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La escalada al poder: todos bajo el cisma

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Del libro de Austin Ivereigh, titulado “El Gran Reformador: Francisco y la creación de un Papa radical”, muchos han concluido que unos Prelados Católicos han formado un “equipo”, o usando la terminología de la Universi Dominici, «un pacto, un acuerdo, una promesa u otro compromiso», en el cual se «obligan a dar o negar su voto a una persona».

Si el “team Bergoglio” existió, podría argumentarse que ellos simplemente son personas con ideas afines, que cambian puntos de vista, sin un «pacto, acuerdo, promesa».

Pero hay un testimonio –el del Cardenal McCarrick- que evidencia que había una campaña, un cabildeo, que estaba organizado, y que él estuvo de acuerdo en unirse a él.

El Cardenal McCarrick no era un Cardenal elector en el último Cónclave, sino que era un Cardenal que asistía a las Congregaciones generales, como está permitido por las leyes establecidas.

Un hombre influyente, no religioso, le presionó y le seleccionó para que hiciera propaganda de Bergoglio. Es claro su pensamiento, tal como él lo cuenta:

«…sólo antes de entrar en las conversaciones generales … un muy interesante e influyente caballero italiano me preguntó si podía verme, así que le dije que sí. Él vino a verme al seminario, en el Colegio Americano donde me alojaba. Nos sentamos; se trata de un hombre muy brillante, hombre muy influyente en Roma….;… hablamos de varias cosas; él tenía un pedido que preguntarme del pasado… en los Estados Unidos…; pero, luego dijo: «¿qué pasa con Bergoglio?». Y me sorprendió la pregunta; le dije: «¿qué pasa con él?». Él dijo: «¿Tiene él una oportunidad?». Yo dije: «Yo no lo creo porque… nadie ha mencionado su nombre, él no ha estado en la mente de nadie… no creo que nadie vote por él». Él dijo: «Él podría hacerlo, ya sabes». Le dije: «¿Qué podría hacer?». Él dijo: «Él podría reformar la Iglesia. Si usted le diera 5 años, él podría ponernos de nuevo en el objetivo. Él tiene 76 años, si él tuviera 5 años, el Señor, obrando a través de Bergoglio, en 5 años podría hacer que la Iglesia surgiera de nuevo». Yo dije: «Eso es interesante». Él dijo: «Yo sé que eres su amigo». Le dije: «Así lo creo». Él dijo: «Habla con él». Dije: «Bueno, vamos a ver qué pasa… ésta es la obra de Dios«.…Mi amigo me dijo: ”Vota por Bergoglio”. Yo no lo sé».

Un «hombre italiano muy influyente», que conocía que el Cardenal McCarrick era amigo del cardenal Bergoglio. Este «hombre italiano muy influyente» se encontró con el Cardenal McCarrick con anterioridad a las Congregaciones Generales, en la cual se dan los discursos antes de que comience la votación del cónclave. Este «muy influyente hombre italiano» dijo al Cardenal McCarrick que “hablara” con el Cardenal Bergoglio. Más tarde, el Cardenal McCarrick describe este mismo hecho como un «push Bergoglio»: Puja por Bergoglio; haz campaña; vota por Bergoglio.

Así que, una persona externa, el «hombre italiano muy influyente», interfiere con la elección del Sumo Pontífice, sugiriendo al Cardenal McCarrick que «hablara» y que «votara» por el Cardenal Bergoglio. Todo esto es una violación de la Universi Dominici Gregis, en el artículo 81:

«Los Cardenales electores se abstendrán, además, de toda forma de pactos, acuerdos, promesas u otros compromisos de cualquier género, que los puedan obligar a dar o negar el voto a uno o a algunos. Si esto sucediera en realidad, incluso bajo juramento, decreto que tal compromiso sea nulo e inválido y que nadie esté obligado a observarlo; y desde ahora impongo la excomunión latae sententiae a los transgresores de esta prohibición. Sin embargo, no pretendo prohibir que durante la Sede vacante pueda haber intercambios de ideas sobre la elección».

Como el Cardenal MCcarrick no era elector, entonces sólo viola esta norma de manera indirecta. Una violación de un Cardenal elector es castigada con una excomunión latae sententiae. Pero aquellos que hacen un pacto, un acuerdo, un lobby, que tengan «la misma intención delictiva», que «concurran en la comisión de un delictivo», pero «que no son mencionados expresamente en la ley», como es el caso de un cardenal no elector,- como el cardenal Mccarry-, «quedan sometidos a las mismas penas, o a otras de la misma o menor gravedad» (Canon 1329 § 1 ).

