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La renuncia al Papado exige la muerte del Papa que renuncia

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“el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra —esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal—, por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia” (Con. Vaticano – Cap. 4. Del magisterio infalible del Romano Pontífice).

El Papa verdadero tiene el don de la infalibilidad.

Y, ¿qué significa ese don? Sólo una cosa: que el Papa verdadero nunca dice u obra una mentira en la Iglesia. ¡Nunca! Todo Papa que hable una sola mentira es por dos razones:

1. No es el Papa verdadero;

2. Es el Papa verdadero pero ha caído en un pecado por el cual se le niega el ser infalible.

Lo que hace todo verdadero Papa en la Iglesia es:

1. Guardar la regla de la recta fe: es decir, la fe divina que se da en dos cosas: la fe en el Evangelio y la fe en la Iglesia. Es decir, la doctrina auténtica de Cristo, dada en la Palabra de Dios y en el Magisterio auténtico de la Iglesia. En otras palabras, un verdadero Papa nunca anula un dogma en la Iglesia. Nunca va contra la Palabra de Dios. Nunca va contra las enseñanzas de la Tradición en la Iglesia. Nunca pone su opinión en la Iglesia. Nunca da su parecer como hombre. Nunca señala lo que él piensa como hombre. Porque todo Papa verdadero está puesto para dar el camino de salvación a las almas. Y lo único que salva es tener la recta fe en Cristo y en Su Iglesia. Si no se empieza por ahí, entonces no hay nada en la Iglesia. Es todo una ilusión, una política, una habladera de muchas cosas para no dedicarse a salvar las almas.

2. Gobernar toda la Iglesia de forma espiritual: es decir, todo aquellas cuestiones que surgen acerca de la fe divina, el juicio del Papa está sobre otro juicio humano. Por tanto, el Papa verdadero no se mete en cuestiones políticas ni económicas ni humanas ni científicas ni filosóficas ni culturales ni nada que sea sabiduría humana, obra humana, vida humana. El Papa verdadero da las leyes divinas, las leyes naturales, las leyes morales, las normas éticas, para que los hombres puedan moverse en todos esos campos y poner la Voluntad de Dios en ellos. Y si hay una cuestión, en esos campos, que concierne a la fe divina, entonces el Papa da su juicio, no su opinión. Y ese juicio es infalible.

Ejemplo concreto: Nunca un Papa se mete en cuestiones económicas, en ideas económicas, en planteamientos económicos, en caminos económicos:

“hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión” (Francisco, evangelii gaudium – n. 53). Esto que dice Francisco es claro ejemplo de que no posee la infalibilidad, porque no es Papa verdadero.

Un Papa verdadero da a los economistas la norma de moralidad, las leyes divinas, naturales, la ética para hacer una buena economía. Y, además, señala los pecados que toda economía trae al hombre para que se luchen en contra de ellos: avaricia, usura, egoísmo, odio, etc.

Siempre un Papa verdadero pone el camino de la vida espiritual. De otra manera, se dedica a hacer política, que es lo que hace Francisco en su evangelii gaudium: es su opinión, es su concepción de cómo hay que hacer economía, quiere enseñar a los economistas la mejor economía según su parecer humano. Y, entonces, siempre se va equivocar, porque Francisco no sabe nada de nada y sólo está en la Iglesia para dar a conocer su comunismo, su marxismo, su lucha de clases, que es lo que propone en su panfleto, que lo llama la alegría del evangelio, es decir, la manera de ir contentos al infierno practicando el amor sin verdad, el amor sin ley divina, el amor sin norma de moralidad, entre los hombres.

Francisco, por no ser Papa verdadero, no puede tener este don y, por eso, es el maestro de la mentira y del engaño en el Vaticano. Ha aprendido a hablar la mentira en todas partes, en cualquier documento, en cualquier entrevista, en cualquier homilía. Francisco enseña a mentir en la Iglesia.

