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El discurso vacío de verdad en Bergoglio

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Bergoglio se ha fijado un término a su falso pontificado:

«Yo tengo la sensación que mi Pontificado va a ser breve. Cuatro o cinco años» (ver)

1. Está enseñando que Dios no lo ha elegido como Papa: todo Papa es hasta la muerte. Están vendiendo la idea de tener falsos papas por un tiempo determinado.

2. Y, después, enseña que fueron los hombres los que lo pusieron en ese cargo para un tiempo. El tiempo necesario para destruir el centro de la Iglesia, que es el Papado.

3. Además, está aclarando las palabras del Cardenal McCarrick, cuando un hombre muy influyente le obligó a votar, a hacer campaña por Bergoglio en el Cónclave:

«Él dijo: “Él podría hacerlo, ya sabes”. Le dije: “¿Qué podría hacer?”. Él dijo: “Él podría reformar la Iglesia. Si usted le diera 5 años, él podría ponernos de nuevo en el objetivo. Él tiene 76 años, si él tuviera 5 años, el Señor, obrando a través de Bergoglio, en 5 años podría hacer que la Iglesia surgiera de nuevo”».

«Yo no soy de la idea de poner una edad, pero sí soy de la idea de lo que hizo Benedicto»: Benedicto XVI no renunció al Papado, sino que le obligaron a renunciar. Él sigue siendo Papa, aunque le pese a Bergoglio y a todos los modernistas que lo siguen.

Bergoglio es de la idea de que hay que renunciar. Ya no cree en el dogma del Papado. Se inventa su propio papado, su propia figura de papa, su propia iglesia. Y hay muchos que lo siguen en este pensamiento diabólico.

«A Benedicto no hay que considerarlo como una excepción. Sino como una Institución. Por ahí sea el único en mucho tiempo, por ahí no sea el único. Pero es una puerta abierta institucional. Hoy día el Papa emérito no es una cosa rara, sino que se abrió la puerta, que pueda existir esto».

El Papa emérito no existe en Dios, sino sólo en la cabeza de los hombres soberbios.

Se ha acabado el Papado en la Iglesia. Éstas son las palabras de quien ha hecho eso, de quien se ha encargado de dirigir un movimiento para quitar un Papa y ponerse él mismo como falso papa.

¡Qué pocos creen en esto, porque ven la bondad humana de Bergoglio!

El Papa, en la Iglesia Católica, no es una institución, sino que es la misma Iglesia: «allí donde está Pedro, está la Iglesia». Pedro es un Carisma en la Iglesia, no es una institución de los hombres. No es una jerarquía que ponen los hombres, como el cardenalato. El Papa es la Voz de Cristo, el Vicario de Cristo.

No queremos en la Iglesia hombres institucionalizados. No nos interesa un hombre que se convierte en institución. Queremos un Papa, una Cabeza que una en la Verdad a todos sus miembros; que enseñe sólo la Verdad en la Iglesia, que sea camino, en la Verdad, para salvar y santificar a la Iglesia.

No queremos a un hombre con este pensamiento que refleja lo que es su vida:

«…lo único que me gustaría es poder salir un día, sin que nadie me conociera, e irme a una pizzería a comer una pizza».

Vete a tu pueblo a comer tu pizza. Pero deja de demoler la Iglesia con tus fantasías hegelianas.

Bergoglio: hombre de mundo, hombre puesto para destruir la Iglesia.

El objetivo que tiene Bergoglio es llevar a la Iglesia a sus orígenes en el pensamiento del hombre. Es decir, refundarla totalmente.

El falso pontificado de ese hombre, al que muchos llaman su papa, y que se ha puesto un nombre para denigrar lo santo, Francisco, tiene en su agenda cambios en la esencia de lo que es la Iglesia.

No sólo cambia a personas, poniendo otros Cardenales, que son todos hombres de herejía, de cisma, que llevan, -sin lugar a dudas-, hacia la apostasía de la fe a muchos; sino que comenzó su falso pontificado poniendo una estructura externa para dirigir la Iglesia: su gobierno horizontal.

Ese conjunto de hombres hace que la Iglesia se rompa en mil pedazos.

Ya no hay una Cabeza que una en la Verdad, sino que sólo existen mentes humanas que dialogan para ver cómo cambiarlo todo en la Iglesia.

Bergoglio anula toda Verdad en la Iglesia. Y esto es lo que muchos no han comprendido, porque sólo están en el juego del lenguaje. Pero no viven los dogmas, la verdad revelada y dogmática. Cada uno se hace su propia doctrina, su propia vida de Iglesia, su propio sacerdocio. Cada uno es jefe de su propia cabeza, de su propia existencia humana.

Bergoglio es sólo un hombre que habla la mentira. Y, por eso, gusta a todo el mundo. Sus discursos son importantes para el mundo.

Un hombre con una sola filosofía: “oler a oveja”. Oler a mundo, oler a hombre, pensar y obrar como lo hace un hombre en el mundo. El olor a Cristo, propio de todos los Santos, la unción de Cristo no se puede encontrar ni en la palabra ni en la obra de Bergoglio.

Por eso, sus entrevistas son de una ordinariez exquisita. Él habla así: con olor a oveja. Habla lo que la gente quiere escuchar. Habla para agradar al hombre. Habla para encontrar en el hombre un hueco, un pensamiento, una obra en la que él, – el papa Bergoglio -, sea el centro, la imagen, la irradiación de una vida para el mundo.

Están adorando a un hombre, en la Iglesia y en el mundo. Es el nuevo fan, la nueva cultura, la nueva moda de muchos. Gente que vive en sus pecados lo tiene como su ídolo. Es la institución del nuevo y falso papado: una figura de papa vacía de toda verdad, centrada sólo en el lenguaje humano.

De esta manera, Bergoglio, y todos los que lo siguen, quieren llevar a la Iglesia a sus “cimientos”. Es la herejía de siempre. Cuando el hombre no pone el cimiento de su vida en la Roca de la verdad, entonces el hombre va en busca de sus filosofías, de sus teologías, de sus lenguajes maravillosos en que todo está en decirse unas palabras bonitas, una idea que guste al propio pensamiento humano.

El hombre, queriendo salir de la verdad, del dogma, de la ortodoxia, se queda en su propia idea de la vida. Y así construye su vida: en su soberbia manifiesta.

Es el objetivo de ese hombre:

«Prefiero una Iglesia accidentada, a una que está enferma por cerrarse» (18 de mayo de 2013): la Iglesia está enferma porque se encierra en la verdad, en el dogma, en el lenguaje ortodoxo. Tiene que salir hacia el lenguaje heterodoxo. Tiene que vivir accidentada, en el pecado, en el error, en la confusión de ideas, de doctrinas. Que nadie luche por una doctrina, sino que todos luchen por una obra: los pobres, la hermandad universal, la libertad del pensamiento humano, el progresismo de tener una cultura de muchas religiones.

«El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo” (19 de mayo de 2013).

Iglesia autorreferencial: la que está enferma por cerrarse en la Verdad, en la ley santa de Dios, en el lenguaje ortodoxo.

Lo autorreferencial es un lenguaje de los modernistas para negar el pecado de orgullo y de soberbia de aquellos que hablan de esta manera: autorrefiriéndose como sabios para todo el mundo.

Si El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, entonces la Iglesia vive en el misterio, encerrada en la Verdad que Dios ha revelado, y que la Iglesia ha enseñado en todo su magisterio auténtico.

Bergoglio siempre ataca la verdad con una verdad: «El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo».

Para poner su mentira: «nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto».

El Espíritu Santo no nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica. Nunca hace esto el Espíritu Santo. El Espíritu Santo hace una Iglesia Santa, capaz de luchar contra los gnósticos y contra toda iglesia gnóstica. El Espíritu Santo guarda la Verdad, salvaguarda a la Iglesia en la Verdad. Y, en la Verdad, se lucha contra toda idea contraria a la Verdad.

Pero Bergoglio, dando una verdad, quiere reflejar su mentira: lo gnóstico y el modernismo. Estas dos ideas son lo principal en el discurso de este hombre. En vez de hablar de la santidad de Dios y de la Iglesia, habla de la autorreferencialidad.

¡Muchos no han aprendido a leer a Bergoglio! Y no caen en la cuenta de cómo engaña Bergoglio en cada frase bonita que dice.

Una vez que ha lanzado su tesis, su mentira, pone la obra de la mentira: «nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio».

¡Qué maestro de la oratoria es este hombre! ¡Maestro de la maldad consumada!

Dios no impulsa a salir: es el lenguaje propio del demonio.

Dios mueve al hombre, su corazón, para que haga la Voluntad de Dios. Es la moción divina, diferente al impulso del demonio. Dios no pone al hombre en la actividad enfermiza de hacer cosas por Él, que es la que tienen mucho católicos, sólo de nombre.

El mundo no cambia con la palabra de los hombres ni con sus obras humanas, aunque sean perfectísimas. El mundo cambia con corazones llenos de amor divino, que es lo que menos tiene la Jerarquía y los fieles en la Iglesia. No saben lo que es el amor de Dios porque no conocen  a Dios.

No hay que abrir las puertas para salir al mundo; hay que abrir las puertas del corazón para entrar en el Misterio de Dios, que está escondido al mundo. No se puede salir al mundo para dar lo santo a los perros. Hay que esconder el tesoro del rey en lo más íntimo del corazón.

Bergoglio, cuando predica, nunca lleva al alma hacia su interior, hacia la vida interior con Cristo, sino que la saca de su interior para mostrarle la exterioridad, la superficialidad del mundo. Es así, de esta manera, cómo los falsos profetas engañan a muchos hombres, haciéndoles creer que si no predican el Evangelio, con la máxima evangélica de “a tiempo y a destiempo”, no hacen nada por Dios.

