinceramente al Hijo juntamente con el Espíritu Santo»: los ángeles también estén en un lugar concreto del cielo, no sólo en el orden de su jerarquía.

• San Gregorio Niseno: «Esta es la vida propia y conveniente a la naturaleza intelectual, el participar de Dios… la vida del alma consiste en ver a Dios»: las almas, en el cielo, ven a Dios, pero cada una en su lugar, en su mansión:

• San Agustín: «Todas las almas tienen cuando salen de este mundo, sus diversas mansiones. Las buenas alcanzan el gozo, las malas los tormentos. Mas cuando haya acaecido la resurrección, el gozo de los buenos será mayor y los tormentos de los malos serán más terribles, cuando sean atormentadas las almas juntamente con el cuerpo…»

Más aún, los Padres y los Teólogos juzgan comúnmente que las almas no pueden salir de sus lugares, según la ley ordinaria, si bien no excluyen el que esto suceda de manera extraordinaria.

Muchos ven la herejía de Bergoglio, pero no se atreven a llamarlo hereje manifiesto: están esperando otra herejía. Y no se han dado cuenta que el verdadero hereje no es el que dice herejías, sino el que vive su herejía, su pecado, aunque no manifieste con la palabra esa herejía.

Bergoglio es el que vive su herejia y deja vivir a otros en su herejía, en su vida de pecado. Por tanto, es el que condena a todos al infierno. Y lo hace con una sonrisa, tomando mate: vive y deja vivir, porque todos nos vamos al cielo.

Bergoglio niega la Creación Divina y la Omnipotencia de Dios

santa

«La acción del hombre participa de la potencia de Dios y es capaz de construir un mundo apto a su doble vida corporal y espiritual; construir un mundo humano para todos los seres humanos y no para un grupo o una clase privilegiada» (ver texto)

Este es el orgullo de un hombre sin sabiduría divina: «construir un mundo apto a su doble vida corporal y espiritual». Bergoglio quiere construir un Paraíso en la tierra ¡Este es su fin en su gobierno en la maldita iglesia que ha levantado en el Vaticano! Para eso trabaja, para eso se levanta cada día: para recibir el aplauso de la gente que busca vivir una vida sin Dios. A toda esa gente, Bergoglio les da lo que piden. Y sólo de esa manera, consigue adeptos para su maldita iglesia.

Y quiere su comunismo: «construir un mundo humano…no para un grupo o una clase privilegiada». Es su lucha de clases, porque pone el pecado como un mal social, como un mal que producen las clases pudientes en contra de las clases pobres y miserables. Quiere un mundo para todos los hombres en igualdad de condiciones; que todos tengan de todo. Y eso es imposible, un absurdo, porque existe el pecado como ofensa a Dios. Y, por tanto, se da, tanto en los ricos, como en los pobres, la avaricia, el poder, el orgullo, la autodependencia, vivir como a uno le dé la gana sin contar con los demás. Y sean comunistas, ateos, liberales, conservadores, socialistas, adinerados, pobres…todos quieren una cosa: pecar; vivir pecando. Y, por tanto, es un absurdo un mundo para todos los hombres en que no se den diferencias. Un auténtico absurdo, que es lo que viven y predican todos los comunistas, como Bergoglio.

Después del rotundo fracaso del Sínodo, este hombre tiene que conseguir acaparar, de nuevo, a la gente que ha comenzado a distanciarse de él.

Tiene que hablar bien del Papa legítimo, Benedicto XVI. Tiene que inaugurar un busto para él, para que todos vean que él continúa la obra de Benedicto XVI. Todos miran, ahora, al Papa Benedicto XVI después del escándalo del Sínodo. Todos le buscan, porque comienzan a ver lo que es Bergoglio: uno que se aprovecha de la situación de la Iglesia para hacer su negocio en Ella, que es lo que hacen todos los dictadores en el mundo.

Pero el problema de Bergoglio es que no sabe esconder su herejía: cuando dice una verdad, al mismo tiempo, tiene que decir una mentira. No sabe callar su mente, que es propia de un demonio. Es la mente de un hombre que sólo vive para lo que hay en su inteligencia humana: y su inteligencia está rota por su gran soberbia. ¡Es una locura! Y esa rotura la revela a todo el mundo con su espíritu orgulloso: aquí estoy yo para levantar un busto al Papa verdadero, pero también para deciros que Dios no ha creado el universo de la nada.

«Cuando leemos en el Génesis el pasaje de la Creación corremos el riesgo de imaginar que Dios haya sido un mago, con una varita mágica capaz de hacer todas las cosas»: esto es una blasfemia contra el Espíritu Santo.

¡Qué falta de lucidez tiene este hombre cuando habla de Dios! ¡Cómo se palpa su locura!

Dios tiene poder para hacer todas las cosas: si Bergoglio niega esto, lo niega todo. ¡Está negando la Omnipotencia de Dios! En el concepto que este hombre tiene de Dios, Dios no es Omnipotente.

Dios ha creado el mundo, pero lo que combate Bergoglio es esto: el mundo comenzó a ser; entonces, ¿de dónde le viene al mundo el que después de haber recibido el ser ya no lo pierda y se convierta en lo que es?

En otras palabras: el mundo ¿depende absolutamente de Dios para que siga siendo mundo, o son los hombres los que se encargan de hacer y de conservar el mundo?

Bergoglio niega que el mundo dependa absolutamente de Dios, porque Dios «no es un mago, con una varita mágica capaz de hacer todas las cosas». Este es el lenguaje propio de su herejía: es un lenguaje barato, pero que da una blasfemia: Dios no es «capaz de hacer todas las cosas» ¡Una gran blasfemia! Y muchos la aplauden. Muchos. Porque les gusta el lenguaje barato de este hombre: «corremos el riesgo de imaginar que Dios haya sido un mago». Este lenguaje barato no significa que esté exento de pecado: no; es un lenguaje barato lleno de pecado: falta al respeto a lo que es Dios. A Dios nunca se le puede relacionar con un mago. Bergoglio no sabe hablar de Dios, porque quiere poner a Dios en el lenguaje hortera de la calle: abaja a Dios al hombre. Por eso, su pecado apesta en la Iglesia: es el pecado de un orgulloso, que se cree que sabe algo de Dios, porque habla de una manera barata al pueblo.

Así que Dios creó el mundo y prescinde de él: «Él ha creado a los seres y los ha dejado desarrollar según las leyes internas que Él ha dado a cada uno, para que se desarrollaran, para que llegaran a la propia plenitud».

¡Leyes internas! ¿Qué serán esas leyes? ¿Leyes psicológicas? ¿Leyes biológicas? ¿Leyes sexuales? ¿Leyes psiquiátricas?.. ¿En dónde queda la ley natural? ¿En dónde la Ley Eterna de Dios en toda la Creación? Esto, para Bergoglio, no existe en su concepto de Dios.

Cada ser ha desarrollado una vida según unas “leyes internas”. Y así ha llegado, cada ser, a su propia plenitud. ¡Una gran blasfemia! La criatura sola, sin el concurso inmediato de Dios (porque Dios no puede hacerlo todo), llega a su plenitud. Dios no es la Vida que lo sustenta todo, sino que cada ser tiene su vida y así, en la evolución de sus leyes, llega a la perfección, a la santidad, a la plenitud de todo. ¡La ley del pecado no se da! ¡La ley de la gracia no se puede dar! ¡La ley divina nunca se va a dar con Bergoglio!