Por eso, Francisco es gentuza, es decir, gente baja, gente sin moral, gente sin principios religiosos, gente sin ley divina, gente sin ley natural, gente que hace lo que le da la gana y con el aplauso de los demás, gente que se dedica a prometer muchas cosas y a no hacer nada de lo que promete, gente charlatana, que dialoga con todo el mundo, menos con Dios, gente que no sirve para nada en la Iglesia, sólo es un estorbo, un tropiezo, una piedra en el zapato, gente que no sabe enseñar la más mínima verdad, porque se pasa la vida enseñando sus adquisiciones mentales, sus bellezas intelectuales, sus engendros diabólicos, que producen en quienes los escuchan o los leen turbación, confusión, duda, temores, y toda clase de pensamientos inservibles para salvarse y santificarse.

Muchos piensan que sólo el Papa es infalible cuando habla ex cathedra. Y esto es falso. El Papa es infalible siempre, porque siempre tiene que poner en la Iglesia el camino para salvar y santificar el alma.

Hablar ex catedra es hablar desde la cátedra de Pedro, es decir, hablar enseñando, hablar guiando, hablar educando, hablar dirigiendo, hablar obrando. Y ¿qué cosa habla? Sólo la Verdad. Y ¡quién es la Verdad? Cristo Jesús.

Por tanto, hablar ex catedra es dar la mente de Cristo en la Iglesia; es decir, es predicar la Palabra del Pensamiento del Padre. Y predicar esa Palabra es hablar con sencillez, con humildad, con rectitud, con prudencia, con justicia y con misericordia.

Por tanto, un Papa que no reúna estas virtudes, no puede ser infalible.

El don de la infalibilidad no es un carisma en el Papado. El carisma que tiene el Papa es el de poder gobernar la Iglesia sin ayuda de nadie, sin un gobierno horizontal, sin un gobierno de ayuda, porque está en el Vértice unido a Cristo por medio de este Carisma.

Y, por tanto, aunque el Papa se equivoque siempre guía a la Iglesia hacia la Verdad por este carisma, por esta unión mística con la Cabeza Invisible, que es Cristo Jesús, en el Vértice.

Por este carisma que tiene Pedro en la Iglesia siempre él tiene la Verdad, para que la Iglesia no caiga en el cisma, para que se conserve siendo Una y pueda luchar contra el demonio, contra el mundo y contra la carne.

Pedro, en ese Vértice, no puede equivocarse porque Dios guía a la Iglesia con este Carisma. Lo que sí puede hacer Pedro es pecar y, entonces, ya no es infalible. Sin embargo, eso no es obstáculo para que el Señor siga guiando la Iglesia hacia la Verdad, porque se mantiene Pedro en el Vértice.

Si Pedro se aparta del Vértice, entonces la Iglesia cae en manos de los lobos, que es lo que ha pasado con Francisco: la Iglesia ha caído en sus manos, porque el Papa se fue del Vértice.

En la historia de la Iglesia ha habido muchos errores en los Papas. Y eso sólo por el pecado del Papa que no supo discernir lo que había que juzgar, lo que era infalible porque provenía de la fe. El Papa siempre es infalible en una cuestión de fe. Pero el Papa no es infalible en otras cuestiones, ya sean culturales, políticas, científicas, etc.

Pero el Papa puede pecar cuando la cuestión es de fe. Y, entonces, ya no puede ser infalible.

Ejemplo: El Papa Benedicto XVI pecó en su renuncia. Y su renuncia es una cuestión de fe. Es algo que atañe a la fe, a la norma de moralidad, a la salvación de la Iglesia, a su santificación.

Y, entonces, cuando renuncia el Papa peca; es decir, renuncia mal. Y ¿dónde está su pecado? En ocultar el motivo de su renuncia. Por eso, el Papa Benedicto XVI tiene los días contados.

Un Papa puede renunciar, puede abdicar del trono sólo porque así Dios se lo pide. Es Dios quien elige el Papa y es Dios quien quita al Papa.

La renuncia es de derecho divino, es decir, es un derecho que Dios tiene sobre Su Vicario y que se lo da a Su Vicario para que lo ejerza libremente.