Hace más un corazón abierto al Misterio de Dios, contemplando a Dios en Espíritu y en Verdad,  que millones de hombres que dan de comer a los pobres.

Si la vida consistiera en dar de comer a los que no lo tienen, Jesús hubiese enseñado la forma de hacerlo. Es muy fácil: repartan la comida con los demás. Eso es todo. Repartan dinero para todos. Fabriquen dinero y todos tendrán para comprar la comida.

Pero a Jesús no le interesó llenar estómagos de la gente, solucionar problemas sociales. Jesús vino para llevar al hombre al interior de Dios. Y eso es muy difícil porque necesita de un corazón humilde, de sacerdotes humildes, de fieles que sólo vivan para la Palabra de la Verdad, no para el lenguaje de los hombres.

Bergoglio tiene su idea de Dios, su propio lenguaje:

«Yo creo en Dios, no en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba es la luz y el Creador. Este es mi Ser» (1 de octubre 2013).

Esto es lo que se llama la herejía del subordinacianismo.

En estas palabras se niega la verdadera Trinidad de Personas en Dios. Sola una, el Padre es el verdadero Dios; las demás, la segunda y la tercera persona, quedan subordinadas, clara y de manera disimulada, insinuando por debajo, que no existen como Dios. Jesús existe como la Encarnación de ese Dios, que es sólo el Padre.

Este error está unido a la falsa noción de la divinidad misma. Para Bergoglio, Dios es un Dios de sorpresas. Esa es su noción clave de la divinidad.

Sólo la doctrina trinitaria ortodoxa ha mantenido incólume la verdadera noción de Dios, que es conocida por la razón y por la revelación.

Bergoglio no cree en esta doctrina católica: no creo en un Dios católico.

Bergoglio sigue a los herejes gnósticos, que pretendieron adaptar las teorías emanatistas acerca de los eones y de los intermediarios entre Dios y las cosas, al dogma cristiano.

Bergoglio es gnóstico y tiene la caradura de predicar que no se dé una Iglesia gnóstica: «nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica».

¿Ven qué falacia en el pensamiento y en el lenguaje de Bergoglio? Se contradicen: se piensa como gnóstico, pero se habla en contra de la idea gnóstica. Esta es la demencia que muchos no ven en Bergoglio. Es un hombre sin lógica, sin sentido común. Si estás en la idea gnóstica de lo que es Dios, entonces sigue tu pensamiento hasta el final, con todas las consecuencias: vete de la iglesia a levantar tu idea gnóstica de Dios, a hacer tu iglesia gnóstica.

Pero Bergoglio se queda en la Iglesia siendo un maestro consumado en hablar un lenguaje de mentira, para condenar a las almas.

Al hacer esto, Bergoglio está diciendo una cosa: mi lenguaje sólo sirve para entretener a la gente. Doy muchas cosas, que en sí mismas son una contradicción, pero lo que más importa es obrar.

Os digo que no hay que tener una iglesia gnóstica, pero la obro: pongo un gobierno horizontal donde se realice el mismo trabajo que hicieron los gnósticos para cambiar el dogma: a base de ideas, de lenguaje humano, a base de ser un papa radical, se consigue lo que oculto en mi predicación.

Es su fariseísmo: se predica una cosa, se obra lo contrario.

Hay que lanzar la idea, sembrar una palabra falsa, como lo hacen los falsos profetas, pero todo eso es para despistar a la gente de lo que realmente se está llevando a cabo en la Iglesia.

Mientras Bergoglio entretiene a todo el mundo con sus nefastas homilías, entrevistas, discursos que sólo sirven para limpiarse el trasero, otros en el gobierno horizontal están obrando sin que nadie se dé cuenta.

Nuevos libros, nuevas leyes, nuevos documentos, nuevas liturgias, nuevos sacramentos… Necesitan tiempo para sacar todo eso. Y necesitan una cabeza como papa que imponga todo eso, que haga obedecer la nueva doctrina a base de excomuniones.

¡Qué pocos ven esto en la Iglesia!

Bergoglio no predica la doctrina de Jesús porque no cree en Jesús.

Al decir: Jesús es su Encarnación; Bergoglio se está refiriendo a la emanación de Dios, no a la Encarnación del Verbo.

Para Bergoglio, Jesús no es Dios. Es una emanación, un agua que fluye, un pensamiento que se alcanza en un grado de perfección. Y de aquí nace la ley de la gradualidad. Por lo tanto, la Iglesia no es Divina, no es Santa, no tiene un fin divino que haya que cumplir. En la Iglesia no se está para salvar el alma, sino para liberar a la gente de sus problemas sociales.

Jesús, para Bergoglio, no es Dios: «¿Pero Jesús es un Espíritu? ¡Jesús no es un Espíritu! Jesús es una persona, un hombre, con carne como la nuestra, pero en la gloria» (28 de octubre del 2013).

«Dios es Espíritu» (Jn 4, 24). Si Jesús es Dios, entonces Jesús es Espíritu. Si Jesús no es Dios, entonces Jesús no es Espíritu. Es sólo un hombre.

Al preguntarse si Jesús es un Espíritu, y responderse que no es, claramente está negando la Divinidad de Jesús. Jesús no es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, no es el Verbo, el Hijo de Padre, no es una Persona Divina. Jesús es una persona humana, un hombre santo en la gloria.

Bergoglio está exponiendo la herejía de Arrio, en la que se niega que Jesús sea Dios. Jesús no es Dios hecho hombre, sino un ser creado por Dios, semejante a Dios, tiene atributos divinos, pero no es Dios ni en Sí ni por Sí Mismo.

Dos dogmas principales ha negado Bergoglio: la Trinidad y la Divinidad de Jesús.

Una abominación ha puesto en la Iglesia: su gobierno horizontal, del que parte todo el cisma en la Iglesia. Un cisma institucionalizado por la propia Jerarquía, querido por Ella. Levantado en el mismo centro de la Iglesia. Quitado el Papado para poner la figura de un Papa que, en su tiempo, será poseída por el Anticristo.

Sin estas dos verdades dogmáticas, nadie en la Iglesia puede salvarse. Nadie.

Y con esa abominación, los que obedezcan a ese falso papa y trabajen en esa falsa iglesia, se condenan sin remedio, sin misericordia. Porque esa abominación es una blasfemia contra el Espíritu Santo.

Bergoglio no puede salvarse por su cara bonita, porque exteriormente parezca una buena persona.

Bergoglio, si quiere salvarse, tiene que hacer, públicamente, un acto de fe en la que niegue sus creencias sobre Dios, sobre Jesús y sobre la Iglesia.

Y hasta que no haga esto, a ese hombre sólo hay que olvidarlo, juzgarlo, condenarlo, maltratarlo, despreciarlo, llevarlo a juicio, excomulgarlo.

Por supuesto, que nadie va a hacer esto. Porque todos buscan lo mismo que Bergoglio: el negocio, la empresa en el Vaticano.

Y aquellos católicos que tengan a  Bergoglio como su papa, se van a condenar. Un hereje no puede ser camino de salvación en la Iglesia. Nunca.

¿Qué es Dios para Bergoglio?

Es sólo un pensamiento, un concepto humano.

«…de Dios decimos que es el Dios de las sorpresas, porque él siempre nos amó primero y nos espera con una sorpresa. Dios nos sorprende. Dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la psicología de la computadora de creer saberlo todo» (18 de enero del 2015).

De Dios se dice que es Dios de las sorpresas: Bergoglio no da una verdad revelada sobre Dios ni dogmática. El Dios de las sorpresas sólo existe en su mente humana. Bergoglio da su concepto de Dios: el Dios de las sorpresas. El Dios de la vida humana, del lenguaje humano, de las obras humanas. En ese concepto, está un amor que ama primero y que da una sorpresa al hombre.

¿Dónde queda la Providencia de Dios? En el olvido del hombre. Dios guía al hombre en las sorpresas de la vida, no en su providencia. Dios no es un camino de verdad, de certeza, eterno, sino un conjunto de cosas que pasan al hombre sin que nadie le avise de ello.

Las profecías divinas, con este Dios de las sorpresas, se anulan todas. Y tienen que anularse porque el único que rige el mundo es la mente del hombre. Es el único que sabe lo que es el bien y el mal.

«Cada uno de nosotros tiene su propia visión del Bien y también del Mal» (1 de octubre 2013).

¿Cuál es ese Dios de las sorpresas?

Es el hombre con su visión propia del bien y del mal. Es el nuevo yo: es ese dios, que soy yo mismo, que ama a toda la creación, y que está continuamente saliendo de su yo encerrado, de su autorreferencialidad, de sus temores, de sus deseos, de su reino, en donde se excluyen a los demás. Hay que dejar esa mundanidad asfixiante que sólo se puede sanar:

«…tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios» (EG, n. 97).

La Iglesia tiene que descentrarse de su propio lenguaje rígido. Y tiene que aprender a hablar el lenguaje del mundo. Para eso se ha puesto el gobierno horizontal.

La Iglesia no tiene que dar la máxima ortodoxia: eso es repetirse siempre en su propio lenguaje.

«A veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo» (EG, n. 91).

El lenguaje ortodoxo es oscuridad para el hombre. ¡Qué gran blasfemia! ¡Cómo ataca lo sagrado, lo divino, lo eterno!

Hay que emplear un lenguaje heterodoxo. Un lenguaje que responda al concepto de evangelio, el evangelio de la alegría, el evangelio de los pobres, el evangelio de recaudar dinero para vivir felices.

«No tengas la psicología de la computadora», que tiene todo el saber en ella. O, si lo prefieren, con estas palabras:

«Un corazón que ame la ley, porque la ley es de Dios, pero que ame también las sorpresas de Dios, porque su ley santa no es un fin en sí misma» (13 de octubre del 2014).