El Cardenal McCarrick, muy sutilmente, admite haber aceptado las palabras de ese «hombre italiano muy influyente», y así lo predica ante los demás Cardenales:

«Entonces… tuvimos las Congregaciones Generales… hablé, durante 5 minutos y 15 segundos, como el hombre que… como el cardenal dijo… Yo dije 3 cosas. Dije, número 1… alejarse de los pobres, y en cierta medida temo que en algunas zonas del mundo, estábamos lejos de los pobres. Y eso es muy peligroso. Yo dije, espero que el nuevo, que el que sea elegido Papa, será alguien que, si él mismo no es un latinoamericano, al menos tendría que tener un interés muy fuerte en América Latina, porque la mitad de la Iglesia está allí. Así que realmente ustedes tienen que empezar a pensar dónde está la gente. Me olvidé de la tercera cosa que dije, probablemente no era nada bueno, de todos modos».

Claramente, el cardenal sigue la sugerencia del «hombre influyente»: «yo espero que el nuevo, el que va a ser elegido papa, será alguien que, si él mismo no es un latinoamericano, al menos tenga un interés muy fuerte en Latino América». ¿Por qué nombrar a un latinoamericano si un Papa tiene que ser para toda la Iglesia, no de un país concreto?

El pensamiento del cardenal estaba fuera de Bergoglio: «Yo no lo creo porque… nadie ha mencionado su nombre, él no ha estado en la mente de nadie… no creo que nadie vote por él». Él no tenía en la mente la candidatura de Bergoglio. No lo veía como Papa. ¿Por qué cambia de parecer? Por la influencia de ese hombre italiano, un hombre con autoridad civil, un político, un hombre de gran influencia, que había sido requerido por los Cardenales para hacer lobby antes de las congregaciones generales. Para captar adeptos, que hablaran a favor de Bergoglio. Y así los Cardenales electores votaran por Bergoglio.

La política metida en un Cónclave. No sólo es el equipo Bergoglio. No sólo son unos Cardenales que quieren un Papa determinado. Es todo lo que hay montado y que no se ve, no se percibe con claridad.

Además, ¿cómo consiguió Ivereigh los datos para su libro? Estando con los diferentes personajes, juntando las anécdotas de todo lo que aconteció aquellos días:

«Mientras entrevistaba a mi antiguo jefe, Cardenal Cormac Murphy-O´Connor, para el libro, me he basado en una serie de notas distintas, algunas de las cuales fueron off the record (sin grabación), así como algunas anécdotas de diferentes lugares, lo cual es una práctica habitual para las reconstrucciones periodísticas de las elecciones papales. Las citas que uso del Cardenal Murphy-O´Connor son una que él ha dado en diferentes entrevistas. Cometí dos errores en la redacción de mis notas. Uno de ellos fue dar la impresión de que el grupo de los cardenales, que solicitaban la elección de Bergoglio, consiguió el acuerdo antes del cónclave, lo cual ellos no hicieron; quise significar que ellos creyeron que esta vez él no lo había de rehusar. Inmediatamente después de esta frase escribí: ”Me preguntó si él quería. Él dijo que él creía que, en este tiempo de crisis para la Iglesia ningún Cardenal podría rehusar si se lo preguntaran”. De hecho, ese cambio no tuvo lugar antes del cónclave, sino durante».

Ivereigh dice explícitamente que había un esfuerzo para solicitar el voto. Y esto va en contra de la norma 81, de la Universi Dominici Gregi.

Además, dice que «él no lo había de rehusar», refiriéndose a Bergoglio, que fue ya promovido por ese equipo en el Cónclave del 2005. Y se preguntaba «si él quería». Y la respuesta era clara: el tiempo de crisis es algo fabricado por la masonería, por ese equipo, por ese lobby, para elevar al Pontificado a un falso Papa: poner su hombre. Para levantar su iglesia.

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«Al cardenal Murphy-O’Connor le gustaría disipar cualquier malentendido surgido del libro sobre Francisco de Austen Ivereigh (informe del 23 de Noviembre). Le gustaría dejar claro que no se hizo, en los días anteriores al cónclave, ningún acercamiento al entonces cardenal Bergoglio, por parte suya o, hasta donde él sabe, por ningún otro cardenal para buscar su asentimiento para convertirse en un candidato para el papado.

Lo que ocurrió durante el Cónclave, que no incluyó al cardenal Murphy O’Connor porque tenía más de 80 años, está ligado por el secreto» (Maggie Doherty – Secretaria de Prensa del Cardenal Cormac – Murphy-O’Connor).