La creación de Dios, a causa de la ley del pecado, está como está: un desastre. No hay plenitud. Dios creó el Universo, creó a un ángel que se rebeló contra Él; y ese ángel metió la ley del pecado en la Ley Eterna, que rige toda la Creación. Imposible que la Creación, ni siquiera la material, llegue a su plenitud en lo material. Imposible. Porque la ley del pecado es destrucción de toda plenitud.

Los cuerpos de los hombres, por la ley del pecado original, nacen llenos de abominación. Y por más que crezcan, que se desarrollen naturalmente, como cuerpos, el hombre, al mirar su cuerpo, mira su muerte, mira una cosa que se va a morir pronto. Y se muere porque este cuerpo no es plenitud, no puede llegar a la perfección por más desarrollo en su vida carnal que tenga.

Bergoglio es anatema: se carga la ley Eterna para dar sus leyes internas, para contar la fábula de la Creación según Bergoglio.

Y ¿qué dice la Iglesia?

El Concilio Vaticano I (D 1784): «Todas las cosas que ha creado, Dios las cuida y las gobierna con su providencia…». Esto es de fe divina y católica. Esto es un dogma de fe, enseñado en el Magisterio auténtico de la Iglesia. Esto no es una opinión teológica. Dios conserva indirecta y directamente Su Creación. Bergoglio se carga este dogma con su lenguaje barato y blasfemo.

Dios tiene poder para cuidarlo todo, para gobernarlo todo con Su Providencia.

Y ¿qué dice la Sagrada Escritura?

Sab 11,25s: «Nada de lo que hiciste aborreces… Y ¿cómo habría permanecido algo si Tú no hubieses querido? ¿Cómo algo que no hubiera sido llamado por Ti se habría conservado?».

Dios conserva todas las cosas de manera directa e inmediata. Es Su Voluntad: «si Tú no hubieses querido»; «algo que no hubiera sido llamado por Ti». Dios lo conserva todo, concurre con todas las cosas con su sola Voluntad. Su Voluntad Divina es Poder. Por encima de la voluntad de los hombres, de su libertad, se encuentra el Poder de la Voluntad de Dios, que niega Bergoglio.

Sab 1,7: «Porque el Espíritu del Señor llena la tierra y El, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra».

Dios todo lo mantiene unido. Tiene poder para eso. Dios asiste con Su Omnipotencia a todas las cosas. Dios llena con Su Presencia y mantiene unido en el ser todas las cosas, para que no desaparezcan.

Un ser no puede vivir, no puede crecer, no puede desarrollarse –ni siquiera materialmente- sin la Omnipotencia de Dios.

Un hombre no puede pensar si Dios no le ayuda, no concurre con él. Un hombre no puede moverse, si Dios no gobierna sus movimientos. Un hombre no puede obrar si Dios no lo lleva en sus manos.

Hchs 17,24-28: «Dios, que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no… como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas… Pues en El vivimos, nos movemos y existimos».

El hombre vive y se mueve y existe en Dios. Y no en un sentido panteísta.  Todas las cosas han recibido de Dios, y no sólo al principio de su creación, sino que continuamente reciben de Dios, la vida, el ser, el movimiento. Es decir, que Dios conserva todas las cosas directa e inmediatamente. Todas las cosas dependen de Dios absolutamente para que puedan desarrollarse en su vida natural.

Hebr 1,2s: «En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo…, por quien también hizo los mundos: el cual, siendo resplandor de su gloria… y el que sostiene todo con su palabra poderosa»

Todo está sostenido por la Palabra Poderosa del Hijo. ¿Tiene o no tiene Poder Dios? Con su sola Palabra lo sostiene todo. No sólo lo ha creado todo. Sino que lo conserva, lo gobierna todo.

¿Qué dice Bergoglio?

«Él ha dado la autonomía a los seres humanos del universo al mismo tiempo en el que les ha asegurado su presencia continua, dando el ser a cada realidad».

¿Captan la herejía?

Dios es presencia continua, pero no el que conserva en el ser. Dios está ahí presente, viendo cómo las criaturas nacen, crecen, mueren, se desarrollan, evolucionan… Dios es un espectador de Su Creación, pero no gobierna nada. Son las criaturas las que, con su autonomía, se gobiernan a sí mismas.

Dios ha dado el ser a cada realidad, pero ha dado la autonomía a todo ser. Dios no conserva en el ser. Sólo ha creado al ser, pero con la autonomía de cada ser, ese ser ha llegado a su plenitud.

Dios está presente, pero no conserva en el ser: “así ha ido adelante la creación durante siglos y siglos, milenios y milenios hasta que se ha convertido en la que conocemos hoy, precisamente porque Dios no es un demiurgo o un mago, sino el creador que da el ser a todos los entes». Dios es, sólo, el Creador. Y nada más. No tiene poder para más. No es un mago. ¡Ésta es su gran blasfemia!

¿Qué dicen los santos?

San Agustín (R 1694): «Hay quienes dicen que solamente el mundo ha sido creado por Dios, y que todo lo demás ya lo realiza el mundo mismo, así como Dios lo ha ordenado y lo ha mandado, pero que Dios mismo no es el que lo realiza… Tenemos que creer y, si podemos, también que entender que hasta ahora Dios sigue actuando, de tal manera que, si la actuación de Dios se sustrajera a las cosas creadas por El, éstas perecerían».

San Agustín pone entre las cuerdas el pensamiento de Bergoglio. San Agustín condena a Bergoglio.

San Gregorio Magno (R 2310): «Una cosa es ser, y otra es ser principalmente; una cosa es ser pudiendo experimentar cambios y otra es ser sin posibilidad de cambio. En efecto todas estas cosas son, pero no son principalmente, porque de ninguna manera subsisten en sí mismas, y si no fueran sostenidas por la mano del que las gobierna, de ningún modo pueden existir… En efecto todas las cosas han sido creadas de la nada, y la esencia de ellas tendería de nuevo a la nada, a no ser que el autor de todas las cosas mantuviera dicha esencia con la mano de su gobierno».

Todo está en la mano del gobierno de Dios. Nada está en la mano de los gobiernos de los hombres. Nada. Nada son las criaturas sin el Creador: no pueden subsistir. Lo que hoy conocemos, esa creación que ha ido adelante es sólo por Dios, no por la Creación misma.

Bergolgio dice que, como Dios no es un mago, no es un demiurgo, entonces nada hace en Su Creación. Está anulando la dependencia de todas las cosas a Dios. Dependencia Absoluta.

¿Quién hace los milagros? El hombre: «el científico debe ser movido por la confianza que la naturaleza esconde, en sus mecanismo evolutivos, potencialidades que corresponde a la inteligencia y la libertad descubrir y actuar para llegar al desarrollo que está en el diseño del Creador».

¿Ven la gran soberbia de este hombre? ¿Captan su gran blasfemia?

¿Quién puede medir la Mente del Creador y ver lo que el Creador quiere para Su Creación? ¿Un científico? ¿Un teólogo? ¿Bergoglio?

«Mis pensamientos no son vuestro pensamientos»: lo que hay en la naturaleza de cada ser es un misterio. Y la inteligencia de los hombres, por más que quiere conocer lo que es una naturaleza no llega a su misterio. Y si no llega a ese misterio con su inteligencia humana, tampoco sabe obrar lo conveniente para dar a esa naturaleza lo que pide esa naturaleza. Dios es el gobierna cada ser que ha creado y lo lleva a la perfección de ese ser. El diseño del Creador sólo está en el Creador, no en la inteligencia ni en la libertad de cada hombre. ¡Ésta es su gravísima blasfemia! ¡Que todo esté en la libertad e inteligencia de los hombres para descubrir y actuar y así llegar a un Paraíso en la tierra!