Pero todo Papa que renuncia tiene que hacerlo bien. Es decir, tiene que ser movido por Dios y sólo por Dios. No tiene que renunciar ni porque se lo digan los hombres, ni por las circunstancias de la situación en la Iglesia, ni de los problemas que haya en la Iglesia.

La Iglesia pertenece sólo a Dios, no a los hombres. Y estudiando la historia de la Iglesia se ve cómo la Iglesia, la Jerarquía de la Iglesia, los sacerdotes, los Obispos, los Cardenales, nunca han entendido lo que es un Papa en la Iglesia. Y, a pesar de todo eso, Jesús ha seguido guiando a Su Iglesia, con Papas que reinaban en un clima totalmente desfavorable para la vida espiritual. Y la Iglesia se ha mantenido aunque los Cardenales hayan hecho de todo para anular el Papado.

Un Papa puede renunciar, pero sólo en la Voluntad de Dios. Y todo Papa que renuncia, automáticamente, es perseguido por su renuncia. Porque tiene que renunciar por algo extrínseco al Papado, por la fuerza de una voluntad externa, que quiere someter al Papa a esa voluntad. Y eso el propio Papa lo conoce. Conoce quién es el que le somete o quiere someter. Y, por eso, todos los Papas que han renunciado, han muerto poco después, a causa de esa voluntad exterior. Desde el primer Papa que renunció, que fue Celestino V, hasta el último, que es el Papa Benedicto XVI.

Pero en la renuncia del Papa tiene que haber un motivo divino para que no haya pecado. Ese motivo divino tiene que darse a conocer a toda la Iglesia. Si se esconde ese motivo divino, la Iglesia queda en oscuridad, en engaño, en la mentira.

Toda la Iglesia tiene derecho a conocer la verdad de la renuncia de un Papa, porque es Su Cabeza; es el Cuerpo que pide la inteligencia de Su Cabeza para seguir siendo Cuerpo. Es un derecho del Cuerpo Místico de Cristo conocer exactamente qué es lo que pasa en Su Cabeza.

Desde hace mucho tiempo, en el Vaticano se esconden muchas cosas a la Iglesia y nadie conoce exactamente la vida del Vaticano por dentro. Y eso es un mal para toda la Iglesia y para el Papado. Eso pone en peligro todo el depósito de la fe en la Iglesia. Porque el Papa es el guardián de ese depósito. Todo aquel que lucha en contra del Papa va en contra de toda la fe de la Iglesia. Y, por eso, anular al Papa es anular la Verdad en la Iglesia.

Nadie conoce, realmente, qué hicieron con Juan XXIII, con Pablo VI, con Juan Pablo I, con Juan Pablo II y con Benedicto XVI. Se conocen cosas por las Revelaciones privadas, pero en el Vaticano se oculta la Verdad. Y eso es un signo de que el Vaticano está podrido por dentro. Y eso sólo significa una cosa: el tiempo de anular la Iglesia ha llegado.

Durante 20 siglos los hombres han intentado anular la Iglesia anulando el Papado. Y han hecho muchas cosas a los Papas, pero no han podido. Y ¿por qué? Porque la Jerarquía de la Iglesia no había llegado al culmen de la maldad y, por tanto, no sabían anular a un Papa, no sabían destruir las estructuras de la Iglesia.

Pero en la maldad, como en el bien, siempre hay una cima. Y cuando los hombres llegan a esa cima, simplemente obran la maldad sin más, por caminos nuevos, por sendas en donde la Verdad queda siempre oculta.

Hasta que el hombre no llega a esa cima en la maldad, siempre hay una verdad donde puede agarrarse y volver sobre sus caminos y arrepentirse de lo malo. Pero en la cima, no hay una Verdad donde agarrarse y, por eso, es fácil obrar la maldad.