La nota de la secretaría de prensa del Cardenal Murphy-O’Connor es una negación de los hechos y una clara violación del secreto.

Dice el Papa Juan Pablo II, en la Universi Dominici Gregis, n. 59:

«En particular, está prohibido a los Cardenales electores revelar a cualquier otra persona noticia que, directa o indirectamente se refieran a las votaciones, como también lo que se ha tratado o decidido sobre la elección del Pontífice en las reuniones de los Cardenales, tanto antes como durante el tiempo de la elección. Tal obligación del secreto concierne también a los Cardenales no electores participantes en las Congregaciones generales, según la norma del n.7 de la presente Constitución».

Después de la elección de un nuevo Papa, continúa el secreto, el cual pesa sobre los Cardenales electores y sobre los no electores:

El Cardenal Murphy-O´Connor era un Cardenal no electo. Por tanto, está obligado a guardar silencio sobre lo que sucedió antes de la elección de Bergoglio. Durante la elección no pudo estar.

Luego, su negación: «no se hizo, en los días anteriores al cónclave, ningún acercamiento al entonces cardenal Bergoglio»; es una clara violación del secreto. En la nota no se puede ni afirmar ni negar nada. Sólo hay que decir: por la norma 58 de la Universi Dominici Gregis estoy obligado al secreto bajo pena de excomunión:

«Quienes, de algún modo, según lo previsto en el n. 46 de la presente Constitución, prestan su servicio en lo referente a la elección, y que directa o indirectamente pudieran violar el secreto ―ya se trate de palabras, escritos, señales, o cualquier otro medio― deben evitarlo absolutamente, porque de otro modo incurrirían en la pena de excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica».

La nota de prensa no puede indicar una negación de los hechos. Como la indica, se está diciendo que existieron esos hechos.

Esta nota pone en duda la validez de la elección al ser una nota de negación: se rompe el secreto impuesto al Cardenal no elector O´Connor. Se cae en excomunión.

Sólo los Cardenales electores pueden hablar de lo que ocurrió, en la elección, por «una especial y explícita facultad» (n. 60) que da el sumo Pontífice para este caso. Ni O´Connor es Cardenal electo ni Bergoglio ha dado esa facultad.

El Papa Juan Pablo II enseña en el número 82:

«Igualmente, prohíbo a los Cardenales hacer capitulaciones antes de la elección, o sea, tomar compromisos de común acuerdo, obligándose a llevarlos a cabo en el caso de que uno de ellos sea elevado al Pontificado. Estas promesas, aun cuando fueran hechas bajo juramento, las declaro también nulas e inválidas».

No se pueden tomar compromisos de común acuerdo antes de la elección para que, después, se llevan a efecto. Estas capitulaciones son nulas.

¿Qué es lo que hizo Bergoglio? Él mismo lo cuenta:

«Sobre el programa, en cambio, sigo el que los cardenales pidieron durante las congregaciones generales antes del cónclave. Voy en esa dirección. El Consejo de los ocho cardenales, un organismo externo, nace de ahí. Había sido pedido para que ayudase a reformar la curia… Mis decisiones son el fruto de las reuniones pre‐cónclave. No he hecho nada yo solo… Han sido decisiones de los cardenales. No sé si es una postura democrática, yo diría más bien sinodal, aunque la palabra para los cardenales no es apropiada». Entrevista-al-Papa-Francisco.-29.06.2014

Claramente, es inválida la elección de Bergoglio por muchos caminos.

Por supuesto, el Vaticano lo niega todo:

«Puedo declarar que los cuatro cardenales citados niegan explícitamente esta descripción de los hechos, tanto lo que afecta a la petición de un consenso previo sobre el cardenal Bergoglio como lo relacionado con una campaña para su elección». Lombardi añadió que los cardenales «desean que se sepa que están sorprendidos y contrariados por lo publicado». (ver)

Es una negación que no niega nada: se niega esa descripción, pero no pueden negar la verdad de los hechos, que se puede contar de muchas maneras, pero sin revelar los hombres que, en verdad, están detrás de todo esto.

Es una negación que también rompe el secreto que deben guardar esos Cardenales.

Y, además, son unos cínicos: «están sorprendidos y contrariados». Mayor hipocresía no puede haber en Roma.

Pero esto, ya no lo quita nadie.

Han puesto a su hombre: un hombre lleno de verborrea humana. Sólo habla para agradar a los hombres, pero no a Cristo en la Iglesia.