Nadie puede entrar en la Mente de Dios para saber cuál es el diseño del Creador. Nadie puede descubrir en la naturaleza el misterio de la Creación. Nadie. Es lo que pretende este hombre.

Pero la mente de Bergoglio se centra en esto:

«cuando, en el sexto día del pasaje del Génesis, llega la creación del hombre, Dios da al ser humano otra autonomía, una autonomía diferente de la que tiene la naturaleza, que es la libertad. Es decir, le hace responsable de la creación, también para que domine la Creación, para que la desarrolle y así hasta el final de los tiempo».

Bergoglio niega que Dios concurra con todas las criaturas, física e inmediatamente, cuando obran, porque ha puesto en el hombre: la autonomía.

Bergoglio, al final de su discurso, va a decir una gravísima blasfemia:

«la acción del hombre, cuando transforma su libertad en autonomía –que no es libertad, sino autonomía– destruye la creación y el hombre toma el lugar del Creador. Y este es el pecado grave contra Dios Creador»

La libertad se transforma en autonomía. Y es ésta – la autonomía- el pecado contra Dios, al destruir la Creación.

¿Qué es la autonomía para Bergoglio? Es algo que viene de Dios: «Dios da al ser humano otra autonomía»; y que es diferente a la libertad, que es también otra autonomía:   «una autonomía diferente de la que tiene la naturaleza, que es la libertad».

Así que la naturaleza del hombre tiene dos autonomías: una, la propia del ser humano; y otra, la libertad.

Esa autonomía de la naturaleza es una ley interna: «las leyes internas que Él ha dado a cada uno».

No existen, en la naturaleza humana, dos autonomías. Sólo existe en la naturaleza humana la ley natural. Y no hay más leyes internas ni autonomías. Y esa ley natural no es una ley interna: es la ley Eterna de Dios, inscrita en la naturaleza humana. Es algo divino que mueve al hombre a la verdad de su ser humano. Es algo divino que mueve al hombre hacia la verdad de su vida. Es algo divino que produce en el hombre la verdad de su existencia humana.

Bergoglio niega todo esto y pone dos autonomías en los hombres, dos leyes internas. Todo es un invento de la cabeza de este hombre. Todo es una fábula. Y con esas dos leyes internas, quiere explicar el pecado contra Dios Creador.

¿Ya han captado la gravísima blasfemia? ¿Ya ven por dónde va Bergoglio en este discurso?

«El Big-Bang, que hoy se pone en el origen del mundo, no contradice la intervención creadora divina sino que lo exige. La evolución en la naturaleza no contrasta con la noción de Creación, porque la evolución presupone la creación de los seres que evolucionan».

Todo en la mente de este hombre es la lucha entre Creación y evolución. Él se decanta por la evolución, por los seres que evolucionan, suprimiendo el que Dios lleve a cabo todas las cosas

Is 26,12: «Yahvé, Tú nos pondrás a salvo, que también llevas a cabo todas nuestras obras».

Es Dios el motor de toda la Creación. No es la evolución en la naturaleza.

Sal 146,7s: «Cantad a Yahvé en acción de gracias… El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara, el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre».

¿Quién cubre el cielo de nubes? ¿La evolución del agua y del viento, que producen las nubes? ¿Los cambios climatológicos? No; solo Dios, que mueve al agua y las nubes en el ser de cada una para que obren lo que tienen que obrar.

¿Quién hace germinar la hierba? ¿La semilla que se siembra? ¿La tierra donde se cultiva? ¿El agua que se echa? ¿El sol que calienta? No; es Dios quien, con Su Ley Eterna, con Su Providencia, lo mueve todo, en cada ser, para que obren aquello para lo cual han sido creados.

No existe la evolución de la naturaleza. Existen los cambios en ella, los desarrollos naturales, su crecimiento, su decrecimiento. Pero cada naturaleza es siempre la misma en su esencia. No evolucionan. Sólo cambian en lo exterior de ellas.

Mac 7,22s: Les decía (la madre de los Macabeos): «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno; pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas…».

¿De dónde viene el hijo? ¿Del semen del padre?¿Del óvulo de la madre? ¿Cómo crece en el vientre de la madre? ¿Ese crecimiento es una evolución de su naturaleza o es una obra divina en la naturaleza? Ese ser nuevo, ¿se va desarrollando por sus leyes internas, o es Dios el que concurre con esa naturaleza para que llegue al orden divino que Él ha establecido en esa naturaleza?

Bergoglio se queda sólo en la evolución de la naturaleza, negando incluso que Dios haya creado el Universo: «El Big-Bang, que hoy se pone en el origen del mundo, no contradice la intervención creadora divina sino que lo exige».

El Big-Bang es exigido en la creación divina: ya Dios no crea de la nada, sino de algo: del Big-Bang.

El mundo ha sido creado solamente por Dios, sin el Big-Bang. No hace falta el Big-Bang. Es inútil. Es una leyenda de los científicos, a la cual Bergoglio es fan.

Dios crea de la nada. NADA. Este es el Misterio. Y, por tanto, no existe el Big-Bang, porque nadie conoce el Misterio de la Creación. ¿Qué pasó en ese principio? ¿Cómo fue ese principio? ¿Cómo se crea algo de la nada?

Los científicos se rompen la cabeza con esto; pero Bergoglio cuenta sus fábulas a sus oyentes, cayendo en gravísimas blasfemias y herejías.

El Concilio IV de Letrán, en contra de los Albigenses (D 428), dice: «Creemos firmemente y claramente confesamos que uno solo es el verdadero Dios, eterno…: un solo principio de todas las cosas, creador de todas las cosas visibles e invisibles, espirituales y corporales: el cual con su poder omnipotente creó de la nada simultáneamente desde el principio de los tiempos a ambas creaturas, la espiritual y la corporal, esto es a los ángeles y todo lo de este mundo…».

Sólo hay un principio en la Creación: Dios. No existe el principio del Big-Bang.

«Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas, que se hallan en él, tanto espirituales como materiales, han sido creadas por Dios de la nada en cuanto a toda su substancia…: sea anatema» (D 1805).

Bergoglio es anatema, porque no confiesa que Dios ha creado todas las cosas de la nada, sino que predica que las ha creado del Big-Bang.

Por una parte, niega que Dios cree de la nada; por otra parte, dice que Dios es creador. Y, por tanto, en esta contradicción, tiene que negar la Omnipotencia de Dios, no sólo en el acto creador, sino en todo lo demás. Dios ya no conserva todas las cosas, no concurre con ellas, sino que las deja en su autonomía, en sus leyes internas. Así, Bergoglio se carga la ley Eterna. Y, al final, es el hombre el dios de la creación: el pensamiento del hombre, lo que el hombre piensa y cree.

Como ven, no hay en este discurso ninguna verdad. Ni siquiera cuando habla del Papa Benedicto XVI. Son sólo flores para captar la atención de aquellos que ya miran a Benedicto XVI como el Papa verdadero. Y esto le sienta a Bergoglio como una patada en el vientre.

Bergoglio pierde popularidad y credibilidad. Y ahora son los otros los encargados de mantener la popularidad de este hombre, diciendo cosas como estas:

Cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster:

«El impulso del Papa Francisco para hacer que la Iglesia sea más acogedora con los gays no debe ser interrumpido por la violenta reacción de los obispos conservadores. Es preciso ir más lejos».