La Iglesia usa un lenguaje que el mundo no comprende. Un lenguaje de computadora, de fin en sí mismo. Un lenguaje ortodoxo que la imposibilita de dialogar con el mundo. Y si no habla con el mundo, no puede anunciar el Evangelio.

La Iglesia es misionera, no autorreferencial. No tiene que estar centrada en la verdad, sino en el mundo.

Hay que hacerse un uno con el mundo. Si se encierra en sí misma impide ir al encuentro real con el otro.

La realidad, no está en la vida de la gracia, sino que está en los derechos sagrados del hombre:

«…tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.  No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados» (28 de octubre del 2014).

El hombre tiene que luchar por su tierra, no por la tierra que Dios prometió a Abraham, que es el Cielo; tiene que luchar por su techo, y no tiene que seguir el pensamiento ortodoxo de Cristo: «Las raposas tienen sus cuevas, y las aves del cielo sus nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Lc 9, 57). Y tiene que luchar por su trabajo, haciendo de la Palabra de Dios una mentira: «Necio, esta misma noche te pedirán el alma, y todo lo que has acumulado, ¿para quién será?» (Lc 12, 20).

Si sigues a Bergoglio, todo eso será para Bergoglio. Él sólo pide dinero. Y no otra cosa.

No vivas tu vida para tener una casa, un techo, un trabajo, una tierra. Vive tu vida para desprenderte de todas las cosas, aunque las tengas todas, y así obrar lo divino en lo humano.

Pero Bergoglio lleva a la lucha de clases. Tú tienes una casa y yo no. Voy a luchar por mi casa, porque es mi derecho sagrado. Soy dios para mí mismo: yo soy el que entiendo lo que es bueno y lo que es malo para mi propia vida.

Bergoglio no entiende que el amor a Cristo –no el amor a los pobres- está en el centro del Evangelio. Él predica su evangelio: el de los pobres. Para su Iglesia: la iglesia de los pobres.

Y hace esto para abarcar a todo el universo, a todos los hombres en una fraternidad sin límites. Y cuando se hace esto, entonces el yo encuentra a su dios en sí mismo, y el hombre descubre una vida llena de sorpresas.

La ley de Dios, al ser santa, es un fin en sí misma. Pero, al no tener el fin en sí misma, automáticamente, todo está regido por el azar, por las sorpresas, por el fin, por el objetivo que cada hombre se ponga en su vida.

Cada hombre hace su ley en el pecado y la llama santa.

Esto es Bergoglio. ¿Todavía no se han dado cuenta?

Es un discurso vacío de la verdad. Por lo tanto, es un discurso lleno de mentiras.

¿Queréis llevar la Iglesia a sus orígenes? Entonces prediquen del infierno, de la cruz, de la penitencia, del pecado. Porque la Iglesia nació en el Dolor del Calvario, no en el lenguaje, no en el diálogo de los Apóstoles con la gente del mundo.

Fue el Dolor de Cristo y de Su Madre el origen de la Iglesia. Lo demás: la cultura de los tiempos es sólo eso: cultura. La Iglesia no es una institución, sino la Vida de Dios en la tierra. El Reino de Dios en la tierra. Y quien haga de ese Reino una conquista humana, un reino material, humano, la Justicia de Dios lo enterrará en el infierno.

Poco tiempo queda para ver la Justicia de Dios en Bergoglio. Ese hombre es ya un demente. Y lo que queda por ver es su degradación como persona y como sacerdote.

Las batallitas de Bergoglio en la ONU (I)

San_Benito_(El_Greco)

Bergoglio ha ido a la ONU a contar sus batallitas a los hombres que quieren escuchar algo para dormirse pronto. Es de esta manera, cómo hay que calibrar este discurso. Un discurso de un viejo con ideas viejas, que ya en la ONU nadie sigue, a nadie le interesa, porque ellos se mueven por la idea masónica del poder, no por la idea comunista del hombre.

Bergoglio no se apoya ni en el Magisterio de la Iglesia, ni en el Evangelio ni en la Tradición católica, sino sólo en su mente, que es el de un hombre desquiciado.

Bergoglio hace referencia al «espíritu de sus Padres fundadores», da un «mensaje de aliento para volver a la firme convicción de los Padres fundadores de la Unión Europea, los cuales deseaban un futuro basado en la capacidad de trabajar juntos para superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos del Continente» (ver texto). El Patrono de Europa es San Benito, olvidado por este demonio. San Benito es el pasado de la cristiandad que ya no cuenta para la Europa masónica. San Benito deseaba que la verdad del Evangelio fuera obedecido por los hombres. Para eso puso su regla monástica, para que los hombres la copiaran, la imitaran en sus vidas humanas.

«Es necesario recordar una vez más aquel principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir, posee como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes» (Juan Pablo II – Sollicitudo rei sociales).

Esto es lo que enseña un auténtico Papa sobre la economía.

El hombre tiene derecho a la propiedad privada, pero este derecho no es absoluto, porque los bienes de este mundo son del Creador. No son de los hombres.

Muchos luchan por lo bienes comunes como algo propio al hombre. Y es una mentira. No hay que buscar los bienes comunes: hay que usar los bienes creados en la Voluntad de Dios. Y sólo de esa manera, el bien común llega a todos los hombres.

Siempre el problema del bien común es porque los hombres se apegan a los bienes que no son suyos, que son de Dios.

Por eso, nace el capitalismo y el marxismo: un capitalismo sin normas éticas ni morales; y un marxismo sin la verdad del Evangelio, que lucha sólo por los bienes comunes como si fuera propios del hombre y que otros se han apoderado.

Unos se acaparan las riquezas de este mundo, que no les pertenece: es el culto al dinero;

Otros luchan por las riquezas que otros se acaparan, y que tampoco les pertenece: es el culto al hombre.

Pero ninguno se desprende de los bienes creados para usarlos convenientemente, según la ley de Dios: ninguno de ellos da culto a Dios, quitando el pecado y los apegos a la vida.

Y, por eso, los dos sistemas producen muchos males en la sociedad.

Así habla un marxista, como Bergoglio: «cada ser humano está unido a un contexto social, en el cual sus derechos y deberes están conectados a los de los demás y al bien común de la sociedad misma» (ver texto).

El hombre está unido a una sociedad, a una forma de vida social. En consecuencia, tiene derechos y deberes con los demás.

En este planteamiento marxista, en esta ideología, es el hombre el centro del problema, de la vida, de las obras, de las ideas humanas.

Y su error es éste: ningún hombre está unido a otro por su contexto social. Esto es sólo una frase bella, pero vacía de contenido, vacía de verdad.

Dios no crea al alma para que viva unida a los hombres. Dios crea al alma para que se una a Él. Y sin está unión, si el alma no busca en su vida la unión con Dios, entonces cuando se une a los hombres, de cualquier manera que se obre esta unión, es siempre falsedad, un error, una división en su vida.

Ningún hombre se une a un contexto social: el hombre vive en una familia, en una sociedad, en un grupo social. Vive, pero puede unirse o no a ese ambiente social.

Hay que estar en el mundo, pero no ser del mundo: hay que vivir en el mundo, pero no unido al mundo, no unido a un contexto social. Quien lo haga, peca contra Dios y contra los hombres. No se peca cuando se da a los hombres, en la sociedad, en la familia, en el grupo social, la Voluntad de Dios.

Por eso, Bergoglio lucha por su ideología marxista, pero no lucha por la verdad del Evangelio, no lucha por Cristo, sólo lucha por sus pobres, por el hombre, por el “evangelio” que hace feliz a los hombres, que da alegría a los cuerpos humanos, a sus vidas. Bergoglio propone el camino ancho, en la vida humana, que lleva al infierno al alma. Bergoglio va buscando la cultura del hombre, de los derechos del hombre, pero no busca la Voluntad de Dios en la sociedad humana. No pone la ley Eterna en el contexto social, en la familia, sino su idea marxista:

«Considero por esto que es vital profundizar hoy en una cultura de los derechos humanos que pueda unir sabiamente la dimensión individual, o mejor, personal, con la del bien común, con ese «todos nosotros» formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. En efecto, si el derecho de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande, termina por concebirse sin limitaciones y, consecuentemente, se transforma en fuente de conflictos y de violencias».

El hombre busca una unión entre lo individual y lo comunitario; pero lo busca al margen del Evangelio, al margen de la doctrina social de la Iglesia. Bergoglio impulsa que el derecho de cada uno se ordene al bien de todos. Y esto es una barbaridad: «si el derecho de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande».

El fin del hombre es ordenarse a Dios. Y sólo a Dios. Pero el fin del hombre no es unirse a los bienes de Dios, a los bienes de la Creación, aunque sea el más grande bien para toda la humanidad. Cristo no murió por el bien más grande del hombre, del mundo, de la creación. Cristo murió por el bien de la Voluntad de Dios sobre el mundo, sobre el hombre y sobre la creación.

Bergoglio ya no recuerda que, al ser el fin del hombre la unión con Dios, entonces el hombre tiene que usar los bienes creados convenientemente, sin el pecado, sin los apegos, para llegar a ese fin. Esto es lo que anula Bergoglio en todo su discurso.

Para Bergoglio sólo hay un pecado: el social, el de la mente del hombre: como los hombres no piensan bien las cosas para poner sus derechos individuales en servicio a los demás, en armonía con los derechos de los demás, entonces vienen los conflictos, las violencias. Esto es lo que llaman la conciencia de la humanidad, que los falsos profetas, como Luz de María, predican constantemente. Es la conciencia “crística”, que es buscar esta armonía que dice aquí este demonio encarnado.

Y, entonces Bergoglio comienza a contar sus batallitas:

«Una de las enfermedades que veo más extendidas hoy en Europa es la soledad, propia de quien no tiene lazo alguno. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los inmigrantes que han venido aquí en busca de un futuro mejor».

