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El Sínodo desata vientos de cisma y de apostasía

loco

En la nueva iglesia, que se levanta en el Vaticano, siguen a un loco: Bergoglio. Es un hombre atado a su pensamiento humano sobre Cristo y sobre la Iglesia. Un hombre sin verdad: no puede permanecer en la verdad, porque baila continuamente con toda mentira que el demonio le pone en su mente. Es una mente diabólica, como hay pocas en el mundo, porque es el encargado de poner la base de una nueva estructura de iglesia, que haga frente a la Iglesia de Pedro, que es la Iglesia de Jesús.

Por eso, alguien predicó en el Sínodo:

«Papa Francisco cree fuertemente en el valor de la sinodalidad» (ver texto).

La nueva iglesia, que ya está en pie, no tiene el papado como centro, como base, cono verdad, sino la comunión de toda la Jerarquía, en que el nuevo y falso papa es uno entre iguales, que es la doctrina propia de los protestantes. Esta doctrina de la sinodalidad lleva a escuchar al otro, pero no a obedecer la Verdad. La Verdad ya no está en Cristo, ya no la tiene el Papa, ya no está en la Iglesia, sino en todo el mundo, en todos los hombres que se reúnen para hablar de sus verdades, que son sus problemas, sus vidas. Y éstas son la verdad que hay que seguir, que hay que exponer en un lenguaje nuevo, al alcance de todos.

Es el espíritu de la colegialidad, pero no el del Sucesor de Pedro: no es el Espíritu de Pedro, porque Bergoglio no es Papa y todo cuanto hace en la Iglesia rezuma sólo humanidad. Una nueva iglesia que se fundamenta en la palabra de los hombres, en sus vidas y obras, pero no en la Palabra de Cristo, no en la Roca infalible de la Verdad, no en la Obra de Cristo, que es una obra para quitar el pecado, para destruir las obras del demonio.

En el Sínodo no se habla del pecado, ni de la lucha contra el pecado, sino que se habla de un lenguaje nuevo para tratar los diferentes asuntos de la vida de los hombres. Ese lenguaje nuevo está lleno, no sólo de errores, sino de claras herejías, que llevan a la apostasía de la fe, y que ponen la cima del cisma como fruto de ese nuevo lenguaje.

En el Sínodo se respiran los vientos del cisma. No sólo es una brisa, sino un huracán que nadie puede aguantar, sostener, parar, sino que se desata sobre toda la Iglesia. Es la consecuencia de no sujetar el entendimiento humano a la verdad, que es sólo Cristo. Y, por eso, los hombres hablan abiertamente de la soberbia que hay en sus mentes. Una soberbia desatada, que se muestra a todos sin la careta, sin la máscara, sin el fariseísmo de un ropaje eclesiástico.

Ha comenzado un diálogo en la nueva iglesia, diálogo de besugos, de charlatanes, de ignorantes de la vida eclesial, de herejes, de cismáticos, para ponerse de acuerdo, en el lenguaje, sobre la doctrina, sobre lo que hay que pensar, lo que hay que creer, lo que hay que obrar en la iglesia. Ya el nuevo y falso papa no es la voz de Cristo, no da testimonio de Cristo, no imita a Cristo, sino que ese nuevo papa imita al hombre, es la voz del hombre, es el grito de su pueblo; el pueblo que hace de su persona un fetichismo, una idolatría, un negocio en el mundo.

Bergoglio no es garantía para nadie ni custodia de la fe verdadera, sino que es el camino para condenarse al fuego del infierno, para arrastrar, con el lenguaje humano, con la palabra bonita y bella, a muchos hacia la perdición eterna.

El que es de Cristo, no es de Bergoglio ni de su nueva iglesia. Esto deben tenerlo muy en cuenta, porque si no van a quedar pillados en este nuevo lenguaje. Quien sigue a Bergoglio no sigue a Cristo y no pertenece a la Iglesia de Cristo, a la verdadera, a la fundada en Pedro.

La nueva era del lenguaje se cierne sobre toda la Iglesia. Ellos dicen: no vamos a cambiar la doctrina, sino que vamos a presentar un nuevo lenguaje para, con el tiempo, cambiar la doctrina. Este es el engaño que muy pocos ven en todo este juego del Sínodo. Porque esto es el Sínodo: un juego de los hombres para distraer a todos de la verdadera doctrina, la que salva, la intocable, la dogmática, la que no predican en el Sínodo.