«Estoy decepcionado porque no se usó un lenguaje más fuerte acerca de la necesidad de respetar, recibir y valorar a quienes mantienen relaciones homosexuales»

«Este retroceso no es de ninguna manera algo definitivo y espero que el Sínodo del año próximo reinstale la actitud más acogedora hacia los gays»

«El Papa Francisco rompió las normas como parte de un proceso de diálogo y discernimiento para el futuro de la Iglesia» (ver texto).

Todo es convencer a las masas para que sigan confiando en un hereje, en un cismático, en un hombre que se ha vuelto loco en su pensamiento humano. Sólo vean su gran locura en este discurso a los científicos.

Le quieren sacar las castañas del fuego en su gran derrota, que ha sido el Sínodo. Y ya no pueden.

¿Quién defiende a Bergoglio en su fracaso? La jerarquía pervertida que unida a él quiere destruirlo todo en la Iglesia. Los católicos pervertidos, que ya no pueden ver la maldad de este hombre, sino que la siguen a ciegas. La gente del mundo que quiere a un pervertido, como Bergoglio, líder de la Iglesia.

Estamos en el tiempo de la perversión de las inteligencias humanas. Y, en este tiempo, no hay ni puede haber medias tintas: o estás con unos, o con los otros. O se tiene toda la Verdad, o se poseen todas las clases de herejías.

Ustedes deciden con quiénes quieren estar: o con Cristo; y, por tanto, en la Iglesia remanente, la que no es de masas; o con el demonio; y, por tanto, con la iglesia mediática del Vaticano. Todo se hace para ganar adeptos a la causa de la masonería en Roma.

La Iglesia no puede ser conquistada por Bergoglio

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Tres cosas son necesarias para discernir si un hombre es Papa o no:

1. Ley de la Gracia:

a. Se es Papa hasta la muerte: El Papa es, material y formalmente, siempre Papa.

b. No existe el Papa emérito: El Primado de Jurisdicción sólo lo posee el Papa legítimo: Benedicto XVI: Canon 218, § 1 (CIC 17) : «El Pontífice Romano, sucesor del primado de San Pedro, tiene no solamente un Primado de Honor, sino también el supremo y pleno Poder de Jurisdicción sobre la Iglesia universal, concerniente a la fe y las costumbres, y concerniente a la disciplina y el gobierno de la Iglesia dispersa por todo el globo».

c. La renuncia de un Papa es al Papado, no al Episcopado Romano: Benedicto XVI renunció sólo al Episcopado; sigue siendo Papa, pero no puede ejercer su Pontificado. El ejercicio del gobierno le ha sido usurpado por el apóstata Obispo de Roma, Bergoglio.

d. El Obispo de Roma, sin el Primado de Jurisdicción, no puede ser Papa, no puede gobernar la Iglesia como Papa legítimo. No tiene la Gracia del Papado: el Espíritu de Pedro. No es Sucesor de Pedro.

2. Ley Eclesiástica:

a. Se prohíbe elegir a un apóstata de la fe católica, a un hereje o a un cismático como Romano Pontífice; si es elegido, su elección es nula: Paulus IV, Septim. Cum ex apostolatus, 9, de haereticis, ann. 1559 : «… agregamos, que si en algún tiempo aconteciese que un Obispo, incluso en función de Arzobispo, o de Patriarca, o Primado; o un Cardenal, incluso en función de Legado, o electo Pontífice Romano que antes de su promoción al Cardenalato o asunción al Pontificado, se hubiese desviado de la Fe Católica, o hubiese caído en herejía, o lo hubiese suscitado o cometido, la promoción o la asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los Cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto; y de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización o adoración del Pontífice Romano, o por la obediencia que todos le hayan prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido después de los supuestos antedichos. Tal asunción no será tenida por legítima en ninguna de sus partes…»(ver texto)

b. Esta Constitución fue confirmada por Pío V en su bula Inter multiplices, ann. 1566: «Y además siguiendo las huellas de nuestro predecesor, el Papa Paulo IV, de feliz recordación, renovamos con el tenor de las presentes, la Constituci6n contra los heréticos y cismáticos, promulgada por el mismo pontífice, el 15 de febrero de 1559, año IV de su pontificado, y la confirmamos de modo inviolable, y queremos y mandamos que sea observada escrupulosamente, según su contexto y sus disposiciones».

c. Canon 2314, § 1 (CIC 17), sacado de la Cons. Cum ex, § 2. 3 y 6 de Paulo IV: «Todos los apóstatas de la fe cristiana, todos los herejes o cismáticos y cada uno de ellos: 1º incurren por el hecho mismo en una excomunión; 2º a menos que después de haber sido advertidos, se hayan arrepentido, que sean privados de todo beneficio, dignidad, pensión, oficio u otro cargo, si los tenían en la Iglesia, que sean declarados infames y, si son clérigos, después de monición reiterada, que se los deponga; 3º Si han dado su nombre a una secta no católica o han adherido a ella públicamente, son infames por el hecho mismo y, teniendo cuenta de la prescripción del canon 188, 4º, que los clérigos, después de una monición ineficaz, sean degradados»

d. Ningún Papa puede enseñar una doctrina diferente a la de siempre; no tienen el Espíritu Santo para enseñar el error, sino para custodiar íntegramente toda el depósito de la fe, que Dios ha revelado a Su Iglesia: «Los Romanos Pontífices, por su parte, según lo persuadía la condición de los tiempos y las circunstancias, ora por la convocación de Concilios universales o explorando el sentir de la Iglesia dispersa por el orbe, ora por sínodos particulares, ora empleando otros medios que la divina Providencia deparaba, definieron que habían de mantenerse aquellas cosas que, con la ayuda de Dios, habían reconocido ser conformes a las Sagradas Escrituras y a las tradiciones Apostólicas; pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la Fe» (Concilio Vaticano I, Primera Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo, julio 18, 1870. Tomado del libro Dogmatic Canons and Decrees, [TAN Books and Publishers] p. 254. Dz. 1836; D.S. 3069-3070)

3. Ley divina: Todo acto humano en contra de la Voluntad de Dios es un acto moralmente malo.

a. El falso Papa, Bergoglio, ha puesto en la Iglesia un gobierno horizontal, quitando la verticalidad de hecho. Ha cometido un pecado de herejía, que va en contra del primer mandamiento de la ley de Dios. El pecado de herejía excluye toda obediencia en el miembro de la Iglesia: «Tal como es lícito resistir al Pontífice que agrede el cuerpo, también es lícito resistir a quien agrede las almas o quien altera el orden civil, o, sobre todo, a quien intenta destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo, no haciendo lo que él ordena y evitando que se ejecute; no es lícito, sin embargo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo, ya que esos actos son propios de un superior» (De Romano Pontifice, lib. II, Cap. 29, en Opera omnia, Neapoli/Panormi/Paris: Pedone Lauriel 1871, vol. I, p. 418).

b. El falso Papa, Bergoglio, gobierna la Iglesia con una horizontalidad, cometiendo el pecado de cisma: lleva a toda la Iglesia hacia el protestantismo y comunismo. Ningún miembro de la Iglesia, así sea fiel o Jerarquía, puede obedecerle, sin caer en el mismo pecado de cisma: «Y de esta segunda manera el Papa podría ser cismático, si él no estuviera dispuesto a estar en unión normal con todo el cuerpo de la Iglesia, como podría ocurrir si intentara excomulgar a toda la Iglesia, o como observaron Cayetano y Torquemada, si él quisiera trastornar los ritos de la Iglesia basados en la Tradición Apostólica. …si da una orden contraria a las rectas costumbres, él no debería ser obedecido; si él intenta hacer algo manifiestamente opuesto a la justicia y al bien común, será legítimo resistirlo; si él ataca por la fuerza, por la fuerza él puede ser repelido, con una moderación apropiada a una justa defensa» (Francisco Suárez, De Fide, Disp. X, Sec. VI, N. 16).