Bergoglio comienza a llorar por sus ancianos, que están tan solos, tan abandonados…; derrama lágrimas por los jóvenes que no tienen trabajo, que han perdida el punto de referencia, pero no las ganas de pasárselo bien en la vida; este punto lo calla Bergoglio…Y hay que conseguir que todo el mundo tenga dinero para que la vida sea felicidad para todos…; clama por sus malditos pobres, que tienen los estómagos vacíos de comida, y sus almas negras para el infierno…; y es un político más que quiere resolver los problemas de la inmigración…El futuro del hombre: el Paraíso en la tierra, el nuevo orden mundial…

¡Qué llorón es este hombre por la vida de los hombres! Y no sabe decir, como todos los Paaas han proclamado:

«la Iglesia no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal de que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo». ((Juan Pablo II- Centesimus annus, n. 43)

Bergoglio: ¿a qué vas a la ONU? ¿A proponer tu sistema comunista?

¿Para qué dices? «Al dirigirme hoy a ustedes desde mi vocación de Pastor». Esto es una gran mentira, porque no hablas como Pastor de las ovejas, no hablas como Vicario de Cristo, no eres la Voz de la Verdad en un mundo sin Verdad, sino que hablas como un lobo que destrozas la vida espiritual de las ovejas con tu inútil verborrea humana, hablas como un loco, que ha perdido el juicio, porque no luchas por la gloria de Dios en este mundo, sino por la gloria de los hombres.

Es necesario escuchar las palabras de un Papa con una cabeza bien puesta:

«La Iglesia no tiene modelos para proponer. Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de todos los responsables que afronten los problemas concretos en todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales que se relacionan entre sí. Para este objetivo la Iglesia ofrece, como orientación ideal e indispensable, la propia doctrina social, la cual —como queda dicho— reconoce la positividad del mercado y de la empresa, pero al mismo tiempo indica que éstos han de estar orientados hacia el bien común. Esta doctrina reconoce también la legitimidad de los esfuerzos de los trabajadores por conseguir el pleno respeto de su dignidad y espacios más amplios de participación en la vida de la empresa, de manera que, aun trabajando juntamente con otros y bajo la dirección de otros, puedan considerar en cierto sentido que «trabajan en algo propio», al ejercitar su inteligencia y libertad». (Juan Pablo II- Centesimus annus, n. 43)

La Iglesia no propone modelos, no llora por los hombres, sino que se dedica a salvar almas, a poner un camino de salvación y de santificación a todo el mundo. Pero Bergoglio no está por esta labor.

Una vez que ha llorado por su maldita humanidad, viene la lucha de clases:

«Esta soledad se ha agudizado por la crisis económica, cuyos efectos perduran todavía con consecuencias dramáticas desde el punto de vista social. Se puede constatar que, en el curso de los últimos años, junto al proceso de ampliación de la Unión Europea, ha ido creciendo la desconfianza de los ciudadanos respecto a instituciones consideradas distantes, dedicadas a establecer reglas que se sienten lejanas de la sensibilidad de cada pueblo, e incluso dañinas».

Hay grupos sociales que establecen reglas que van en contra de los pobres, de los ancianos, de los inmigrantes. Es clara su teología de la liberación: siempre en contra de las reglas por vivir sólo en la opción de los pobres, en el culto a la vida de los hombres.

Y hay que recordar a Bergoglio lo que dijo Juan Pablo II:

«¿Se puede decir quizá, que después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que traten de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del progreso económico y civil?» (Juan Pablo II- Centesimus annus, n. 42)

Y el Papa respondía:

«Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre»» (Ib.)

Juan Pablo II dijo sí al capitalismo, pero era contrario a un capitalismo sin reglas; pero Bergoglio es contrario a todo aquel que ponga reglas y que no beneficie a sus pobres.: es un no al capitalismo y un sí al marxismo.

Y Juan Pablo II enseña: «La solución marxista ha fracasado» (Ib.); pero Bergoglio no sigue el Magisterio de la Iglesia, la doctrina social de los Papas, sino su ideología marxista:

«los grandes ideales que han inspirado Europa parecen haber perdido fuerza de atracción, en favor de los tecnicismos burocráticos de sus instituciones. A eso se asocian algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica. El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que – lamentablemente lo percibimos a menudo –, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer».

Es siempre su lenguaje: el descarte, la cultura del descarte. Palabras tan maravillosas como huecas. Es su lucha de clases. A Bergoglio no le interesa decir que el capitalismo es malo porque tiene malas reglas y, por tanto, tiene que cambiar sus reglas. Esto no lo puede decir; y tampoco lo sabe decir.

Bergoglio contraataca a esos estilos de vida, opulentos, egoístas, porque no aman a los pobres. Éste es el punto de su comunismo.

Hay que atacar al capitalista porque no ama a Dios en su economía. Y, entonces, se le hace un bien al capitalismo, se le da luz sobre su equivocación.

Pero Bergoglio contrapone al sistema capitalista su sistema marxista, que también ya ha fracasado.

El dinero no es malo porque se niega a los pobres. El dinero es malo porque no se usa en la Voluntad de Dios, se usa en el pecado, en el apego a la vida, en el orgullo de la razón humana.

La ciencia y la técnica es mala por lo mismo: no porque no se ponga en servicio de los ancianos, niños, etc., se hace buena, sino porque el hombre la usa en contra de la Voluntad de Dios. Esta es la maldad de la ciencia humana, de su técnica: el pecado del hombre en el uso de la ciencia. Es el hombre el que peca; es el hombre el que lleva al pecado cuando usa la ciencia para su pecado, en su provecho.

En el discurso de Bergoglio, Dios, la Voluntad de Dios, el pecado de los hombres, sus apegos a la vida, no aparecen nunca. Sólo aparece su opción por los pobres, su ideología marxista. Y ahí se queda, dando vueltas y vueltas, siempre a lo mismo: su mismo cuento, su misma fábula, su misma batallita. Y esa batallita ya es vieja, es la del marxismo de los años 60. Hoy el nuevo marxista no va por ese camino, sino por el dominio de los pueblos.

Bergoglio es un viejo que sólo cuenta sus batallas. Y ya cansa a todo el mundo. Ya apesta Bergoglio cuando habla:

«Ustedes, en su vocación de parlamentarios, están llamados también a una gran misión, aunque pueda parecer inútil: Preocuparse de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la «cultura del descarte». Cuidar de la fragilidad de las personas y de los pueblos significa proteger la memoria y la esperanza; significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad».

Este es el tufillo comunista de este hombre.

Los pueblos no son frágiles, ni tampoco las personas. No hay que besar a los hombres, no hay que darles un abrazo, un cariño, una oportunidad en la vida. Hay que marcarles el camino de la santidad, de la Voluntad de Dios. Hay que enseñar a los hombres a formar su conciencia moral, no hablar de conciencia de la humanidad, de la preocupación por la vida de los hombres.

Bergoglio sólo está en su falsa misericordia: todos somos buenos. Hay que ayudarnos unos a otros, hay que respetarnos, hay que ser felices haciendo el bien, para no producir la cultura del descarte. Palabras tan bonitas y tan cursis. Tan del demonio. No es el bien humano lo que impide el pecado entre los hombres. No son las obras de los hombres lo que salvan de la ruina a las sociedades. Es el obrar lo divino en lo humano lo que da valor a la sociedad, a las familias, al mundo entero. Obrar lo divino, que sólo se puede hacer de la mano de Dios, en el Camino, que es Cristo mismo.

Pero Bergoglio da vueltas a su ideología: es que este mundo vive en el «modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la “cultura del descarte”». Es siempre lo mismo: opción por los pobres, lucha de clases, fuera la propiedad privada, viva el bien común…

Y hace gala de su acto de fe, su memoria fundante: hay que« proteger la memoria…hacerse cargo del presente….ser capaz de dotarlo de dignidad». Esta es su herejía, que ya expuso en su “lumen fidei”, un escrito para quemar, para olvidar, eje de su pensamiento maquiavélico.

Después de llorar por la humanidad, ahora viene su ídolo:

«deseo afirmar la centralidad de la persona humana, que de otro modo estaría en manos de las modas y poderes del momento»: el hombre, el centro del Universo, de la historia, de los problemas.

«El hombre es el rey del universo»: esto ya lo predicó en su nueva iglesia. Es su idea eje; es su culto, es su adoración: ser hombre, vivir como hombre, obrar como hombre, pensar como hombre, mirar al hombre. Pone su imagen:

«Uno de los más célebres frescos de Rafael que se encuentra en el Vaticano representa la Escuela de Atenas. En el centro están Platón y Aristóteles. El primero con el dedo apunta hacia lo alto, hacia el mundo de las ideas, podríamos decir hacia el cielo; el segundo tiende la mano hacia delante, hacia el observador, hacia la tierra, la realidad concreta». El mundo de las ideas platónicas y el mundo de las obras humanas.

Para Bergoglio, Dios es sólo una idea transcendente, pero no una realidad: «el cielo indica la apertura a lo trascendente, a Dios… Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida…». Es sólo el lenguaje de Bergoglio: el cielo como apertura a lo trascendente; los pueblos como capacidad de abrirse a lo transcendente. Es un lenguaje florido, ero vacío de la verdad. Porque el cielo es el mismo Dios y el hombre vive siempre para Dios, para el cielo, para lo transcendente, para lo que no es de este mundo. Si el hombre no vive para Dios, entonces los pueblos no viven para Dios, sino sólo para sus ideas de lo transcendente, de lo divino, de lo espiritual, de lo sagrado.

Si los pueblos no viven cumpliendo los mandamientos de Dios, los pueblos buscan sólo el lenguaje de lo transcendente, que es de muchas maneras, porque los camino del demonio, que son todos espirituales, ofrecen a los hombres muchas maneras de vivir en lo “transcendente”. Esta es la falsa espiritualidad de este hombre, su falso misticismo, que agrada a muchos. ¡Qué bonita predicación la de este hombre, dicen muchos! ¡Qué vacía predicación la que tiene este hombre todos los días! ¡Cómo engaña a muchos!

