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Francisco llena la Iglesia de fábulas

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Francisco es un hombre mediocre y que adultera la Sagrada Escritura en sus homilías.

“Hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarlo” (Mt 2, 2).

Los Magos ven una estrella, no una luz. Y, en esa estrella, buscan al Mesías, no una luz. Y esa estrella es algo divino, no es algo humano, no se da en lo natural, no pertenece al mundo visible, no está en los caminos humanos, no es una inteligencia humana, sino que esa estrella es un don de Dios a los Magos, y sólo a los Magos.

Los Magos no siguen una luz, sino una estrella divina, algo que aparece de forma milagrosa en el cielo, en el firmamento, y que los guía hasta el Mesías.

Y esa estrella no enciende sus mentes ni pone en sus corazones ninguna luz que los mueva a dirigirse al Mesías. Esa estrella sólo guía a los Magos, hace de guía para que no se pierdan en el camino. Los Magos ya tenían, en su corazón la luz, el amor al Mesías, la fuerza para ir hacia el Mesías una vez vista la señal. La estrella, en esa guía, no da conocimientos a los Magos, sólo los guía.

Francisco no enseña lo espiritual de este pasaje, sino que dice: “La estrella que apareció en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los mueve a la búsqueda de la gran Luz de Cristo”: la estrella es guía, no da un conocimiento ni a la mente ni al corazón. Es la señal que los Magos esperaban para ponerse en camino. Los Magos vivían de la fe en el Mesías. Esa fe era su luz, su conocimiento. Esa fe estaba ya en sus corazones. Ellos sólo esperaban que Dios les mostrase el camino hacia el Mesías. Sólo necesitaban la guía para ponerse en camino. No necesitaban más luces, más conocimientos.

“Los Magos siguen fielmente esa luz que los inspira interiormente”: no hay inspiración interior, sólo dejarse llevar por la estrella. Es muy sencilla la palabra de Dios, pero Francisco la adultera. Sólo es seguir la estrella como un niño, ir detrás de la estrella de una manera simple, sencilla, obediente a la Palabra de Dios en esa estrella.

La fe no está en la estrella, sino en la Palabra de Dios. Ellos esperan el cumplimiento de esa Palabra divina. Esa estrella no es una estrella interior en que el Espíritu Santo ilumina el alma de los Magos; es una estrella milagrosa, exterior, de la cual se sirve Dios para guiar a los Magos hacia lo que ya esperaban en sus corazones, para confirmarles la luz que tenían en sus corazones por su fe en la Palabra de Dios.

Pero esto no es lo importante, sino lo que viene ahora, la falsa enseñanza que da Francisco sobre este pasaje: “En este recorrido de los Magos de Oriente está simbolizado el destino de cada hombre: nuestra vida es un caminar, iluminados por las luces que iluminan el camino, para encontrar la plenitud de la verdad y del amor”.

Si Francisco dice que esa estrella es una luz para las mentes de los magos y que los lleva a la Luz de Cristo, entonces, ¿cómo puede decir que nuestra vida es un camino en que hay muchas luces que lo iluminan? Si hay una estrella que me lleva a Cristo, entonces hay una sola luz, un solo conocimiento, una sola verdad, que me lleva a Cristo.

Pero el mismo Francisco cae en su absurdo, en una negación a su mismo discurso. “Nuestra vida es un caminar iluminados por muchas luces para encontrar la plenitud de la verdad”. Esta es la herejía.

Sólo hay una luz que nos lleva a la Verdad: Cristo, la Palabra de Dios. No hay más conocimientos, no hay más palabras, no hay más luces. De muchas luces no se llega a la Verdad. sólo se llega a la Verdad con la Verdad. De una sola Verdad se llega a una Verdad.

Pero, el problema no está aquí, sino en lo último de la frase: “la plenitud de la verdad”. Muchas luces nos llevan a la plenitud de la verdad. Son sus muchas luces, sus muchos discursos, sus muchos razonamientos los que nos lleva a esa plenitud. Luego, ya no es el Espíritu de la Verdad el que lleva al hombre a la plenitud de la Verdad. ¿Ven la herejía? ¿Ven las palabras tan bonitas que dice Francisco y tan llenas de herejías?

Francisco no dice una homilía rectamente. Todo es un adulteración de la Palabra de Dios para dar lo que a él le conviene, lo que a él le gusta. Y, claro, como nadie discierne nada, todos tan contentos con esta predicación mediocre, herética, insensata.

Pero hay más.

“Y cada hombre, como los Magos, tiene a disposición dos grandes “libros” de los cuales deducir los signos para orientarse en la peregrinación: el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras”. ¡Qué hermosura de frase! ¡Qué lenguaje tan bien construido! Y observen la herejía.