Bergoglio es un hombre que no ve en las iglesias locales la verdadera Iglesia: «la Iglesia universal y las Iglesias particulares son de institución divina, mientras que las Iglesias locales, así entendidas, son de institución humana» (ver texto). Esta es la desfachatez de este hombre: las capillas, que la Iglesia tienen en cada diócesis, son cosa humana. Las asociaciones, los grupos de oración, etc… no son de la Iglesia. Lo que valen son las parroquias. Lo que no sea parroquia, no corresponde a la Iglesia de Jesús. Lo que los hombres organizan localmente no pertenece a la Iglesia universal. Y después de decir esto, habla como un arrogante:

«el Sínodo se realiza siempre cum Petro y sub Petro, y la presencia del Papa es garantía para todos y custodia de la fe» (Ib): este es el orgullo de un hombre, que no es Pedro, que no puede ser el Papa de la Iglesia Católica, sino que es la nueva figura de la sinodalidad, de la colegialidad, que la falsa Jerarquía persigue desde ahora con el Sínodo.

Un hombre que se ha vuelto loco en su orgullo manifiesto, pertinaz, claro para todos los que han aprendido a discernir las palabras de este hombre. Para los demás, sigue siendo un ídolo, un super-hombre, un iluminado en la Iglesia.

La sinodalidad significa una sola cosa: todo se hace por votación. Todo se hace por aclamación del pueblo. Todo es contentar al pueblo, a la gente, a la chusma de los católicos tibios y pervertidos. Es concebir un lenguaje apto para toda mente humana, que esté acorde, que se acomode a cualquier pensamiento humano, menos el dogmático. Es un lenguaje que aborrece el dogma, la Verdad Absoluta, las verdades reveladas. Y que, por lo tanto, es un lenguaje que reescribe la Revelación, el dogma, la fe, el credo, el Evangelio, lo que se ha enseñado y vivido durante 20 siglos. Y este lenguaje recibe el sello del falso Papa, porque todo está bajo Pedro (un falso Pedro), en la mirada atenta de un hereje, que no quiere ver un dogma en su nueva iglesia.

Ellos comienzan un nuevo camino: el del lenguaje humano, apoyados en el común de una mente humana desviada de la verdad. Todos aquellos que predican este lenguaje no pertenecen a la Iglesia Católica. Tienen que aprender ya a discernir la verdadera de la falsa Jerarquía. Tienen que ver ya quién es quién en la Iglesia para no dejarse engañar por el nuevo lenguaje que es un camino que los llevará a la perfección de su pecado, anulando así toda la obra de la Iglesia durante 20 siglos.

Es el lenguaje propio de la herejía moderna: coger una Verdad Absoluta y tergiversarla con toda clase de pensamientos humanos, que son sólo mentiras disfrazadas de verdad. Es sólo un engaño para la mente del hombre, para que el hombre piense que por ese camino se encuentra su salvación y su santificación.

La cuestión del lenguaje: «la atención que debe darse a la lengua y al lenguaje de la Iglesia, que debe utilizar para responder a las expectativas y hacerse comprender» (ver texto). En esto gastan la saliva los del Sínodo. Lo que importa en la doctrina de Cristo no es la doctrina, no es la Verdad Absoluta, no es el dogma, no es la norma de moralidad, sino la lengua, la palabra humana. Es el culto a la idea del hombre: a ver quién da la idea que convenza a todos. La idea que se haga moda, que arrastre a todos hacia el fin que se persigue.

Y muy pocos han comprendido que nadie puede usar otra lengua para explicar la doctrina de Cristo sino la misma Palabra de Dios, porque «Mi doctrina no es Mía, sino del que Me ha enviado» (Jn 7, 16). Jesús, cuando habla, no usa un lenguaje humano para expresar algo divino. No va en busca de un lenguaje para responder a las necesidades de los hombres. Jesús, cuando habla, da la misma Mente de Su Padre. Y, para hacer eso, necesita tener el Mismo Espíritu de Su Padre.

Los hombres del Sínodo carecen del Espíritu del Padre, que es el Espíritu del Hijo, y por lo tanto, no pueden hablar con el Espíritu de la Palabra: no pueden predicar la misma doctrina que Cristo predicó, sino que, necesariamente, tienen que inventarse un nuevo lenguaje para dar su doctrina de hombres.

Hay que poner la atención en la lengua. Eso significa una cosa: nadie pone freno a su boca. Consecuencia: «Ved que un poco de fuego basta para quemar todo un gran bosque» (St 3, 5b). El fuego del nuevo lenguaje va a quemar todo el bosque del dogma católico. ¡Esto es el Sínodo! «También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. Colocada entre nuestros miembros, la lengua contamina todo el cuerpo, e inflamada por el infierno, inflama a su vez toda nuestra vida» (v. 6). Los Obispos, que hablan en ese Sínodo maldito, hablan inflamados por la mente del mismo demonio, y queman a muchos con sus palabras heréticas y cismáticas.