c. El falso Papa, Bergoglio, enseña con una doctrina marcadamente masónica, cometiendo el pecado de apostasía de la fe. En dicho pecado, quien siga sus enseñanzas, pierde completamente la fe verdadera: «no oponerse al error es aprobarlo; y no defender la verdad es suprimirla» (Papa San Félix III)

Además, hay que añadir:

4. La ley del Espíritu: la profecía:

a. Conchita: «Ah, que el Papa murió. Entonces quedan TRES papas.– ¿De donde sabes que solamente quedan TRES papas?– De la Santísima Virgen. En realidad me dijo que aún vendrían CUATRO papas pero que Ella no contaba uno de ellos.– Pero entonces, ¿por qué no tener en cuenta UNO? — Ella no lo dijo, solo me dijo que UNO no le tenía en cuenta. Sin embargo me dijo que gobernaría la Iglesia por muy poco tiempo.– ¿Quizás por eso no lo cuenta?– No lo sé. –Y qué viene después:– Ella no lo dijo» (ver texto). Es claro, por esta profecía, que Francisco Bergoglio no es Papa.

b. San Malaquias: lema «De Gloria olivæ», que corresponde al papa Benedicto XVI. Último lema de la serie de Papas. Después de este lema, no hay más lemas. Como el Papa Benedicto XVI no ha muerto, entonces seguimos en este lema. No se puede cumplir lo que sigue en esta profecía. Cuando muera Benedicto XVI, entonces se cumple lo demás. Luego, Francisco Bergoglio no es Papa de la Iglesia Católica.

c. MDM: «El que se atreve a sentarse en Mi Templo, y que ha sido enviado por el maligno, no puede decir la verdad, porque no proviene de Mí. Él ha sido enviado para desmantelar Mi Iglesia y romperla en mil pedazos antes de que la escupa por su repugnante boca» (8 de marzo 2013). «Mi amado Papa Benedicto XVI fue perseguido y huyó, como fue predicho. Yo no he nombrado a esta persona, que dice venir en Mi Nombre. Él, el Papa Benedicto, guiará a Mis seguidores hacia la Verdad. No lo he abandonado y lo sostendré cerca de Mi Corazón y le daré el consuelo que necesita en este momento terrible. Su trono ha sido robado. Su poder no» (13 de marzo 2013).

d. Mensajes del Cielo: «Yo dije: el nuevo Papa será como los camaleones que cambia de color. Hijos míos, guardaos de tanta confusión y desorden, porque os harán ver lo que no es y sentir lo que en verdad no se siente (…) Benedicto XVI será Papa hasta la muerte» (ver texto). «Cuánto dolor ver la Casa de mi Señor cómo se llena de humo de Satanás…cómo caerán tantos sacerdotes, obispos, cardenales…que en secreto trabajan para la Bestia dentro de la Casa de Dios, como ese papa de alma negra que con el anticristo, destruirá la Iglesia; cómo trabajarán para la sede de la Bestia; y ella, ahí donde fue la Sede de Dios, sea por un tiempo de ella (la Bestia), destruyendo a su paso todo» (ver texto). «Comenzará un periodo de incertidumbre, de división entre la Iglesia y confusión, mucha confusión, engaño y los míos no se darán cuenta del engaño que los está llevando a ese orden mundial en mi propia Casa cambiando la Doctrina de siempre. Aquellos que sí se percatan del error serán acusados y señalados con el dedo. ¡Qué Dios, mi Padre os ayude! Amén» (ver texto)

5. La ley positiva (humano-eclesiástica): se ha demostrado que hubo irregularidades en el cónclave: Antonio Socci y su libro “Non e francesco” (ver texto): «Como ya he dicho, la nulidad de los procedimientos seguidos el Cónclave y la consiguiente elección no implica ausencia de culpa por parte de Bergoglio. Y la invalidez de la elección es en modo alguno un juicio de valor a su la persona» (ver texto).

Teniendo todo esto, entonces ¿por qué la Iglesia calla ante el hereje Bergoglio?

La Jerarquía de la Iglesia debería hablar y no lo hace. Están siguiendo esto:

Canon 1556 (CIC 17)): “La primera Sede no es juzgada por nadie”.

Cons. Cum ex, § 1 de Paulo IV «el mismo Romano Pontífice, que como Vicario de Dios y de Nuestro Señor tiene la plena potestad en la tierra, y a todos juzga y no puede ser juzgado por nadie»

O con otras palabras: la fe de la Iglesia es dada no para juzgar a la Autoridad, sino para que ésta juzgue.

Muchos siguen llamando a Bergoglio con el nombre de Santo Padre, Papa, sólo porque la Iglesia oficialmente no se ha declarado en contra de este hombre, y consideran que posee todavía ese título honorífico. Un título exterior, que aunque sea hereje, hay que dárselo. Están esperando que alguien, ya sea el Papa legítimo, Benedicto XVI, ya sean unos Obispos reunidos, declaren que Bergoglio no es Papa.

Y esto es una ilusión esperarlo y pensarlo.

Porque toda la Iglesia, cuando permanece unida al Papa legítimo es infalible: «es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la Verdad» (1 Tim 3, 15). «La Iglesia Católica, luchando contra todas las herejías, puede luchar; sin embargo no puede ser conquistada. Todos los herejes salieron de Ella podados como sarmientos inútiles de vida: mas, Ella misma permanece en su raíz, en su vida, en su caridad. Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (San Agustín – De symbolo serm. ad catech. 6, 14; M. 40, 635).

Y, por consiguiente, la iglesia que permanece unida a un hereje, es falible y totalmente condenable, porque no es la Iglesia Católica. Ya no estamos hablando de una usurpación del Papado, sino del establecimiento de una nueva iglesia en Roma.

No hablamos de un antipapa, al cual se examina su derecho a la Silla de Pedro, sin juzgar al Papa, sino sólo la elección y el acto de los electores: «De hecho, los papas cismáticos han sido tratados simplemente como usurpadores y desposeídos de una sede que no poseían legítimamente» (cf. El decreto contra los simoníacos del concilio de Roma de 1059, Hardouin, t. VI. col. 1064: Graciano, dist, LXXIX, c. 9; Gregorio XV: constitución 126 Aeterni Patris (1621), sect. XIX, Bullarium romanum, t. III, p. 446).

Sino que estamos hablando de una nueva sociedad religiosa en el Vaticano, que Bergoglio está levantando con su nuevo gobierno horizontal, al cual todos lo pueden juzgar porque esa sociedad no pertenece a la Iglesia Católica.

Nadie ha caído en la cuenta de la importancia de la verticalidad del gobierno en la Iglesia Católica. Es esencial para permanecer siendo Iglesia, la auténtica. Como a nadie le interesa el ejercicio del poder papal a través de la verticalidad, sino que todos se reúnen en la colegialidad para estar bajo Pedro, entonces es esperar en vano que, oficialmente, sea declarado Bergoglio como falso Papa. Esperar en vano: una ilusión. Ya los hombres no siguen la inmutabilidad de los dogmas en la Iglesia. Y, entonces, estamos como estamos, como Eliphas Levi lo expuso en el año 1862:

«Vendrá un día en que el Papa, inspirado por el Espíritu Santo, declarará levantadas todas las excomuniones y retractados todos los anatemas, en que todos los cristianos estarán unidos dentro de la Iglesia, en que los judíos y los muslimes serán benditos e invitados a ella. Conservando la unidad e inviolabilidad de sus dogmas, la Iglesia permitirá que todas las sectas se acerquen a ella por grados, y abrazará a todos los hombres en la comunión de su amor y sus oraciones. Entonces no existirán ya los protestantes. ¿Contra qué iban a protestar? El Soberano Pontífice será entonces el rey del mundo religioso, y hará cualquier cosa que quiera con todas las naciones de la tierra. Es necesario extender este espíritu de caridad universal…»

Siempre se cumple la Palabra de Dios:

«El rey Antíoco publicó un decreto en todo su reino de que todos formasen un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes. Todas las naciones se avinieron a la disposición del rey. Muchos de Israel se acomodaron a este culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado…Se les unieron muchos del pueblo, todos los que abandonaron la Ley…» (1 Mac 1, 43-45.55).