Bergoglio pone la Creación en el hombre, no pone la Creación para ser administrada por el hombre. El hombre no administra; el hombre es dueño de la Creación. Esta es su herejía principal, al negar el dogma del pecado original y a Dios como Creador. La creación, para Bergoglio, es un asunto de la evolución, no de Dios.

Es el hombre el que crea; es la materia la que evoluciona, son las fuerzas cósmicas las que siempre permanecen, las que son poderosas para llevar lo creado hacia su fin, que es un objetivo humano.

El centro: la persona humana. Comienza su idea masónica. Él está hablando a masones.

Lo principal, para Bergoglio, lo que ha hecho el hombre, no el cristianismo. Aquí se carga la Tradición católica:

«En este sentido, considero fundamental no sólo el patrimonio que el cristianismo ha dejado en el pasado para la formación cultural del continente, sino, sobre todo, la contribución que pretende dar hoy y en el futuro para su crecimiento. Dicha contribución no constituye un peligro para la laicidad de los Estados y para la independencia de las instituciones de la Unión, sino que es un enriquecimiento. Nos lo indican los ideales que la han formado desde el principio, como son: la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un humanismo centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona».

El patrimonio cristiano del pasado es eso: pasado. Ahora, ha evolucionado a una cosa mejor: las ideas de paz, de solidaridad, de tolerancia, de dignidad humana. Esto es lo máximo para este loco. El lenguaje humano, la conquista de los hombres con sus pensamientos, su ley de la gradualidad, que «no constituye un peligro para la laicidad de los Estados». Todo el desastre que vemos en los gobiernos de todo el mundo, por poner leyes en contra de la Voluntad de Dios, de la ley Eterna, eso no es nada, eso no es un peligro. Esto es una locura de este hombre. Todas esas leyes inicuas son «un enriquecimiento». Y además dice que lo que vemos son «los ideales que la han formado desde el principio». San Benito: anulado. Sus leyes, sus reglas, que por eso es el patrono de Europa, anulado por el bello lenguaje de este hombre.

Los Estados son sagrados en su laicidad y, por eso, «quisiera renovar la disponibilidad de la Santa Sede y de la Iglesia Católica, a través de la Comisión de las Conferencias Episcopales Europeas (COMECE), para mantener un diálogo provechoso, abierto y trasparente con las instituciones de la Unión Europea».

Y nos preguntamos: ¿qué saldrá del dialogo entre los comunistas y los masones? Los comunistas: la Santa Sede, que ya no es Santa; la Iglesia católica, que ya no es católica: es decir, la nueva falsa iglesia que se levanta en el Vaticano. Y esta bazofia de gente habla con los demonios encarnados de la ONU: tiene que salir un nuevo orden mundial y una nueva iglesia ecuménica para todos.

(Continuará)

La Iglesia no puede ser conquistada por Bergoglio

miserablevaricatura

Tres cosas son necesarias para discernir si un hombre es Papa o no:

1. Ley de la Gracia:

a. Se es Papa hasta la muerte: El Papa es, material y formalmente, siempre Papa.

b. No existe el Papa emérito: El Primado de Jurisdicción sólo lo posee el Papa legítimo: Benedicto XVI: Canon 218, § 1 (CIC 17) : «El Pontífice Romano, sucesor del primado de San Pedro, tiene no solamente un Primado de Honor, sino también el supremo y pleno Poder de Jurisdicción sobre la Iglesia universal, concerniente a la fe y las costumbres, y concerniente a la disciplina y el gobierno de la Iglesia dispersa por todo el globo».

c. La renuncia de un Papa es al Papado, no al Episcopado Romano: Benedicto XVI renunció sólo al Episcopado; sigue siendo Papa, pero no puede ejercer su Pontificado. El ejercicio del gobierno le ha sido usurpado por el apóstata Obispo de Roma, Bergoglio.

d. El Obispo de Roma, sin el Primado de Jurisdicción, no puede ser Papa, no puede gobernar la Iglesia como Papa legítimo. No tiene la Gracia del Papado: el Espíritu de Pedro. No es Sucesor de Pedro.

2. Ley Eclesiástica:

a. Se prohíbe elegir a un apóstata de la fe católica, a un hereje o a un cismático como Romano Pontífice; si es elegido, su elección es nula: Paulus IV, Septim. Cum ex apostolatus, 9, de haereticis, ann. 1559 : «… agregamos, que si en algún tiempo aconteciese que un Obispo, incluso en función de Arzobispo, o de Patriarca, o Primado; o un Cardenal, incluso en función de Legado, o electo Pontífice Romano que antes de su promoción al Cardenalato o asunción al Pontificado, se hubiese desviado de la Fe Católica, o hubiese caído en herejía, o lo hubiese suscitado o cometido, la promoción o la asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los Cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto; y de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización o adoración del Pontífice Romano, o por la obediencia que todos le hayan prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido después de los supuestos antedichos. Tal asunción no será tenida por legítima en ninguna de sus partes…»(ver texto)

b. Esta Constitución fue confirmada por Pío V en su bula Inter multiplices, ann. 1566: «Y además siguiendo las huellas de nuestro predecesor, el Papa Paulo IV, de feliz recordación, renovamos con el tenor de las presentes, la Constituci6n contra los heréticos y cismáticos, promulgada por el mismo pontífice, el 15 de febrero de 1559, año IV de su pontificado, y la confirmamos de modo inviolable, y queremos y mandamos que sea observada escrupulosamente, según su contexto y sus disposiciones».

c. Canon 2314, § 1 (CIC 17), sacado de la Cons. Cum ex, § 2. 3 y 6 de Paulo IV: «Todos los apóstatas de la fe cristiana, todos los herejes o cismáticos y cada uno de ellos: 1º incurren por el hecho mismo en una excomunión; 2º a menos que después de haber sido advertidos, se hayan arrepentido, que sean privados de todo beneficio, dignidad, pensión, oficio u otro cargo, si los tenían en la Iglesia, que sean declarados infames y, si son clérigos, después de monición reiterada, que se los deponga; 3º Si han dado su nombre a una secta no católica o han adherido a ella públicamente, son infames por el hecho mismo y, teniendo cuenta de la prescripción del canon 188, 4º, que los clérigos, después de una monición ineficaz, sean degradados»

d. Ningún Papa puede enseñar una doctrina diferente a la de siempre; no tienen el Espíritu Santo para enseñar el error, sino para custodiar íntegramente toda el depósito de la fe, que Dios ha revelado a Su Iglesia: «Los Romanos Pontífices, por su parte, según lo persuadía la condición de los tiempos y las circunstancias, ora por la convocación de Concilios universales o explorando el sentir de la Iglesia dispersa por el orbe, ora por sínodos particulares, ora empleando otros medios que la divina Providencia deparaba, definieron que habían de mantenerse aquellas cosas que, con la ayuda de Dios, habían reconocido ser conformes a las Sagradas Escrituras y a las tradiciones Apostólicas; pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la Fe» (Concilio Vaticano I, Primera Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo, julio 18, 1870. Tomado del libro Dogmatic Canons and Decrees, [TAN Books and Publishers] p. 254. Dz. 1836; D.S. 3069-3070)

3. Ley divina: Todo acto humano en contra de la Voluntad de Dios es un acto moralmente malo.

a. El falso Papa, Bergoglio, ha puesto en la Iglesia un gobierno horizontal, quitando la verticalidad de hecho. Ha cometido un pecado de herejía, que va en contra del primer mandamiento de la ley de Dios. El pecado de herejía excluye toda obediencia en el miembro de la Iglesia: «Tal como es lícito resistir al Pontífice que agrede el cuerpo, también es lícito resistir a quien agrede las almas o quien altera el orden civil, o, sobre todo, a quien intenta destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo, no haciendo lo que él ordena y evitando que se ejecute; no es lícito, sin embargo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo, ya que esos actos son propios de un superior» (De Romano Pontifice, lib. II, Cap. 29, en Opera omnia, Neapoli/Panormi/Paris: Pedone Lauriel 1871, vol. I, p. 418).

b. El falso Papa, Bergoglio, gobierna la Iglesia con una horizontalidad, cometiendo el pecado de cisma: lleva a toda la Iglesia hacia el protestantismo y comunismo. Ningún miembro de la Iglesia, así sea fiel o Jerarquía, puede obedecerle, sin caer en el mismo pecado de cisma: «Y de esta segunda manera el Papa podría ser cismático, si él no estuviera dispuesto a estar en unión normal con todo el cuerpo de la Iglesia, como podría ocurrir si intentara excomulgar a toda la Iglesia, o como observaron Cayetano y Torquemada, si él quisiera trastornar los ritos de la Iglesia basados en la Tradición Apostólica. …si da una orden contraria a las rectas costumbres, él no debería ser obedecido; si él intenta hacer algo manifiestamente opuesto a la justicia y al bien común, será legítimo resistirlo; si él ataca por la fuerza, por la fuerza él puede ser repelido, con una moderación apropiada a una justa defensa» (Francisco Suárez, De Fide, Disp. X, Sec. VI, N. 16).

c. El falso Papa, Bergoglio, enseña con una doctrina marcadamente masónica, cometiendo el pecado de apostasía de la fe. En dicho pecado, quien siga sus enseñanzas, pierde completamente la fe verdadera: «no oponerse al error es aprobarlo; y no defender la verdad es suprimirla» (Papa San Félix III)

Además, hay que añadir:

