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La Iglesia Católica ya no es visible porque ya no es una

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Lo uno se opone a lo dividido y, por lo tanto, es aquello que no tiene división en sí, es decir, no posee división interna.

Lo único no es lo múltiple, no es lo diverso: la Iglesia católica es única, no múltiple. No se puede dividir en su esencia. Quien la quiera dividir, automáticamente, hace su propia iglesia. Es lo que ha hecho Francisco al poner su gobierno horizontal: ha dividido la Verdad del Papado = se ha puesto fuera de la Iglesia Católica, porque el Papado no admite división, es decir, no admite horizontalidad. El Papado es vertical. Francisco no ha seguido la línea de la Gracia, entonces, de manera automática, ha puesto la línea protestante en el gobierno. Y, en esa línea protestante, el poder masónico. Y lo que hay en el Vaticano no es la Iglesia Católica, no se ve, no es visible. Sino lo que se ve es una nueva iglesia, una más de las muchas protestantes que hay. Una cloaca de inmundicia y de demonios.

La Iglesia fundada por Cristo en Pedro se distingue visiblemente como verdadera respecto de las falsas. No hay diversidad de Iglesias católicas. Hay una única Iglesia Católica y se puede ver en la realidad de la vida.

Hay una sola Iglesia católica que excluye a las demás iglesias. Esto es muy importante conocerlo, para no caer en esto:

«Sabemos que en los primeros mil años hubo una sola Iglesia, la llamada iglesia católica, y ser católico es decir universal, no quiere decir romanos, católico quiere decir si usted ha nacido de nuevo… eso es ser católico… Apodérense, recuperen lo que les pertenece…Somos católicos…Y después hubo una ruptura al final del primer milenio…tuvimos a los ortodoxos, este y oeste, dos iglesias; y luego, quinientos años más tarde, tuvimos a Lutero y sus protestas, tres iglesias,…después de la reforma de Lutero hasta hoy tenemos 53.000 nuevas iglesias…Yo llegué al entendimiento que la diversidad es divina, pero la división es diabólica» (Tony Palmer). Y termina su discurso, diciendo: «Somos católicos en el sentido de universalidad, no protestamos más la doctrina de la salvación como lo enseñaba la Iglesia Católica…no más…Ahora nosotros explicamos el mismo Evangelio, ahora predicamos que la salvación es por gracia, por medio de la fe sola… la palabra sola fue el argumento por medio de quinientos años…».
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Tony Palmer fue un sapo del demonio, amigo del necio de Francisco. Y entre ambos se codeaban buscando el sentimentalismo de la unidad: el abrazo entre hermanos que la historia había separado.

Tony Palmer habla del pancristianismo, que es la herejía que se opone a la doctrina católica acerca de la unidad de la Iglesia. Promueve constituir una cierta unión de todas las confesiones o denominaciones cristianas, sin que ninguna de ellas pierda su independencia. Todas se separaron de la Iglesia católica: ortodoxos, protestantes, etc… Y, por tanto, son diversas. Se separaron en la verdad, luchando por una verdad, por una idea que, para ellos, era su verdad y que la Iglesia Católica no aceptaba. Y todas esas iglesias han hecho una diversidad de iglesias, denominaciones cristianas como las llaman ellos.

Para este hombre, ya no hay que protestar más porque es bueno acomodarse al lenguaje humano. Si la Iglesia Católica dice que la salvación es por medio de la gracia, sin mérito alguno; entonces vamos a dejar el argumento de la sola fe, y aceptemos el lenguaje: vamos a predicar que la salvación es por medio de la gracia. Y, entonces, este hombre se convierte en un santo, en un justo, en un fariseo: prediquemos lo que no vivimos. Prediquemos que la salvación es por medio de la gracia, sin mérito alguno. Pero no vivamos la Gracia. Consecuencia: debe caer en esta blasfemia: todos hemos recibido la gracia de la impecabilidad. Ya no pecamos más. Ya somos todos santos. Prediquemos eso, y entonces el muro de la división se cae. Y no interesa la gracia, ni cómo vivir en gracia, ni cómo seguir a la gracia, ni cómo ser fiel a la gracia. Eso no se lo pregunta. Sólo hace un discurso marketing: para la masa. Y, claro, tiene que aparecer el baboso Francisco en escena.