Ha sido puesto ahí para desmantelar toda la Iglesia. Y lo está haciendo, en la oscuridad. Entretiene a todo el mundo con su palabra engañosa y, después, su equipo, sus cardenales, sus obispos, sacerdotes, hacen el trabajo sucio, sin que nadie se dé cuenta.

Como no tienen leyes en la mano, tienen que usar su poder sacerdotal en contra de toda verdad. Y eso es el cisma declarado, con obras, -no con leyes, con una doctrina que se exija- con sus obras de pecado es como llevan a toda la Iglesia hacia la gran maldad.

No se puede estar con Bergoglio como Papa. Es una gran blasfemia. Es cometer el pecado contra el Espíritu Santo. Y son muchos los que ya lo han cometido y los que lo van a cometer.

Francisco no es un santo sino un político comunista en la Iglesia

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«La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad “no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”. ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!» (Evangelii gaudium, 205).

Estas palabras del hereje Francisco son la clave de su comunismo.

La política –dice Francisco- es una de las formas más preciosas de la caridad: esto es una auténtica herejía. Es una frase muy bella y muy herética. Son palabras baratas para ganarse al mundo. Y son palabras blasfemas que van en contra de la Verdad.

La política no pertenece a la Iglesia, sino al mundo. Cristo nunca hizo política ni enseñó a hacer política, porque la política no proviene de la Verdad, sino de la mentira.

Todas las políticas hacen aguas, fallan, porque, aunque tengan una base moral y ética, no poseen la Verdad. Es el juego del lenguaje humano: eso es sólo la política. Es ver, con el pensamiento de los hombres, los caminos para resolver todos sus asuntos. Es lo más contrario al dogma y a la moralidad, porque la política no se basa en algo absoluto, sino relativo, condicionado a muchas cosas.

Dios nunca da una vocación para ser político. No puede darla. Dios ayuda a los hombres, que viven en Gracia, y que se dedican a ese negocio mentiroso para que pongan leyes de acuerdo a la verdad, a las normas de la moralidad, a la ley divina. ¡Que pongan leyes correctas, pero que no busquen solucionar cosas, porque no se puede en política!

La caridad no lleva a hacer política, sino a ir en contra de toda política. Porque la caridad es totalmente desinteresada. No le interesa las formas económicas, las leyes de los hombres, los reglamentos en las sociedades, porque la caridad se basta a sí misma. Nunca un político hace caridad. ¡Nunca! Siempre la Caridad se da sin la política.

Jesús ni se preocupó por el dinero, ni por los sistemas políticos de su época, porque sabe lo que es el hombre: mentiroso.

Dios puso a Su Pueblo los Profetas. Y, cuando el Pueblo, se cansó de los Profetas, empezó a poner Reyes, que Dios no quería, pero que permitió por la dureza de los corazones de los hombres. Y, por los Reyes, vino toda la decadencia al Pueblo Elegido. Los Profetas eran perseguidos porque eran los únicos que decían la verdad al Pueblo y a todos los Reyes.

La política no sirve para solucionar el mundo. No sirve. Porque no está en el plan de Dios. Dios quiere Reyes Católicos, entregados a la Gracia, pero esto es imposible en estas condiciones. Hasta que no se consolide el Reino Glorioso, todos los reyes del mundo, al final acaban perdiéndose en las cosas del mundo. Esto es un hecho, una realidad, algo que todos pueden ver a lo largo de toda la historia de los hombres.

Los gobiernos humanos son un conjunto de problemas sin solución alguna. Todos son así, porque el hombre no vive en la Gracia para obrar la verdad en todo el actuar social de los hombres. Vive en su pecado y obra su pecado. Luego, todos son problemas sin resolver.

Francisco sólo entiende de su comunismo, porque eso es lo que a él le interesa: su maldito comunismo. Él vive para obrar en la Iglesia sus ideas comunistas, su teología de la liberación, de los pobres. Eso es claro en Francisco. Desde joven, una mujer le enseñó el comunismo. No aprendió a santificarse leyendo a los santos, sino aprendió a condenarse y llevar a las almas al infierno con el manifiesto comunista.

Y, ahora, quiere meter a Dios en el comunismo. Y no se puede tolerar tamaña desfachatez. Él pide al Señor que envíe políticos que les duela la vida de los pobres. Esto es el comunismo.

Ningún santo se atrevería a hacer esta oración, porque no es la Voluntad de Dios. No la escucha Dios. Es imposible que la escuche. Y ¿por qué? Porque «pobres siempre tendréis». No me pidáis que quite a los pobres, a los machacados, a los que no tienen alimento o dinero, porque eso no salva a los pobres.