Hay que inventarse una nueva forma de hablar a la gente, porque llevamos 20 siglos que no nos entendemos. Este es el absurdo que están diciendo. Lo que Cristo enseñó hace 20 siglos a Sus Apóstoles, eso no vale en el tiempo actual, porque el mundo de hoy y los hombres hablan otro lenguaje, usan su jerga. Y eso que enseñó Cristo no se entiende en esa jerga. Hay que cambiarlo, hay que acomodarlo al lenguaje de la gente: predica lo que los hombres quieren escuchar y así los ganas. Pero no prediques la Verdad como es, porque el lenguaje que el hombre usa hoy día no tiene ninguna verdad absoluta, no admite dogmas, ya que el hombre se mueve continuamente entre relativismos, entre dudas, entre incertidumbres, entre mentiras, con errores. Y eso es lo que importa: demos nuestra mentira a la gente, nuestro error, para que la Iglesia quede bien con todo el mundo.

¿Qué dice el Evangelio?

«Sea vuestra palabra: sí, sí; no, no; todo lo que pasa de esto, de mal procede» (Mt 5, 37).

¿Qué están predicando en el Sínodo? Lo que procede del mal, del pecado, del demonio:

«El lenguaje como»vivir en pecado «,»intrínsecamente desordenados», o «mentalidad anticonceptiva» no son necesariamente palabras que invitan a la gente a acercarse a Cristo y a la Iglesia… Hay un gran deseo de que nuestro lenguaje tiene que cambiar para satisfacer las situaciones concretas…. Muchos ya ven al Matrimonio como algo que hay que eliminar del duro lenguaje de la Iglesia. ¿Cómo podemos hacer que el lenguaje sea atractivo, cariñoso y acogedor? No estamos hablando de normas o leyes, estamos hablando de una persona, que es Jesús, quien es la fuente de nuestra fe, el líder de nuestra Iglesia, que es el que nos invita a entrar en un misterio.» (P. Thomas RosicaPortavoz del Vaticano).

Vivir en pecado, intrínsecamente desordenado, mentalidad anticonceptiva, ya son conceptos que no valen. Y ¿por qué no valen? Porque no gusta al oído de mucha gente que vive su vida en el pecado y que llama al pecado como santidad de vida, virtud, valor divino.

Hay que cambiar el lenguaje: no hay que predicar como Cristo lo hizo; hay que buscar un lenguaje que invite a la gente ¿a qué cosa? A acercarse a Cristo y a la Iglesia, porque Jesús es la fuente de nuestra fe, el líder de nuestra iglesia.

Este es el lenguaje de herejía, el propio de estos herejes.

Hablemos de Jesús: la sola fe, sólo Cristo te salva, la sola misericordia, la sola escritura. La doctrina luterana, presentada en el lenguaje moderno de una Jerarquía que ha apostatado de la fe.

No te van a hablar de la doctrina de Cristo, sino de Cristo. Sólo Cristo salva.

Pero no hablemos de normas:

«La Iglesia debe ofrecer su enseñanza más vigorosamente, presentando la doctrina no como un elenco de prohibiciones, sino haciéndose más cercanos a los fieles, tal como lo hizo Jesús» (ver texto).

¿No es la enseñanza de Jesús vigorosa por sí misma? No hablaba Jesús con autoridad y todos le seguían, todos callaban sus bocas? Entonces, ¿por qué no imitan a Cristo y se dejan de ofrecer la enseñanza con un nuevo lenguaje? Porque ya no creen en lo que Dios ha revelado; ya no creen en lo que Cristo ha enseñado; ya no creen en lo que la Iglesia ha mantenido durante tanto tiempo firme en su Seno. Y la Iglesia ha sido capaz de hacer esto porque un Papa legítimo la sostenía, aunque estuviera llena de demonios en su Jerarquía.

Pero como, en la actualidad, la Iglesia ya no se sostiene por un Papa, sino que la maneja un falso Papa, entonces aparece el baile del lenguaje humano para derribar todo el dogma de la Iglesia. ¡A eso van! No se crean que el Sínodo no va a tocar la doctrina. Ya ha sido tocada, ya ha sido cambiada. Pero sólo se muestra el nuevo lenguaje de los hombres, para contentar a todos. Y, en ese nuevo lenguaje, viene el zarpazo. Por eso, estas Navidades Cristo no estará en el portal de Belén. No serán Navidades católicas.

«Cuando acabó Jesús sus discursos, se maravillaban las muchedumbres de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene poder y con como sus doctores» (Mt 7, 28-29).

El poder de la Palabra de Jesús es lo que deja maravillados a las gentes. No es el lenguaje que usa Jesús: es que Jesús habla con autoridad, con poder, con el Espíritu.

Y esta gentuza del Sínodo, ¿habla con autoridad, con poder, con el Espíritu de la Palabra? No. Y nunca lo van a hacer porque se han apartado de la Palabra de Dios, de la Revelación, del dogma, para poner su estilo de lenguaje humano, su idea maravillosa, su moda del lenguaje. Hablan con el espíritu del demonio, para llenar la Iglesia con los pecados de herejía, de cisma y de apostasía de la fe.