El hombre, en 50 años, ha llegado a la cima de la maldad en el Vaticano. Y, por eso, están haciendo el juego a Francisco, porque se saben los hilos que tienen que mover dentro del Vaticano para que todo funcione en el mal. Sólo es cuestión de poco tiempo para que la gente del Vaticano, los sacerdotes y los Obispos, se quiten la careta que se han puesto -y, con la cual, dicen que todo va viento en popa en la Iglesia y con Francisco,- para ver el destrozo que van a hacer a toda la Iglesia.
El destrozo de la Verdad, del dogma. Están preparando los nuevos libros para meter la nueva doctrina en donde la nueva iglesia dará culto a satanás en toda la Jerarquía de la Iglesia. Nadie ve lo que están preparando, porque tienen a un charlatán que entretiene a la gente con su boca de mentira.

Francisco está haciendo su papel. Y lo realiza de forma magistral. Tiene a todo el mundo engañado por su palabra barata y herética. Si los hombres supieran medir esa palabra babosa de Francisco, enseguida se alzarían en contra de él.

Pero muchas personas en la Iglesia viven de un cuento: ya no tienen la fe divina, sino sólo su fe humana, sus muchos conocimientos de la teología, del catecismo, de tantas cosas que, en la práctica, anulan la fe divina.

Es el trabajo del demonio que lleva al alma hacia su humanidad y la hace ver tan importante, tan valiosa, que el alma se olvida de buscar el camino espiritual porque cree que haciendo cosas buenas con su humanidad ya es espiritual. Así el demonio engaña a muchas almas. Y el alma llega a la cima de la maldad dando culto al hombre, a su mente humana, a sus obras humanas, a sus vidas humanas, a sus culturas, etc. El hombre se imagina que por decir que ama a Dios o que se casó por la Iglesia o porque es Obispo o sacerdote, ya está Dios con él. La gente se ha olvidado de vivir su fe porque vive su humanidad al cien por cien. Y no dejan tiempo para que la fe divina se vaya desarrollando en el alma según la Gracia y el Espíritu.

Hay mucha gente raquítica en la fe divina porque es grande en lo humano, en su visión humana de la vida y de la vida espiritual. Y así humanizan lo divino, destrozan lo divino, anulan lo divino, con todo lo humano suyo: con su ciencia, con su filosofía, con su psicología, con su psiquiatría, con su cultura, con su arte, con su política, con su acomodada vida humana.

Las almas en la Iglesia, en este mundo que nos ha tocado vivir, no saben ni vivir de fe divina, ni usar la Gracia, ni seguir al Espíritu de la Iglesia. Y si no saben estas tres cosas, están en la Iglesia para condenarse.

El Papa Benedicto XVI falló en la renuncia porque no dio un motivo divino auténtico. Si hubiera dicho que se iba porque peligraba su vida, entonces no hubiera pecado. Pero dijo que se iba porque ya estaba enfermo. A todas luces, eso no es un motivo divino, sino una mentira para ocultar la verdad.

Todo Papa que renuncia es perseguido por su renuncia. Y Benedicto XVI por su pecado, está tranquilo. Luego, renunció mal. El Papa Celestino V tuvo que huir y murió diez meses después con un agujero en el cráneo, descubierto cuando en 1988 fue exhumado su cadáver y se vio, en su craneo, un agujero, provocado por un clavo, que penetra en la sien cinco centímetros. Un Papa que renunció y fue quitado de en medio, porque bien sabía ese Papa lo que se cocía entre Cardenales.

Y bien sabe el Papa Benedicto XVI lo mal que huele el Vaticano. Y él, más que nadie, debe temer por su vida. Su vida no está a salvo, sino en mucho peligro. Y más ahora que se van a quitar la careta esos lobos vestidos de piel de oveja.

Por eso, hay que rezar por el Papa Benedicto XVI para que haga lo último que el Señor le pida para saldar su pecado. Y tendrá que morir solo y abandonado de todos, porque en la Iglesia ya no hay amor al Papa, ya no hay amor al sacerdote, ya no hay amor al Obispo porque la Jerarquía de la Iglesia ya no ama a Cristo Sacerdote. No saben lo que es ser sacerdote. Sólo saben ser políticos, humanistas, socialistas, liberalistas, comunistas, sinverguenzas. Gentuza que ha perdido el honor de la Verdad y que vive rodeada de mentira en sus corazones.