Los pobres están para que los hombres hagan penitencia por sus pecados. Para eso están los pobres: para recordar al hombre que es un maldito pecador. Y si hay pobres, no es porque haya problemas políticos ni económicos, sino porque hay pecado de avaricia, de usura, de ambición de poder, de envidias personales, de culto al dinero, de culto a la magia negra, que es lo que mueve las economías: el demonio es el que mueve todos los sistemas económicos: liberales, capitalista, sociales, comunista, etc. Y quien hace que el demonio se mueva en todos los mercados del mundo bursátil: la masonería.

Francisco no va a la raíz del problema en su comunismo, porque es masón. Y habla como un masón y obra como ellos.

“Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil” (Evangelii gaudium, 53): este es el lenguaje del masón. Ellos buscan la fraternidad universal. Por tanto, no pueden aceptar que el poderoso se coma al más débil. Todos somos hermanos, todos tenemos que disfrutar de los bienes de todo el mundo. No tiene que haber desigualdad entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles. Así habla un marxista de talante humanista, como es Francisco. Así habla el masón. El masón no permite la competitividad, la ley del más fuerte, la ley privada, porque eso va en contra de la fraternidad.

“Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida” (Evangelii gaudium, 53). ¿Quiénes son los culpables de que no haya trabajo, no haya dinero, de que haya cantidad de problemas en el mundo? La gente que tiene dinero, la gente capitalista, la gente con una empresa privada, la gente que hace competencia en su negocio. Éste es el lenguaje de un masón.

Pero así no habla un Santo. Así no habla Jesús en Su Evangelio cuando está con los políticos, con los jefes de la Iglesia, del mundo, del gobierno.

«Id y decid a esa zorra: Yo expulso demonios y hago curaciones hoy, y las haré mañana, y al día tercero consumaré Mi Obra. Pues he de andar hoy, y mañana, y el día siguiente, porque no puede ser que un Profeta muera fuera de Jerusalén» (Lc 13, 32-33).

Nunca Francisco diría a Obama: zorra; o a Giorgio Napolitano, babosa roja; o a Vladímir Putin, dragón infernal. Porque es como ellos: una zorra, un comunista, un anticristo.

Jesús combate a todos los políticos. Francisco no combate a nadie, sino que suelta su doctrina comunista para ejercer él el poder en el mundo, para que sus ideas las tomen en cuenta la gente del mundo.

Francisco, en su evangelii gaudium, sólo hace política, el juego político, que consiste en decir muchas cosas y en poner a los hombres en contra, para que la idea prevalezca. Y, por eso, arremete contra el capitalismo, porque le interesa ese juego para hacer su negocio en la Iglesia. No importa haber creado malestar entre los capitalistas. Lo que importa es lanzar la idea política, que es dada en la bandeja de la caridad, del amor hacia los pobres, del amor fraterno.

Esta es la idea del anticristo: la fraternidad. Y hay que predicar eso a todo el mundo del demonio. Y eso lo tiene que predicar el que se sienta en la Silla de Pedro, porque él es un anticristo.

El Anticristo quiere crear un malestar mundial en la economía, porque tiene que aparecer él cuando las cosas estén mal por un conflicto mundial. Hay que enfrentar a los capitalistas con una doctrina comunista, pero lanzada desde la Iglesia. Y es necesario hacer eso para que entren en la Iglesia los poderes del mundo: ya sean los capitalistas, ya los comunistas. Los primeros en entrar son los comunistas en la Iglesia, por debajo de las faldas del que se sienta en la Silla de Pedro.

Francisco arropa el comunismo en Roma. Francisco quiere la idea comunista en Roma. Francisco está decidido a hacer comunismo en su gobierno horizontal. Por eso, habla con su humanismo, con su preocupación por la vida de los pobres, de la gente sin recursos. Y, por eso, enfrenta a los hombres: pone la lucha de clases: ricos – pobres; poderosos – débiles; etc.
Es el lenguaje de un marxista humanista, es decir, de un masón.

«¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia» (Evangelii Gaudium, 203): ésta es su palabrería barata. Así habla un político para tratar de convencer a los demás de que su idea es la correcta, de que ellos están equivocados. Y mete a Dios en su blasfemia.

«¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema!»: palabras, palabras, palabras. Lenguaje humano, razones que se dan para nada. Porque el sistema capitalista le trae sin cuidado la ética, la solidaridad mundial, la distribución de los bienes, el trabajo, la dignidad de los débiles, que Dios exija justicia. Todo esto son palabras baratas de Francisco para no decir nada. Si el capitalismo no funciona es porque hay gente que vive en pecado y que obra ese capitalismo. Y la gente que vive en pecado no le interesa esas palabras de Francisco. El capitalismo mueve dinero en lo privado. Ahí está todo su negocio: mover dinero privadamente. Lo demás: si hay trabajo, si hay bien común, si hay justicia, eso no le toca al capitalismo, sino a los hombres, con sus leyes. Y como las leyes son inicuas, entonces hay mucho pecado en todas partes.

Francisco nunca va a decir: «¡Cuánto pecado hay en este sistema!» Porque sólo habla como un político, no como un santo que enseña la vida espiritual, las normas morales, las normas éticas a los economistas, Nunca Francisco habla así: enseñando la verdad. Francisco habla para hacer política, su política, su lenguaje barato.

Estamos ante un hombre que, sentado en la Silla de Pedro, está gobernando la Iglesia con su doctrina comunista, que es un marxismo humanista, su teología de los pobres. Lleva un año con la misma doctrina del demonio. Siempre hablando de lo mismo. Todo es dar vueltas a lo mismo: ¿cómo salvar cuerpos? ¿cómo quitar la hambruna del mundo?

¡Y todavía hay gente en la Iglesia que dice que Francisco es un santo! ¡Esto sí que es absurdo! Porque el que Francisco se dedique a esto, es normal, ya que es un hereje por los cuatro costados: un comunista que sólo vive para su idea del bien y del mal, para su dios, que es el maldito dinero. Su obsesión le marca desde que se sentó en la Silla de Pedro. Es un loco obsesivo que siempre está en su misma idea: los pobres, los pobres, los pobres. Y de ahí no sale. ¿Por qué? Por su avaricia descontrolada. Su apego al dinero.

Jesús nunca habló de los pobres, ni de los problemas del mundo, ni de los hombres, ni de los políticos, porque no estaba apegado ni al dinero, ni al pensamiento de los hombres, ni a sus políticas, etc.

Jesús vino a echar demonios, a curar enfermedades, a obrar la Voluntad de Dios. No vino a hacer política. Y cuando le tocó hablar a los políticos, les dijo: zorra sois.

Francisco es lo más contrario a Cristo porque está apegado al dinero, a la mente de los hombres, a sus políticas, a sus culturas, a sus ideas en la vida. Francisco nunca puede imitar a Cristo. Francisco siempre imita a los hombres del mundo, porque es como ellos.

Y hay gente en la Iglesia que, a estas alturas, no ha comprendido lo que es ese hombre, ese hereje, ese anticristo. Esto es lo que no se comprende. Porque Francisco ha sido claro en sus palabras: son las de un hombre que no cree en nada. ¡Es clarísimo! Y hay gente en la Iglesia que vive en un mundo ilusorio, creyéndose que Francisco tiene la sartén por el mango, que sabe lo que está haciendo, que se opone a la gente del mundo para decirles cómo tienen que vivir.

La Iglesia está llena de gente estúpida como Francisco. Gente que no sabe discernir nada, que no entiende la vida espiritual, que cree que la Iglesia es la de los bautizados en Cristo. Y ahí se paran. Gente llena de una ignorancia de la doctrina de Cristo supina. No saben ni las bases de esa doctrina. No se saben -ni siquiera- los diez mandamientos. No saben lo que Dios les pide en la Iglesia, para sus almas. Sino que viven en la Iglesia como viven en el mundo: un negocio social.

Están para reunirse en sociedad y ver los problemas de todos y dar soluciones a todos, menos a sus almas.

Esto es lo que hace Francisco diariamente: se dedica a charlar de muchas cosas, a creerse importante por lo que dice, y a imprimir en los hombres su comunismo. A Francisco sólo le interesan las almas para condenarlas. ¡Sólo para eso!

Y hay gente que no sabe ver esto tan claro, porque es como Francisco, vive como Francisco, obra como Francisco.

Francisco ha abierto las puertas de la Iglesia al mundo: su nueva iglesia es la iglesia del mundo. Y no es otra cosa. Sólo se ve mundo por todas partes en la Iglesia. Sólo se ve interés por las cosas del mundo en la Iglesia. Sólo se analizan las cosas del mundo en la Iglesia. Sólo se convive con la gente del mundo en la Iglesia. Es un signo de que todo va mal en la Iglesia, de que esta no es la Iglesia de Cristo. Esta es la Iglesia del Anticristo.