«La Iglesia debe ofrecer su enseñanza…tal como lo hizo Jesús». ¿Y qué es lo que hizo Jesús? ¿Qué cosa predicó Jesús?

«Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5, 28). ¿No está Jesús prohibiendo mirar a la mujer con deseo? Esto es lo que hizo Jesús. Así Jesús se acercó a la gente: les dijo la verdad que nadie quiere escuchar. Si miras a una mujer con deseo, vives en pecado. Esto es lo que predicó Jesús y la gente lo aceptaba, lo seguía.

«El lenguaje como» vivir en pecado»… no son necesariamente palabras que invitan a la gente a acercarse a Cristo»: este sacerdote es maestro de Cristo. Cristo: te has equivocado en tu uso del lenguaje. Eso ya no sirve, tu forma de predicar no va con la moda del mundo, con la vida de las personas del siglo XXI; tiene que ser distinta. Esta es la gran herejía.

«¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Y dijo: Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre» (Mt 19, 4-6). La indisolubilidad del matrimonio se demuestra por el lenguaje decisivo y tajante de Jesús: que ningún hombre separe el vínculo del matrimonio. Que ninguna doctrina acepte otra cosa que esta verdad: si estás casado por la Iglesia, no te puedes divorciar y juntar con otra persona, para después, querer comulgar en estado de pecado. Y, como no puedes, te quejas de que no perteneces a la Iglesia.

Es un lenguaje decisivo y tajante de Jesús. Y esta forma de lenguaje que usa Jesús lo quieren cambiar:

El «lenguaje tiene que cambiar para satisfacer las situaciones concretas». Hay que satisfacer la vida de pecado de las personas, de los matrimonios que pasan por una situación difícil, porque viven en el pecado (están malcasados) y quieren comulgar en su pecado. ¡Qué situación más difícil! Y hay que satisfacerla con un beso y un abrazo, con un nuevo lenguaje.

«¿Cómo podemos hacer que el lenguaje sea atractivo, cariñoso y acogedor?» ¿Cuál es el lenguaje de la Jerarquía apóstata del Sínodo?

«Actuando con empatía y ternura, será posible reducir la brecha entre la doctrina y la práctica, entre las enseñanzas de la Iglesia y la vida cotidiana de la familia. Porque lo que necesitamos no es una elección entre la doctrina y la misericordia, sino el inicio de una pastoral iluminada, sobre todo para animar a las familias en dificultad, que a menudo se sienten con un sentido de no pertenencia a la Iglesia» (ver texto).

Hay que iluminar la pastoral con la mente del hombre, con las palabras de los hombres, con el sentimentalismo, la empatía, la cercanía, la afectividad, el deseo de ser feliz en la vida, de hacer lo que a uno le de la gana en la vida.

O con otras palabras más directas:

«Puede haber más amor cristiano en una unión canónicamente irregular que en una pareja casada por la Iglesia» (Adolfo Nicolás).

Reconozcamos que los que viven en unión libre son más santos que los que tienen el Sacramento del matrimonio. Y, por eso, hay que dejarlos que comulguen, porque el sacramento de la Eucaristía no es para los perfectos, sino para los pecadores:

«La Eucaristía no es el sacramento de los perfectos, si no de los que están en el camino» (ver texto); es decir, de todos los hombres. Todos están en el pecado, en el camino del pecado. La Eucaristía es la que ofrece el camino para no pecar más. Y, por eso, es el Sacramento de los perfectos, no de los pecadores que quieren seguir en sus pecados. Y estar en el camino de la perfección no significa no pecar más, sino significa que si alguno ha pecado, que vaya corriendo al sacramento de la Penitencia, para poder seguir en el camino de la santidad, que da la Eucaristía.

Pero en el Sínodo nadie toca el tema de la Penitencia, de la confesión, de la expiación del pecado, del arrepentimiento del pecado, de la lucha contra el demonio, contra uno mismo, contra el mundo. Nadie. Todos en su lenguaje humano, que es la base para la nueva doctrina de la nueva iglesia.

Y, por eso, con el lenguaje humano se hace de la Iglesia una Sodoma y una Gomorra:

«Lejos de encerrarse en un aspecto legalista, queremos sumergirnos en las profundidades de estas situaciones difíciles para acoger a todos los que están involucrados y para asegurar que la Iglesia es la casa de su paterna, donde hay espacio para todo el mundo con su vida dura» (Damasecno Assis)

¿Ven cómo está el Sínodo? ¿Ven lo que hay? Y sólo llevan tres días. ¡Y cuánto caballo desbocado!¡Cuántas naves a la deriva! ¡Cuántas almas se van a perder para siempre!¡Cisma y sólo cisma! Y cisma oficial, llevado por toda la Jerarquía de la Iglesia.