Bergoglio publicó su gobierno horizontal en toda la Iglesia y todo el mundo se ha acomodado a ese culto falso e ignominioso, y comienzan muchos a sacrificar a sus ídolos: los pobres, los homosexuales, los ateos, los pecadores,… el hombre.

Todos se han olvidado de Cristo y de Su Iglesia. Todos van corriendo a formar el nuevo orden mundial con la nueva iglesia para todos y de todos.

Que la gente siga llamando a Bergoglio como Papa no es sólo alucinante, sino una abominación. ¡Qué pocos en la Iglesia conocen su fe! ¡Qué pocos la saben guardar, la saben interpretar de manera infalible. Todos han puesto su grandiosa inteligencia y así vemos una Iglesia totalmente dividida, en la que a nadie le interesa, para nada, la Verdad.

«La doctrina de la fe que Dios ha revelado no ha sido propuesta a las inteligencias humanas para ser perfeccionada por ellas como si fuera un sistema filosófico, sino como un depósito divino confiado a la Esposa de Cristo para ser fielmente guardado e infaliblemente interpretado» (Concilio Vaticano I).

«Cuando está en juego la defensa de la verdad, ¿cómo se puede desear no desagradar a Dios y, al mismo tiempo, no chocar con el ambiente? Son cosas antagónicas: ¡o lo uno o lo otro! Es preciso que el sacrificio sea holocausto: hay que quemarlo todo…, hasta el “qué dirán”, hasta eso que llaman reputación». (San Josemaría Escrivá de Balaguer,»Surco», No. 40)

El tour de Bergoglio en el Sínodo

red october

«Puedo decir serenamente que – con un espíritu de colegialidad y de sinodalidad – hemos vivido verdaderamente una experiencia del «sínodo», un itinerario solidario, un «viaje juntos»» (ver texto).

«Puedo decir serenamente»: el hombre de la falsa paz. Después del mal que ha hecho en todas partes el primer documento de la “Relatio”, un mal que ya no se puede quitar, un mal que va a engendrar muchos otros males, se atreve el bufón del Vaticano –al que muchos, en su malicia, llaman Papa- a declarar la paz con sus palabras blasfemas.

Este es el lenguaje propio de un falso profeta, de un hombre que sabe medir sus palabras para decirle al que le escucha lo que quiere oír, lo que hay en su mente, lo que piensa, lo que el demonio le pone. Pero no es un hombre que hable la realidad de lo que ha pasado en el Sínodo: no habla la verdad, sino su gran mentira, que es el gran engaño para todos, y que levantó una gran ovación en el Sínodo.

La Jerarquía de la Iglesia vive en el lenguaje herético de Bergoglio. No lo sabe discernir: se quedan con la boca abierta al escuchar sus infames palabras sobre lo sucedido en el Sínodo. ¡Qué pena! ¡Cuántos sacerdotes, Cardenales, Obispos, se van a condenar a partir de ahora! ¡Por no haberse opuesto a Bergoglio en el Sínodo! ¡Por haberle aplaudido! ¡No hay excusa en quienes tienen la plenitud del sacerdocio, como son todos los Obispos! ¡No hay excusa para su blasfemia contra el Espíritu santo!

Bergoglio habla para darse gloria a sí mismo, para ponerse como el santo, el justo, el que está ahí, en medio de todos, para producir la paz en el lenguaje de los hombres: «Y, como he osado decirles al inicio, era necesario vivir todo esto con tranquilidad y paz interior también, porque el sínodo se desarrolla cum Petro et sub Petro, y la presencia del Papa es garantía para todos». ¡Qué osadía no quitar el primer pecado y repetirlo ahora! ¡Qué terrible osadía! ¡Qué gran osadía ponerse como el santo en medio de demonios, como el que sabe lo que estaba pasando, pero callaba! Y callaba para hablar ahora: para ser el pacificador, el que une, el que da a todos la paz: aquí estoy yo…todos bajo pedro… Vivan todo esto con paz interior y tranquilidad… Yo ya sabía que se iba a producir esta división y, por eso, he tenido paz interior… Mi presencia es garantía para todos.. Y la Jerarquía de la Iglesia, como boba, aplaudiendo a un hereje, a un cismático y a un apóstata de la fe.

¿No caen en la cuenta de que la Jerarquía ha sellado su condenación eterna? ¿O esto es difícil de tragar, de entender, para ustedes? ¡Qué ciegos están todos en la Iglesia Católica! ¡Cómo saludan a un mentiroso, a uno que los ha dividido durante este Sínodo! Uno que es maestro de división. El culpable de todo lo que ha pasado en este Sínodo: Bergoglio. Y terminan aplaudiéndolo, vitoreándolo. ¿Comprenden la jugada del masón Bergoglio? ¿O todavía están como “niños de pecho” en la Iglesia?

Y esos que hablan, no saben lo que dicen: «Tantos comentadores han imaginado ver una Iglesia en litigio donde una parte esta contra la otra, dudando hasta del Espíritu Santo, el verdadero promotor y garante de la unidad y de la armonía en la Iglesia. El Espíritu Santo que a lo largo de la historia ha conducido siempre la barca, a través de sus Ministros, también cuando el mar era contrario y agitado y los Ministros infieles y pecadores».

¡Todos han contemplado, estos días, una Iglesia dividida, una iglesia que clama al cisma, que lleva al cisma! ¡Esa es la realidad! ¡No es una imaginación!¡ No es una fantasía de la mente!¡No ha sido un sueño!

«Tantos comentadores han imaginado»: ¿Cómo es que Bergoglio no se ha dado cuenta del cisma, de la clara división entre los cardenales, Obispos y sacerdotes de todo el mundo? ¿Cómo es que no ha visto a los fieles rebelarse contra él mismo porque es un hombre que ha callado cuando tenía que hablar?

¿Ahora, hablas, Bergoglio, para llevarte el triunfo que no has cosechado? Eso se llama traición a la Verdad, traición a Cristo, traición a toda la Iglesia. ¿Es que toda la Iglesia ha fantaseado con la división que se producía en el Sínodo, por culpa de mucha Jerarquía que ha abandonado la fe verdadera para seguir la fábula de la mente de los hombres? ¿Es que el documento que han sacado la primera semana no es un cisma oficial en la Iglesia? ¿No es una herejía pura que va en contra de todo el Magisterio de la Iglesia? ¿De qué mentes que han imaginado una división hablas? ¿Se ha vuelto loca toda la Iglesia? ¿Tiene que ir al psiquiatra toda la Iglesia porque se ha inventado una división, un litigio, una guerra, un cisma que no existe? Y el documento final que han sacado ¿no es, acaso, la putrefacción de este Sínodo? ¿No es la defecación mental de Bergoglio y de todo el clan masónico que le apoya?