Y queda muy poco tiempo ya. Hay que salir de Roma. Roma: ramera. Roma: maniatada por el demonio. Roma: usurpadora de la Verdad. Pone la mentira como una verdad.

Francisco: su poder masónico

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Todos quieren hacer la vista gorda ante las declaraciones de Francisco a los medios. Todos quieren mirar a otro lado y no dar importancia a ese hecho. Todos siguen con sus vidas, como si no hubiera pasado nada.

Esta verdad, que permanece en el ambiente, da a entender cómo la Iglesia se comporta, obra, ante el pecado.

La Iglesia ya no ve el pecado, ya no lucha contra el pecado, ya no nombra al pecado por su real nombre. Le pone otros nombres, los que sean, con tal de no llamarlo pecado. Le da a la gente lo que quiere oír la gente: no te preocupes, eso que dijo el Papa es una forma más de hablar, no está enseñando nada en la Iglesia, está dando su humilde opinión, está dialogando entre los hombres para así atraerlos hacia la verdad.

Francisco es un gobernante masón. Y eso significa que tiene la función de dar a los que le siguen la doctrina de la masonería.

Esa doctrina es varia, porque atiende a muchas cosas del mundo y de la Iglesia. Y, cuando un masón gobierna la Iglesia, o hace un ministerio en la Iglesia, como el sacerdote o el Obispo, tiene que ocuparse de dar la doctrina de la masonería usando lo propio de la Iglesia, es decir, el Evangelio, la Tradición de la Iglesia, sus Dogmas, el Magisterio Infalible de la Iglesia.

Es decir, el masón en la Iglesia no dice a las claras su doctrina masónica, sino que la oculta cuando predica el Evangelio, cuando dice la Misa, cuando hace un oficio en la Iglesia. Dice una verdad del Evangelio y, a continuación, dice su verdad, la propia de la masonería. De esta forma se oculta la doctrina masónica, pero arrastra al alma hacia esa doctrina, que la separa de la doctrina del Evangelio.

Francisco, al gobernar como masón, tiene que poner la doctrina masónica de una forma velada, pero segura. Porque no se trata de decir sus verdades entre las Verdades del Evangelio. Se trata de que cuando el alma escuche esa homilía se mueva, sin quererlo, hacia la doctrina masónica.

Por eso, Francisco tiene que ser obsesivo con ciertos temas, como el amor al dinero, amor al hombre, dar dinero a los pobres, etc., para llevar al alma hacia eso que quiere.

Las almas que no poseen vida espiritual son aquellas que oyendo un discurso se tragan ese discurso como venido de la mano de Dios. Es decir, no saben discernir nada de ese discurso. Sólo ven palabras bonitas, razones, más o menos coherentes, y no más. No entienden más. Por eso, son las primeras engañadas por todo lo que se dice en el discurso.

A los hombres les gusta oír lo que ellos piensan. Y esa es la misión de todo gobernante masón: dar al hombre lo que el hombre quiere. Darle las frases que el hombre quiere oír. Darle las palabras que el hombre quiere oír. Hacer las obras que el hombre quiere ver.

Esto es lo que ha hecho Francisco desde el comienzo de su reinado. Desde que apareció en el balcón. Lo primero era pedir la bendición al pueblo. Esto, que se ve como algo humilde, es lo propio del masón. Tiene que ganarse primero al pueblo. Y la mejor manera de hacerlo es pedirle algo al pueblo. Algo que no es malo, pero algo que revela lo que es Francisco.

Un Papa no pide nada al pueblo cuando tiene que proclamar su Pontificado. Un Papa tiene que ofrecer algo al pueblo para que el pueblo entienda que es Papa. Todos los Papas, en sus primeras palabras dan algo a los demás. Dan, no piden, porque lo propio del que ama es dar, ofrecer, otorgar, sin pedir nada a cambio. El amor verdadero siempre es así. Por eso, se conoce al que no ama sólo por sus obras, no por sus palabras bonitas.

Francisco ya obró en contra del amor sencillo, simple. Ya no dio algo, sino que pidió algo. El que ama no pide. El que no ama, pide. Para el que tenga vida espiritual, enseguida dice: este no tiene vida espiritual, no tiene espíritu, por lo que obra. Para el que no tenga vida espiritual, le gusta mucho que Francisco pida la bendición al pueblo, ve en eso un gesto de cariño, de atención al hombre. Y, entonces, yerra en su discernimiento: qué Papa más santo que ha pedido la bendición al pueblo.