Para Palmer esta diversidad de Iglesias es divina. Éste su pensamiento herético. Decir esto es oponerse a la unidad, al uno, a lo único, porque la Iglesia no se puede dividir, no es diversa, no es múltiple.

Esto es también lo que predica Francisco: la unidad en la diversidad. Francisco es un protestante, como Palmer. Pero él busca la unidad en el sentimiento herético fraterno, no busca la unidad en la verdad de la gracia, porque no cree en ella. Y tampoco se atreve a decir la sola fe, porque sabe cómo son las cosas en la Iglesia, sino que da un giro, en su lenguaje, para esconder la herejía de Palmer, pero dice su propia herejía:

«Este idioma del corazón tiene un lenguaje y gramática especial; una gramática simple que tiene sólo dos reglas: ama a Dios sobre todas las cosas y ama a los otros porque son tus hermanos y hermanas. Con estas dos reglas podemos ir adelante» (Francisco en el video a Palmer).

La unidad, para Francisco, es un lenguaje, es una palabra, un sentimiento que proviene de una idea falsa: ama al otro porque es tu hermano. En esta idea, que nace de su herejía de la creación, de concebir a un Padre Creador del alma y del cuerpo de los hombres, anulando el pecado original, por el cual, Dios ya no tiene parte en el cuerpo del hombre, sino sólo en su alma, busca una unidad absurda e imposible, unidad en la mentira. Pero la busca sólo porque Francisco se ha convertido en un llorón de los problemas humanos. No porque le interese los hombres. Le importa muy poco el hombre a Francisco. Lo que le interesa es su negocio: ¿cómo comer en la Iglesia poniendo cara de santo, de humilde, de pobre, de fraterno, de misericordioso, pero dando puntapiés a toda la doctrina de Cristo?

« ¿De quién es la culpa? Todos llevamos la culpa. Todos somos pecadores. Por tanto, sólo uno es justo, nuestro Señor» (Ibidem)

¿De quién es la culpa de la separación? No de Lutero, ni de los ortodoxos, ni de los hombres sólo…, sino también de la Iglesia Católica. Todos tienen su culpa, todos tienen su pecado. Todos siguieron sus verdades. Todos son unos santos. El problema es que no se entendieron en las mentes. Francisco nunca dice que la Iglesia Católica no tuvo culpa en las diversas separaciones, porque no ama la Verdad Absoluta. Francisco nunca lucha por la Iglesia Católica, sino por los hombres del mundo. Esa es su lucha: una batalla para conquistar los sentimientos de los hombres, sus ideales en la vida, sus mentes. Pero nunca lucha por salvar un alma, por indicarle el camino de la salvación y de la santificación. Señal de que él tampoco lo busca en su vida personal, sino que es como muchos protestantes, que se preguntan ¿qué es la iglesia? Y se responden como Calvino: «El cuerpo y la sociedad de los fieles que Dios ha predestinado a la vida eterna. Esta iglesia es invisible, conocida solamente por Dios, el cual es el único que conoce a los que ha elegido».

Este es el pensamiento de muchos católicos tibios en su fe. Nadie se condena, todos se salvan porque Dios nos ha predestinado a todos al cielo.
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«Estoy nostálgico por ese abrazo que las Santas Escrituras hablan cuando los hermanos de José comenzaron a padecer hambre…ellos fueron enviados a Egipto para comprar y poder comer. Fueron a comprar, tenían dinero, pero no podían comer el dinero. Pero allí encontraron algo más que comida: encontraron a su propio hermano. Todos nosotros tenemos dinero, el dinero de la cultura, el dinero de nuestra historia…Tenemos tanta riqueza cultural, religiosa y tradiciones diversas… pero nosotros necesitamos encontrarnos unos a otros como hermanos. Nosotros debemos de llorar juntos como el llanto de José. Con esas lágrimas nos uniremos. Las lágrimas del amor» (Ibidem).