El hombre, para peregrinar en su vida, tiene que leer dos libros: la creación y la Palabra de Dios. ¿No captaron la herejía?

Sólo hay un libro: la Palabra de Dios, porque la Creación es la obra de la Palabra de Dios. La creación es la misma Palabra de Dios. Decir que hay dos libros es decir que Dios no creó la Creación y que, por tanto, la creación es asunto de hombres o de extraterrestres o de lo que sea. Que lo que pasa en la Creación no es divino, es otra cosa que hay que aprender. Por eso, esa estrella es una luz interior, una luz para la mente, que viene de la creación, pero que no es la Palabra de Dios. Esa estrella no la obró la Palabra de Dios, sino otra cosa. ¿Ya captaron la herejía?

Pero hay más.

“Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es también la santa “astucia”. Es una virtud esta “santa astucia”. Se trata de aquella sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros para evitarlos. Los Magos supieron usar esta luz de “astucia” cuando, en el camino de regreso, decidieron no pasar por el palacio tenebroso de Herodes, sino recorrer otro camino”.

Esto es el invento de Francisco, la adulteración de la Palabra de Dios, el no decir lo que está escrito en esa Palabra: “Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino” (Mt 2, 12). Un ángel les habló en sueños para que tomaran otro camino. ¡Un ángel!

¿Dónde está la santa audacia? Las fábulas de Francisco, los cuentos chinos de Francisco. Si la Sagrada Escritura es muy sencilla, es muy simple. ¿Por qué mientes Francisco? ¿Por qué no enseñas lo que está escrito en la Palabra de Dios sin añadir ni quitar nada, sin inventarse lo que no es? ¿Quieren más pruebas porque todavía no entienden que Francisco no es Papa?

Cojan cualquier homilía suya y encontrarán estas cosas, estas mentiras, estas adulteraciones, estas herejías, estas opiniones de la Escritura. Sus magnificas opiniones de lo que debe ser la Palabra de Dios, de cómo hay que interpretarla.

Sólo hay que saber leer, no hay que dejarse engañar por su lenguaje humano, que está adulterado, que está construido de la siguiente forma: una verdad y una mentira. Y así sale un panfleto de homilía como la de los Magos. Una homilía que no enseña nada espiritual. Sólo habla y habla sus cosas, sus intereses y punto.

“Estos Magos venidos de Oriente nos enseñan cómo no caer en las insidias de las tinieblas y cómo defendernos de la oscuridad que trata de envolver nuestra vida. Ellos, con esta santa astucia custodiaron la fe”. Pero, ¡qué gran estupidez!

¿Cómo el hombre puede defenderse del demonio, de sus tinieblas, de sus inteligencias, de sus astucias, si el demonio es más que el hombre, puede más que el hombre, si el demonio es más astuto que el hombre?

¡Sólo la Palabra de Dios vence las tinieblas, triunfa sobre las astucias del demonio! Sólo creer en esa Palabra. Sólo obrar esa Palabra. Sólo con poseerla en el corazón ya se vence al demonio. No hace falta revestir de ninguna santa audacia, porque, además, eso no es lo que enseña el Evangelio.

El Evangelio enseña que la Palabra de Dios, dada a través de ángel, fue cómo los Magos no cayeron en la trampa de Herodes. Sólo la Palabra de Dios. Y los Magos creyeron en esa Palabra y la custodiaron en sus corazones. Y, por eso, se fueron por otro camino.

¿Para qué está Francisco en la Iglesia, diciendo estas horribles homilías, estas estúpidas homilías? Para engañar a todo el mundo. Y no hay otra razón. No la busquen. Aquél que tenga dos dedos de lucidez mental, ve la basura de estos escritos de Francisco y ni se molesta en estudiarlos. Con sólo echarle un vistazo, ya se ven que son para la papelera. Es que Francisco no es capaz de enseñar nada espiritual. Nada.

Pero hay más.

“Su ejemplo nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón”. Los Magos nos enseñan a esperar la Obra de Dios en la vida. Nos enseñan a tener fe en la Palabra de Dios y en saber esperar la Obra de esa fe. Y, cuando Dios muestra Su Obra, entonces se ponen en camino hacia lo que creen en su corazón. No se ponen en camino para seguir los deseos de sus corazones. Es la luz de la fe, que está en el corazón, el único deseo hacia la Verdad de la vida.