No hemos imaginado una Iglesia en disputa: hemos palpamos –y lo seguimos palpando- con nuestras vidas, con nuestras existencias, la Iglesia dividida, el cisma claro en toda la Iglesia, porque a nadie le interesa la Verdad Revelada. Todos están viviendo sus vidas enganchados a sus lenguajes humanos. Todos aplaudiendo a un maldito.

«dudando hasta del Espíritu Santo»: Y nadie ha dudado del Espíritu Santo, sino que todos dudan de Bergoglio y de toda la Jerarquía, que ya no tienen al Espíritu Santo; y, por tanto, que ya no pueden hacer nada por la unidad en la Verdad, porque se unen a un hereje, que sólo sabe hablar para ganarse el aplauso del mundo. Por eso, esa Jerarquía, esa colegialidad, ese Sínodo, esos hombres que se creen sacerdotes y Obispos, no son garantes ni de la fe, ni de la verdad en la Iglesia. Son conductores de demonios, son guías de ciegos, son maestros en engañar a todo el mundo, porque se han engañado a sí mismos.

¿Cómo Bergoglio se atreve a decir esto?: «he visto y escuchado – con alegría y reconocimiento – discursos e intervenciones llenos de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de coraje y parresia». ¿Dónde has visto y oído eso, Bergoglio? ¿Qué has estado soñando mientras escuchabas blasfemias en ese Sínodo? ¿En qué mundo de ideales vives que no te enteras de la verdad a tu alrededor? ¡Ven, cómo desvaría en su mente este charlatán!

Si hubiera habido esa fe, ese celo por la doctrina, esa sabiduría divina, esa valentía por decir la verdad -y sólo la verdad-, entonces no se hubiera sacado esa “Relatio” la primera semana del Sínodo, no se hubiera hecho ese gran mal a toda la Iglesia. ¿Cómo tiene la caradura de decir que ha visto y ha oído a gente llena de fe y después han sacado un documento que es pura herejía?

¡Ven, qué arte en la palabra del engaño tiene este personaje! ¡Ven, cómo se pone: en el centro, en la santidad, en la justicia! Y la culpa de lo que ha pasado en el Sínodo, la tienen los de fuera, los comentaristas, los blogs que han hablado de más. Ellos, los grandes Jerarcas, los grandes animadores de las masas, que han convertido la misa en una fiesta; ellos, los que ya no saben hablar ni de la oración ni de la penitencia, ni de la Cruz ni de las virtudes para ganar el Cielo, sino que toda su “parlanchanería” es sobre el diálogo, la tolerancia y el llenar estómagos de la gente; ellos, la gente llena de fe, de sabiduría, de parresia, que han sacado un documento para condenar almas. ¡Esto es estar loco! ¡Esto es hablar con la mente enajenada! ¡Esto es tomar por idiotas a toda la Iglesia!

Pero, ¿quién se cree que es Bergoglio para seguir engañando a toda la Iglesia con su loca palabrería humana? ¡Qué desvarío el de este hombre!

¡Esto es un falso profeta! Así habla un hombre que mira la cara del demonio todo el día para ver qué lenguaje tiene que emplear para satisfacer a todo el mundo.

Mientras los hombres han discutido en el Sínodo, él ha estado callado. Es su maestría en el lenguaje humano. Calla y que otros se mojen, que otros metan la pata. Y, al final, cuando todos han visto sus errores, él no los cuenta, no parte de esa realidad, sino que empieza a criticar a todo el mundo, menos a los propios Cardenales y Obispos que han hablado herejías en ese Sínodo, y han puesto el cisma en medio de la Iglesia. Empieza a inventarse una falsa espiritualidad, a explicarlo todo con la putrefacción que tiene su mente.

Esto es siempre un falso profeta: calla, otorgando el error en los que hablan; habla, después, para recibir los aplausos de todos, para acallar los gritos que ya se escuchaban por todas partes. Es la sed de gloria que tiene este hombre, y que en este discurso se observa desde la primera palabra.

En ese Sínodo no han estado bajo el Espíritu de Pedro, porque Bergoglio no lo tiene. No es Papa, no es Pedro, es un falso Papa, una falsa cabeza para una falsa iglesia. En ese Sínodo han estado bajo el espíritu del mundo, que es el propio del espíritu de la sinodalidad: «con un espíritu de colegialidad…vivimos… un «viaje juntos».

¿Qué ha sido el Sínodo? ¿Una obra de fe? Un viaje juntos: un pasatiempo para Bergoglio. Un entretenimiento, unas vacaciones, porque todo estaba ya preparado por él y por su clan masónico.

El Sínodo ha sido el tour de Bergoglio.

Y todo lo que expresa en este discurso son sólo palabritas humanas, lenguaje barato y blasfemo, que gusta a todo el mundo, porque dice muchas cosas y no dice ninguna verdad. Lo dice todo y no dice nada. No dice lo que tiene que decir. No se atreve a hablar de la verdad de la división, que todo el mundo ha contemplado en el Sínodo. Todo el mundo, menos Bergoglio. Él lo calla y pone su falsa espiritualidad: «Personalmente me hubiera preocupado mucho y entristecido sino hubieran estado estas tensiones y estas discusiones animadas; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba San Ignacio si todos hubieran estado de acuerdo o taciturnos en una falsa y quietista paz».

Era necesario mover el ambiente: ése era el tour de Bergoglio. Tenía que tentar a todos poniendo dos temas a discusión: mal casados para comulgar; la bienvenida a los homosexuales. No hay que estar de acuerdo en la doctrina de la Iglesia y, por tanto, a discutir, a enzarzarse los unos con los otros, para que despierten de las añoranzas de lo tradicional. Hay que convertir las mentes de los hombres a la nueva interpretación del dogma que trae Bergoglio.

Bergoglio: el instrumento del demonio para mover los espíritus, para crear división. Él ha sido el culpable. Y él se pone como un santo, recurriendo a su falso misticismo.

En su tour, Bergoglio va recorriendo la historia del Sínodo: lo exterior de la vida: “momentos de correr rápido”, “momentos de cansancio”, “momentos de entusiasmo”, “momentos de consuelo”, “momentos de confort”….Lenguaje humano….¡Momentos, momentos, momentos!…Como la canción…Es el tiempo superior al espacio…Es su herejía favorita… Es el tiempo la medida del desarrollo del dogma. En el pasado, el dogma se entendía según ese tiempo. En el presente, en la iglesia de Bergoglio, el dogma ya no es dogma… Es el tiempo, pero lo principal es el fin al que se quiere llegar.

Bergoglio da vueltas y vueltas, endulzando la mente con expresiones bellas, cogiendo el sentimiento del hombre con afectos de un hombre que sólo mira al hombre, pero sin dar la realidad, la verdad. No puede: se la atraganta. Se inventa la realidad con su mente. Bergoglio es como Kant, como Hegel, pero en versión moderna, barata, mediocre. Y en ese lenguaje, propio de un hombre que es maestro en engañar, es sabio para emplear las palabras que hay que decir, comienza a criticar. Y los critica con su falso lenguaje místico, que es una aberración:

a. a los tradicionalistas: «el deseo de cerrarse en la escritura (la letra) y no ser sorprendido por Dios, el Dios de las sorpresas (el espíritu)»: un hombre que no ha comprendido el dogma, la Verdad Revelada y que la llama: la letra. Y a las sorpresas de Dios: lo llama el Espíritu. Esto es la mente de este sinvergüenza. Ni sabe lo que es el Evangelio, la Palabra de Dios; ni sabe lo que es el Espíritu de Dios. El Espíritu es una sorpresa, un juego de los tiempos actuales. Hay que dejar de aferrarse a lo tradicional, a la filosofía y teología de siempre, la de Santo Tomás, y hay que pensar como Kasper, con la mente arruinada de verdad que tienen ese personaje. Bergoglio no sabe lo que es un fariseo. Para este hombre, el fariseo es el tradicionalista. El que se aferra al dogma. Y no ha comprendido que el fariseo es aquel que vive en su propia mente humana, con su propia ley humana. Ejemplo vivo de un fariseo actual: Bergoglio. El fariseo no se ve fariseo, sino que ve al tradicionalista como fariseo.