¿Qué es lo que produce el ecumenismo? ¿Cuál es la esencia de la Iglesia? ¿La fe en Pedro? No: las lágrimas del amor. Llorar unos por otros como hermanos. El amor fraterno. Es decir, puro masonismo. El culto al amor al hombre, tolerando los diversos pensamientos humanos y, por tanto, aceptando los errores de los demás sólo como males en la vida, pero nunca como ofensas a Dios. Son pecados sociales, fruto de que los hombres no se entienden, no han encontrado el lenguaje apropiado que los una. Y he aquí, el maravilloso Francisco que ha encontrado el lenguaje que une: el lenguaje del amor. Llora por los hombres y harás unión con ellos.

Francisco anula inmediatamente la Redención en esta frase. En la Iglesia, hay que llorar por tres cosas:

1. Por nuestros malditos pecados;

2. Por los sufrimientos de Cristo y de Su Madre, al pie de la Cruz;

3. Por los pecados de los demás.

Si los hombres no lloran por estas tres cosas, sino que son llorones de su vida humana: no tengo dinero, no tengo salud, no tengo trabajo, no tengo justicia, no tengo amor, no tengo… Si los hombres se pasan la vida mirándose al ombligo, que no esperen que Dios les muestre el camino de la salvación, sino que deja que el demonio se los lleve al infierno. Porque Dios no es un Dios que resuelve problemas de la vida de los hombres. Dios es un Dios que hace santos a base de crucificar la propia voluntad del hombre.

Esto es lo que no persigue Francisco, porque no puede hacerlo: es un masón, un comunista y un protestante.

El falso ecumenismo de toda esta gente del demonio está basado en la fraternidad: una unión fraterna, un amor humano, lleno de sentimientos bastardos, heréticos, cismáticos, que se opone al amor verdadero en Cristo. Es un amor fundado en el lenguaje humano, en la idea del hombre sobre el amor, pero no en la realidad de la vida. Ellos creen en Cristo como hombre, pero no como Dios. Ellos ensalzan el amor humano en Cristo, pero no son capaces de discernir el amor divino en la humanidad de Cristo, que es el motor del amor de Cristo a los hombres.

Es el abrazo con los hombres lo principal en la predicación de estos sujetos, no es la Voluntad del Padre en Su Hijo. No es una obra divina, santa, perfecta, que sólo se puede realizar en el Espíritu de Cristo y de la Iglesia. Es sólo, para ellos, una obra humana que los hombres tienen que perseguir, y que ellos llaman el trabajo de Dios en el mundo. Y en este abrazo fraternal se cargan la unidad de la Iglesia, porque han anulado la unidad en la verdad.

«No se puede fomentar la unión de los cristianos de otro modo que fomentando el regreso de los disidentes a la única verdadera Iglesia de Cristo… Pues al ser el Cuerpo místico de Cristo, o sea la Iglesia, uno solo (1 Cor 12,12), compacto y conexionado (Ef 4,15) a manera de un cuerpo físico, se diría de forma inadecuada y no sensata que el Cuerpo místico puede constar de miembros separados y esparcidos». (PIO XI en la Encíclica «Mortalium animos»).

Si los protestantes, judíos, musulmanes, budistas, etc… no regresan a la Iglesia Católica, sino que permanecen en las suyas y se dicen ellos mismos católicos, entonces no es posible el ecumenismo.

Esto es lo que Francisco quiere: que todos se queden en sus iglesias. No hacer proselitismo, sino una absurda unión entre hombres poniendo el sentimiento como base. Hay que sentirse hombres; hay que sentirse hermanos; hay que vivir como hombres y dejar vivir a los demás en sus vidas humanas. El lenguaje del amor herético, que lleva a un nuevo orden mundial, a una iglesia universal que reúne todos los credos. Es una abominación.

