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Benedicto XVI: el último verdadero Papa

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Juan Pablo II fue el último Papa que dio a la Iglesia la Verdad del Espíritu.

En su enseñanza al Pueblo de Dios no se ve ningún error y supo tener la fe que muchos sacerdotes, Obispos y cardenales no tuvieron.

En sus palabras se movía el Espíritu y, por eso, llenaba los corazones del Amor de Dios.

Escucharlo era penetrar en la Presencia de Dios y escuchar la Voz de Dios en el corazón.

Después de él, siguió Benedicto XVI, verdadero Papa, pero inútil en la enseñanza de la verdad.

Verdadero, porque es Elegido por Dios desde el principio. No fueron los hombres. Pero inútil porque todavía no ha cumplido su misión.

Él debe ser la Gloria Olivae, es decir, la Luz de la Verdad del Espíritu en la Iglesia. La Gloria es la Luz de Dios; y el olivo es la Verdad que nace de esa Luz.

Su pecado lo sitúa en la oscuridad. Y, en esa oscuridad, no puede ser Luz de Dios. Tiene que quitar su pecado, levantarse de su mal y reconocer el Llamado que el Señor le hizo en su Iglesia.

Él es Papa para un tiempo muy conflictivo en la Iglesia. Él debe ser Luz para ese Tiempo.

Y los Enemigos de la Iglesia harán lo que sea para impedir que Benedicto XVI se levante de su pecado y regrese a la Iglesia como verdadero Papa.

Él es el verdadero Papa. No hay otro. El que se sienta en el Trono de Pedro ahora es un falso Profeta, que abre las puertas de la Iglesia para destruirla desde la Cabeza. Y, por eso, no hay que seguir a este falso Profeta. Hay que seguir al verdadero Papa.

Pero ¿cómo seguir a un Papa que no reconoce su pecado y que no hace nada por quitar su pecado?

Este es el problema ahora de la Iglesia.

La Iglesia tiene un Papa verdadero que ha renunciado a la Elección Divina por voluntad propia, no por Voluntad Divina. Y Dios nunca obliga a nada a las almas. El libre albedrío es un don divino al alma. Y lo está ejerciendo Benedicto XVI quedándose en su pecado.

Y mientras esté en su pecado, no se puede seguir al verdadero Papa, porque de un pecador no se aprende la verdad. El pecador sólo enseña su pecado, no la verdad de la vida. Y, menos, la Verdad de la Iglesia.

Por eso, la Iglesia está en su máxima oscuridad: no tiene Luz del Espíritu, por el pecado de su Papa, de su Cabeza, del verdadero Vicario de Cristo, que es Benedicto XVI.

Y una Iglesia sin Luz del Espíritu es la Iglesia del demonio.

Este es el problema de la Iglesia ahora mismo: se presenta al mundo como la Iglesia verdadera, pero obra como la iglesia del demonio.

Esto es lo que no se medita por tantas almas que siguen a ese falso Profeta y que lo aman porque dice cosas que agradan a los sentimientos de los hombres, a sus mentes, a sus vidas, pero que no sabe lo que es la vida espiritual de la Iglesia.

Da pena ver cómo no existe en la Iglesia el discernimiento de espíritus. Todo el mundo cree entender porque dice que razona las cosas. Y, para discernir los espíritus, hay que ir al Espíritu y preguntarle sobre la verdad de lo que la mente ve a su alrededor.

Pero las almas ya no creen en la Palabra del Espíritu, sino que creen en las palabras humanas, en los razonamientos de los hombres, en las investigaciones de los hombres, en las medidas de los hombres y, por eso, se equivocan en sus juicios, porque no van a la Verdad, que sólo el Espíritu de la Verdad puede enseñar sobre la vida humana y sobre Su Iglesia.

Estamos viviendo lo que en el mundo se ve como algo normal, pero que es la realidad del mal, del pecado.

En el mundo no existe el pecado, sino los errores sociales, mentales, circunstanciales, médicos, culturales, que se dan en la vida de las personas. Y, cuando no existe el pecado, entonces todo es verdad, pero una verdad a medias, una verdad según la mente de cada uno, según su forma de pensar o de ver la vida con sus juicios, opiniones, medidas intelectuales.

Y, entonces, en el mundo todo se construye en el pecado. Nada es verdad absoluta en el mundo. Todo es relativo en el mundo. Y, por tanto, el mundo rechaza la verdad absoluta, porque vive de sus medias verdades, sus verdades interesadas, que sólo sirven para seguir viviendo en el pecado, en el error, en la mentira de la vida.

Y eso que está en el mundo, está ahora en la Iglesia. Y lo está en Su Cabeza, que es el verdadero Papa.

Benedicto XVI vive en su pecado, en su mentira, en su media verdad. Ha hecho de su pecado su vida. Y eso crucifica a Cristo y a la Iglesia, porque él es el verdadero Papa.

Si él no se levanta de su pecado, entonces la Iglesia camina hacia la plena destrucción, porque el que se sienta en el Trono de Pedro es el demonio. Y el demonio nunca da la verdad. Cuando habla, habla la mentira que tiene en su ser.

Por eso, este momento que pasa en la Iglesia es único en su historia.

Porque en la historia de la Iglesia han habido dos Papas e incluso más. Pero esa división fue sólo por la maldad de los hombres, no por el pecado del Papa.

La división de la Iglesia, hoy día, es por el pecado del verdadero Papa, que debe ser siempre la unidad de la Iglesia.

Pero si un Papa peca y no reconoce su pecado, entonces ¿dónde está la Unidad de la Iglesia? En ninguna parte. Y no se puede buscar en el falso Profeta que se sienta en el Trono de Pedro, porque él tampoco ve su pecado ni el pecado de quien es su verdadero Papa.

Si este falso Profeta viera la verdad de la Iglesia en estos momentos, entonces dejaría ese Trono y ni siquiera se hubiera subido a él.

Pero hoy en la Iglesia nadie ve nada y nadie hace nada por la Verdad que sólo el Espíritu puede dar.

Todos hacen muchas cosas por sus verdades, por las que están en la mente soberbia de muchos sacerdotes, Obispos, y cardenales. Y así nunca se va a quitar el pecado, sino que se va a seguir en el pecado y construir una iglesia que no sirve para nada.