“Nos enseñan a no contentaros de una vida mediocre, de “pequeño cabotaje”, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande!”. Los Magos nos enseñan que, una vez que han llegado a donde está el Niño, una vez que han visto Su Gloria en el Niño y en la Virgen María, se ponen en adoración. Caen de rodillas, con la mente en el suelo, y adoran en Espíritu y en Verdad a Dios. Y esto es lo único bueno de la vida, lo único verdadero de la vida, lo único bello de la vida: adorar a Dios. Francisco, el mediocre, sólo enseña a ser mediocres: tenemos que “dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello”. Esto es ser mediocres. Y esto es lo que no hicieron los Magos.

Los Magos, que son los gentiles, que son los reyes de la tierra, nos enseñan algo que muchos de los que se llaman católicos no hacen. Los Magos, gente del mundo, pero sin el espíritu del mundo, viven de fe y esperan en su fe al Mesías. Y, una vez que ven la estrella, la señal de Dios, lo dejan todo para hacer una sola cosa: adorar a Dios. Porque ahí sólo está la Verdad de sus vidas. Y esto es lo que muchos católicos, que poseen la Gracia, no son capaces de hacer. Y un ejemplo es Francisco. Él no enseña lo que hicieron los Magos: “de hinojos lo adoraron” (2, 11). Señal de que Francisco tampoco adora a Dios. Sólo adora su necio pensamiento humano. Y eso es lo que da en la Iglesia.

“Y nos enseñan a no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sapiente, potente. No hay que detenerse allí. No hay que contentarse con la apariencia, la fachada«: los Magos nos enseñan a hacer caso a la Palabra de Dios que nunca engaña al alma. Son las ideas de los hombres lo que engaña al alma. Son las homilías de Francisco lo que engaña a la Iglesia, porque están llenas de apariencias de lo bueno, de lo santo, de lo justo, del amor, pero son sólo la columna del demonio en la Iglesia. Son sólo mentiras tras mentiras, dadas con una sonrisa entre los labios, dadas con la estupidez de su mente humana, creyéndose más sabio ente los sabios porque da su interpretación del Evangelio, su opinión del Evangelio, su cuento chino del Evangelio.

Francisco llena la Iglesia de fábulas. Fábula tras fábula. Y no se cansa de contar idioteces en la Iglesia. ¿Quién puede seguirlo y hacer caso de su gobierno en la Iglesia? ¿Quién hay que pueda obedecerlo en la Iglesia si no sabe enseñar la verdad de una simple homilía de los Magos? ¿Quién puede respetarlo si está llenando la Iglesia de mentiras para ser popular entre los hombres?

Si Francisco no es fiel a la Palabra de Dios, que no pida obediencia a su gobierno en la Iglesia, que no pida respetos a su persona, que no pida que le hagan caso como Obispo de la Iglesia.

Estamos cansados de este desgraciado, de este hereje, de este don nadie. Cansados de que la Iglesia lo siga aplaudiendo, siga callando sus múltiples herejías; estamos hartos de una Jerarquía corrupta en el Vaticano, que ya huele mal, y que nadie apuesta por ninguno de ellos para salvar a la Iglesia de la gran catástrofe que se avecina.

Discursitos como estos hay muchos en estos once meses. Pero nadie se ha molestado en discernirlos, en descubrirlos. ¿Y para qué son los sacerdotes y los Obispos en la Iglesia, sino para enseñar dónde está la mentira, para guiar las almas hacia la verdad? ¿Pero qué están haciendo tantos sacerdotes en la Iglesia? ¿A qué se dedican? Sólo se tocan el ombligo y se lo miran para quedarse en sus estúpidas vidas.

Los Magos ofrecieron la Niño el oro de la humildad, el incienso de la oración y la mirra de la penitencia. Y esto es lo que Dios pide a cada alma que quiere ser de Cristo: humildad, adoración y desprendimiento de todo lo humano. Y si no hay esto en la vida de la Iglesia, si sólo hay soberbia, culto al hombre y apertura al mundo, entonces para la Iglesia sólo existe un camino: salir de un lugar que se ha hecho ya la cuna del demonio. Si los que están dirigiendo la Iglesia no enseñan con sus vidas a ser humildes, sencillos, desprendidos, entonces esa Jerarquía es sólo del demonio y que está en la Iglesia para destruirla totalmente.

¡Pobres de nosotros que nos ha tocado presenciar al mayor hereje de la historia de la Iglesia sentado en la Silla de Pedro! ¡Pobres! Porque esto trae un daño espiritual a todos. Esto marca la vida para todos. Esto es la negación de la Verdad en la Iglesia. Se está incubando el cisma y, dentro de poco, lo veremos y lo sentiremos en nuestras propias vidas.