Si no se exige a los protestantes que dejen sus errores, que dejen sus iglesias. Si no se llama a las iglesias de los protestantes como santuarios del demonio, como sitios donde se da culto a Satanás, entonces tenemos a un Francisco que besa el trasero de Tony Palmer y de otros protestantes. Besa el trasero porque no puede hablar como él. Habla con su sentimentalismo, para ocultar la herejía. Ahora, es seguro que Francisco irá a ponerle una flor en la tumba de este hombre, para decirle al mundo lo bueno que era este sinvergüenza, esta boca de sapo de Satanás.

No se puede dar la verdadera unidad de la Iglesia más que en la unión y en la comunión de fe y de obediencia con Pedro y sus sucesores.

No es posible la diversidad porque sólo existe una sola fe. Y esa fe el Señor la ha puesto en Pedro. Esa fe es una Verdad Absoluta, inconmovible, que nunca pasa de moda, que siempre es igual, que no tiene tiempo ni espacio, que no mira al hombre ni a sus culturas, ni a sus vidas. Sólo mira a Dios.

La Iglesia de Jesús está construida en la fe de Pedro, no en la fe de los Apóstoles, no en la fe de los hombres, no en la fe de las diversas culturas, ideologías, políticas,…. no en el lenguaje del amor: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia». La piedra de la fe. La fe no es un lenguaje, sino una Verdad Divina. La Iglesia se construye en la Roca de la Verdad, no en las lágrimas del sentimiento humano.

Si Pedro no cree, no tiene fe, no somete su mente humana a lo que Cristo le enseña, la Iglesia se destruye, la Iglesia se diversifica. Si Pedro cree, entonces la Iglesia se construye en la Verdad Revelada a Pedro. Y lo que Pedro enseñe en la Iglesia esa es la unidad de la Iglesia. Lo que otros enseñen, dentro y fuera de la Iglesia, si esos otros no están bajo Pedro, en obediencia a Pedro, no hacen la unidad de la Iglesia, sino que es un impedimento para esta unidad.

Cuando la Jerarquía de la Iglesia se opone a Pedro, no le obedece, entonces se da lo de los ortodoxos, lo de Lutero y lo del mismo Francisco, que ha estado toda su vida en el seno de la Iglesia rebelándose al Sucesor de Pedro. Le daba una obediencia sólo en las formas exteriores, pero por detrás, ha hecho lo que le ha dado la gana como sacerdote y como Obispo. Ahora se ha convertido en un auténtico guía de ciegos, como líder de una nueva sociedad que ya no es la Iglesia Católica. Es su iglesia, es una más en el mundo. Carece de la línea de la Gracia.

La diversidad de Iglesias es demoníaca porque llama a muchas fes, muchas doctrinas diferentes, muchas medias verdades, muchas imposturas. No es posible la unidad en la diversidad de fes, de iglesias, de religiones, de doctrinas, de tradiciones. Es un absurdo. Y este absurdo es la conquista de Francisco en su gobierno horizontal en el Vaticano. Francisco es un protestante más que ha hecho una nueva iglesia protestante dentro de los muros de Roma. Todos están obedeciendo la mente de un protestante en la Iglesia. Un hombre vulgar, plebeyo, sentimental, que huele sólo a humanidad, a mundanidad, a porquería satánica. Ha puesto una cloaca en Roma.