4. La ley del Espíritu: la profecía:

a. Conchita: «Ah, que el Papa murió. Entonces quedan TRES papas.– ¿De donde sabes que solamente quedan TRES papas?– De la Santísima Virgen. En realidad me dijo que aún vendrían CUATRO papas pero que Ella no contaba uno de ellos.– Pero entonces, ¿por qué no tener en cuenta UNO? — Ella no lo dijo, solo me dijo que UNO no le tenía en cuenta. Sin embargo me dijo que gobernaría la Iglesia por muy poco tiempo.– ¿Quizás por eso no lo cuenta?– No lo sé. –Y qué viene después:– Ella no lo dijo» (ver texto). Es claro, por esta profecía, que Francisco Bergoglio no es Papa.

b. San Malaquias: lema «De Gloria olivæ», que corresponde al papa Benedicto XVI. Último lema de la serie de Papas. Después de este lema, no hay más lemas. Como el Papa Benedicto XVI no ha muerto, entonces seguimos en este lema. No se puede cumplir lo que sigue en esta profecía. Cuando muera Benedicto XVI, entonces se cumple lo demás. Luego, Francisco Bergoglio no es Papa de la Iglesia Católica.

c. MDM: «El que se atreve a sentarse en Mi Templo, y que ha sido enviado por el maligno, no puede decir la verdad, porque no proviene de Mí. Él ha sido enviado para desmantelar Mi Iglesia y romperla en mil pedazos antes de que la escupa por su repugnante boca» (8 de marzo 2013). «Mi amado Papa Benedicto XVI fue perseguido y huyó, como fue predicho. Yo no he nombrado a esta persona, que dice venir en Mi Nombre. Él, el Papa Benedicto, guiará a Mis seguidores hacia la Verdad. No lo he abandonado y lo sostendré cerca de Mi Corazón y le daré el consuelo que necesita en este momento terrible. Su trono ha sido robado. Su poder no» (13 de marzo 2013).

d. Mensajes del Cielo: «Yo dije: el nuevo Papa será como los camaleones que cambia de color. Hijos míos, guardaos de tanta confusión y desorden, porque os harán ver lo que no es y sentir lo que en verdad no se siente (…) Benedicto XVI será Papa hasta la muerte» (ver texto). «Cuánto dolor ver la Casa de mi Señor cómo se llena de humo de Satanás…cómo caerán tantos sacerdotes, obispos, cardenales…que en secreto trabajan para la Bestia dentro de la Casa de Dios, como ese papa de alma negra que con el anticristo, destruirá la Iglesia; cómo trabajarán para la sede de la Bestia; y ella, ahí donde fue la Sede de Dios, sea por un tiempo de ella (la Bestia), destruyendo a su paso todo» (ver texto). «Comenzará un periodo de incertidumbre, de división entre la Iglesia y confusión, mucha confusión, engaño y los míos no se darán cuenta del engaño que los está llevando a ese orden mundial en mi propia Casa cambiando la Doctrina de siempre. Aquellos que sí se percatan del error serán acusados y señalados con el dedo. ¡Qué Dios, mi Padre os ayude! Amén» (ver texto)

5. La ley positiva (humano-eclesiástica): se ha demostrado que hubo irregularidades en el cónclave: Antonio Socci y su libro “Non e francesco” (ver texto): «Como ya he dicho, la nulidad de los procedimientos seguidos el Cónclave y la consiguiente elección no implica ausencia de culpa por parte de Bergoglio. Y la invalidez de la elección es en modo alguno un juicio de valor a su la persona» (ver texto).

Teniendo todo esto, entonces ¿por qué la Iglesia calla ante el hereje Bergoglio?

La Jerarquía de la Iglesia debería hablar y no lo hace. Están siguiendo esto:

Canon 1556 (CIC 17)): “La primera Sede no es juzgada por nadie”.

Cons. Cum ex, § 1 de Paulo IV «el mismo Romano Pontífice, que como Vicario de Dios y de Nuestro Señor tiene la plena potestad en la tierra, y a todos juzga y no puede ser juzgado por nadie»

O con otras palabras: la fe de la Iglesia es dada no para juzgar a la Autoridad, sino para que ésta juzgue.

Muchos siguen llamando a Bergoglio con el nombre de Santo Padre, Papa, sólo porque la Iglesia oficialmente no se ha declarado en contra de este hombre, y consideran que posee todavía ese título honorífico. Un título exterior, que aunque sea hereje, hay que dárselo. Están esperando que alguien, ya sea el Papa legítimo, Benedicto XVI, ya sean unos Obispos reunidos, declaren que Bergoglio no es Papa.

Y esto es una ilusión esperarlo y pensarlo.

Porque toda la Iglesia, cuando permanece unida al Papa legítimo es infalible: «es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la Verdad» (1 Tim 3, 15). «La Iglesia Católica, luchando contra todas las herejías, puede luchar; sin embargo no puede ser conquistada. Todos los herejes salieron de Ella podados como sarmientos inútiles de vida: mas, Ella misma permanece en su raíz, en su vida, en su caridad. Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (San Agustín – De symbolo serm. ad catech. 6, 14; M. 40, 635).

Y, por consiguiente, la iglesia que permanece unida a un hereje, es falible y totalmente condenable, porque no es la Iglesia Católica. Ya no estamos hablando de una usurpación del Papado, sino del establecimiento de una nueva iglesia en Roma.

No hablamos de un antipapa, al cual se examina su derecho a la Silla de Pedro, sin juzgar al Papa, sino sólo la elección y el acto de los electores: «De hecho, los papas cismáticos han sido tratados simplemente como usurpadores y desposeídos de una sede que no poseían legítimamente» (cf. El decreto contra los simoníacos del concilio de Roma de 1059, Hardouin, t. VI. col. 1064: Graciano, dist, LXXIX, c. 9; Gregorio XV: constitución 126 Aeterni Patris (1621), sect. XIX, Bullarium romanum, t. III, p. 446).

Sino que estamos hablando de una nueva sociedad religiosa en el Vaticano, que Bergoglio está levantando con su nuevo gobierno horizontal, al cual todos lo pueden juzgar porque esa sociedad no pertenece a la Iglesia Católica.

Nadie ha caído en la cuenta de la importancia de la verticalidad del gobierno en la Iglesia Católica. Es esencial para permanecer siendo Iglesia, la auténtica. Como a nadie le interesa el ejercicio del poder papal a través de la verticalidad, sino que todos se reúnen en la colegialidad para estar bajo Pedro, entonces es esperar en vano que, oficialmente, sea declarado Bergoglio como falso Papa. Esperar en vano: una ilusión. Ya los hombres no siguen la inmutabilidad de los dogmas en la Iglesia. Y, entonces, estamos como estamos, como Eliphas Levi lo expuso en el año 1862:

«Vendrá un día en que el Papa, inspirado por el Espíritu Santo, declarará levantadas todas las excomuniones y retractados todos los anatemas, en que todos los cristianos estarán unidos dentro de la Iglesia, en que los judíos y los muslimes serán benditos e invitados a ella. Conservando la unidad e inviolabilidad de sus dogmas, la Iglesia permitirá que todas las sectas se acerquen a ella por grados, y abrazará a todos los hombres en la comunión de su amor y sus oraciones. Entonces no existirán ya los protestantes. ¿Contra qué iban a protestar? El Soberano Pontífice será entonces el rey del mundo religioso, y hará cualquier cosa que quiera con todas las naciones de la tierra. Es necesario extender este espíritu de caridad universal…»

Siempre se cumple la Palabra de Dios:

«El rey Antíoco publicó un decreto en todo su reino de que todos formasen un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes. Todas las naciones se avinieron a la disposición del rey. Muchos de Israel se acomodaron a este culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado…Se les unieron muchos del pueblo, todos los que abandonaron la Ley…» (1 Mac 1, 43-45.55).

Bergoglio publicó su gobierno horizontal en toda la Iglesia y todo el mundo se ha acomodado a ese culto falso e ignominioso, y comienzan muchos a sacrificar a sus ídolos: los pobres, los homosexuales, los ateos, los pecadores,… el hombre.

Todos se han olvidado de Cristo y de Su Iglesia. Todos van corriendo a formar el nuevo orden mundial con la nueva iglesia para todos y de todos.

Que la gente siga llamando a Bergoglio como Papa no es sólo alucinante, sino una abominación. ¡Qué pocos en la Iglesia conocen su fe! ¡Qué pocos la saben guardar, la saben interpretar de manera infalible. Todos han puesto su grandiosa inteligencia y así vemos una Iglesia totalmente dividida, en la que a nadie le interesa, para nada, la Verdad.

«La doctrina de la fe que Dios ha revelado no ha sido propuesta a las inteligencias humanas para ser perfeccionada por ellas como si fuera un sistema filosófico, sino como un depósito divino confiado a la Esposa de Cristo para ser fielmente guardado e infaliblemente interpretado» (Concilio Vaticano I).

«Cuando está en juego la defensa de la verdad, ¿cómo se puede desear no desagradar a Dios y, al mismo tiempo, no chocar con el ambiente? Son cosas antagónicas: ¡o lo uno o lo otro! Es preciso que el sacrificio sea holocausto: hay que quemarlo todo…, hasta el “qué dirán”, hasta eso que llaman reputación». (San Josemaría Escrivá de Balaguer,»Surco», No. 40)

El tour de Bergoglio en el Sínodo

red october

«Puedo decir serenamente que – con un espíritu de colegialidad y de sinodalidad – hemos vivido verdaderamente una experiencia del «sínodo», un itinerario solidario, un «viaje juntos»» (ver texto).

«Puedo decir serenamente»: el hombre de la falsa paz. Después del mal que ha hecho en todas partes el primer documento de la “Relatio”, un mal que ya no se puede quitar, un mal que va a engendrar muchos otros males, se atreve el bufón del Vaticano –al que muchos, en su malicia, llaman Papa- a declarar la paz con sus palabras blasfemas.

