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Obispo Barros: acusado de encubrir abusos sexuales

«Un solo cura, que abuse de un menor, es suficiente para mover toda la estructura de la Iglesia y enfrentar el problema» (ver)

¡Cómo apesta Bergoglio en su última entrevista!

¡Huele a podrido!

Un solo cura, que abuse de un menor, es necesario excomulgarlo de la Iglesia. Es lo que hicieron todos los Santos.

No hay que cambiar estructuras: hay que cambiar a las personas. Si son pecadoras, si cometen el pecado de abominación, entonces, -es muy fácil-, fuera de la Iglesia.

Pero esta justicia no se encuentra en la cabeza de ese demente que gobierna la Iglesia.

En esa mente desquiciada, se encuentra el pecado como solución social a los problemas de los hombres. Y, entonces, hay que cambiar las estructuras: son las que tienen culpa de que haya curas que pequen.

Ante esta mentalidad retorcida, tenemos que Bergoglio ha puesto como Obispo, en Chile, a uno que ha abusado de jóvenes, el Obispo Juan Barros:

«…yo veía al padre Fernando Karadima y a Juan Barros besarse y tocarse mutuamente. Generalmente, más de parte del padre Karadima venían los toqueteos en los genitales por encima del pantalón de Juan Barros, al igual que hacía con el hoy también obispo Koljatic. En el caso de Juan Barros, éste jugaba a una especie de celos entre sus más cercanos y se turnaban por sentarse al lado de Karadima, estar solos con él en su cuarto y desplazar a otros. Como yo era bastante menor, veía esto entre horrorizado y a la vez paralizado, ya que yo estaba viviendo mi parte del abuso de Karadima, lo que ya fue comprobado en los juicios canónico y penal.» (ver)

Esto es lo que cuenta el periodista Juan Carlos Cruzm en una carta enviada al Vaticano, en la cual acusa al Obispo Barros de ser cómplice de Karadima, sacerdote acusado de varios abusos sexuales, no sólo a jóvenes, sino a adultos.

Juan Carlos Cruz está decepcionado con Bergoglio porque ha nombrado «dentro de sus cardenales reformadores al cardenal Francisco Javier Errázuriz, un hombre que encubrió los abusos del sacerdote Fernando Karadima y desestimó muchos otros casos, como el del sacerdote condenado por la justicia chilena Richard Aguinaldo, después de súplicas de los padres para que hiciese algo».

También señala cómo Karadigma «logró instalar a al menos cuatro de sus más cercanos como obispos de la iglesia católica chilena: Horacio Valenzuela en Talca, Andrés Arteaga como auxiliar de Santiago, Tomislav Koljatic en Linares y Juan Barros hasta el mes pasado vicario General Castrense. Hoy Barros ha sido nombrado obispo de Osorno, lo que ha re-victimizado a tantos que sabemos todo el mal que han hecho estos obispos y conocemos su participación en los abusos de Karadima, lo que niegan hasta hoy».

Bergoglio, en su estúpida entrevista, habla de clericalismo, que ha sido una traba para el laicado, en América Latina; habla de las homilías, las cuales no se parecen a las de Lutero, ni tienen la exquisitez de las de los pentecostales, y que no acercan al pueblo, no mueven para las cosas sociales… Y son estas tres cosas: distancia, clericalismo y homilías aburridas, lo que hace que los católicos se vayan de la Iglesia. En esto, «los hermanos evangélicos trabajan bien».

Después, de hablar de sí mismo, inflándose en su falso ecumenismo: «en Argentina trabajábamos mucho juntos con los pastores. En Buenos Aires yo me reunía con un grupo de pastores amigos, y rezábamos juntos y organizamos tres retiros espirituales para pastores y para sacerdotes juntos. De varios días. Y venía, y predicaba o sacerdote católico y un pastor»… Después de entretener con sus palabras a todo el mundo, ¿cuál es su obra?

Poner un Obispo que le gusta el sexo con los jóvenes:

«Juan Barros se sentaba en la mesa al lado de Karadima y le ponía la cabeza en el hombro para que lo acariciase. Disimuladamente le daba besos. Más difícil y fuerte era cuando estábamos en la habitación de Karadima y Juan Barros, si no se estaba besando con Karadima, veía cuando a alguno de nosotros, los menores, éramos tocados por Karadima y nos hacía darle besos diciéndome: “Pon tu boca cerca de la mía y saca tu lengua”. Él sacaba la suya y nos besaba con su lengua. Juan Barros era testigo de todo esto y lo fue incontables veces, no solo conmigo sino con otros también».

Por sus obras deben conocer a Bergoglio. No por sus palabras.

Hombres como este Obispo deben estar excomulgados, fuera de la Iglesia, metidos en la cárcel:

«El abuso sexual de menores no es sólo un delito canónico, sino también un crimen perseguido por la autoridad civil. Si bien las relaciones con la autoridad civil difieran en los diversos países, es importante cooperar en el ámbito de las respectivas competencias. En particular, sin prejuicio del foro interno o sacramental, siempre se siguen las prescripciones de las leyes civiles en lo referente a remitir los delitos a las legítimas autoridades» (ver)

No sólo hay penas eclesiásticas para el sacerdote, como la dimisión del estado clerical, sino las que imponga la ley civil, que son de cárcel.

La respuesta del Vaticano a esta carta ha sido el completo silencio.

¿Qué van a decir?

Ante un Obispo querido por Bergoglio, ¿quiénes somos nosotros para juzgar?

Sólo se juzga a los inocentes, pero no a los culpables. Esta es la política, ahora, en el Vaticano.

Predicar que los curas que son pederastas son motivo para cambiar estructuras. Se las cambia, pero se dejan en ellas a Obispos tan abominables como éste. Y nadie dice nada, porque hay que complacer al demente de Bergoglio. Bergoglio elige a su gente abominable para destrozar la Iglesia con palabras baratas y hermosas.