«La Iglesia, si nos fijamos en el fin último al que tiende y en las causas próximas que realizan la santidad, es verdaderamente espiritual: ahora bien si paramos mientes en aquellos, de cuya unión está formada, y en las realidades mismas que conducen a los dones espirituales, es externa y necesariamente visible… Son externos los instrumentos ordinarios y principales de la participación de la gracia: llamamos Sacramentos a los que son administrados por hombres elegidos ex profeso para ello, por obra de unos ritos determinados. Jesucristo mandó a los Apóstoles y a los sucesores perpetuos de los Apóstoles el que enseñaran y gobernaran a las gentes: ordenó a las gentes el que recibieran la doctrina de los Apóstoles y se sometieran con obediencia a la potestad de ellos. Sin embargo esta alternativa de derechos y de deberes en el pueblo cristiano no hubiera podido no sólo mantenerse, sino ni siquiera comenzar a no ser por medio de los sentidos que son los intérpretes y los mensajeros de las realidades. Por estos motivos las Sagradas Escrituras llaman con tanta frecuencia a la Iglesia bien cuerpo, bien también cuerpo de Cristo (1 Cor 12,27). Y por el hecho de ser cuerpo, la Iglesia se percibe por la vista» ( LEON XIII en la Encíclica «Satis cognitum» ASS 28,709s).

La Iglesia Católica se percibe por la vista. No es sólo algo espiritual. Allí donde se predica el Evangelio, es decir, la misma doctrina que el Señor enseñó a los Apóstoles; allí donde se administran los Sacramentos, que deben ser conferidos en la intención de la Iglesia, obrados según la mente del Espíritu de la Iglesia; allí donde las almas obedecen a una Jerarquía…entonces está la Iglesia Católica visible.

Ser católicos no es ser universales, sino que se compone de tres cosas:

1. Tener la plenitud de la posesión de la verdad revelada;

2. Obedecer a una Jerarquía en Pedro;

3. Usar los medios de santificación en los Sacramentos.

Estas tres cosas son de la Iglesia Católica. Y estas tres cosas no las tienen las otras iglesias. Y, por eso, la catolicidad de la Iglesia exige la unidad de la Iglesia. No puede haber la diversidad de iglesias. El católico sólo está en la Iglesia católica, no puede estar en las demás iglesias.

«Y si la Iglesia es un cuerpo… no solamente debe ser algo único e indiviso, sino también algo concreto y que puede ser percibido por los sentidos… Por lo cual se apartan de la verdad divina aquellos que elucubran una Iglesia de tal forma que ni pueda alcanzarse ni verse y sea solamente algo, según dicen, «pneumático», por lo que muchas comunidades de Cristianos, aunque separadas mutuamente entre sí por la fe, estén unidas sin embargo entre ellas por una conexión oculta» (PIO XII en la Encíclica «Mystici Corporis» (AAS 35,199s).

Esta conexión oculta es lo que predica Francisco con su sentimentalismo espiritual, con su lenguaje del amor. Los hombres están unidos porque son hermanos. Es la conexión oculta. Este amor fraternal anula el pecado original, por el cual el Padre ya no tiene parte en la creación del cuerpo. Sólo crea el alma. El cuerpo es concebido sin Espíritu, en el pecado. Si no hubiera existido el pecado original, entonces todos seríamos hermanos, tanto en el alma como en el cuerpo.

Para Francisco no existe el pecado original, por su teología de la liberación, y cae en el panenteísmo: todo en Dios. Todos somos hermanos en Dios. Todo nacido de Dios. Todo tiene una parte de Dios. Dios ha creado las cosas de Él Mismo, no de la nada. De ahí surge su amor fraternal, que es pura masonería.

La Iglesia católica es visible. Pero la pregunta es: lo que vemos en el Vaticano y en cada parroquia del mundo, que pertenece al Vaticano, ¿es la Iglesia Católica o es otra iglesia?

Y hay que responder: ya no. Desde que en el Vaticano se sentó el usurpador, el falsario, el embaucador, al que llaman, al que le ponen la etiqueta de Papa, con el nombre de guerra de Francisco, ya Roma dejó de ser el asiento de la Iglesia Católica. Ya Roma no es católica, porque ha perdido la línea de la Gracia en Pedro. Quien se sienta en el Trono no es el sucesor de Pedro. Consecuencia: la iglesia, que está edificada en ese hombre, que lidera ese hombre, no es la Iglesia que ha edificado Jesús en la fe de Pedro.