Este es el lenguaje propio de un falso profeta, de un hombre que sabe medir sus palabras para decirle al que le escucha lo que quiere oír, lo que hay en su mente, lo que piensa, lo que el demonio le pone. Pero no es un hombre que hable la realidad de lo que ha pasado en el Sínodo: no habla la verdad, sino su gran mentira, que es el gran engaño para todos, y que levantó una gran ovación en el Sínodo.

La Jerarquía de la Iglesia vive en el lenguaje herético de Bergoglio. No lo sabe discernir: se quedan con la boca abierta al escuchar sus infames palabras sobre lo sucedido en el Sínodo. ¡Qué pena! ¡Cuántos sacerdotes, Cardenales, Obispos, se van a condenar a partir de ahora! ¡Por no haberse opuesto a Bergoglio en el Sínodo! ¡Por haberle aplaudido! ¡No hay excusa en quienes tienen la plenitud del sacerdocio, como son todos los Obispos! ¡No hay excusa para su blasfemia contra el Espíritu santo!

Bergoglio habla para darse gloria a sí mismo, para ponerse como el santo, el justo, el que está ahí, en medio de todos, para producir la paz en el lenguaje de los hombres: «Y, como he osado decirles al inicio, era necesario vivir todo esto con tranquilidad y paz interior también, porque el sínodo se desarrolla cum Petro et sub Petro, y la presencia del Papa es garantía para todos». ¡Qué osadía no quitar el primer pecado y repetirlo ahora! ¡Qué terrible osadía! ¡Qué gran osadía ponerse como el santo en medio de demonios, como el que sabe lo que estaba pasando, pero callaba! Y callaba para hablar ahora: para ser el pacificador, el que une, el que da a todos la paz: aquí estoy yo…todos bajo pedro… Vivan todo esto con paz interior y tranquilidad… Yo ya sabía que se iba a producir esta división y, por eso, he tenido paz interior… Mi presencia es garantía para todos.. Y la Jerarquía de la Iglesia, como boba, aplaudiendo a un hereje, a un cismático y a un apóstata de la fe.

¿No caen en la cuenta de que la Jerarquía ha sellado su condenación eterna? ¿O esto es difícil de tragar, de entender, para ustedes? ¡Qué ciegos están todos en la Iglesia Católica! ¡Cómo saludan a un mentiroso, a uno que los ha dividido durante este Sínodo! Uno que es maestro de división. El culpable de todo lo que ha pasado en este Sínodo: Bergoglio. Y terminan aplaudiéndolo, vitoreándolo. ¿Comprenden la jugada del masón Bergoglio? ¿O todavía están como “niños de pecho” en la Iglesia?

Y esos que hablan, no saben lo que dicen: «Tantos comentadores han imaginado ver una Iglesia en litigio donde una parte esta contra la otra, dudando hasta del Espíritu Santo, el verdadero promotor y garante de la unidad y de la armonía en la Iglesia. El Espíritu Santo que a lo largo de la historia ha conducido siempre la barca, a través de sus Ministros, también cuando el mar era contrario y agitado y los Ministros infieles y pecadores».

¡Todos han contemplado, estos días, una Iglesia dividida, una iglesia que clama al cisma, que lleva al cisma! ¡Esa es la realidad! ¡No es una imaginación!¡ No es una fantasía de la mente!¡No ha sido un sueño!

«Tantos comentadores han imaginado»: ¿Cómo es que Bergoglio no se ha dado cuenta del cisma, de la clara división entre los cardenales, Obispos y sacerdotes de todo el mundo? ¿Cómo es que no ha visto a los fieles rebelarse contra él mismo porque es un hombre que ha callado cuando tenía que hablar?

¿Ahora, hablas, Bergoglio, para llevarte el triunfo que no has cosechado? Eso se llama traición a la Verdad, traición a Cristo, traición a toda la Iglesia. ¿Es que toda la Iglesia ha fantaseado con la división que se producía en el Sínodo, por culpa de mucha Jerarquía que ha abandonado la fe verdadera para seguir la fábula de la mente de los hombres? ¿Es que el documento que han sacado la primera semana no es un cisma oficial en la Iglesia? ¿No es una herejía pura que va en contra de todo el Magisterio de la Iglesia? ¿De qué mentes que han imaginado una división hablas? ¿Se ha vuelto loca toda la Iglesia? ¿Tiene que ir al psiquiatra toda la Iglesia porque se ha inventado una división, un litigio, una guerra, un cisma que no existe? Y el documento final que han sacado ¿no es, acaso, la putrefacción de este Sínodo? ¿No es la defecación mental de Bergoglio y de todo el clan masónico que le apoya?

No hemos imaginado una Iglesia en disputa: hemos palpamos –y lo seguimos palpando- con nuestras vidas, con nuestras existencias, la Iglesia dividida, el cisma claro en toda la Iglesia, porque a nadie le interesa la Verdad Revelada. Todos están viviendo sus vidas enganchados a sus lenguajes humanos. Todos aplaudiendo a un maldito.

«dudando hasta del Espíritu Santo»: Y nadie ha dudado del Espíritu Santo, sino que todos dudan de Bergoglio y de toda la Jerarquía, que ya no tienen al Espíritu Santo; y, por tanto, que ya no pueden hacer nada por la unidad en la Verdad, porque se unen a un hereje, que sólo sabe hablar para ganarse el aplauso del mundo. Por eso, esa Jerarquía, esa colegialidad, ese Sínodo, esos hombres que se creen sacerdotes y Obispos, no son garantes ni de la fe, ni de la verdad en la Iglesia. Son conductores de demonios, son guías de ciegos, son maestros en engañar a todo el mundo, porque se han engañado a sí mismos.

¿Cómo Bergoglio se atreve a decir esto?: «he visto y escuchado – con alegría y reconocimiento – discursos e intervenciones llenos de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de coraje y parresia». ¿Dónde has visto y oído eso, Bergoglio? ¿Qué has estado soñando mientras escuchabas blasfemias en ese Sínodo? ¿En qué mundo de ideales vives que no te enteras de la verdad a tu alrededor? ¡Ven, cómo desvaría en su mente este charlatán!

Si hubiera habido esa fe, ese celo por la doctrina, esa sabiduría divina, esa valentía por decir la verdad -y sólo la verdad-, entonces no se hubiera sacado esa “Relatio” la primera semana del Sínodo, no se hubiera hecho ese gran mal a toda la Iglesia. ¿Cómo tiene la caradura de decir que ha visto y ha oído a gente llena de fe y después han sacado un documento que es pura herejía?

¡Ven, qué arte en la palabra del engaño tiene este personaje! ¡Ven, cómo se pone: en el centro, en la santidad, en la justicia! Y la culpa de lo que ha pasado en el Sínodo, la tienen los de fuera, los comentaristas, los blogs que han hablado de más. Ellos, los grandes Jerarcas, los grandes animadores de las masas, que han convertido la misa en una fiesta; ellos, los que ya no saben hablar ni de la oración ni de la penitencia, ni de la Cruz ni de las virtudes para ganar el Cielo, sino que toda su “parlanchanería” es sobre el diálogo, la tolerancia y el llenar estómagos de la gente; ellos, la gente llena de fe, de sabiduría, de parresia, que han sacado un documento para condenar almas. ¡Esto es estar loco! ¡Esto es hablar con la mente enajenada! ¡Esto es tomar por idiotas a toda la Iglesia!

Pero, ¿quién se cree que es Bergoglio para seguir engañando a toda la Iglesia con su loca palabrería humana? ¡Qué desvarío el de este hombre!

¡Esto es un falso profeta! Así habla un hombre que mira la cara del demonio todo el día para ver qué lenguaje tiene que emplear para satisfacer a todo el mundo.

Mientras los hombres han discutido en el Sínodo, él ha estado callado. Es su maestría en el lenguaje humano. Calla y que otros se mojen, que otros metan la pata. Y, al final, cuando todos han visto sus errores, él no los cuenta, no parte de esa realidad, sino que empieza a criticar a todo el mundo, menos a los propios Cardenales y Obispos que han hablado herejías en ese Sínodo, y han puesto el cisma en medio de la Iglesia. Empieza a inventarse una falsa espiritualidad, a explicarlo todo con la putrefacción que tiene su mente.

Esto es siempre un falso profeta: calla, otorgando el error en los que hablan; habla, después, para recibir los aplausos de todos, para acallar los gritos que ya se escuchaban por todas partes. Es la sed de gloria que tiene este hombre, y que en este discurso se observa desde la primera palabra.

En ese Sínodo no han estado bajo el Espíritu de Pedro, porque Bergoglio no lo tiene. No es Papa, no es Pedro, es un falso Papa, una falsa cabeza para una falsa iglesia. En ese Sínodo han estado bajo el espíritu del mundo, que es el propio del espíritu de la sinodalidad: «con un espíritu de colegialidad…vivimos… un «viaje juntos».

¿Qué ha sido el Sínodo? ¿Una obra de fe? Un viaje juntos: un pasatiempo para Bergoglio. Un entretenimiento, unas vacaciones, porque todo estaba ya preparado por él y por su clan masónico.

El Sínodo ha sido el tour de Bergoglio.

Y todo lo que expresa en este discurso son sólo palabritas humanas, lenguaje barato y blasfemo, que gusta a todo el mundo, porque dice muchas cosas y no dice ninguna verdad. Lo dice todo y no dice nada. No dice lo que tiene que decir. No se atreve a hablar de la verdad de la división, que todo el mundo ha contemplado en el Sínodo. Todo el mundo, menos Bergoglio. Él lo calla y pone su falsa espiritualidad: «Personalmente me hubiera preocupado mucho y entristecido sino hubieran estado estas tensiones y estas discusiones animadas; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba San Ignacio si todos hubieran estado de acuerdo o taciturnos en una falsa y quietista paz».