«dentro de la ley, en la certeza de lo que sabemos y lo que todavía tenemos que aprender y lograr»: esto es hablar por hablar, para llenar una cuartilla de sandeces. Porque dentro de la ley no hay ninguna certeza. Es dentro de la Gracia donde se da la certeza de lo que el hombre tienen que saber. Dentro de la Gracia. Y, en Ella, siendo fiel a la Gracia, se aprende y se logra lo que el alma no sabe aún. Este «dentro de la ley», para Bergolgio, es su ley de la gradualidad. No se refiere a la ley divina, porque este hombre no cree en ella para nada. Habla de la ley. Pero ¿de qué ley? Quien sepa lo que piensa Bergolgio, enseguida le lee el pensamiento: habla de su ley masónica, que es la única que sabe seguir.

b. a los progresistas: «a nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causa y las raíces». Bergoglio se distancia de mucha jerarquía que es modernista, pero que le ataca a él. Ataca su comunismo, su marxismo. Aquí este hombre está haciendo política. Hay que vendar las heridas, pero con el marxismo, no con otras ideas políticas que tienen algunos. Es el juego político de Bergoglio. Es lo que se cuece en su nuevo gobierno, que también está dividido. Muller contra Kasper. Muller, que es un progresista, pero no marxista. La causa de que no se resuelvan los problemas en la Iglesia es, para Bergoglio, que la Jerarquía no se hace marxista: se queda en un modernismo anticuado, de ideas, pero no de obras para el pueblo.

c. «La tentación de transformar la piedra en pan para romper el largo ayuno, pesado y doloroso; y también de transformar el pan en piedra , y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos, de transformarla en “fardos insoportables”». ¿Qué ha querido decir con esta frase? Sólo una cosa: estoy desvariando… No sé lo que estoy diciendo… Hablo de romper el sacrificio y eso lo llamo tentación. Y esa tentación después la tiro contra los pecadores. ¿Tiene algún sentido esto? Ninguno. Ideas que mezcla, que confunde, y que, como resultado, saca un párrafo abstracto, idealista, que nadie comprende, ni siquiera él mismo. Esto es el lenguaje del falso misticismo: tomar de aquí, de allá, y sacar una conclusión que no vale para nada. Al final, sólo queda la idea que le interesa: no vayas contra los pecadores, no cargues fardos insoportables. Esto es lo único que quiere expresar. Y lo hace con una falsa espiritualidad en su lenguaje, con una oscuridad en la lógica.

d. «La tentación de descender de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo y inclinarlo al Espíritu de Dios»: aquí está la clave de su falsa espiritualidad: purificar el espíritu del mundo. El mundo es del demonio. Luego, no se puede purificar. Jesús da Su Espíritu al hombre para que viviendo en el mundo, no sea del mundo. No se puede inclinar el espíritu del mundo al Espíritu de Dios. Porque no se pueden servir a dos señores: o el alma está con Dios y, por tanto, tiene el Espíritu de Dios; o el alma está con el demonio y, por tanto, vive y obra con el espíritu del mundo, que es el propio del demonio. No se puede purificar al demonio. El infierno existe y está lleno de demonios que no pueden volver a tener el Espíritu de Dios. Esta es su gran herejía en su doctrina de la espiritualidad, que es su memoria fundante.

e. «La Tentación de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando ¡una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada!». Ven, ¿cómo es maestro en hablar de los demás, y ponerse él como el santo? ¿Ven, cómo ataca el depósito de la fe? ¿Acaso Bergoglio es custodio de ese depósito? Si fuera así, entonces ¿por qué, para Bergoglio, Dios no existe, Jesús no es un Espíritu, el pecado no es una mancha en el alma…? ¿Por qué ataca Bergoglio lo que él es? Sólo una razón: quedarse él como el santo en la Iglesia, como el que tiene la verdad, como el que sabe usar el lenguaje apropiado para dar esa verdad. ¿Todavía no han comprendido lo que es un falso profeta?

Vean su climax:

«Esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre fértil y la Maestra premurosa, que no tiene miedo de aremangarse las manos para derramar el oleo y el vino sobre las heridas de los hombres (Cf. Lc 10,25-37); que no mira a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar y clasificar a las personas. Esta es la Iglesia Una, Santa, Católica y compuesta de pecadores, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia, la verdadera esposa de Cristo, que busca ser fiel a su Esposo y a su doctrina. Es la Iglesia que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y los publicanos (Cf. Lc 15). La Iglesia que tiene las puertas abiertas para recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no sólo a los justos o aquellos que creen ser perfectos! La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no finge de no verlo, al contrario, se siente comprometida y obligada a levantarlo y a animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro definitivo con su Esposo, en la Jerusalén celeste».

Este es el climax de su herejía. Aquí está resumido todo su pensamiento sobre la Iglesia.

a. una iglesia humana, no cristiana, no divina: El óleo y el vino se derraman sobre las heridas de Cristo, no sobre los hombres;

b. una iglesia sin justicia, sin verdad, sin ley divina: Se mira a la humanidad para juzgarla en el Espíritu de Cristo y ponerla un camino de salvación o de condenación;

c. una iglesia del pecado y para vivir y obrar el pecado: La Iglesia Católica está compuesta de santos, no de pecadores. Los pecadores, tienen el Sacramento de la Penitencia para dejar sus pecados y ponerse en el camino de la santidad;

d. una iglesia infiel a la gracia y al Espíritu: Sólo la Iglesia puede ser fiel a Su Esposo y a Su Doctrina con el verdadero Papa legítimo, que es Benedicto XVI. La iglesia de Bergoglio es infiel a Cristo y a su Iglesia;

e. una iglesia abierta al mundo, que bebe las mismas aguas del mundo: La Iglesia Católica no come con el mundo, con las prostitutas, con los pecadores, no hace una fiesta con ellos, no comulga con las ideas de los herejes, de los cismáticos, de los apóstatas de la fe. La Iglesia Católica va en busca del pecador para salvarlo, para alimentar sus lama, para inidicarle el camino de la santidad de vida;

f. una iglesia de la masonería y del protestantismo: La Iglesia Católica no está abierta a los pecadores que no quieren quitar sus pecados; la Iglesia Católica no predica una misericordia sin justicia, sin dejar claro que hay que estar en la Presencia de Dios con el corazón arrepentido de los pecados.

g. Una iglesia comunista y marxista, donde no puede darse el bien privado: La Iglesia Católica no es un comunismo de los hombres que sólo buscan el negocio de los negocios: tener el aplauso del pueblo para así poseer sus mentes y sus vidas.

Este ha sido el tour de Bergoglio en el Sínodo, que ha dado un documento herético. Es lo mismo que sacaron la primera semana, pero han cambiado el lenguaje. Pero ahí está toda la herejía para que, en este año, se trabaje en quitar los dogmas, como así se va a hacer en la práctica. Es lo que los Obispos han dicho a la Iglesia: caminen con nosotros este año.

Si se quieren condenar, háganlo. Si se quieren salvar, salgan ya de Roma. Que cada cual elija su vida.