Esa nueva iglesia se levanta en la fe de un hombre, en las lágrimas de un hombre, que no cree en el Dios católico, que no cree que Jesús sea Dios, que pertenece a la masonería y, por tanto, no pertenece a la Iglesia Católica. Y toda su doctrina es la propia de un marxista y su obra en la Iglesia es la propia de un protestante: la fe sola es lo que hay en la mente de Francisco. Las obras de esta fe sola es lo que se percibe en la Iglesia. Los demás, es su lenguaje humano: el lenguaje del amor que gusta tanto a los católicos idiotas.

En Roma se levanta una nueva sociedad en la mente de un hombre, obedeciendo la mente de ese hombre. Un hombre que no cree en Cristo, que no imita a Cristo en su sacerdocio, que no enseña la misma doctrina de Cristo, que debe ser apostólica, no humana; que debe seguir las enseñanzas de los Apóstoles y de sus sucesores en la Iglesia. Francisco hace lo que le da la gana con el Magisterio de la Iglesia. Y, por eso, dogmatiza el Concilio Vaticano II. Y se ha puesto a proclamar santos a todos los Papas que son de ese Concilio. Porque así trabaja la mente de ese hombre: al no poseer la Verdad Absoluta, él hace sus dogmatismos, él crea sus santos, él se vuelve dios para sí mismo.

La unidad de la Iglesia sólo está en Pedro: «A fin de que… la multitud universal de los creyentes se mantuviera en la unidad de la fe y de la comunión… instituyó en Pedro el principio perpetuo de una y otra unidad y el fundamento visible» (D 1821). Pedro es el principio perpetuo de la unidad de la fe y de la comunión. De las dos: fe y comunión. Y, por tanto: «Todos los fieles de Cristo deben creer… que el Romano Pontífice es verdadero Vicario de Jesucristo y Cabeza de toda la Iglesia, y padre y maestro de todos los Cristianos… que desempeña el cargo de Pastor y Maestro de todos los Cristianos» (D 1826, 1839).

Porque existe la unicidad de la potestad suprema, que Cristo ha instituido en Pedro, entonces se excluye la legitimidad de cualquier asamblea de cristianos que formen una iglesia independientemente del Romano Pontífice. Y, por eso, los laicos no tienen que decir nada en la Iglesia. La unidad en la fe la da la Jerarquía, no las obras de los laicos.

Este punto es la clave para poder comprender la unicidad de la Iglesia. Quien mantiene a toda la Iglesia en una misma fe, en una misma doctrina, en una misma piedad, es el Papa.

Se quita al Papa, se derrumba la fe, la piedad, los Sacramentos. Esto es lo está pasando con Francisco. Ya no puede darse la unicidad en la Jerarquía, en la potestad suprema. Ya no hay una sola Iglesia. Cada sacerdote hace su iglesia como le conviene. A esto estamos llegando. Por eso, en las parroquias se observa, se ve que ya no son católicas: están siguiendo la mente de un hombre. No siguen la línea de la Gracia. Todo se tiene que derrumbar. Por eso, hay que irse de las capillas en que ya lo principal no es Cristo, sino la mente de Francisco.

Lo que vemos en el Vaticano no es la Iglesia Católica. Luego, lo que vemos en las parroquias ya no es la Iglesia Católica. Están perdiendo, poco a poco, la línea de la Gracia en la medida en que aceptan la mente de Francisco, su doctrina marxista y protestante.

Y si ni en el Vaticano ni en las parroquias no se ve ya la Iglesia Católica, entonces ¿dónde está, donde se ve, donde hay que ir para verla?

Ya no es visible. Mientras viva el Papa Benedicto XVI, ahí está la Iglesia Católica. Pero como ese Papa no gobierna en la práctica, la Iglesia no está en ninguna parte. Está en el desierto de los corazones. En cada corazón que es fiel a la Gracia, que persevera en Gracia y que, por tanto, no se deja manejar por la mente de Francisco ni de ningún personaje de su gobierno horizontal.