Era necesario mover el ambiente: ése era el tour de Bergoglio. Tenía que tentar a todos poniendo dos temas a discusión: mal casados para comulgar; la bienvenida a los homosexuales. No hay que estar de acuerdo en la doctrina de la Iglesia y, por tanto, a discutir, a enzarzarse los unos con los otros, para que despierten de las añoranzas de lo tradicional. Hay que convertir las mentes de los hombres a la nueva interpretación del dogma que trae Bergoglio.

Bergoglio: el instrumento del demonio para mover los espíritus, para crear división. Él ha sido el culpable. Y él se pone como un santo, recurriendo a su falso misticismo.

En su tour, Bergoglio va recorriendo la historia del Sínodo: lo exterior de la vida: “momentos de correr rápido”, “momentos de cansancio”, “momentos de entusiasmo”, “momentos de consuelo”, “momentos de confort”….Lenguaje humano….¡Momentos, momentos, momentos!…Como la canción…Es el tiempo superior al espacio…Es su herejía favorita… Es el tiempo la medida del desarrollo del dogma. En el pasado, el dogma se entendía según ese tiempo. En el presente, en la iglesia de Bergoglio, el dogma ya no es dogma… Es el tiempo, pero lo principal es el fin al que se quiere llegar.

Bergoglio da vueltas y vueltas, endulzando la mente con expresiones bellas, cogiendo el sentimiento del hombre con afectos de un hombre que sólo mira al hombre, pero sin dar la realidad, la verdad. No puede: se la atraganta. Se inventa la realidad con su mente. Bergoglio es como Kant, como Hegel, pero en versión moderna, barata, mediocre. Y en ese lenguaje, propio de un hombre que es maestro en engañar, es sabio para emplear las palabras que hay que decir, comienza a criticar. Y los critica con su falso lenguaje místico, que es una aberración:

a. a los tradicionalistas: «el deseo de cerrarse en la escritura (la letra) y no ser sorprendido por Dios, el Dios de las sorpresas (el espíritu)»: un hombre que no ha comprendido el dogma, la Verdad Revelada y que la llama: la letra. Y a las sorpresas de Dios: lo llama el Espíritu. Esto es la mente de este sinvergüenza. Ni sabe lo que es el Evangelio, la Palabra de Dios; ni sabe lo que es el Espíritu de Dios. El Espíritu es una sorpresa, un juego de los tiempos actuales. Hay que dejar de aferrarse a lo tradicional, a la filosofía y teología de siempre, la de Santo Tomás, y hay que pensar como Kasper, con la mente arruinada de verdad que tienen ese personaje. Bergoglio no sabe lo que es un fariseo. Para este hombre, el fariseo es el tradicionalista. El que se aferra al dogma. Y no ha comprendido que el fariseo es aquel que vive en su propia mente humana, con su propia ley humana. Ejemplo vivo de un fariseo actual: Bergoglio. El fariseo no se ve fariseo, sino que ve al tradicionalista como fariseo.

«dentro de la ley, en la certeza de lo que sabemos y lo que todavía tenemos que aprender y lograr»: esto es hablar por hablar, para llenar una cuartilla de sandeces. Porque dentro de la ley no hay ninguna certeza. Es dentro de la Gracia donde se da la certeza de lo que el hombre tienen que saber. Dentro de la Gracia. Y, en Ella, siendo fiel a la Gracia, se aprende y se logra lo que el alma no sabe aún. Este «dentro de la ley», para Bergolgio, es su ley de la gradualidad. No se refiere a la ley divina, porque este hombre no cree en ella para nada. Habla de la ley. Pero ¿de qué ley? Quien sepa lo que piensa Bergolgio, enseguida le lee el pensamiento: habla de su ley masónica, que es la única que sabe seguir.

b. a los progresistas: «a nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causa y las raíces». Bergoglio se distancia de mucha jerarquía que es modernista, pero que le ataca a él. Ataca su comunismo, su marxismo. Aquí este hombre está haciendo política. Hay que vendar las heridas, pero con el marxismo, no con otras ideas políticas que tienen algunos. Es el juego político de Bergoglio. Es lo que se cuece en su nuevo gobierno, que también está dividido. Muller contra Kasper. Muller, que es un progresista, pero no marxista. La causa de que no se resuelvan los problemas en la Iglesia es, para Bergoglio, que la Jerarquía no se hace marxista: se queda en un modernismo anticuado, de ideas, pero no de obras para el pueblo.

c. «La tentación de transformar la piedra en pan para romper el largo ayuno, pesado y doloroso; y también de transformar el pan en piedra , y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos, de transformarla en “fardos insoportables”». ¿Qué ha querido decir con esta frase? Sólo una cosa: estoy desvariando… No sé lo que estoy diciendo… Hablo de romper el sacrificio y eso lo llamo tentación. Y esa tentación después la tiro contra los pecadores. ¿Tiene algún sentido esto? Ninguno. Ideas que mezcla, que confunde, y que, como resultado, saca un párrafo abstracto, idealista, que nadie comprende, ni siquiera él mismo. Esto es el lenguaje del falso misticismo: tomar de aquí, de allá, y sacar una conclusión que no vale para nada. Al final, sólo queda la idea que le interesa: no vayas contra los pecadores, no cargues fardos insoportables. Esto es lo único que quiere expresar. Y lo hace con una falsa espiritualidad en su lenguaje, con una oscuridad en la lógica.

d. «La tentación de descender de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo y inclinarlo al Espíritu de Dios»: aquí está la clave de su falsa espiritualidad: purificar el espíritu del mundo. El mundo es del demonio. Luego, no se puede purificar. Jesús da Su Espíritu al hombre para que viviendo en el mundo, no sea del mundo. No se puede inclinar el espíritu del mundo al Espíritu de Dios. Porque no se pueden servir a dos señores: o el alma está con Dios y, por tanto, tiene el Espíritu de Dios; o el alma está con el demonio y, por tanto, vive y obra con el espíritu del mundo, que es el propio del demonio. No se puede purificar al demonio. El infierno existe y está lleno de demonios que no pueden volver a tener el Espíritu de Dios. Esta es su gran herejía en su doctrina de la espiritualidad, que es su memoria fundante.

e. «La Tentación de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando ¡una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada!». Ven, ¿cómo es maestro en hablar de los demás, y ponerse él como el santo? ¿Ven, cómo ataca el depósito de la fe? ¿Acaso Bergoglio es custodio de ese depósito? Si fuera así, entonces ¿por qué, para Bergoglio, Dios no existe, Jesús no es un Espíritu, el pecado no es una mancha en el alma…? ¿Por qué ataca Bergoglio lo que él es? Sólo una razón: quedarse él como el santo en la Iglesia, como el que tiene la verdad, como el que sabe usar el lenguaje apropiado para dar esa verdad. ¿Todavía no han comprendido lo que es un falso profeta?

Vean su climax:

«Esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre fértil y la Maestra premurosa, que no tiene miedo de aremangarse las manos para derramar el oleo y el vino sobre las heridas de los hombres (Cf. Lc 10,25-37); que no mira a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar y clasificar a las personas. Esta es la Iglesia Una, Santa, Católica y compuesta de pecadores, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia, la verdadera esposa de Cristo, que busca ser fiel a su Esposo y a su doctrina. Es la Iglesia que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y los publicanos (Cf. Lc 15). La Iglesia que tiene las puertas abiertas para recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no sólo a los justos o aquellos que creen ser perfectos! La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no finge de no verlo, al contrario, se siente comprometida y obligada a levantarlo y a animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro definitivo con su Esposo, en la Jerusalén celeste».

Este es el climax de su herejía. Aquí está resumido todo su pensamiento sobre la Iglesia.

a. una iglesia humana, no cristiana, no divina: El óleo y el vino se derraman sobre las heridas de Cristo, no sobre los hombres;

b. una iglesia sin justicia, sin verdad, sin ley divina: Se mira a la humanidad para juzgarla en el Espíritu de Cristo y ponerla un camino de salvación o de condenación;

c. una iglesia del pecado y para vivir y obrar el pecado: La Iglesia Católica está compuesta de santos, no de pecadores. Los pecadores, tienen el Sacramento de la Penitencia para dejar sus pecados y ponerse en el camino de la santidad;

d. una iglesia infiel a la gracia y al Espíritu: Sólo la Iglesia puede ser fiel a Su Esposo y a Su Doctrina con el verdadero Papa legítimo, que es Benedicto XVI. La iglesia de Bergoglio es infiel a Cristo y a su Iglesia;

e. una iglesia abierta al mundo, que bebe las mismas aguas del mundo: La Iglesia Católica no come con el mundo, con las prostitutas, con los pecadores, no hace una fiesta con ellos, no comulga con las ideas de los herejes, de los cismáticos, de los apóstatas de la fe. La Iglesia Católica va en busca del pecador para salvarlo, para alimentar sus lama, para inidicarle el camino de la santidad de vida;

f. una iglesia de la masonería y del protestantismo: La Iglesia Católica no está abierta a los pecadores que no quieren quitar sus pecados; la Iglesia Católica no predica una misericordia sin justicia, sin dejar claro que hay que estar en la Presencia de Dios con el corazón arrepentido de los pecados.

g. Una iglesia comunista y marxista, donde no puede darse el bien privado: La Iglesia Católica no es un comunismo de los hombres que sólo buscan el negocio de los negocios: tener el aplauso del pueblo para así poseer sus mentes y sus vidas.

Este ha sido el tour de Bergoglio en el Sínodo, que ha dado un documento herético. Es lo mismo que sacaron la primera semana, pero han cambiado el lenguaje. Pero ahí está toda la herejía para que, en este año, se trabaje en quitar los dogmas, como así se va a hacer en la práctica. Es lo que los Obispos han dicho a la Iglesia: caminen con nosotros este año.

Si se quieren condenar, háganlo. Si se quieren salvar, salgan ya de Roma. Que cada cual elija su vida.