Francisco es masón y así son su obras desde el principio de su reinado en la Iglesia. Él ya no es Papa, porque se ha cargado el Papado con su gobierno horizontal. Él tiene la figura del Papa, porque se viste de Papa y actúa como Papa, pero no tiene el Poder de Dios en el gobierno de la Iglesia. Es Cristo quien gobierna ahora la Iglesia, no es Francisco. Francisco gobierna su nueva iglesia, no la Iglesia de Cristo.

Francisco, al ser masón, tiene que dar a la masonería el gobierno de la Iglesia. Y, por eso, pone su gobierno horizontal, que está lleno de masones.

Francisco, en ese gobierno masónico, hará que la Iglesia sea dada al poder político. Es decir, se va a actuar en la Iglesia dependiendo de un poder humano, de un hombre, de una cabeza política. Porque el masón está sometido a un hombre.

Cualquier sacerdote que pertenezca a la masonería tiene como jefe a un hombre y se ata a ese jefe. Y, aunque ya no pertenezca a ningún grupo masónico, como ahora Francisco, por tener el cargo de Papa, se debe a un hombre, porque una vez que se es masón, se es masón hasta la muerte.

Francisco obedece a una cabeza que nadie ve, que nadie sabe, que sólo él conoce. Y obra en la Iglesia según esa cabeza humana. Por eso, el gobierno horizontal es sólo una pantalla. La verdad del gobierno de Francisco es otra muy distinta que no sale a la luz. Saldrá a la luz en su momento, cuando esa cabeza humana decida cambiar a Francisco por otro líder en la Iglesia.

Ahora la Iglesia la gobierna la masonería en todo su esplendor. No la gobierna Francisco. Francisco es sólo el primer líder de muchos que la masonería va a poner en la Iglesia para llevarla hacia donde la masonería quiere.

Francisco es sólo un juguete de los masones. Rinde culto al pensamiento de un hombre, que es el que gobierna toda la Iglesia actualmente. Y la gobierna en la oscuridad, porque no puede darse a conocer hasta que no llegue el momento.

Francisco es sólo el que prepara el terreno para esa cabeza. Es el primer precursor del Anticristo. No es el anticristo, es una imagen del anticristo, porque muchos anticristos han salido al mundo, por los cuales conocemos la mente del demonio, –la última hora-, donde se manifiesta, a las claras, qué quiere el demonio en la Iglesia de Jesús (cf. 1 Jn 2, 18).

Francisco es un gobernante masón, pero sin cabeza. Es decir, que no tiene poder de la masonería para hacer lo que él quiera en la Iglesia. Sólo tiene poder de la masonería para iniciar lo que ha iniciado: el gobierno horizontal. Pero no puede hacer más, por los dictados que recibe de arriba, del poder masónico. Tiene que estar ahí, haciendo que se desarrolle ese gobierno y, después irse, para dejar paso a otro.

Así siempre actúa el poder masónico. No da todo el poder a una persona, sino que a cada persona le otorga un poder para que lo obre. Una vez que lo ha obrado son ellos mismos los que deciden su partida. Y ellos mismos se sacrifican por su amor a la masonería.

Francisco dejará su reinado a otro por imposición del que lo gobierna, del poder masónico, cuando acabe su tiempo de obrar lo que se le ha mandado. Y lo dejará sin más, porque tiene obligación de dejarlo, está obligado a dejar su reinado a otro masón para que continúe lo que quiere la masonería en la Iglesia. No puede rebelarse ante esa orden, porque sería su suicidio en la Iglesia.

La Iglesia está gobernada por los masones. Ya no se da la oposición que antes, -cada Papa-, hacía contra ese poder masónico. Ya es un someterse a los dictados de la masonería y, por eso, Francisco hace lo que hace sin oposición de nadie, sin que nadie le diga nada, sin que nadie lo critique, sin que nadie se oponga a sus palabras ni a sus obras. La masonería lo controla todo en la Iglesia. Por eso, todos tiene que callarse. Tiene que hacer la vista gorda ante lo que obra el jefe masón, Francisco.

Por eso, es deber de quien sigue a Cristo predicar en contra de Francisco en las homilías y de enseñar la verdad de lo que es Francisco.

Y, cuando se hace eso, la gente se asusta, porque tiene a Francisco como un santo. Pero hay que predicar el Evangelio de Cristo y eso supone proclamar la Verdad, que es Jesús. Y si el Papa enseña otra verdad, distinta al Evangelio, hay que ir, sin misericordia, contra el Papa, y llamarlo mensajero del demonio, porque eso es lo que es Francisco. Él no pregona a Cristo. Él lanza llamaradas de fuego, como un Dragón, para vomitar las palabras del demonio en la Iglesia.